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Llegada a Gaunpalika

Un gato contra The Primevals

Capítulo 2: Llegada a Gaunpalika

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A diferencia del cuchitril que tenía en Calcuta, la nueva oficina de Rondo Montana estaba en Nueva Delhi, se veía humilde, pero limpia, incluso había un florero con flores caras, se ubicaba en un barrio decente.

—Lo mismo que con los otros, el ejército vino a mi antigua oficina y me contactó para hacer de guía, señorita Deetz —dijo el antiguo cazador—. Déjeme decirle que el general John Smith es una persona muy convincente.

—¿Ese fue el nombre con el que se identificó?

—Me parece un nombre falso.

—Ya lo creo, joven, pero fueron muy persuasivos. No se confundan, no todo fueron amenazas y violencia, me pagaron muy bien, lo bastante para saldar todas mis cuentas y empezar de cero, no puedo quejarme.

—¿No puede decirnos más cosas? —preguntó Lydia—. ¿Qué sabe de esta cosa? —Le mostró el extraño aparato que le entregó Matthew Connor.

—No creí que lo vería de nuevo. Es una especie de control remoto alienígena, con este vimos el holograma de un extraterrestre, no le entendimos nada, pero unas imágenes mostraron que esas cosas vinieron a la Tierra un millón de años atrás y modificaron los genes de los antiguos simios y los hicieron evolucionar hasta crearnos.

Tanto Lydia como Percy cruzaron miradas.

—Junto con Siku, el guía nepalés que contactamos, llegamos a una especie de torre extraterrestre, de ahí fuimos a un valle escondido con clima agradable en medio de las montañas del Tibet, en ese lugar encontramos al eslabón perdido, muchos de ellos e incluso al Yeti. También encontramos algo que hubiera sido mejor no encontrar...

El hombre les contó la aventura que tuvo el grupo, fue como si un gran peso se quitara de sus hombros.

—Señor Montana, quisiera contratar sus servicios para llevarnos a ese lugar.

—¿Puede hacerlo? O teme la amenaza de los militares.

—Solo estaban interesados en que los lleve, no me hicieron firmar nada, no tengo ningún problema en llevarlos, pero se ven tan jóvenes, son unos niños...

—La situación con mi familia es complicada, pero tengo su permiso y junto con Percy, puedo valerme por mí misma —dijo y le extendió un generoso cheque como adelanto.

El hombre acarició su barbilla, se lo estaba pensando.

—De acuerdo, podemos ir hasta Gaunpalika, en ese lugar contactaremos con Siku. Supongo que quiere ver el valle, le advierto que no encontrará la gran cosa, cuando se destruyó la presa, todo empezó a cubrirse de nieve.

La chica gótica le estrechó la mano sellando de aquella manera el trato.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Percy una vez Montana fue al teléfono para ultimar los detalles con el aeropuerto donde tenían su avión.

—Pensaba en mis padres, les dije que íbamos a ausentarnos, pero no que viajaríamos a la India y ahora a Nepal.

—Tranquila, no mentiste, solo no especificaste durante cuánto tiempo y dónde iríamos. Es su culpa por no preguntar más cosas.

—Gracias, eres de mucha ayuda —dijo y abrazó a su novio.

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El avión de Montana llegó al pueblo. Siku estaba tan emocionado por ver a su amigo, que los esperaba en el aeropuerto.

—Usted debe de ser Siku, el guía —dijo Lydia una vez terminaron los saludos entre los dos hombres.

—Sí, déjeme agradecerle el haber contratado a mi amigo, así pude verlo otra vez.

—No hay de qué. Le presento a Percy.

Estrecharon manos y de camino Siku los puso al corriente:

—El pueblo no vio tanta actividad desde que trasladaron el cuerpo del Yeti. Los americanos convencieron a las autoridades locales de vetar el acceso de la población al templo prohibido.

—Así le llaman a la torre alienígena, la primera que encontramos.

—Sí, no creo que usted, señorita Deetz y su amigo, puedan ir hasta ese lugar.

—¿Podríamos acercarnos? Llevamos binoculares.

—Y yo tengo una vista privilegiada.

—Sí, supongo.

—Bien, está decidido. Siku, llévanos a un buen lugar para tomar algo caliente, nuestros dos clientes lo necesitan.

Llegaron a una posada que también ofrecía hospedaje, los dueños ofrecieron al grupo té negro.

—Un regalo de los norteamericanos, uno de los muchos para granjearse el favor de la población —dijo Siku. Lydia veía de reojo como otros pobladores bebían con gusto una soda carbonatada de color naranja.

«¿Irn-Bru?», pensó Lydia.

Luego del té fueron al piso de arriba y Percy exteriorizó sus preocupaciones en la habitación que compartían ambos:

—Soy débil ante el frío, ¿qué vamos a hacer cuando subamos la montaña?

—No te preocupes, puedo realizar un hechizo de calor y de corta viento para ambos. También traje unas pociones para el cansancio, lo malo que no hay nada que pueda hacer para solucionar lo del poco oxígeno que hay allá arriba.

—Eres maravillosa. ¿Les aplicarás los hechizos a Rondo y Siku?

—Quisiera, pero lo mejor es que no sepan mucho de mi magia o tu naturaleza. Bastante ya tienen con todo esto del Yeti y lo que encontraron en el valle.

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El ascenso no fue tan difícil para Rondo y Siku, después de todo, no era la primera vez que lo transitaban, en cuanto a sus dos jóvenes clientes, les maravillaba lo bien que lo llevaban.

—Estamos por llegar a un sitio desde donde podremos ver de lejos el templo prohibido.

—Solo por si acaso. —Montana amartilló su carabina.

A diferencia de la vez que encontraron la estructura extraterrestre, esta vez estaba desmontada, la gran cúpula de cristal se hallaba ausente. En la base de la torre estaban los soldados desmantelándolo todo.

—¡No pueden hacer esto! La torre forma parte de nuestra cultura, aunque fueron extraterrestres quienes la hicieron —dijo Siku, apretaba los puños a los costados.

—Bueno, señorita Deetz, ya cumplí, ambos, no sería conveniente acercarnos. Siku, lamento lo de la torre, pero no hay nada que podamos hacer.

En efecto, todo parecía haber llegado a su fin, el grupo empezó a bajar la montaña. Lydia pensaba en todo lo que le dijeron Montana y Siku de la expedición.

—Esperen un momento. Rondo, Siku, estoy segura que hay otra entrada al valle.

CONTINUARÁ...

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