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Capítulo 3

Marcelo

Intentar explicar a terceros los motivos que me llevaron a meter a Des en problemas sería imposible. No entendería como es que amando a alguien le haces daño de esta manera, pero ella me hizo enojar al enviarme ese mensaje.

No tuve opción, esa creo sería la excusa más sencilla de un cobarde desesperado. Mi adicción al juego y a las drogas tocaron fondo hace algunas noches atrás al perder todas las manos y solicitar un préstamo en ese casino. Como era de esperarse me lo negaron, estaba seguro iba a ganar la siguiente mano, siempre era así tras una larga mala racha llegaba la ganadora.

Mi propuesta fue descabellada, nunca ni en mis más locas pesadillas imaginé lo que iba a ocurrir. Puse en la mesa como aval a mi mujer, le dije que era buena trabajadora y que estaba desempleada. Por rabia con ella, pues no quería perdonarme o hablar conmigo, quise rebajarla en mi mente de alguna manera. Me dieron ese maldito préstamo, incluso lo triplicó y perdí toda esa noche, mi mujer, mi dinero y dignidad.

Me proporcionaron un plazo de veinticuatro horas, que se cumplieron hace cinco días para entregar o llevar a Des a ese Club nocturno. El resultado de ello fue una paliza y amenaza de muerte por parte de Vasilé Cebotari si no cumplía. Des no iba a trabajar como mesera seria la zorra de Vasilé, me lo había advertido su hija Madison y no le creí.

Suspiro pesado al detener el auto frente a la casa de Des y me pregunto cómo haré para llevarla a ese club. La ausencia de Brad ayuda un poco, de estar aquí jamás se me ocurriría estar frente a esta casa. Repito en mi mente lo que me he dicho todos estos días, ella te va a dejar y si no es tuya que se la goce Vasilé.

Seguro de mi decisión abro las puertas del auto y salgo al observar la casa, los rosales están secos, todas las ventanas cerradas y varios sobres en la caja del correo. No hay señas de Des por ningun lado o una muestra que haya estado en casa en días.

—Ella no esta —giro mi cabeza y observo a la señora Julia Gomez la vecina del frente avanzar hacia mí. —hace una semana salió a buscar empleo y no ha vuelto —continua y puedo ver su rostro preocupado.

—Con los Frederick —recuerdo, porque desde ese último mensaje enviado me apago el celular.

—Deberías hacer algo muchacho, ella esa sola su hermano se fue —asiento sin dejar de ver la casa y suspiro un instante.

En su último mensaje me decia que iba en un hidroavión obtuvo un empleo directo con el heredero de la empresa y si no dejaba de acosar enviaría a los guardaespaldas a que me dieran una paliza. Fue justo en el instante en que jugaba mi partida y eso me hizo perder, por ello hice lo que hice.

—Iré hasta allá —le digo a la anciana —si tengo noticias se lo hago saber.

—Te lo agradezco, —me alejo de la mujer entro al auto y piso el acelerador.

El móvil suena una y otra vez, una mirada al objeto me dice que es Vasilé, guardo el móvil a un lado y sigo avanzando. Detengo mi auto frente al edificio gigantesco y suspiro molesto. Dudo mucho que me dejen entrar sin cita previa y mi apariencia no es la adecuada para este lugar, hasta que veo al dueño de la empresa salir de una limosina con más de siete hombres a su alrededor. Busco dentro de mi cartera una foto de Desiré y me acerco al hombre con mi mejor repertorio de novio preocupado.

—Disculpe, señor Frederick —llamo al hombre mayor quien se detiene, pero los tipos a su alrededor me impiden acercar —Soy Marcelo Williams y mi novia está desaparecida.

—¿Has ido a la policía? —inquiere uno de sus guardaespaldas y el anciano rubio alza una ceja intrigado —¿Sabes leer verdad? Allí dice Frederick...

—Se leer —le interrumpo mordiéndome la lengua para no golpear o ser golpeado por esos matones —pero el último mensaje que me envío me dijo que iba en un hidroavión con futuro dueño de esto.

—¿Cómo se llama tu novia? —pregunta haciendo a sus guardaespaldas a un lado.

—Desiré Duffy y es enfermera. —respondo entregándole la fotografía —me dijo que su jefe de seguridad le había dado una cita con su jefe.

—Harris—responde más para él mira la foto y luego a mí —venga conmigo.

Soy conducido al interior y puedo ver los pisos relucientes y grandes ventanales de vidrio, lo primero que te recibe al entrar es la foto de un anciano de cabello blanco y ojos azules. Epson Frederick reza una placa y una leyenda que en resumen describe es el fundador de la empresa.

—Espere aquí, no puede subir con él—detengo mis pasos y otro hombre me acompaña.

Los demás llegan a lo que imagino es un ascensor privado, mientras nosotros esperamos uno del personal. Son treinta y cinco pisos, nosotros vamos al último por lo que veo, el nervosismo es evidente, si Des trabaja con esta gente complicara las cosas.

Las puertas se abren en el último piso, me piden esperar y lo hago por un par de horas, estoy a punto de volver a insistir, las puertas del ascensor se abren, un hombre distinto, joven, con facciones parecidas al dueño se planta frente a mí. Todo mi ser se tensa al ver el uniforme militar y el indicativo del rango que ocupa.

—Soy Jasón Frederick D'angelo ¿El señor es? —pregunta con rostro serio.

—Marcelo, ya lo dije...

—A mí no —me interrumpe y puedo ver como todos se han esfumado de nuestro lado.

—Mi novia está desaparecida y la última vez que...

—Primero que todo y para aclarar, no es su novia —vuelve a interrumpir —están separados desde hace ocho meses y la señorita Desiré no planeaba volver con usted y segundo... no está desaparecida, fue contratada por dos meses como asistente de mi hermano, en un lugar con poca señal.

—Des es enfermera y no secretaria o asistente —le digo incrédulo porque no les estoy creyendo absolutamente nada.

Sonríe sin la menor señal en su rostro, mientras me asegura que su labor será como enfermera, porque el sitio puede ser riesgoso para la salud del hombre. Lleva siete días en ese lugar y solo debo esperar 53 o quizás menos, no lo sabe con exactitud.

—Después de esa fecha usted puede acosarla si es su deseo, mientras tanto absténgase de volver a pisar este lugar. — las palabras suenan como amenazan y debe significar algo porque tres hombres salen y les ordena escoltarme a la salida.

—No me han dado la fotografía —le digo y sonríe mostrándola desde el lugar en donde está.

—Marcelo Williams James —el uso de mi nombre completo me hace mirarlo confundido y sigue sonriendo —tengo en línea a tu oficial de custodia ¿Quieres saludarlo?

—Si Des está en problemas, o le hacen algo, iré a todos lados, se lo aseguro...

—Bradley estará feliz de escucharte defender a tu ex novia —habla otro hombre recién llegado un afroamericano alto y de aspecto relajado —viéndolo bien, Brad no te hubiera dejado verla ¿O sí?

Doy media vuelta y pido el ascensor, no será tan fácil como creí sacar entregar a Des, no si esta gente está metida. Descendiendo a mi piso me encuentro orando y pidiendo que Des no quede fija en este lugar, que haga una de sus tantas locuras a estos estirados y la saquen a la calle.

—Has lo que sabes hacer—hablo solo en el ascensor en voz alta — Después de ello estarás en mis manos, sin que Brad te proteja.

Descuelgo la llamada entrante y escucho las amenazas de los últimos días, espero a que termine de hacerlo y una vez lo hace respondo.

—Estará dos meses por fuera con Gregory Frederick, volverá en 53 días me lo acaba de decir, en cuanto estén en la ciudad hacemos negocios—y cuelgo sin esperar respuestas.

Des

Las raciones eran controladas por él, agua, comida, todo absolutamente todo, él lo racionaba. Dentro del bolso había ropa para ambos, cambios para dos días, por lo que imaginaba había que lavar, solo que olvidaron detergente para poder hacerlo y

Muchas cosas en realidad.

Yo seguía aun con la firme intención de hacerme a un empleo con ese miserable, obviamente lejos de él. Hacia lo posible para mantener el ambiente en paz, en algunas ocasiones era difícil, porque él tenía ese poder de hacerme enojar. Rebusco dentro de mi bolso y veo la madeja de hilo, agujas y el nuevo conjunto que pretendía tejer.

—¿A dónde va? —me pregunta al ver que me incorporo, tomo mi frasco de agua ya vacío y mi morral.

—Exploraré, iré en búsqueda de comida —respondo y lo escucho burlarse de mi —deberíamos irnos a otro lugar o buscar algo mas cómodo.

—¿El Resort o siete estrellas? ¿No le gusta este hotel señorita Duffy? —pregunta con burla y resoplo —aquí nos dejaron y nos buscarán, ya vera que vendrán antes de tiempo.

—Si es como estos días creo que no volverán por usted ¿Me regala las botellas vacías? —le pregunto y mira las misma y luego a mí —se las devolveré llenas ... de agua —respondo entre dientes y alza una ceja interrogante. —ya vengo señor Frederick, si no regreso en una hora...

—Se la habrá comido algún caníbal y tendré toda la comida para mí solo —interrumpe entregándome las cinco botellas de litro que ingreso a mi bolso —le dará indigestión muy seguramente... al caníbal.

No le respondo, porque no vale la pena gastar energías en él. Tomo la madeja en mis manos y acomodo mi bolso al hombro, amarro la primera esquina en el primer árbol que encuentro y me empiezo a adentrar en la maleza. Cada cierto tiempo ataba y cruzaba la madeja en un árbol y seguía caminando.

Mi objetivo era claro, en caso de perderme regresaría por los hilos atados o si encontraba alguna fuente de agua o comida sabría cómo llegar las siguientes veces. El espeso y húmedo ambiente molesta, las ramas de algunas plantas golpean mi rostro haciéndome retroceder de vez en vez y cada paso que daba parecía que me tragara la selva.

No me detengo, porque algo me dice que debe existir un lugar más cómodo, por más sangrón que este hombre sea es un hermano e hijo, nunca lo dejarían solo en un sitio sin el mínimo vital. De la nada un claro se abre ante mí y sonrío al ver lo que veo.

—¡Si! ¡Si! ¡Si! —empiezo a gritar y a bailar en medio de la nada con la libertad que me da estar sola.

Una maravillosa fuente de agua natural que sale de una roca, ese preciado líquido que está a punto de acabarse. Es lo suficientemente grande para ingresar y una probada me hace sonreír aún más.

—Dulce —murmuro quitándome la ropa y dejándola a un lado sobre la rama de un árbol.

Limpio las botellas, las lleno y reservo dentro del bolso que he dejado previamente sobre otra rama. Lo siguiente que hago es quitar de mi cuerpo el salado del océano. Una o dos horas después, renovada y con olor a limpio salgo de la pequeña fuente, con energías para seguir explorando. Los ruidos de unos pájaros me hacen buscarlos con curiosidad y los encuentro, una pareja disfruta de un fruto amarrillo y de interior rojizo.

—Guayaba —grito corriendo al árbol de estatura pequeña y cuyos frutos están al alcance de mi mano.

Llené casi toda mi mochila, porque encontré varios frutos picoteados de pájaros. Brady solía decir que todo fruto que un ave comiera era comestible.

—¡Usted! —escucho los gritos y silbidos a lo lejos —¿Todo en orden? —vuelve a gritar —debería cortar estos estúpidos hilos rojos y miramos cómo se las arregla sin comida y agua.

Su voz es lejana, por lo que imagino su delicada piel no soporto entrar a lo espeso que se volvía el lugar a medida que uno se entraba en él. Cruzo mi bolso en mis hombros y saco todas las botellas, cuando ya me he vestido. No debería darle nada a ese holgazán, pero como mi futuro depende de su existencia, he decidido ser buena solo por esta vez.

El camino de regreso a la playa es más tranquilo, ni siquiera el peso de mi bolso y las botellas que abrazo en mi pecho llegan a incomodar. Para mí es suficiente con saber que he traído agua y frutas, que no moriría de inanición. Ya en la luz parpadeo varias veces y arrojo las botellas al suelo.

—¿Dónde...? —calla al ver lo que he arrojado a mis pies y luego me ve a los ojos confundido.

Una mezcla de alegría, molestia y hasta admiración cruza su rostro hasta que vuelve a ser el mismo ser frio de siempre. Tomo las botellas que me ha dado prestada, porque he descubierto es bueno en eso de racionar las cosas y decido entregarlas.

—Tome agua hace unas horas y no me he muerto —le digo entregando las botellas —si sigue el estúpido hilo rojo llegara a la fuente y podrá quitarse la sal, también traje frutas.

—No comeré eso —murmura observando la que le extiendo picada de aves y niego.

—Es solo para que vea que si se puede comer—le aclaro—si un ave lo come, el humano también, mi hermano dice que es lo más básico, imitar a los animales. Las lavaré primero —digo al ver que las mira con rostro dudoso.

—¿Por lo menos sabe su nombre? —me pregunta y río divertida tirando mi bolso en la playa y lavando una a una la fruta que lanzo hacia su humanidad.

—¿Ha estado en Latinoamérica alguna vez? —le pregunto—guayaba, chirimoya, estos son mis preferidos —le digo alzando una bolsa de frutos rojos y negros —zarzamora. No tiene dominios en américa, súbditos o esclavos.

—No. —pregunta observando una chirimoya y veo en sus ojos las ganas de comerla.

—Debe tocarla y mirar que este madura, luego abrirla y come lo de adentro —le digo tomando una que he lavado abro y muerdo el interior —Asi, ve fácil... las semillas no se comen.

No aguanta las ganas y termina abriendo una para luego morderla, le cuesta mucho hacerlo, pero lo hace. Termino de lavar las frutas que dejo en los límites de nuestro territorio y ambos nos sentamos debajo de una palmera cada uno por su lado.

—Venezuela, Brasil, Colombia, México ¿Nunca ha ido a esos lugares? —niega y lo observo mirar el horizonte mientras arranca un trozo de fruta que se lleva a la boca, hasta para comer es finolis este ¡Infeliz!

—Tomasevic tiene ese territorio —dice al fin.

—¿Es sexy?

—Es casado y tiene 60 o 70 años —responde.

—Un lagarto con deficiencia capilar —aclaro y lo veo sonreír—sabe señor Frederick, estaba pensando que estos frutos son tropicales.

—Eso dijo.

—Y según recuerdo estamos aún en norte américa —sigo y asiente mirando en mi dirección. —sé que no quiere salir de este lugar, porque vendrán por usted. Señor Frederick, pero piénselo su hermano sabe dónde está desde hace una semana, a estas alturas también conoce que se fue con la interprete equivocada.

—Sí, tiene razón —confiesa y me mira un instante acomodándose en el tronco—quiere buscar otro sitio más cómodo.

—Si su desaparición fuera accidental o llegaran aquí y no la hallaran ¿No destrozarían esa selva en su búsqueda? —le pregunto y calla—cinco litros de agua y una docena de barra energéticas no es comida señor, por más que usted sea un grano en el trasero ellos no lo dejarían aquí con solo esto.

—Como se nota que no conoce a Jasón —me responde con una media sonrisa —pero le concedo la razón en algo, no dejarían a una dama con solo estas cosas y dos meses.

—¿Entonces? —insisto y suelta el aire.

—Esperaremos que el sol baje —miro a la playa y veo cómo sale humo de ese lugar y asiento. —¿No hay nadie que la extrañe? Usted fue a una entrevista y no volvió.

—No era una entrevista —le aclaro —y solo tengo un hermano, pero no vive conmigo. Usted lo conoce y me advirtió que no fuera a buscar trabajo, pero estaba muy desesperada, el señor Doyle me dijo que me ayudaba en cuarenta días. ¿Cómo comeré en ese tiempo?

Tal cual lo prometí fui sincera y le conté quien era, la persona que me ayudó o iba a hacerlo para entrar a trabajar en el hospital de esa multinacional y como Brad me prohibió ir a ese sitio.

—¿No tiene a nadie más? —es todo cuanta pregunta, porque no hace comentarios sobre mi hermano.

—No, Cas murió —digo. —su esposo la mató.

—Algo de eso supe —responde incorporándose —considérese contratada señorita Desiré. Espero no me esté mintiendo, porque su hermano tenía razón cuando le advirtió no acudiera a mí.

Sin decir otra cosa se aleja de la palmera y regresa a su sitio lejos. Lo mejor será buscar empleo en otro lado o esperar el tiempo que el señor Gerald pidió, podría buscar a Marcelo y pedirle prestado o que me buscara empleo un mes con ese amigo suyo Vasilé.

(...)

Cuando el sol empezó a oponerse nos movimos, me mantuve lejos de él porque no se veía de buen humor desde que le dije quién era. Siempre creí que la sinceridad era una buena señal, pero en este caso no era así.

Estaba tan concentrada que no vi una roca con la que tropecé y caí, el ardor en mi pierna me hizo mirar y descubrí que me había cortado. Mi compañero no se detuvo y siguió avanzando, esta mañana pude ver rastros de una persona accesible, pero mi confesión lo hizo cerrar nuevamente.

—¿Se va a quedar allí o va a avanzar? —pregunta y miro mi pierna una vez más.

—¿Camina con mis pies? —respondo molesta y empieza a rezongar.

Rasgo las mangas de mi mejor camisa, con el dolor que me produce no tener dinero para reponerla. Es lo mejor que tengo y que suelo llevar a todas las entrevistas, siempre decia que encontraría un buen trabajo que me haría reemplazarla y comprar muchas, pero nunca ocurría. Limpio mi herida, la reviso y suspiro, si estuviera en la ciudad tendría que cocerla con cuatro o cinco puntos, es considerablemente grande y profunda.

Me incorporo y sigo avanzando, tengo dos cicatrices en mi pierna, heridas de bala y ahora otra más, heridas de guerra o recuerdos de lo vil que puede llegar el ser humano.

—No quiero el trabajo—le digo al fin —gracias por todo señor Frederick, pero solo deseo salir de aquí y regresar a casa.

—Como quiera —es su respuesta y me encojo de hombros.

Y tenía razón, una vez rodeamos la isla observamos una pequeña casa en madera con puerto y hasta un bote. Acomodo mi pesado bolso feliz mientras él avanza sin decir nada, su ego le impedirá darme la razón y creo que si lo hace moriría del coraje. Llego al sitio y voy directo a la cocina, no hay luz eléctrica, pero si agua y baño, la cabaña se ilumina con lámparas de aceite y velas.

En la cocina solo veo granos, enlatados y arroz, todos los productos imperecederos e imagino que este hombre en la vida a comida cosas como esta. Atún, sardinas, lentejas, judías, etc. Escucho sus pasos en la salita e ignoro su humanidad, yo estoy dispuesta a hacer de comer, porque llevo días sin comer algo real.

—¿Es todo lo que hay? —me pregunta y guardo silencio—odio los enlatados y lentejas.

Sonrío, porque toda nuestra provisión se resume en esas dos cosas e imagino tiene un humor negro para su familia.

—En dos meses lo odiara más — respondo sin mirarlo.

—¿Tiene mamá?

—Tenia, era de México —respondo —fue asesinada... su chulo lo hizo.

—Era...

—Prostituta —respondo por él, al ver que se ha quedado callado —Brian Duffy nos dio el apellido a los tres, con el único compromiso que no dejara de trabajar para él. —sigo diciendo —¿Cómo se llama la mujer que esperaba y porque lo dejarían con ella dos meses?

Creo que merezco saberlo, estoy siendo víctima de alguna manera de ese juego cruel entre hermanos. Saco todo lo necesario y empiezo a contar cada uno de los víveres que hay allí, una vez acabo me doy cuenta que, si hago lenteja, no como atún o sardinas. El arroz creo que podría alcanzar, aunque solo nos dieron 22 libras.

Él permanece en silencio, mientras yo hago el balance de nuestra próxima dieta. Sardinas, atún, lentejas y judías, y se vuelve a repetir el menú. Yo he comido cosas peores y más horribles que estas, pero mi compañero lo dudo. No hay verduras y solo se puede sazonar con sal, aceite y especias por lo que sigo revisando.

—Zia Lorenzo —responde cuando creí que no lo haría —mi futura esposa, Jasón Frederick, mi padre, me exigió casarme....

La barbaridad que sigue diciendo me hace detener y mirarle, realmente creí que era una broma, pero contaba todo con rostro serio. Hablaba de casarse como si estuviera comentando el mayor de los negocios. Necesitaba una mujer, sincera, seria, culta, educada, inteligente, de buena familia, obediente y hermosa.

—Y yo creí que lo había escuchado todo —es mi respuesta —yo me conformaría con que me amé y me acepte tal cual soy —confieso y me mira sin emoción alguna —Imagino que los millonarios como usted, no piensa en eso de los sentimientos, son más prácticos.

—¿Es todo lo que pediría? Nada de dinero, lujos o no trabajar nunca...

—Tengo dos manos señor Frederick, podemos crecer juntos —digo y no parece entenderme —creo que mi pedido iría más a Dios...no acabar como mamá y mi hermana, en manos de mi esposo proxeneta.

—Eso solo dependerá de usted...

—Exacto y por eso deseaba quedarme en la ciudad, echar raíces ni los árboles y no ir de un lado a otro huyéndole a .... —guardo silencio y suelto el aire.

—Iré a pescar, intentaré variar ese menú ...

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