Wedge contra el gigante
La canción que canta Wedge es la que se usaba como opening de la serie de televisión: Highlander.
UN GATO CONTRA SHINRA
Capítulo 10: Wedge contra el gigante
El grupo entró al complejo y estaban hablando acerca de qué camino tomar, y es que había tanto terreno por cubrir, sin embargo, Barret seguía apesadumbrado luego de pasar por Corel.
―Barret, vayamos a jugar en los juegos, divirtámonos ―le dijo Aerith y todo el mundo la miró incrédulo.
―Oye, Aerith, ¿qué crees que estás haciendo? ―le susurró Tifa ceñuda mientras la alejaba del gigante.
―Es que está tan deprimido ―le contestó Aerith.
―¡¿Y así quieres animarlo?! ―dijo incrédula Tifa.
―Claro, lo mejor para estos casos es hacer como si nada hubiese pasado ―dijo Aerith segura de sí misma.
―¿Segura que así funciona la cosa? ―dudaba Tifa.
―Confía en mí ―dijo resuelta Aerith y de nuevo fue dónde Barret y le sugirió ir a divertirse.
Como era de esperarse, el gigante se enfureció y se fue maldiciendo del lugar.
―Vaya, lo mejor será dejar tranquilo a Barret ―suspiraba Wedge―, los demás vayan en parejas y busquen por todo el lugar.
―Yo iré con Cloud ―se apresuró a decir Tifa para que Percy no se adelantase a decidir con quién iría el rubio como la última vez.
«Ni creas que has ganado la partida», pensó Percy mirando malicioso a la mujer.
―Yo creo que tú, Aerith y Jesse, ya han pasado mucho tiempo con Cloud ―les decía Percy con gesto arrogante―. Pienso que deberían darle algo de oportunidad a Yuffie ya que es la nueva del grupo.
―¡Qué! A mí no me gusta el rubio... ―intentaba decir Yuffie, pero Percy la empujó con fuerza con su cola hacia Cloud.
Yuffie para no caer tuvo que abrazar a Cloud, quien también abrazó a la ninja para que esta no se estampase contra el suelo.
―¿Ven?, si se ven bien los dos abrazaditos, como si fuesen amantes huyendo de la ley por la diferencia de edad ―sonreía Percy con malicia y Tifa ceñuda estaba a punto de contestarle, pero el chico gato le interrumpió.
»No importa cuán atractiva seas, Tifa, no podrás competir contra la juventud de Yuffie. ¡Nunca!
―¡¿Qué dijiste?!
―Vaya, parece que la señora pechugona ya no puede oír bien, bueno eso pasa con la edad... Es, el ciclo de la vida: naces, creces, te envejeces.
Percy simuló asustarse y tomando la mano de Lydia, corrió hacia uno de los toboganes de entrada.
―¡Oh, no! ¡Ni creas que te vas a escapar! ―gritó Tifa y fue corriendo tras el chico gato.
―Mejor voy tras esos dos tontos, solo espero que Lydia controle la situación hasta que llegue ―dijo suspirando Wedge y fue tras Tifa.
Jesse y Biggs se miraban ceñudos.
―¿Qué es lo que miras? ―preguntó Biggs.
―¿Yo? No demasiado ―le contestó Jesse mirando de mala manera a Biggs de arriba a abajo.
―¿Me permitiría la señorita Aerith escoltarla a través de esta maravilla arquitectónica? ―le preguntó Nanaki.
―Por supuesto, caballero ―aceptó Aerith al ver que Cloud no parecía interesado en ir con nadie.
―Bueno ―dijo Cloud cuando Jesse y Biggs, quienes eran los últimos en el lugar, hicieron pareja y salieron por uno de los toboganes―, creo que sólo quedamos...
―Ni se te ocurra hacerme cosas pervertidas o hago que te encierren en la cárcel ―le dijo Yuffie, mientras le daba un brutal puñetazo a Cloud en la entrepierna que le hizo vomitar con fuerza.
―¡Por favor! ¡Qué delicado! ¡Vamos, andando! ―le ordenó Yuffie, y agarrando a Cloud por la nariz lo aventó por uno de los toboganes y luego le siguió la ninja.
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En otra parte del parque, Lydia y Wedge lograron calmar la situación y evitaron que la cosa fuera a mayores.
―¿Y ahora adónde vamos? ―preguntó Tifa que aún estaba molesta.
―No lo sé, con todo este lío ya no pude repartir terreno con los demás ―decía Wedge.
―Vamos al teleférico, desde allí podremos ver todo Gold Saucer ―sugirió Percy.
―Bien, yo y Lydia iremos en una cabina y ustedes en otra ―dijo Tifa quien ya sabía por dónde iba la cosa con la sugerencia de Percy.
Lydia miró asustada a Tifa, al parecer, todavía no se había repuesto por completo.
―Bien ―suspiró Tifa―, ustedes vayan en una cabina, que Wedge y yo iremos en otra.
Wedge y Tifa entraron en su cabina y el recorrido comenzó.
Tifa se puso nerviosa al estar a solas con Wedge, y empezó a jugar con los dedos.
«¿Qué me pasa? Cuando estoy con Wedge me pongo nerviosa, pero cuando estoy con Cloud me pasa lo mismo, ¡diablos, mi cabeza está hecha todo un lío!», pensaba Tifa negando con la cabeza sin darse cuenta.
―¿Te pasa algo?
―¿Qué? ¡No!, No me pasa nada ―se sobresaltó mientras movía las manos.
―¿Pensabas en Cloud? ―le dijo Wedge, pero no de forma enojada, sino más bien con un tono y una mirada calmada y sabía.
Tifa bajó la mirada al piso como respuesta.
«¿Me preguntó si habré lastimado a Wedge?», pensó Tifa y levantó la mirada. Wedge miraba por la ventana con una pequeña sonrisa en los labios aunque tenía la mirada triste.
―Sabes ―empezó a hablar Wedge―, creo que no fue una buena idea haber dejado a esos dos solos en la cabina, deberíamos haberles puesto un chaperón.
―Tienes razón, a veces me sorprende la madurez de esos dos. Lydia no vivió el mismo horror que sufrió Barret o yo, pero al menos mis padres no fueron tan crueles.
―Es cierto, luego del incidente ellos dos fueron a mi antiguo departamento en Midgar y pasaron un tiempo conmigo. Lydia se hallaba devastada, pero por fortuna contaba con Percy.
―¿Cómo reaccionaste al ver que Percy era un chico gato?
―Ya te imaginarás, ¡me caí de espaldas!... Sí, espero que esos dos no estén haciendo nada raro allí atrás.
―No te preocupes ―le tranquilizaba una ya relajada Tifa―, estaría más preocupada si estuviesen en una enorme noria.
―¿Tú te subiste antes a una noria?
―Nunca, jamás tuve la oportunidad.
―¡No me lo creo! Con lo guapa que eres, seguro los chicos hacían fila por ti.
―Bueno, yo era algo popular cuando era niña en mi pueblo natal... Pero luego de lo de Sephiroth, me centré en aprender artes marciales ¿sabías que gané el bar en una apuesta de combate?
―¡¿Qué?!, ¡¿en serio?!
―¡Claro! ¿Cómo crees que una chica pondría anuncios de neones con vaqueritas al frente y que llame al establecimiento: "El séptimo cielo"?
―¿Y por qué no cambiaste la fachada y el nombre?
―Ya sabes cómo está de mala la situación económica como para hacer cambios en la fachada. Además, el bar ya tenía su clientela regular y tenía miedo perderla.
―Ya veo... Bueno, cuando todo esto termine, prometo llevarte a la noria más grande que haya.
―Y tú, ¿subiste a una noria? ―le preguntó Tifa para salir del paso.
―No, creerás que soy cursi, pero siempre quise subir con alguien especial... Pero nunca encontré a ese alguien, al menos no hasta verte... Verte por primera vez, fue como si mi cerebro forzara a mi vista a apagar toda la visión periférica para concentrarse solo en ti...
―Wedge, por favor, no..., yo..., Cloud...
―Lo sé..., lo sé...
La cabina llegó a su destino y los dos adultos esperaron a que arribase la cabina de atrás.
―Qué frustración ―se quejaba Lydia―, no pudimos ver nada, ni rastro de Sephiroth.
―Fue una pérdida de tiempo ―también se quejaba Percy―. ¡Maldito Sephiroth!, ¡¿dónde te metiste?!
Tifa miró sorprendida a los chicos, en definitiva, esos dos eran los maduros.
Los cuatro volvieron a la plaza y Wedge se hallaba frustrado porque no sabía a dónde ir.
―Si no sabe a dónde ir, señor, venga para acá, que yo le diré la suerte que el destino preparó para usted ―les dijo de pronto un robot del parque, parecía un gato con corona que llevaba un megáfono, y que estaba sobre una especie de robot que se veía como un gato-golem muy grande.
―Cait Sith, es el nombre, sí señor, venga para que le muestre su fortuna ―decía el robot quien se acercaba al grupo montado en el gato-golem.
―¡Qué bonito, Lydia! ―exclamó Percy y se acercó feliz a los robots dando saltitos.
―¡Qué criatura más curiosa eres! ―le dijo Cait Sith―, ¿quieres que te diga tu suerte en el amor?
―No necesito nada de eso ―dijo Percy estirando su cola la cual rodeó la cintura de Lydia y la atrajo hacia él.
―Lydia y yo aclaramos nuestros sentimientos hace mucho ―decía Percy mientras veía a Tifa y a Wedge con expresión seria y con los ojos muy abiertos que eran igual de grandes y hermosos como gemas oscuras.
»Decidimos que no nos mentiríamos a nosotros mismos y aceptamos estar para siempre juntos, de forma madura y sin importar qué ―concluyó Percy sin apartar la profunda mirada de los dos adultos.
―¿Por qué no les lees la fortuna a mi primo y a su dama? ―le dijo radiante Lydia mientras abrazaba a Percy.
―¡Qué buena idea, señorita! ―dijo Cait Sith y se acercó dónde los adultos que se miraban ruborizados.
―Solo empuje la pata del robot de abajo como si fuese un tragamonedas y saldrá el pronóstico de su suerte ―le explicaba Cait.
Wedge miró de reojo a Tifa, y como ella no parecía poner objeción, jaló de la pata del robot y entonces salió una tira de papel.
―Pero aquí no hay nada ―decía Wedge y le mostró al robot una tira de papel en blanco.
―¡Eso no puede ser, trate otra vez! ―insistió Cait, pero el resultado fue el mismo una y otra vez.
―¡Robot idiota! ―le gritó Percy al mismo tiempo que le daba una patada.
―Tal vez este descompuesto, Percy ―opinaba Lydia.
―Eso es imposible, soy una maquina pronosticadora de la suerte de última generación, no puedo estar descompuesto. ¡Ya sé! Tal vez el destino todavía no se ha decidido con ustedes dos... Esto es muy misterioso, tendré que acompañarlos para saber qué es lo que la suerte tiene preparada para ustedes.
Todos miraron a Cait extrañados y le explicaron que estaban en una misión, que pronto se irían del lugar, pero el robot insistió en acompañarlos.
―No podemos razonar con una máquina, así que tendremos que aceptarlo como parte del grupo ―cedió Wedge, y Cait se puso muy contento.
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A Nanaki no le causó mucha gracia tener a otros dos felinos en el grupo, pero al final aceptó el razonamiento de Wedge lo mismo que los demás.
―Wedge, no escuchamos nada de Sephiroth, pero escuchamos de un hombre con un brazo remplazado por un arma que está causando problemas en la arena de Gold Saucer ―le informó Aerith y todo el grupo intercambio miradas de preocupación ya que el único miembro faltante era Barret.
―Mejor vayamos por Barret antes de que se meta en problemas de verdad ―dijo Wedge y todos se dirigieron a la arena de lucha.
Al llegar al lugar vieron que todo estaba destrozado.
―Estas son el mismo tipo de balas que usa Barret ―les mostró Cloud con tono grave.
―¿Su amigo hizo todo este desastre? ―preguntó Cait, cuando en eso, varios soldados del parque entraron y rodearon a los demás.
Los soldados les ordenaron subir las manos y Wedge, con una mirada, ordenó que el grupo hiciera caso. Percy quería luchar con los hombres, pero Lydia le tranquilizó y le pidió que hiciese caso a Wedge.
―Escuché que un hombre con un brazo-arma estaba causando problemas en mi establecimiento ―decía tipo que se acercaba al lugar.
El sujeto tenía la complexión más muscular que alguno del grupo jamás hubiera visto en su vida. De talla alta, vestía con la indumentaria propia de un peleador de lucha libre, venas monstruosas surcaban la superficie de cada uno de sus deformes músculos, en especial el cuello.
―Nosotros no hicimos nada, apenas llegamos al lugar, si no nos cree, revísenos y verá que ninguno tiene un arma con el calibre para haber hecho estas marcas de disparo ―decía Wedge con calma y autoridad.
―¡Silencio! Testigos indican que ustedes entraron junto a un hombre con un brazo-arma. Yo Dio, el dueño de Gold Saucer, y de una quinta parte de este continente, les sentencio a pasar el resto de sus días en la prisión del desierto.
―¡Espere un momento! ―le gritó Percy a Dio―. Debió ser otro hombre con un brazo-arma ¡Qué tal el súper agente cobra!
―Ese es un brazo-cañon y además, es un personaje de anime. ¡Agárrenlos!
Los soldados de Dio atacaron al grupo pero fueron vencidos, sin embargo, Dio soltó todos y cada uno de sus monstruos, por fortuna, no los mandó a todos al mismo tiempo, sino lucharon uno por uno, con lo que fueron derrotados con facilidad.
―¿Qué clase de tácticas usan estos sujetos? Bueno no importa, ¡atrápenlos y llévenlos a la prisión del desierto! ―ordenó Dio a una especie de robots que se dirigieron al grupo.
La mayoría del grupo se intimidó ante los robots que se acercaban cada vez más y más.
―¿Qué les pasa a todos ustedes? ¡Ataquen! ―gritaba Lydia extrañada ante la actitud de sus amigos.
―Hemos vencido antes a monstruos muy poderosos y ahora, ¿no pueden con unos simples robots? ―decía Percy que al igual que Lydia estaba extrañado ante la conducta del grupo.
―¡Wedge! ¿Qué te pasa? Actúas como el personaje de un juego RPG cuyas acciones ya están predeterminadas. Si no vas a reaccionar por ti, ¡AL MENOS REACCIONA POR TIFA! ―gritó con furia Lydia.
Fue como si los ojos de Wedge se abrieran, mirando su mano la apretó en un puño y se lanzó hacia adelante, hacia el combate.
La espada-fusil de Wedge trazaba arcos que impactaban contra los robots a un ritmo frenético y mortal. Las corazas se partían, los cables se retorcían enviando chispas por doquier y los circuitos estallaban en multitud de ruidos fuertes.
Al final, sobre una enorme pila de chatarra robótica que no dejaba de arrojar enormes descargas eléctricas, se erigía Wedge con su chamarra ondeando por el viento y su arma sostenida con fuerza en su mano derecha.
―Here we are, born to be kings, we are the princes of the universe... ―empezó a cantar Wedge, al mismo tiempo que las descargas eléctricas se hicieron mucho más fuertes.
―¿Ese es Wedge? ―decía Biggs con la boca abierta y los ojos abiertos como platos.
―Se... ¡Me paso la mano con lo del entrenamiento! ―gritó Percy, moviendo las manos de forma nerviosa.
―¡Cómo en las leyendas de mi pueblo! ―vitoreaba Yuffie―. ¡Los cat people pueden transformar a los hombres en tigres!
―Solo..., solo le dije que pensara en ti Tifa y reaccionó... Y empezó a atacar ―le hacía notar Lydia a Tifa.
―¡ES EL PODER DEL AMOR DE WEDGE HACIA TIFA! ―gritó Percy a los cuatro vientos para que la escuchara Tifa.
Dio se quitó el cinturón de lucha libre y se rasgó la camiseta con las manos al mismo tiempo que rugía.
―Bastardo ―le dijo Dio a Wedge, con una mirada que haría correr en la dirección contraria a cualquier hombre.
―Ese es el mejor halago que alguien podría darme ―le respondió Wedge con una sonrisa feroz.
Dio empezó a correr hacia Wedge, pero él ya había saltado sobre el luchador. Fue como si dos objetos imparables chocasen y luego ambos rodaron por el piso entrelazados, intercambiando golpes con los músculos tensos.
Los dos contendientes se levantaron y arremetieron uno contra el otro. Golpes iban y venían con la potencia para derribar a un buey, pero se mantenían en pie, machacándose la carne y haciendo volar la sangre del otro en todas direcciones.
Dio agarró a Wedge por la cadera con el objetivo de romperle la espalda. Todos pudieron ver como los músculos imposibles de la espalda de Dio se tensionaban de tal forma, que parecían adquirir la solidez del acero, al mismo tiempo que escuchaban como las vértebras de Wedge crujían con fuerza.
Wedge juntó y extendió los dedos de sus manos como si nadara, y después los enterró con fuerza en las axilas de Dio, liberándose de esta forma. El luchador miró con furia a Wedge, pero él le dio un fuerte cabezazo que le hizo saltar un chorro de sangre que cubrió el rostro de Wedge. Luego vino otro cabezazo contra Dio, y otro, y otro y luego otros más.
Dio lanzó un fuerte puñetazo al estómago de Wedge, haciendo que este vomitase sangre y doblase las rodillas. El luchador juntó los puños para rematar a su adversario, pero Wedge le envió un puñetazo directo a la entrepierna, seguido de otros dos más, haciendo que Dio fuera el que doblase la espalda, momento que fue aprovechado por Wedge para plantarle un brutal rodillazo a la boca que hizo que Dio escupiera la mayoría de sus dientes.
Dio estuvo a punto de caer de espaldas pero se sujetó de la ropa de su rival y le dio un codazo que de seguro haría que los futuros hijos de Wedge lo sintiesen, sin embargo, Wedge agarró el collar del luchador y lo atrajo hacia si con lo que le mordió con furia la oreja izquierda arrancándosela desde la raíz.
El luchador lanzó un grito salvaje de dolor y cubriéndose la oreja, trató de ver al contrincante, pero Wedge ya cargaba contra él y sujetándolo por los muslos, hizo que Dio se sentase con las dos piernas alrededor del hombro y, a continuación, Wedge giró su cuerpo como si se tratase de un atleta que practicase el lanzamiento del martillo y lanzó a su rival a través de un amplio cristal que protegía los medidores de electricidad.
Multitud de chispas salieron disparadas y el cuerpo de Dio empezó a convulsionarse por las descargas eléctricas.
―No esperabas enfrentarte a está bestia, ¿eh, Dio? ―gruñó Wedge dominado por la adrenalina.
―¡Wedge, eres el Dios de la pelea! ―exclamó impresionado Percy y corrió a atender a su amigo quien tenía una apariencia lamentable.
Tuvieron que gastar varias pociones curativas en Wedge el cual estaba hecho una masa de carne molida, pero lo dejaron como nuevo.
―Me temo que no podremos hacer nada con tu ropa ―se lamentaba Lydia, pues toda la ropa de Wedge estaba empapada de la sangre de ambos contendientes.
―Ni modo ―se resignó Wedge y se quitó toda la ropa que le cubría el torso, dejando ver un cuerpo atlético y musculoso que nada tendría que envidiar al de Cloud, sino todo lo contrario, todo gracias al entrenamiento de Percy y su deseo de agradar a Tifa.
―Ay, mama, este tipo está buenísimo ―le decía Yuffie a Tifa―. Con las oportunidades que tuviste y no hiciste nada ¡yo yaaa me lo hubiera montado.
Tifa miró sorprendida a Yuffie ante la palabra lasciva de la ninja.
«Qué demonios, cómo puede hablar así, si todavía es una niña», pensaba alarmada.
―Me he conectado a la computadora central del parque y al parecer, su amigo Barret fue hacia la prisión del desierto ―les informaba Cait Sith.
―¿Cómo iremos a ese lugar? ―preguntó Aerith.
―Podemos tomar el helicóptero de Dio y dirigirnos a ese lugar ―sugería Cait.
―¿Y quién va a pilotear el helicóptero? ―preguntó Cloud.
―Yo tengo una programación para pilotear helicópteros ―les decía Cait Sith y todos se miraron nerviosos.
―¿Qué hacemos, Wedge? ―preguntó Jesse.
―No hay más alternativa, tomemos el helicóptero ―ordenó y todos fueron al helipuerto.
Cait no mentía ya que pudo volar la maquina sin problema alguno y llegó a la prisión del desierto.
―Lla buena noticia es que ya llegamos ―les decía Cait.
―¿Y cuáles serían las adversas novedades? ―preguntó Nanaki.
―Que ya no tenemos combustible, así que prepárense para un aterrizaje de emergencia ―les soltó el robot y todos se pusieron azul por la noticia.
El helicóptero voló errático, pero pudo aterrizar, aunque el motor y el rotor de las hélices se rompieron.
―¿Estás bien? ―le preguntó Percy.
―Sí, lo estoy, gracias Percy ―le calmó Lydia y ayudada por el chico gato, descendió del helicóptero y vio los alrededores de la prisión del desierto.
―Ahora ya veo por qué lo llaman la prisión del desierto ―decía Biggs y todos vieron que un desierto sin fin de arenas infernales se extendía por todo el horizonte, y ellos estaban en medio.
CONTINUARÁ...
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