El llanto del gigante
UN GATO CONTRA SHINRA
Capítulo 11: El llanto del gigante
La prisión del desierto era un lugar horrible, no había ni guardias ni muros puesto que un desierto mortal se encargaba de eliminar a quien fuera lo bastante loco como para intentar cruzarlo, y si el hambre o la deshidratación no hacían el trabajo, los monstruos que pululaban por el lugar darían cuenta de los insensatos.
―Qué lugar más horrible ―decía Aerith aprensiva.
―Este es el infierno ―murmuraba Jesse mientras se acercaba a Biggs y le sujetaba el brazo.
―No te alejes ―le advertía Biggs a Jesse, mientras miraba a los prisioneros que les observaban detrás de las pilas de chatarra esparcidas por todo el lugar.
Algunos de los prisioneros se acercaban dónde el grupo y ellos supieron que lo único que los detenía, era que se encontraban ante un grupo numeroso y compacto.
―Todos, rodeen a Lydia y protéjanla ―ordenó Wedge con calma y sin apartar la vista de los prisioneros.
Muchos de los prisioneros señalaban a las mujeres y empezaban a murmurar entre sí.
―Mejor avancemos ―les decía Yuffie y cuando se dio la vuelta, se encontró cara a cara con un loco que le sonreía de forma estúpida.
―¡kyaaa! ―gritó la chica y se refugió tras Cait.
―Tranquila, Yuffie, venga, mejor nos movemos ―le calmó el robot.
―Esperen un momento ―dijo Wedge y se subió los pantalones para revisarse la rodilla.
―Joder, tengo unos tres dientes incrustados en mi rodilla ―se quejó Wedge y se arrancó estos arrojándolos después.
El loco se abalanzó hacia los dientes e intentaba incrustárselos en su desdentada boca.
Nanaki asustado, empezó a aullar de forma lastimosa.
―Que nadie se separe ―dijo Cloud, y el grupo empezó a avanzar en una agrupación compacta.
El grupo llegó a un área que al parecer era algo más segura, al menos los prisioneros con aspecto andrajoso y varios de los locos dejaron de seguirlos.
―Dios, eso fue horrible ―gimió Tifa.
―Tranquila, ya estamos a salvo ―le aseguró Percy mirando nervioso los alrededores.
―Gracias, Percy, gracias, chicos por protegerme ―les agradeció Lydia quien ya dejaba de temblar.
Al seguir caminando, se acercaron a una casa rodante la cual presentaba un malogrado aspecto, tan malo, que los ofensivos grafitis en su superficie eran lo único que le daba un toque de color y vida.
―¿Qué harán esos hombres en la entrada? parecen guardias ―decía Aerith nerviosa al ver que varios prisioneros empezaban a amontonarse y le hacían gestos obscenos.
―Seguro allí se encuentra el "jefe" de la prisión ―señalaba Wedge mientras se acercaba a su prima para protegerla, lo mismo que Percy.
―Entremos y hablemos con el jefe, tal vez nos diga algo acerca de Barret ―sugirió Biggs protegiendo con su brazo izquierdo a Jesse quien giraba el rostro al ver que varios hombres le sacaban la lengua de forma lasciva.
―Entremos de una puta vez ―gemía Yuffie quien estaba pegada a Cloud lo mismo que Tifa.
El grupo se acercó a la casa rodante, pero los "guardias" les cortaron el paso. Sólo uno podría entrevistarse con el jefe.
―Deja que entre yo ―pedía Cait―, al fin y al cabo, soy un robot.
―No ―le contradijo Wedge―, así no nos haríamos respetar. Ustedes protejan a Lydia y a Yuffie.
―Nosotras también las protegeremos ―le contestaron las otras chicas sacando valor.
Wedge entró solo a entrevistarse con el jefe y este le dijo pistas acerca de Barret, también le dijo que él era solo el "jefe interino", que el verdadero jefe se encontraba en otra sección de la prisión, que era un hombre tan peligroso que nadie se acercaba donde él.
Al salir les relató a todos su conversación con el hombre.
―Vayamos a ver a Barret ―urgía Tifa nerviosa, al ver cómo varios hombres empezaban a acercarse al grupo y señalaban a las chicas, en especial a ella.
El grupo tuvo que atravesar la zona peligrosa de la prisión y Wedge tuvo que efectuar varios disparos para alejar a los prisioneros.
―Disculpen ―se lamentaba Yuffie cuando llegaron donde se suponía que estaba Barret―, se supone que soy una ninja, pero tuvieron que protegerme al igual que a Lydia.
―No te preocupes ―la consolaba Jesse―, tú y Lydia son todavía jóvenes y era nuestro deber protegerlas.
―Mejor entremos a la casa ―dijo Aerith nerviosa, mirando la fachada de la malograda y abandonada morada.
―Percy y mi persona nos encargaremos de resguardar el lugar ―se ofreció Nanaki, y Percy asintió, volviéndose a transformar en pantera.
La casa abandonada presentaba un aspecto lamentable con todos los muebles rotos esparcidos por los alrededores, incluso le faltaba una buena parte del techo.
Al fondo de la sala, apoyado contra el muro y de espaldas al grupo se encontraba Barret.
―¿Barret? ―decía Wedge y el gigante se volteó para verlo.
―¡Wedge, que diablos haces aquí!
―Debería ser yo quien pregunte eso.
―¡Estúpido, vete de aquí!
―Barret, todos hemos venido por ti ―le dijo Tifa.
―Barret, por favor ―le suplicaba Jesse.
El gigante gritó al mismo tiempo que descargaba su arma contra el grupo, o mejor dicho detrás del grupo, hacia un armario.
El armario se abrió y de aquel salió un hombre con un cuchillo que cayó inerte en el piso.
―Barret.... ―decía Cloud.
―Este lugar es peligroso, no debieron venir aquí ―les riñó el gigante.
―¿Ese es tu amigo? Tiene una pinta peligrosa ―le decía Cait a Lydia quien se adelantó unos pasos para hablar con el hombre.
―Barret, ¿qué es este lugar? ―le preguntó Lydia.
―Este lugar... Era la casa de mi amigo Dyne, aquí vivían él, su esposa y su pequeña hija Marlene.
―Quieres decir que este lugar, la prisión del desierto ¿Era Corel? ―musitó Lydia mientras se tapaba la boca con las manos debido a la impresión.
―Sí, luego de que Shinra arrasó el pueblo, obligó a todos los sobrevivientes a mudarse a ese campamento de refugiados. Luego vino ese tal Dio y expropió las tierras y la convirtió en su cárcel privada. La gente quiso reclamarle, pero él mandó a matar a todos los que le reclamaban. Quisimos protestar, ¡pero al final a nadie en el mundo le importó!
»Vine aquí abajo para ver una vez más mi pueblo natal o al menos lo poco que quedo. Robé uno de esos robots que agarran a la gente y los desechan en este lugar, no fue difícil, esas cosas son fáciles de programar.
―Barret, ¿tú no fuiste el que disparo en la arena de Gold Saucer, verdad? ―le preguntó Biggs.
―¿Qué? ¡Yo no hice tal cosa!
―Alguien disparó en Gold Saucer, dicen que fue un hombre enorme con un brazo-arma ―le informó Cloud.
―Tal vez se trate de ese "Jefe" al cual nadie se acerca ―razonó Wedge.
―Señor Barret ―intervenía Cait―. ¿Dónde está el robot en el cual usted vino?
―Lo siento, pero lo dejé abandonado y cuando regresé para verlo, los locos del lugar lo habían quemado.
―Eso quiere decir que estamos atrapados aquí ―dijo Aerith asustada y Tifa fue a abrazarla.
―Por lo que veo ―declaraba Wedge―, no nos queda otra que ir donde ese famoso jefe.
―¿Por qué dices eso? ―le interrogó Lydia.
―El otro jefe con el que hablé en la casa rodante, me dijo que el verdadero jefe era un hombre con un brazo-arma. Si es el mismo que estaba en Gold Saucer, quiere decir que tiene medios para salir de este infierno.
―Entonces vamos ―les apresuró Jesse, quien estaba ansiosa de salir de ese lugar.
El grupo salió hacia la dirección que le indicaron a Wedge para hallar al jefe con el brazo-arma. A Barret le presentaron a Cait Sith, y se sorprendió muchísimo cuando Percy, otra vez en su forma de chico gato, le contó cómo Wedge salvó a sus amigos de los robots y luego venció a Dio, todo para proteger a Tifa.
―Parece increíble que el gordito de Wedge haya hecho algo semejante, pero claro, ahora ya no está más gordito, y ahora que lo pienso, cuando lo conocí estaba delgado, ¿me pregunto cómo fue que engordó tanto desde que se unió a Avalancha?, y lo más importante: ¿cómo enflaqueció? ―decía Barret al ver el torso desnudo y atlético de Wedge, con lo que Percy ahogó una risa.
.
.
El grupo llegó a una parte en la que había varios restos de maquinaria esparcidos por todo el lugar, al parecer el sitio se hallaba desierto.
Cuando el grupo se acercó a las ruinas de una construcción que estaban al borde de un abismo, fueron recibidos por una serie de disparos de advertencia para que detuviesen su marcha.
Un hombre enorme que sostenía una botella de whisky se acercaba al grupo, tenía además un brazo-arma.
―¡Dyne, eres tú! ¡Creí que estabas muerto! ―gritó Barret.
―Esa voz... Hacía tiempo que no escuchaba esa voz...
―Dyne, soy yo Barret.
―Barret, sí, te recuerdo... Mi esposa me pidió que no te matara..., que no te matara por haber traído a los de Shinra..., por haber quemado el pueblo..., por haber matado a Marlene...
―Dyne, ¿de qué estás hablando? Estas alucinando, además, Marlene está viva.
―Marlene..., viva..., está viva...
―Sí, Dyne, vayamos a Midgar juntos y veamos a Marlene.
―Ya veo, entonces tendré que matarte Barret.
―¡¿De qué hablas Dyne?!
―¿No lo ves?, Marlene, debo llevarla con su madre, debo llevarla con ella.
―Dyne, ¿qué dices? ¡Estas demente, reacciona!
―Tú y yo Barret, peleemos por Marlene.
―De acuerdo Dyne, comencemos.
―¡Barret, que demonios! ―le gritaba Wedge.
―Wedge, chicos, que nadie se meta, esto es entre Dyne y yo ―dijo Barret y se dirigió a enfrentar a Dyne.
―Wedge ―se quejaba Lydia―, ¿qué es lo que haces? Debes detener está locura, es obvio que el hombre no se encuentra en sus cabales en este momento.
―Pero Barret pidió que dejásemos esto en sus manos ―dijo Wedge.
―¡Es nuestro amigo! ¡Debemos ayudarlo! ―gritó Lydia y las demás chicas (excepto Yuffie) y Percy asintieron.
―No podemos meternos, es un asunto de hombres ―dijo Biggs.
―¡Qué ridículo! ¿Cómo pueden actuar tan macho en este preciso momento? ―preguntó indignada.
―Lydia, por favor déjalos ―le dijo Yuffie tratando de tranquilizarla.
Dyne, quien había bebido mucho y que además se encontraba alucinando, no fue un gran desafío para Barret y fue derrotado.
―Ya es suficiente, Dyne, regresa conmigo.
―¿Barret? ―decía Dyne, quien al parecer había recobrado la cordura.
―Sí, soy yo, amigo, por favor, regresa conmigo a Midgar, veamos juntos a Marlene.
―Marlene..., no, no puedo, hay tanta sangre en mis manos ―gemía Dyne mientras se incorporaba y se acercaba al borde del abismo. Lydia tuvo un mal presentimiento.
―Toma Barret, era el collar de mi esposa, entrégaselo a Marlene. Yo ya no puedo hacerlo.
―¡¿Qué dices Dyne?! ¡No hagas algo estúpido, aléjate del precipicio!
―Escucha, aunque volviese, ya Marlene te ve como a su padre, yo ya no puedo hacer nada, ya no tengo nada que hacer en este mundo, adiós Barret.
―¡Dyne!
―¡Percy, deprisa! ―gritó Lydia, y Percy se transformó en un gato y voló hacia el abismo.
Luego de un tenso momento, Percy salió del abismo, sostenía a Dyne, quien al parecer se hallaba inconsciente.
.
.
―¿No estoy muerto? ―murmuraba Dyne al recuperar la consciencia tiempo después.
―No, mi hermano, no estás muerto ―le decía Barret con lágrimas asomándose en los ojos.
―¡¿Por qué, por qué no estoy muerto?! ¡Debiste dejarme morir! ―le gritó de repente el hombre.
El chasquido de un sopapo cortó la escena. Lydia se encontraba frente al hombre, al parecer lo había abofeteado.
―¿Tanta prisa tienes por morir? O solo deseas huir y esconder tu cabeza en la tierra ―le dijo Lydia y todo el grupo se puso nervioso.
―Yo..., yo vi morir a todo mi pueblo.
―Todos los presentes vieron morir a sus seres más queridos, pero no por eso quieren morir. Yo vi morir a muchas personas una vez, en la isla Kanooka ―declaró Lydia y todos miraron extrañados.
―No pude hacer nada..., nada para salvarlos.
―Yo tampoco pude hacer nada para salvar a esa gente. Si hubiese sido más fuerte, si hubiese convocado mi poder más a tiempo, de seguro les habría salvado. Padres que hubiesen recuperado a sus hijos, hijos que no se hubiesen quedado huérfanos, personas que no hubiesen perdido a sus novios y amantes. Pero fui lenta y todas esas vidas se perdieron, pero no por eso quiero morir ―afirmó Lydia.
―Pero mate a tanta gente... Quisiera estar muerto.
―Yo también una vez dije que preferiría estar muerta, cuando me encontré por primera vez con el fantasma Betlejuice, pero tenía a Percy, si no hubiese sido por él de seguro me habría suicidado desplomándome sobre el rio de mi ciudad ― le cortó Lydia y todos miraron sorprendidos a su amiga.
―Yo también hubiese muerto si no fuese por Lydia, así que, por favor, señor Dyne, no diga que usted prefiere morir, usted tiene a Marlene ―intervino Percy.
―Pero Marlene, tantos años, seguro ya no me reconocería como su padre.
―Seguro Marlene, con lo bondadosa que es, estará muy feliz de tener a dos papas que siempre se preocuparan por ella y que le darán todo el amor del mundo.
―Pero, y las personas que asesiné.
―Dyne, mataste a muchas personas, así que ayúdanos a salvar el planeta para redimirte ante Marlene y tu esposa ―le sugirió Lydia.
―¿Así lograre redimir mis pecados?
―No, solo te redimirás ante tu familia por haber protegido el planeta en que Marlene vive. Si quieres redimirte y lo más importante, perdonarte a ti mismo, deberás usar tu brazo-arma y detener a los villanos que desean destruir a todos en el mundo. Es fácil matar excusándose en la justicia, pero tú no deberás matar nunca más, llevarás a todos los malhechores ante la justicia, sin matar nunca más, sólo así obtendrás el perdón de tu corazón.
―¿Crees que lo lograré?
―Tu esposa, Marlene y yo lo sabemos ―afirmaba Lydia mientras alejaba su mirada del hombre y veía el espíritu de la esposa de Dyne sonriéndole a su marido.
»Tú esposa, puedo verla, ella sólo desea que seas feliz y que cuides a Marlene junto con Barret ―le reveló, y Dyne y los demás miraron a Lydia sorprendidos.
»Ella me dio un mensaje para ti: "no te dejes cambiar por el rencor" ―le transmitió Lydia, y a continuación le dio a Dyne un beso casto en los labios.
Dyne empezó a llorar, mientras abrazaba los pies de Lydia. Los demás miembros del grupo lloraban incluidos los hombres y veían a Lydia quien era la más pequeña del grupo de forma diferente, ahora parecía tan alta e invencible, pero al mismo tiempo tan sabia y gentil, como una diosa.
CONTINUARÁ...
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