Despedida
Un gato contra The Primevals
Capítulo 5: Despedida
.
La sensación de déjà vu fue incómoda para la doctora Collier y Montana, el antiguo cazador, ambos estaban encerrados en una celda improvisada a base de maderos, obra de los militares.
En otra celda estaba Siku, el joven guía nepalés, en la anterior aventura tuvo el buen tino de no dejarse capturar por los reptilianos, esta vez no fue el caso; en la otra, Lydia y Percy.
—Creo que estos tipos están más interesados en saquear que en aprender de a buenas lo que nuestro amigo extraterrestre tenía que ofrecer —dijo Percy.
—Con esto todo cobra sentido.
—¿A qué te refieres, Lydia? —preguntó la doctora.
—Miren, están tomando un descanso.
—Sí, ¿qué hay con eso? —preguntó Montana.
—¿Cuándo se ha visto que soldados americanos tomen té a las cinco de la tarde?
—No entiendo —admitió Siku.
—En el pueblo dijeron que eran norteamericanos, pero trajeron cosas como té negro y una bebida inglesa, es más, la costumbre de tomar el té a las cinco es solo de los británicos.
—Sabía que el nombre de ese general era un invento —dijo Montana—. John Smith, no se lo pensó demasiado.
—¿Qué es lo que vamos a hacer? —preguntó el chico gato.
—Pronto terminará el descanso y están muy ocupados como dijiste. Sin que se dieran cuenta, estudié lo que me entregó el extraterrestre y creo que puedo usarlo para tomarlos por sorpresa y luego encerrarlos en las cavernas del volcán.
—¿Cómo haremos para salir de aquí?
—Descuida, Siku, de eso se encarga Percy.
En efecto, el chico gato usó sus poderes y cortó las sogas.
Una vez todos libres, Lydia usó el artefacto alienígena. Aquel emitió una onda sónica de baja frecuencia que dejó fuera de combate por un par de segundos a los soldados más próximos.
«Justo como pensaba. Son débiles ante las ondas de baja frecuencia».
El grupo salvo la doctora Collier, se internaron en las cavernas del volcán con los soldados pisándoles los talones. Sería labor de la profesora universitaria de liberar a los antropoides y los yetis encerrados por el ejército.
Gracias al excelente sentido de orientación de Percy, que el grupo no pudo ser alcanzado. Llegaron a la extraña maquinaria alienígena sobre el cono del volcán.
Con paso seguro, Lydia fue al centro y enchufó el bizarro adminículo donde lo hizo antes el alienígena.
Un holograma mostró varias opciones en un lenguaje incomprensible. No podía recurrir a la ayuda de Percy porque sabía que su poder solo se limitaba al lenguaje oral, no así al escrito.
No era ninguna simplona, todo lo contrario, por lo que dedujo de forma acertada lo que debía hacer.
—Debemos correr, programé la maquinaria para que active el volcán.
—¿Y los que habitan las otras cavernas? —preguntó Siku.
—No te preocupes, solo sellará este sistema de cavernas, la lava no se extenderá más allá.
—¿Pero y los soldados?
—Rondo, no son humanos. Me di cuenta cuando fueron afectados por la onda sónica. Son reptilianos, como los que ustedes enfrentaron.
No hubo tiempo de sorprenderse, notaron como todo alrededor vibraba y regresaron tras sus pasos lo más rápido que pudieron.
Los soldados daban vueltas sin poder hallarlos ni a la salida, no contaban con la habilidad de Percy para guiarse en ese laberinto.
—¡Alto! —gritó nada más ni menos que el general John Smith, apuntaba una pistola al grupo.
Los reflejos del chico gato ganaron a la reacción del hombre. Percy le dio un par de puñetazos y le rasguñó el rostro, el hombre quedó inconsciente.
El grupo se acercó, Montana movió el rostro del general con la punta de su bota, revelando de aquella manera la auténtica naturaleza del atacante.
El rostro humano solo era una máscara, debajo, la piel de reptil lucía ominosa.
Las cavernas vibraron con mayor fuerza y todos se pusieron a correr.
«Más rápido», fue el pensamiento del grupo. Por fortuna, lograron salir justo a tiempo. El volcán rugió y la lava corrió rampante por los corredores cavernosos.
Ninguno de los supuestos soldados logró sobrevivir y la entrada a las cavernas más interiores quedó sellada para siempre.
.
.
El entierro del alienígena fue solemne, las criaturas antropoides fueron respetuosas y ayudaron a preparar una pira que consumió los restos del visitante de otro mundo, todo ello fue llevado a cabo en la entrada de las cavernas.
El viento de la mañana se llevó las cenizas al cielo, quizá de alguna forma su espíritu regresaría a su mundo natal.
—¿Qué sucederá con los habitantes del valle?
—Lo mejor será no decir nada de lo que descubrimos al mundo exterior, Rondo —dijo la doctora Collier—. Nuestro afán por saber más, acabó por destruir el valle.
—Salvamos a las criaturas del yugo de los reptilianos, Claire —le dijo Montana para tranquilizarla.
—¿Qué harán ustedes? —preguntó Siku.
—Regresaremos todos a la ciudad —dijo la mujer—. Causaré un gran revuelo porque todos me dieron por muerta, no importa, ya se me ocurrirá algo que contar y que no comprometa este lugar.
—También prometemos no decir nada de esta aventura a nadie —dijo Lydia, su novio asintió.
.
.
Sin la presencia de los soldados, el grupo retornó por el camino que conducía a la torre alienígena que encontraron por primera vez.
El clima no parecía tan gélido y el cielo estaba despejado, se alejaron un buen trecho y el viento meció el cabello de Lydia que contrastaba mucho con el ampo de la nieve.
Se dio la vuelta; su novio, Percy, la imitó; luego el resto de expedicionistas.
A la distancia vieron a los antropoides en la base de la torre, parecía que querían repararla de la acción destructora de los soldados.
—¿Y que pasará con esto de los reptilianos que se disfrazaron como soldados? —preguntó Percy.
—Ese es un misterio que se lo dejaré a nuestros amigos —le contestó Lydia, refiriéndose a los otros miembros del grupo—. Es hora de regresar a casa.
La última imagen que vieron del templo prohibido, como era conocido por los lugareños, fue la de los yetis que ayudaban a colocar la gran cúpula de vidrio sobre la torre.
FIN.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro