La nota amarillista
Descargo de Responsabilidad: este es un fanfic sin ánimo de lucro y que no pretende vulnerar derecho alguno sobre los titulares de las franquicias de Beetlejuice y The Primevals.
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Un gato contra The Primevals
Capítulo 1: La nota amarillista
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Winter River nunca fue conocido por ser una metrópoli urbana, todo lo contrario, era difícil de ubicarla en el mapa con todo lo que conllevaba aquello como por ejemplo el hecho de que no llegaban periódicos considerados serios.
—Lydia, ya traje el periódico —dijo un jovencito apuesto de cabello negro, por más increíble que parezca, tenía cola y orejas de gato.
—¿Otra vez? ¿No hay otros? —dijo una hermosa jovencita de ropajes góticos.
—Lo siento, no, pero mira esta noticia.
—¿El Yeti? ¿Descubrieron al Yeti?
—La foto solo muestra una cortina, pero dicen que la universidad lo mostró a la prensa e invitados. ¿Quieres leerlo?
—No, gracias, puedes hacerlo, practica la lectura.
Ambos se conocieron en su aventura contra el fantasma-demonio Beetlejuice. Aquella vez, Percy solo era el gato negro de Lydia, pero se transformó en un chico gato cuando el fantasma lo mandó al desierto donde habitan los gusanos de No-mundo. A causa de la magia caótica del sitio se transformó y usó a uno de los monstruos que habitaban ahí para rescatar a su antigua dueña.
Podía esconder a voluntad sus atributos felinos, de todas maneras, no era conveniente mandarlo al colegio por lo que Lydia se encargaba de educarlo.
«Que extraño, el National Enquirer es un periódico amarillista, lo más normal sería que una foto de la criatura saliera en la portada, no esa gigantesca cortina», pensó Lydia, algo en su interior le hizo presentir que la supuesta nota inverosímil tenía más que ofrecer.
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La humilde nota rondó la cabeza de Lydia durante semanas y decidió que debía hacer algo al respecto:
—Me gustaría ir a la ciudad para entrevistarme con el decano, tengo que averiguar si todo es un fraude o no.
—¿Qué te van a decir tus padres?
—No creo que se nieguen a darme permiso, después de todo, puedo acusarlos con la policía por intentar casarme la vez que fuimos a Hawái y nos enfrentamos a Beetlejuice una segunda vez.
—También dependen de ti en esto del dinero, quebraron con su resort y tú tienes mucho porque escribiste la nueva edición del Manual del Difunto Reciente que te pidió Juno.
—Podría demandar a mis padres y pedir ante un juez mi emancipación, pero quiero llevar la fiesta en paz. Ellos lo saben, comprenden que lo mejor es vivir sin estrés.
—Sabes que tienes todo mi apoyo.
—Lo sé, eres el mejor novio que una chica podría desear. Al mal trago darle prisa —dijo y fue donde sus padres para pedirles permiso para ausentarse por su cuenta.
Siendo los malos padres que eran, no le objetaron la gran cosa, siendo la única preocupación de orden monetario:
—Entonces, calabacita, ¿me regalarás dinero antes de que te vayas de viaje?
—Sí, papá, no te preocupes —dijo luego de dar un suspiro de frustración.
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En un principio el decano de la universidad se mantuvo reacio a compartir información, pero un generoso donativo de Lydia al campus le hizo ser más receptivo:
—La doctora Collier era una científica brillante, no obstante, este asunto del Yeti... Se volvió posesiva, toda la investigación quedó bajo su resguardo y no la compartió con nadie salvo con el doctor Trent. Con su muerte, todo se perdió.
—¿Acaso la universidad no tiene muestras o algún legajo de documentos que quede?
El hombre se movió incómodo en la silla, la duda se reflejó en su rostro, pero un vistazo al cheque que le dio la jovencita gótica le infundió valor:
—Para sorpresa de mis colegas y mía, vino el ejército. Confiscaron todo lo relacionado al Yeti, incluyendo el trabajo del doctor Trent e incluso las fotografías del espécimen que trajimos de Nepal. No creo que logre hallar duplicados si va a los periódicos que fueron invitados para la conferencia de prensa de la doctora Collier.
»No se desanime, le daré una nota de recomendación y la dirección del doctor..., aquí está: Trent, Lloyd.
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—La doctora Collier, Claire, me entregó los restos del espécimen, fui el único al que se lo confió, necesitaba mis análisis para descartar cualquier fraude que mellara el prestigio de la universidad. Lo que hallé fue perturbador.
»La criatura no fue producto de una evolución natural, sino de un proceso de hibridación controlada.
—¿Tiene alguna idea de quién pudo hacer esto?
—No, señorita. Lo único que averigüé fue que el responsable de eso si bien tenía la técnica avanzada para hacer aquello, también lo hizo de manera que no tomó prioritario el bienestar del espécimen, una obra digna de salvajes, salvajes competentes, crueles.
»Como sabrá, nuestro ejército vino y confiscó todo. Me temo que no puedo darle siquiera unas notas que puedo extraer de mi memoria porque obligaron a todo el mundo a firmar un documento de confidencialidad so pena de cárcel. De hecho, se supone que no debo hablar de esto con nadie, pero usted y su amigo vienen con una carta de recomendación del decano.
—¿No puede decirnos más cosas?
—No, joven, no puedo. Sin embargo, puedo darles la dirección de dos allegados a la universidad, los que acompañaron a Claire en la expedición. No creo que puedan sacar nada de la señorita Reidel, al parecer fue..., violentada en la expedición y se cerró a comentar su experiencia con cualquiera, no obstante, queda el señor Connor, es un tanto intratable, pero es el único al que pueden recurrir.
Los dos jovencitos le dieron las gracias y salieron de la casa del doctor.
—¿Vamos donde ese sujeto? —preguntó Percy.
—Sí. Matthew Connor, por suerte vive en esta ciudad. Espero que no sea tan intratable como dijo el doctor.
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—Fuimos pocos a Nepal: Claire, quien murió en la expedición; Kathleen, la que mandó los restos del yeti a la universidad; Rondo Montana, un cazador retirado que nos facilitó el avión e hizo de protector; y Siku, un joven nepalés quien fue nuestro guía.
—¿Por qué tan pocas personas? Para una expedición como la que tuvieron me esperaba más gente —dijo Lydia quien cruzó miradas con Percy.
—Porque estaba en juego el prestigio de la universidad. Esto del Yeti no es algo bien visto por la comunidad científica, de hecho, fue la misma doctora Collier quien me negó mi licenciatura cuando presenté mi tesis relacionada a la existencia de tal ser. Pobre Claire, cuando la universidad recibió los restos de la criatura, se arrepintió de su decisión y por eso me contactó para que fuera con ella. Por eso fuimos tan pocos, no fue una expedición reconocida por la universidad, la buena de Claire corrió con todos los gastos de su propio bolsillo, hubiéramos sido una veintena por lo menos de haber sido otro el caso.
»Mire, no puedo decirle más cosas, me obligaron a firmar un contrato de confidencialidad y si hablo me arriesgo a no solo perder, otra vez, mi licenciatura, también puedo ir a la cárcel. Lo único que puedo ofrecerles es la dirección de Rondo y..., esto.
Era un extraño adminículo de propósito desconocido. Cuando le preguntaron qué era, el hombre les dijo que Montana se los diría.
Dicho aquello, salieron de la casa.
—¿Qué haremos con esta cosa? —preguntó Percy.
—No nos queda de otra, habrá que viajar a la India.
CONTINUARÁ...
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