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EPILOGO

Meses después...

Jedrek

—¿Para mí? —me pregunta al ver que dejo dos cajas pequeñas en sus piernas y asiento.

Me ha dicho que su sobrino, tiene dos años y que suele recolectar piedras. Hermes ha ido en muchas ocasiones a Estambul, pero se niega a llevarla y ella desea ver a su sobrino una sola vez para despedirse.

—¡Ábrelo! —le digo al tomando una de ellas y dejándola en sus manos.

En estos meses he aprendido muchas cosas de ella, una y quizás las más importante es el motivo por el cual se quita los audífonos. Por qué se desconecta de todo lo que le rodea y le permite crear un mundo de silencio y en ese mundo mi Alessia es feliz. Lo sorprendente de todo, es que me permite a mí estar en él cuando eso ocurre y lo más irreal, en ese instante solo solos ella y yo.

El resto carece de importancia y ni siquiera el sitio de mierda en el que nos encontramos importa tanto como nosotros dos, cuando estamos juntos. La veo abrirlo destrozando toda la caja en el proceso y sonrío de satisfacción al saber que tuve razón al coger cualquier caja al azar. Una vez saca lo que hay en su interior sonríe y me mira en silencio.

—Colecciona ostras —digo y mira mis labios mientras le explico pues se ha quitado los audífonos —Hermes tiene una reunión con Tomasevic —le digo y asiente —puedes ir tu misma y entregarla... —no me deja terminar pues se lanza a mi cuello y ese simple gesto hace que mi corazón lata sin control.

Solloza al hacerlo y me hace pegarme más a ella, pues no pensé que algo de esa naturaleza la emocionara así. Es una ostra en cuyo interior reposa el dije con una única perla del mismo color de los ojos de su sobrino y que descubre al abrirla.

—¿El otro? —pregunta mirando la caja y luego a mi sonrío.

—Ese es tuyo, es especial —le digo y asiente.

Se encuentra con una concha parecida y al abrirla descubre un anillo de compromiso con una única leyenda.

¿Quieres ser mi esposa?

Esta por tomar el anillo cuando apoyo la mano encima de la suya obligándola a verme y niego.

—Primero debes responderme Alessia —digo tomando sus audífonos y colocándolo en sus manos. —¡Póntelo! —le pido.

—¿Es en serio? —me pregunta una vez lo hace y afirmo —¿Por qué?

—¿Por qué no? —le respondo y me mira sorprendida —ambos estamos locos, tu complementas mi locura. Yo soy tuyo, tanto como tú eres mía. Estamos dispuesto a matar por el otro, también a todo aquel que se atreva a separarnos. Somos perfectos en este mundo.

—Pero no quiero ser la esposa de Jedrek Levenev —me responde y es mi turno de mirar sin entender y estoy por cerrar la ostra ante su rechazo cuando me detiene —quiero casarme con Jedrek Baker Hills.

—Entonces, así será —respondo seguro —cuando el viejo muera nos iremos de aquí —le digo y sonríe en respuesta.

No es el mismo amor soy consciente de ello, este es más maduro y real. Estamos llenos de heridas y dolor, pero en este mundo no hallaré a nadie más perfecto que ella y que me ame pese a ser como soy. No quiero cambiarla, porque la amé con todos sus problemas tanto como ella ama los míos.

—¡Felicidades! —murmuran los chicos al verme ingresarle el anillo y a ella sonreír mostrándoselos a todos.

—¡Es mio! —murmura mostrando el anillo para que los que entrenan con ella lo vean —hasta que la muerte nos separé...

No conoce a Sergey, no está interesada en conocerlo me lo ha dicho, porque para ella es como Jonás su padrastro el que fue asesinado por traicionar a Kurn. Hasta en eso ella y yo nos parecemos, pienso mientras me dice desea inscribir una leyenda en la ostra de su sobrino.

—¿Qué deseas escribir?

—Una promesa —me responde y afirmo esperando por ella —nuestra promesa, quiero compartirla con él y ella. —y sé que cuando habla de "ella" se refiere a su hermana, también conozco esa promesa.

"Siempre Habrá un recuerdo que nos una, una imagen que nos abrace y un sentimiento que nos transporte."

—Yo también te tengo un regalo—me dice sacando una medalla que siempre trae con ella desde que fue entregada en adopción. Lo cuelga de mi cuello y sonríe una vez lo hace. —Estaré contigo en todo momento....

Desiré

Una vez las puertas del ascensor se abren Carla y Emilia nos reciben cada una con una de las niñas, muy despiertas.

—Papá —tararean al tiempo y su padre avanza hacia ellas como suele hacer. Las chicas nos dicen que no han querido dormirse una vez despertaron y no nos vieron se negaron a hacerlo. El resultado es a las dos chicas al borde de la locura y siento pesar por ellas.

—Pueden irse a dormir, nosotros nos encargamos —dice Gregory quitándose la chaqueta y tomando en brazos a Addison que se lanza a sus brazos una vez lo ve.

—Sabía que esto pasaría, —digo tomando en brazos a Allison —ustedes no se duermen si no es con la voz de su padre.

—Como debe ser —me dice con suficiencia.

Me quito los zapatos y puedo sentir el respirar en mis pies aliviado al hacerlo. Sigo sin acostumbrarme a estas reuniones, aunque la prensa si se empieza adaptarse a mí y a mi renuencia en responder cualquiera de sus preguntas.

—¿Algo de tomar? Un brindis para despedir este lugar —me dice y afirmo.

La sorpresa para el aniversario de sus padres era irnos a vivir con ellos, las niñas habían crecido y solían estresarse encerradas en ese lugar. Lloraban casi todo el tiempo y pedían salir al parque cada media hora, una vez las llevaban no se querían regresar. Eso hizo que su padre tomara la decisión de vivir con sus padres, quienes se han dado por vencido en pedirlo.

Las niñas hicieron lo que no logró nadie, ni siquiera yo, en dos días cumplirían un año y Gregory tenía una promesa que cumplir en San Juan. A pesar de temer por nosotros al ir a ese lugar, porque el recuerdo de todo lo vivido la última vez que fue permanece latente en su mente y en la mía. Pesa en él la promesa hecha y eso hace que sienta respeto por él.

—Mis papás dicen que pueden quedarse con las niñas —comenta y mira a su hija que cabecea en sus hombros —creo que sería un viaje relámpago.

—No podría estar lejos de ellas tampoco —le digo y Allison se ha rendido.

Solo querían saber que estábamos con ellas, pienso al besar su frente. Llevarlas a la cama es que vuelvan a despertarse si se ven solas, suele ser asi una vez regresamos de algún evento. El miedo que salgamos sin ellas las mantiene despierta hasta la madrugada.

—La dejaremos en el sofá, los unimos mirando a nosotros —me dice —si despiertan nos verán y no se arma la de Troya.

—Estarán incomodas —le digo —mejor la llevamos a nuestra habitación.

Avanzamos con ellas en brazos, con ella en brazos pienso en todos los bellos momentos, los malos y divertidos que pasé allí. Un cumulo de recuerdos me instalan un nudo en la garganta, no es el lujo lo que extrañaré cada cosa en ese lugar encierra un recuerdo nuestro.

—Podremos regresar siempre que quieras —me dice al girar a verme y darse cuenta que me he detenido —mis papás cuidan a las niñas y nosotros tendríamos... todo este sitio para nosotros solos. —habla abriendo los brazos y señalando todo alrededor.

—Lo pensaré, —le respondo y sonríe.

Dejamos a las niñas en mitad de la cama, mientras yo acomodo almohadas a su alrededor él va por las copas. Desde el día de la isla no he vuelto a probar licor, son de esos sucesos que pese a tener un final agradable, te marcan de por vida. Busco el móvil y encuentro un mensaje de Brady que respondo con la imagen de sus sobrinas dormidas y tomadas de la mano.

—Valió la pena cada dolor, herida y lagrima —escribo al pie de ella y le doy enviar —te extraño, nos vemos en navidad. —continúo escribiendo y dejo el móvil a un lado en la mesita de noche.

Me pego a la espalda de Gregory al sentir sus brazos en mi cintura y la bebida que me brinda en la otra. Alzo la copa a contra luz y veo que es un dedo de ella, sabe que no beberé mucho.

—No quiero que se me acuse de emborracharla para estar con usted —dice de buen humor.

Alas de mariposas así veo a mis hijas, frágiles y hermosas, pero con la fuerza suficiente para mantenerse en el aire. La gran mayoría dice que sacaron mi temperamento rebelde y el físico de su padre, me gustaría pensar que es así. Aunque hay cosas que amaría tuvieran de su padre, en ultimas que sean todo lo que ellas deseen.

Pero que sean felices.

—Tenías razón aquella vez que dijiste, en la vida pasó por mi mente casarse y vivir así —le digo observando todo a mi alrededor —¿Es demasiado tarde para decirte que es demasiado para mí? Que no me voy a acostumbrar.

—El día que te acostumbres, dejas de ser la mujer que amo Des —murmura mordisqueando el lóbulo de mi oreja y apretándome contra él.

—Greg, las niñas —protesto entre susurros al sentir sus dedos deslizar el cierre de mi vestido.

—Tu eres quien está hablando —responde. —piso 30, sin vecinos porque Epson era paranoico... ¡Viva la paranoia de Epson Frederick!

Soy conducida a la terraza entre besos, dejando rastros de prendas a nuestro paso. No hay manera de hacerle entrar en razón, mi voluntad falla cada que me acaricia de esa manera. No obstante, da muestras de sentido común al dejarme en el mueble de la terraza lejos de la vista de mis hijas en caso que lleguen a despertarse.

Ser padres es el suceso maravilloso de nuestras vidas, pero que tiene sus desventajas. Una de ellas y que a mi querido esposo le disgustaba era estos encuentros, siempre tenían que ser rápidos, ya que la puerta se abría en cualquier momento o ellas tocaban para que le abriéramos en caso que la hallaran cerrada. Desnudos le dimos rienda suelta a nuestras mejores fantasías. Éramos la pareja más dispareja que pueda existir, pero nos amábamos y eso hacía todo posible.

La brisa de la madrugada acaricia cada parte de piel, pero el calor que despide mi cuerpo ante las caricias de mi esposo impide que sienta frío. Me muerdo mis labios al sentirlo en mi entrada para no gemir ante el placer que sus envestidas causan en cada fibra de mi piel.

—El día antes de casarse Matt, subí a este lugar —me dice envistiéndome lentamente y puedo sentir que se controla tanto como yo, para no despertar a las niñas —me pregunté que era mejor que todo este lujo, tenía claro que una buena compañía —susurra en mi oído aumentando su entrada en mi interior. —Te amo Desiré, gracias por salvarme de una vida miserable.

Y no hay nada más maravilloso que tomar el sitio incorrecto, hacerlo correcto con la persona perfecta, pienso de manera vaga. Te amo son solo cinco letras que cobrar sentido cuando sabes a quien y cuando decirlas, pero sobre todas las cosas cuando eres correspondido.

(...)

Avanzamos por el camino de piedras y sonreímos ante las niñas que caminan delante de nosotros. Aun no lo hacen con destreza, pero suelen querer caminar y sin ayuda de nadie. Se han caído en innumerables situaciones y se levantan para seguir adelante.

Los padres de Gregory ya saben que vamos a vivir con ellos, pues fueron a despedirse de nosotros muy temprano en la mañana y encontró todas nuestras cosas recogidas. Se comprometieron a adecuar nuestros cuartos en los diez días que duraríamos en San juan.

Había aceptado que trabajara con Harris, fue sincero en decirme que no le gustaba, pero que era consciente que en casa me aburriría. Quería volver a la normalidad y la mejor manera de seguir con mis sueños, que él me apoyara en ello.

Me enamoré de san juan, Gregory tenía razón al sentirse admirado al llegar a este punto de la ciudad y con toda ella, pues no deja de parecerme maravillosa. En adelante deseo todas las vacaciones en alguna isla cercana, le he dicho a Gregory. Él aprendería el español y mis costumbres, mientras yo me empaparía un poco de quien soy en realidad.

—Niñas allí —señala su padre la casa por donde pasan y ambas se detienen en una casa de puertas marrones en donde tocan sin mucho protocolo.

—¿Qué crees que diga al verlas? —le pregunto y su padre sonríe.

—Debe esperar nuestra visita, pienso que también las conoce.

Llegamos justo en el instante en que las puertas se abren y la mujer que recibió a Gregory hace un año observa primero a las niñas, luego su mirada gira en nuestra dirección. Sonríe al vernos allí, al tiempo que una lagrima se desliza por su mejilla e imagino que es como si esperara de alguna manera la llegada de su hija.

Yo también esperé en muchas ocasiones la llegada de mi madre, no sé qué es más doloso, saber que vive y no quiere visitarte o muerta no volverla a ver. Asi que mientras ella me abraza finjo por un momento es mi madre quien quiso despedirse, tanto como ella cree es su hija que ha llegado exactamente a lo mismo.

Una vez nos retiramos ambas sonreímos, pienso que ella sabe lo que sentí porque se limita inclinar su cabeza leventemente y luego me da la bendición. Hay ciclos que se cierran de manera extraña, el mío con mamá lo cerré ese día. Siendo hoy madre, me es más difícil comprenderla, pero lo que sí puedo hacer es perdonarla y lo hice a través del abrazo que le brindé a Victoria Burgos.

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