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20.Minatozaki en camino (I)

No sabía cuántos minutos llevaban ya, se suponían que ibas a hacer planes geniales y algo diferentes para salir de la rutina. Sana había confiado ciegamente en Momo y he ahí las consecuencias.

Hirai al parecer había dicho que le encantaría, pero desde que se fueron temprano en la mañana no sabía ya que pensar. Entre que Momo conducía que daba miedo y tenía que llevar ella el coche y encima no habían comido nada hasta llegar al supuesto lugar...

Sana estaba perdiendo las esperanzas, realmente lo estaba haciendo. Pero no se podía quejar por el tiempo que estaba pasando con su mejor amiga.

Caminar y platicar mientras que caminaban a su destino tras dejar el coche aparcado era una sensación reconfortante.

Compartir espacio y tiempo con Momo lo era en general o más bien, allí dónde estuviera su mejor amiga siempre sería cómodo.

—Ya entiendo por qué Mina prefiere gastarse todo su dinero en citas que ella elige...—suspiró Sana algo cansada.

—¿Qué? ¿Por qué? —frunció el ceño la mayor.

—Quizás porque la haces sudar como una desgraciada.

Momo se contuvo la risa y codeó sutilmente a su amiga.

—Pensé que no te gustaba que te contara cuando Mina y yo teníamos intimidad.

La cara de asco de Sana fue épica, tanto que hizo a Momo estallar en carcajadas.

—¡No me refería a eso! ¡Por favor no me lo quiero ni imaginar! —negó con la cabeza la japonesa menor.

—Vale, Sana, vale, lo siento. No era mi intención.

—Sí lo era.

—Un poco ¡pero no tanto! —hinchó sus mejillas Hirai en modo de reproche.

En un intento de disculpa enlazó su brazo con el de Minatozaki mientras seguían el sendero. O eso imaginó Sana.

Le pareció un poco extraño que a pesar de que Sana estuviera algo cansada, Momo lo estuviera el triple. Podía ver a través de sus ojos lo mucho que le estaba constando el camino y lo largo que se le estaba haciendo.

Era raro, pues Momo siempre había sido una deportista nata y su resistencia era mejor.

De todos modos, Sana prefirió no decir nada e ir al ritmo de su mejor amiga, dejándola apoyarse en su brazo izquierdo.

—¡No puede ser! —bramó la protagonista.

—Bonito, ¿a qué sí?

El lugar prometido por Hirai era nada más y nada menos que un campo lleno de girasoles que emocionaron como si de una niña pequeña se tratase a Sana.

El poder tenerlos frente a ella y una gran cantidad de estos solo hacía que la sonrisa de Minatozaki se ensanchara más. Y no tan solo eso sino que compartir las bonitas vistas con Momo era lo mejor.

En silencio se sentaron en uno de los bancos para poder comer y beber algo mientras disfrutaban de la brisa y los bonitos girasoles.

—¿Por qué siempre haces eso?

Momo irrumpía el silencio al ver que la abogada desvió un momento su mirada al suelo.

—¿El qué?

—Eso, Sana, siempre pareces comerte la cabeza cuando lo estás comiendo bien preguntándote si te lo mereces ¿no es así?

Joder, era cierto aquello de que las almas gemelas tenían telepatía.

—No es tanto por eso...—se negó Minatozaki. —es solo que a veces pienso que si me están pasando tantas cosas buenas...algo muy malo tiene que pasarme.

Momo golpeó su hombro como reproche y Sana gimió de dolor haciéndole un puchero mientras se sobaba adolorida.

—Ya te pasó algo muyy malo, ya no te va a pasar nada más tonta —Hirai era ahora quien ponía un rostro más de afligida.

Aunque habían pasado ya varios años de eso, Momo de vez en cuando tenía pesadillas con aquello. Tanto que no le gustaba mencionarlo.

—Sabes que no sé qué sería de mi sin ti. Me salvas siempre de una manera u otra.

Sana colocó una mano sobre la de Momo tranquilizándola. Cosa que funcionó pues la mayor sonrió.

—Y tú sabes que eres mi otra mitad.

Minatozaki asintió. Claro que lo sabía.

—Por eso te he traído aquí, para anunciártelo a ti primero.

—¿Eh?

Momo tomó la mano de Sana y la llevó a su vientre dándole una sonrisa dulce que confundió aún más a la protagonista.

—Estoy embarazada. De nuevo.

—¿Otra vez? ¡Eso es genial! —Sana la abrazó con fuerzas —Espero que esta vez Mina no tenga otra hemorragia nasal cuando lo oiga.

Ahora todo encajaba.

—La tendrá. Seguro que la tendrá.

—¿Pues a que estamos esperando? Vamos a darle la noticia.

Momo sabía que Sana simplemente quería fastidiar a Mina, pero no se iba a oponer. Haría de la declaración una cosa más divertida.














📞📞











La familia Kim-Minatozaki se hallaban en el sofá, un domingo para estar en familia, en el salón tras haber jugado una partida al monopoly en la que Dahyun había salido campeona y Jinni y Sana se quejaban pues decían que la coreana era demasiado competitiva.

Sana estaba guardando el juego de mesa mientras que Jinni era perseguida por su pequeño perro y Dahyun le pedía que no corriera tanto, temía que se tropezara y se cayera.

La protagonista no pudo evitar esbozar una sonrisa sintiendo el cálido ambiente que había siempre los domingos, se había vuelto su día favorito.

—Ven Jinni, déjale descansar —la alcanzaba Minatozaki cargándola y alejándola del perro que salía al jardín.

Dahyun se movía dejándole un poco de espacio tanto a su mujer como a su hija.

—¿Vamos a ver otra peli? ¡Quiero ver el Rey León otra vez! —preguntó la pequeña emocionada.

—Quizás más tarde cariño —le aseguró Kim acariciándole la mejilla.

Sana captó la señal de Dahyun para que sacara el tema. Y es que últimamente, están tratando con más paciencia que Jinni acepte a su hermanita.

Hermanita que sigue sin nombre...

—Tenemos que ponerle un nombre a tu hermana —soltó finalmente la japonesa.

Oh no. La sonrisa en el rostro de la pequeña Minatozaki se había borrado.

—¿Tienes alguna idea? —insistió Dahyun.

—No.

La protagonista respiró hondo, la paciencia no es que fuera su punto fuerte. No quería ni imaginarse cómo sería cuando le empezaran a mandar deberes escolares.

Le reconfortaba el hecho de saber que tendría a Dahyun allí, quien era más tranquila y comprensiva.

—Vamos Jinni, piensa en nombres que te gusten —alentó Sana.

—¿Nombres que me gusten? Estegosaurio

—Prueba con otro —sonrió Dahyun algo nerviosa.

La más pequeña se cruzó de brazos mientras que se mordía el labio mientras pensaba.

Las mismas acciones de Sana, realmente era una mini Minatozaki.

—¿Apatosaurio?

—No —dijo esta vez Sana.

—¡Triceratops!

—¡Jinni eso son nombres de dinosaurios! —regañó la nipona.

—¡Mamá dijiste que podía decir los nombres que quisiera!

La niña ya estaba por hacer su pataleta y llorar cuando Dahyun irrumpió llamando la atención de ambas.

Los ojos atentos de las dos cayeron sobre la coreana que señalaba su vientre y las patadas que daba la bebé haciendo que los ojos de Sana y Jinni se abrieran de par en par.

Ya había sucedido antes, pero normalmente Jinni no solía prestarle importancia, no tanto como lo hacía Sana que se abrazaba a la barriga de Dahyun y comenzaba a hablarle y a llenarla de besos.

—Le gusta oírte hablar Jinni —explicó Dahyun acariciando su vientre.—¿quieres probar a tocar?

—No...

—Venga, no seas cobarde.

La niña al instante negó con la cabeza, pero Sana tomó la mano pequeña de su hija dirigiéndola a la barriga de su esposa.

—No se mueve, mami. Se ha vuelto a dormir.

Fue ahí cuando lo sintió. Jinni alejó la mano asustada y Minatozaki no pudo evitar reír.

—No tengas miedo —rió Dahyun.

—¿Hola...? —volvió a hablar la menor y sintió de nuevo el movimiento.

Inconscientemente comenzó a hacer círculos sobre el vientre de su madre y una pequeña se escapó de los labios de la más pequeña mientras sus dos madres la observaban muertas de la dulzura.

—Kazuha —dijo Jinni.

—¿Eh? —preguntaron a la vez la pareja.

—Se puede llamar Kazuha.

Kazuha sonaba bien, de hecho sonaba bastante bien para Sana y Dahyun.













🥺🥺











Había llegado el dichoso día. El dia en el que Dahyun daría a luz a su segunda hija y también el día en el que Sana más paranoica se ponía. Esta vez solo había podido asistir Sunghoon y el señor Kim.

La señora Kim se había quedado en casa cuidando de Jinni que se había asustado demasiado cuando las contracciones de Dahyun iniciaron, incluso no quiso que se marchara y la dejaran, pero Sana le prometió que volverían con una sorpresa.

Eran las cuatro de la mañana y hacía media hora que no tenían noticias de Dahyun.

Sana estaba histérica y aunque los dos hombres que la acompañaras estuvieran tan tranquilos ella simplemente no podía mantenerse quieta.

La japonesa había tenido una pesadilla ese mismo día, una horrible pesadilla en la que se veía a sí misma con las manos manchadas de sangre. Aún podía sentirlo tan real...que le daba escalofríos.

Quizás estaba exagerando y solo era eso. Un tonto sueño.

A la mierda con eso, necesitaba confirmar que su mujer estaba bien. Sin dudarlo la protagonista entró a la sala de parto.

Había más gente de lo que recordó, no hubieron tantas enfermeras cuando nació Jinni.

—¿Señora Minatozaki? —llamó una de las enfermeras intentando sacarla.

—¿Mi mujer está bien? ¿Dahyun? —preguntó intentando asomarse.

Apenas podía ver, pero en un pequeño hueco de la multitud que la rodeaba en su parto, la coreana estaba cubierta de sudor, más pálida de lo normal y con una expresión de agotamiento absoluto.

La imagen aceleró el corazón de Sana. Algo no estaba bien.

—Llamad a la doctora Kim —exigió uno de los médicos.

—¿La nueva? —una de las tantas enfermeras titubeó.

—¡Que venga aquí ya mismo! ¡El útero no se contrae para liberar la placenta y el sangrado esta comenzando a ser abundante!

Sana no entendía que era lo que iba mal.

—¡Dahyunnie! ¡Dahyun! No dejen que le pase nada —gritó la nipona.—¡Kim Dahyun!

De un momento a otro era sacada por varias personas a la fuerza, ella necesitaba ver que todo estaba bien. Que a Dahyun no le pasaría nada malo.

Nada malo...por su culpa.

Se llevó las manos al rostro sintiendo que le faltaba la respiración, aunque sintiera la necesidad de batallar para volver a entrar a esa sala, sus piernas no se lo permitían.

Tenía miedo. Miedo de entrar y confirmar que lo que acababa de escuchar y ver era cierto.

—¡Sana! —Tzuyu gritó corriendo en dirección de su amiga.

En cuanto escuchó que estaban casi peleando por sacar a una madre en la sala de partos, supuso rápidamente que se trataba de su amiga. Lo que no se esperó es que todo se hubiera puesto tan oscuro de un momento a otro.

Tzuyu miro asustada a la japonesa que sentía que se iba a desmayar ¿sangrado abundante? Sentía que iba vomitar allí mismo y que todo le daba vueltas.

—Si algo le pasa a Dahyun es mi culpa...

Debido a los berridos que pegaba entre lágrimas, tanto el hermano como el padre de Dahyun se alarmaron viendo la escena entre Sana y Tzuyu.

La pobre Minatozaki estaba escuchando los gritos de Sunghoon espetándole que le explicara que pasaba allí dentro y el padre de su esposa intentándolo calmar.

Chou intento sujetarla para que no se desmayara allí mismo.

A pesar de doctora también no podía entrar como si nada. Tzuyu se sentía impotente.

El dolor se expandía por el pecho de Sana comenzaba a sentir que se quedaba sin respiración cayendo de rodillas.

No podía hacerlo. No podía perder a Dahyun.

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