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Capítulo 14

Tomé por costumbre acudir una vez a la semana a visitar a la señora Julia, en esas visitas logré ir por mis cosas, y las traje al lugar que sería mi hogar por cinco meses más. El cuarto con ropa nueva pretendía no tocarlo (hablaba en serio cuando dije que vendería algunas cosas allí).

Me iba muy temprano en la mañana a cualquier lugar, no me interesaba el rumbo, siempre y cuando fuera lejos de casa. No usaba el chofer, lo que hasta el momento no me ha causado problemas. Había logrado evadir con astucia a la prensa y salvo las salidas del señor Frederick con la subdirectora del canal, no había nada nuevo. Todos aseguraban que entre ambos había una relación y dado que yo no había sido captada por sus astutos lentes, daban por hecho que ya no había nada entre los dos.

El señor Frederick no se daba cuenta de nada, pues al despertar ya no estaba y en las noches no lo veía. Me daba la impresión que no dormía en casa y no pensaba mucho en eso, para mí lo más importante era mi embarazo.

Han pasado quince días, desde que fui a la casa de sus padres y enfrenté a su hermano, no me dirige la palabra. Aseguró no necesitar de abogados y que no volviera a intervenir en asuntos de familia.

Me quedó claro que no le gustaba que acudiera a su casa, sin embargo, no me arrepentía. No era mujer de engaños, de darlos o permitirlos y me pareció lo más justo aclarar las cosas.

En este instante estaba con Yaz en una heladería, era su día libre y no habíamos tenido tiempo de compartir juntas. Estaba recién casada y se había enterado que esperaba bebé. Por lo que intentaba buscar una manera única de darle la noticia a su pareja.

—Creo que haré una cena —dice y sus ojos color miel se iluminan al hacerlo —¿No crees? —me pregunta y lo pienso un poco.

Su felicidad es la mía, ella tenía todo lo que había soñado, que mi embarazo no fuera planeado, esté en riesgo de perderlos o el padre de mi hijo y yo seamos dos desconocidos no me hacía sentir mal, todo lo contrario, me alegraba que ella tuviera el hogar que había soñado.

—¡Ya sé! —niega divertida y sonrió —te va a gustar...

—No Des, tus ideas son fatales. —sonríe divertida y le hago un guiño.

Yo le llamo divertidas, pero es obvio que mi perspectiva no es la misma que la suya. Mi idea era buena, comprar zapatos de bebé y empacarlos en un empaque de algún juguete sexual. Mi compañera sonríe ante mi ocurrencia y me asegura que por eso nunca conoceré a su esposo.

—Debería indignarme, pero sé que te he dado motivos —tomo una cucharada de helado y lo llevo a mi boca. —ya lo vi en fotos, sé a quién acosar —sigo y niega divertida—me presentaré como su amante y le haré escándalos.

—Lo peor de todo es que te creo—ríe divertida y en segundos yo le acompaño.

De la nada varias personas se acercan hacia mí, en sus manos sostienen micrófonos y cámaras. Son más de una veintena, pienso aterrada y parpadeo al sentir como los flashes me ciegan por un instante. Me increpan con miles de preguntas que intento responder, pero me es imposible.

Es tanta la presión encima de mí que empiezo a retroceder haciendo que pierda el equilibrio y caía al suelo. Cierro los ojos ante agitando mis manos asustada, pero mi caída es interrumpida por un par de brazos.

—La señora no responderá ninguna pregunta —aclara una voz profunda, yo por mi parte solo deseo salir de esa incómoda situación. —si necesitan información sobre su estado el jefe de prensa de la industria está capacitado para darlas. —sigue diciendo.

—Aléjense —ordena una segunda voz.

Asustada ante la situación busco a Jaz quien se acerca a mí y toma mis manos, el grupo que reconozco como los escoltas del señor nos rodea permitiéndonos salir del lugar. Tomada de la mano de Yaz, quien luce tan o más nerviosa que yo, nos dejamos conducir hacia un vehículo con el logo de los Frederick.

—¿Se encuentran bien? —nos pregunta uno de ellos y afirmo nerviosa apoyando una mano en mi pecho.

—¿Con quién andas, un narco? —pregunta Jaz.

Su pregunta me hace sonreír y a quien reconozco como el jefe de seguridad del señor Frederick no le causa el mismo sentimiento porque la mira con reproche. Hiperventiló cuando el auto empieza a avanzar alejándonos del lugar. Después de este día es lógico que no tendré paz y recuerdo que nos hemos largado sin pagar, por lo que miro al hombre un instante.

—No hemos pagado la cuenta. —le recuerdo y Jaz niega.

—Ya lo hicimos, antes que los buitres llegarán —responde quien va del lado del chofer.

—¿Sabe que tiene chofer verdad? —me pregunta y yo solo lo miro sin decir nada —no puede ir por la ciudad sin protección.

—Podría llevar a Jaz a su casa...

—Hacia allá vamos señora —interrumpe y ambas lo vemos con la ceja alzada. —mi trabajo consiste en que todos los que están a mi cargo estén bien. Me habían dicho que era un poco "Especial", así que quise ser yo quien estuviera a su disposición. Confieso que jamás pensé encontrar a alguien tan inquieto como usted.

—No tiene por qué hacerlo —digo — se me cuidar.

—No fue esa la impresión que me dio ¿East Harlem? —le pregunta a una confundida Jaz, quien solo asiente. —por fortuna es de día.

En ningún momento dejamos de sostener la mano de la otra, al tiempo que escuchamos que fui enviada a buscar por mi flamante prometido. Esta noche era la velada de lanzamiento del programa de TV, por lo que necesitaba que estuviera con él.

La primera y única impresión es que no quería ir a ese lugar. Él auto se detiene en una modesta casa de dos plantas, con jardín bastante cuidado y una gata holgazana de cola tupida en la entrada. Apoyo mi cabeza en la ventana con nostalgia y el hombre que sale en la puerta y mira el auto con curiosidad, lo reconozco como el esposo de Yaz.

—Lamento dañar la velada —me excuso —creo que las próximas tendrán que ser en tu casa.

Jaz toma mi mano el silencioso hombre sale y le abre las puertas. Besa mis mejillas, mientras limpia mis lágrimas y sonríe.

—No sé si Eliot desee esa publicidad, Des... Lo siento mucho. —me mira apenada en espera de respuesta.

No miro en dirección al chofer, aunque puedo ver que la situación no parece alterarle, todos estos tipos deben estar acostumbrados a lidiar con la prensa. De mi parte es la primera vez que una situación tan extraña me aleja de mi mejor amiga. Si bien, deseo con todas mis fuerzas que no se vuelva a repetir, algo dentro de mí, me dice que debo acostumbrarme.

—No hay problema, creo que después de este día hasta yo me odio. —respondo apoyando mi mano en la suya y suelto el aire —saluda a tu esposo, nos hablaremos por móvil.

—Lo siento Des...

También yo...

Guardo silencio mirando el acolchado de la silla del piloto, mi acompañante entra y me entrega una botella con agua que niego y sigo en mi aturdimiento.

—Necesito saber al lugar al que irá con anticipación —empieza a decirme —no podrá ir a su antigua casa, imagino ya sabe el porqué.

—Que no acosen a la señora Julia...

—No, señora que es un barrio peligroso—responde y puedo sentir el humor en el tono de su voz.

—He vivido en ese lugar por años, nunca me ha pasado nada...

Mi rostro se aleja del negro del tapiz de la silla y va directo a la calle, hace algún tiempo era libre de ir y venir, hoy no era así. Mientras me explicaba lo que sería mi vida en adelante, me vi como si me estuvieran cortado las alas. Ver el rostro de Yaz decirme, que no creía buena idea verme me dolió.

—No lo dudo, pero en ese tiempo no llevaba un anillo como la prometida del dueño de Ind. Frederick o estaba embarazada de él —habla al fin —es mejor si me da la lista de sus amigos y sus direcciones.

—La única que tenía la acaba de dejar en su casa —respondo amarga. —solo soy la madre de los hijos de Frederick, es su mano derecha debe conocer los detalles. —explico y guarda silencio mirándome fijamente —si no lo sabe, debe sospecharlo por la vida de soltero que lleva.

Tener el anillo era solo para no ser juzgado o evitar una demanda de mi parte, algo que nunca ha pasado por mi mente, pero que él no lo sabe. En este día en particular extraño más que nunca a mi hermano, por lo que tomo el móvil y envió un mensaje descubriendo nunca llega y suspiro fuerte para evitar que las lágrimas salgan. Jamás cree lazos en ningún lugar, luego de graduarme solo Jaz y Marcelo sobrevivieron al tiempo. Marcelo es pasado y Jaz, no quiere ser acosada cosa que puedo entender.

No tenía a nadie, a las únicas dos personas con las que contaba acababa de decirle a adiós y eso hizo que apoyara la cabeza en la ventana del vehículo y cerrara mis ojos.

—No iré a esa reunión, no después de lo que acaba de pasar —explico — su jefe ha ido solo en estos días y que puede hacerlo hoy también.

—La invitación es para los dos. —bufo molesta lo que parece divertirle—su embarazo es riesgoso, siempre creí que eso implicaba estar en cama y alzar los pies.

—No me siento cómoda en ese lugar encerrada —confieso —¿Sabe cuánto tiempo debo durar en esa reunión?

Me mira un instante sin decir nada, nunca he reparado en su físico, producto quizás que nunca lo he tenido tan cerca. De tez trigueña y cabello castaño oscuro con un corte masculino un tanto largo, algunos mechones de su cabello caen en sus hombros de forma descuidada. Era bastante alto e imposible no verle de más porque tiene ese aire de chico malo que siempre atrae.

—Tiene que ir, es todo lo que sé... y que el señor solicitó, fuera dos horas más temprano porque no quiere que usted se canse.

—Burlarse de mí, de mi origen o estrato social —digo y el guarda en silencio —estoy segura que esperan con todas sus fuerzas que la cague y sentirse superiores.

No hace ningún comentario al respecto, solo me mira de vez en vez con rostro preocupado. Necesitaba sentirme segura y ello no era posible en tanto lujo. Por más que quisiera no encajaba en ese lugar.

—Es usted quien se rechaza, pienso que no es que no encaje... cree no merecer lo que tiene —habla como el mejor de los expertos y guardo silencio.

Fui llevaba al salón e imaginaba que sabían lo que harían. No me preguntaron que quería, tampoco pregunté o me negué, concediéndole solo por esta vez la victoria. Por más que insistí en que había ropa en casa, el hombre se negó a obedecer.

Al final de la tarde y cuando ya el sol le daba espacio a la luna, observaba la imagen en mi espejo. Me veía irreconocible, era complicado encontrar debajo de todo ese maquillaje y ropa fina a la Des de siempre. Yo no quería adaptarme a una vida que no sería mía, porque si bien deseo que mis hijos nazcan, parece que el destino no quisiera lo mismo.

Él solo me ayudaba era por ellos y si no estaban, era muy seguro que me daría la espalda sin importarle nada.

—¿Lista? —Pregunta el hombre en la puerta y pienso que sigo sin saber su nombre u apellido y suspiro —si me permite mi opinión, usted se ve hermosa señora, no tiene nada por lo que preocuparse.

—Es el interior lo que me preocupa —confieso. —Jamás he estado en un lugar así, lo mío es disco o fiestas populares.

—Falta algo...

Me odio a mí misma por el tono de voz que empleo mientras él se pierde en habitación closet, regresa minutos después y se posa detrás de mí con una cadena pequeña en sus manos y sonríe.

—Hace falta esto en ese cuello ¿Puedo? —afirmo con una leve inclinación de cabeza y pasa sus manos por mi cuello, siento el aliento en mi cuello mientras abrocha y la electricidad al pasar sus dedos por mi cuello y acomodar la cadena. —Es sencilla, pero el que sabe de joyas se dará cuenta que vale una fortuna al igual que usted.

La mujer frente al espejo no era yo, por mucho tiempo me sentía orgullosa de mi libertad, y esa hoy día sentía que la había perdido. Esta tarde me fueron cortadas las últimas alas ya maltrechas de mi plumaje cuando mi amiga me dijo que no podía seguir viéndome y mi acompañante que por seguridad no podría salir sola. Pongo mis dedos en el dije en forma de corazón mientras mis ojos se humedecen sin saber por qué.

El habla por móvil con alguien sin perderme de vista y yo solo deseo quitarme toda esa falsedad y dormir. Cerrar los ojos y volverlos a abrir, sonreír al descubrir que era solo una pesadilla. Deseaba con todas mis fuerzas despertar en la cama justo el día en que me quería ver a Matthew Frederick y no ir.

—No la voy a perder de vista, en cuanto desee salir me dice —habla detrás de mí y me sigue mirándome preocupado —sonría como la mona lisa.

—¿Perdón? —Pregunto parpadeando y ríe divertido encogiéndose de hombros.

— Cuando le hagan un comentario fuera de lugar, ofensivo o molesto... Imite la sonrisa de la mona lisa —insiste y la imita, me burlo de la imagen suya en el reflejo del espejo —¿Lo ve? Puede verá enigmática y misteriosa.

—Gracias...?

—Jedrek, llámeme Jedrek. —giro sobre sí misma y extiendo mi mano hacia él.

—Caden Desiré Duffy León —hablo con solemnidad y su sonrisa se amplía —pero me puede llamar Des, mis amigos me llaman así.

—Al señor no le gustará, así que mejor le diré señora —comenta y mi sonrisa se borra —por lo menos delante de él—se apresura a decir.

—¿Sabe algún otro truco? ¿Puede echar una mano?

—¡Por supuesto! De camino al lugar vamos ensayando —me dice mostrando su mano —¿Nos vamos?

Inspiro fuerte y suelto lento tal cual él lo hace en estos momentos y sonrió nerviosa. Era hora de enfrentar por primera vez a una sociedad que me había señalado sin conocerme. Escuchar a Jedrek, resultó no sólo divertido sino también enriquecedor, comentar anécdotas de lo que solía ver en su trabajo con sus jefes, hizo que viera a ese mundo de otra manera.

—¿La ayudaste a vestir acaso? ¿Por qué la demora? —nos pregunta al vernos entrar.

—Porque no quería venir —le respondo alzando el mentón y me mira con mandíbula tensa —esto es lo más hipócrita que se le ha ocurrido.

—Des... no estoy de humor.

—Ni yo —replico ignorando su mano—por poco me comen esos buitres de alla afuera y solo porque ustedes se les ocurrió decirle a la prensa que llevaba un hijo suyo.

Sus ojos adquieren un brillo molesto y mira a todos lados para luego susurrar en mi oído.

—A mí tampoco me agrada que me vean como alguien como usted, pero aquí estamos —nuestra discusión es entre susurros, creo que la única persona que se está dando cuenta de todo es Jedrek quien solo me ve con pesar.

Lo que siguió fue la noche más eterna, molesta de mi vida. ¿Por dónde empezar? Podría decirles primero que desde entrar fui vista de manera despectiva. El señor Gregory, no hizo más que sonreír a todos y fingir ser el novio modelo. Nadie pensaría que hace unos minutos me dijo que le parecía despreciable mi compañía.

—Greg, cariño puedes venir —la voz de una dama lo hace alejarse de mí, como si solo necesitara eso para ser liberado.

Su actitud se asemejaba a esos perros cuando ven se les muestra un muslo o carne jugosa y no dudo en que la dama tiene buenos atributos. Camino por unos minutos en búsqueda de un sitio sin mucha gente, en donde no me vean como chacha o de lo peor, así logro llegar al jardín.

El señor Frederick se ha perdido dentro de los asistentes y me ha dejado a mi sola en medio de un salón abarrotado de personas que no conozco. Ni siquiera ha empezado el evento, por lo que no podré largarme de ese lugar y dejarlo a él dar excusas sobre porque me dejó sola. Me vi relegada en un rincón, en un mundo totalmente opuesto a mí, con miradas solo de desprecio y algunas veces de lástima.

—¿Desiré verdad? —pregunta una voz masculina detrás de mí y giro lentamente encontrándome con un rostro que ya he visto. —¿Tu prometido o cliente? —me encuentro con un hombre considerablemente alto de cabello oscuro y largo.

—¿Disculpe? —pregunto en búsqueda quizás que haya escuchado mal, aunque estoy segura que no.

Junto las cejas ubicando de registros que me digan donde lo he visto y mi actitud confundida parece divertirle. Doy un paso atrás de manera inconsciente y todos se quedan viendo mi comportamiento. Sostiene en sus manos una copa vacía, que deja en manos de un mesero y toma dos, una en cada mano. Esta visiblemente tomado y quiero creer que es el alcohol que lo ha hecho confundirse.

—Soy Davison, pero eso usted ya lo sabe —indica y sigo sin entender —hago lo posible para que una dama jamás me olvide, le pagara o no.

Hace esos movimientos tambaleantes que demuestran que esta ebrio, pero nadie hace pie por alejarlo de mí. En el lugar en el que esta me impide alejarme o evadir su presencia, si no fuera por su estado de ebriedad diría que ha buscado el lugar perfecto para acosarme

— Creo que está equivocado...debería dejar de beber —aconsejo precavida y empiezo a buscar al Señor Frederick o a Jedrek, sin micho éxito —¿Lo he visto en algún lugar? —curioseo ante lo conocido que me resulta el hombre.

Varias personas se giran a vernos, unos con curiosidad, otros horrorizados. Quizás alguien me vio sola y me estaba jugando una mala pasada. Alejar al señor Frederick de mí también pudo ser por ello o era la manera de decirme que yo no encajaba en ese lugar, por la razón que fuera estaba dispuesta a salir vencedora en esa ocasión.

—¿Debo fingir que no la he visto nunca? Porque lo que hizo por mi esa noche, es difícil de olvidar —responde tomándose las copas de un tajo una seguida de la otra, para luego sonreír.

Sus movimientos hacia mí son cada vez más preocupantes, lo que me obliga a retroceder una vez más, solo para obtener cierta ventaja en caso que deba golpearle. No dudaré en defenderme en caso que se pase de listo y me importa que esté ebrio o que haga quedar mal al dueño del programa.

—¿De la cárcel quizás? —insisto aún con un poco de control de mi cuerpo, no deseo causar un escándalo, porque algo me dice que es lo quieren.

— ¿Me has extrañado? Tienes ese rostro de necesitar una buena polla...

No lo dejo terminar, en segundos mi cuerpo se tensa y mi corazón se detiene, alzó una mano que impacta su mejilla adquiriendo en segundo un color rojo que me hace sonreír con satisfacción. Da un paso al frente con sus ojos echando fuego y sus puños apretados. La presencia de Jedrek a mi lado lo hace retroceder y ya una docena de personas me mira con indignación.

He buscado el lugar menos concurrido, eso me hizo buscar una parte del jardín. Parece que varias personas tuvieron la misma idea que yo, puedo contar con las manos las personas que están allí, pero suficientes para que mañana haya un escándalo.

—Es obvio que el anfitrión no tuvo cuidado al hacer la lista de invitados —dice una mujer mirándome horrorizada.

—Totalmente de acuerdo con usted, —aclaro—de otra manera no entiendo como un hombre puede ofender a una mujer y el público se lo celebre. —continuo y la dama gira el rostro hacia los demás. De vuelta a mi agresor lo miro un instante antes de responder —ya recuerdo donde lo vi en una estación de policía por acoso —aclaro y mi sonrisa se amplía, mientras los demás se alejan de él como si tuviera la peste.

—Llamaré a su representante, no tendrás más clientes de eso puede estar segura —se queja.

—No tiene que ir muy lejos, quizás este por aquí —sonrió mirando a todos los lugares y el me mira confundido —o quizás en su casa y usted le diga mamá o mi amor.

—Salgamos de aquí —aconseja Jedrek y no espera una respuesta.

—¿Puede llevarme a casa? —le ruego y asiente en silencio —gracias.

(...)

Una vez en el apartamento me despojo de todo cuanto tengo, con violencia deshago el peinado y retiro la fina cadena que lanzo hacia el tocador, hago lo mismo con la ropa y demás. Ya desnuda y frente al espejo, me doy cuenta que he estado llorando y que lo hice en todo el recorrido sin darme cuenta.

Escucho a lo lejos mi móvil, pero no le respondo y busco ropa cómoda "Mi ropa". Encuentro un conjunto deportivo de Brady, que me queda grande, pero se adapta en este instante a lo que quiero. Me calzo unos viejos tenis, termino mi atuendo recogiéndome el cabello. Son las ocho de la noche cuando voy bajando de nuevo el ascensor.

Nadie asociara a la mujer de aspecto de indigente con la fina dama que hace unos minutos. Camino a paso firme y rápido por el camino oscuro del sótano, la luz artificial de las calles es cada vez más clara y una vez la veo cruzo la calle corriendo. El ruido de un auto frenar no me impiden mi escapada y mucho menos las gotas de lluvia que empiezan a caer.

En mi pensamiento solo está todo lo que estoy pasando y como he quedado sola en este lugar sin que parezca importarle a nadie. A unas cuadras hay un parque infantil y mi meta es llegar allí, no es la primera vez que tendré que dormir en las calles y dado mi capacidad para atraer la desgracia, no será ultima.

—Des —me llama una voz y las gotas son cada vez más gruesa —señora deténgase.

—Déjame sola Jedrek —le ruego siguiendo con mi escapada.

—No puede mojarse, piense en los niños —continua y logra alcanzarme tomando mis manos.

Una vez lo hace tira de mi cuerpo hacia él sin entender lo que ha sucedido porque solo soy consciente que me abraza fuerte. Una vez abro los ojos me doy cuenta que había intentado cruzar la calle sin mirar el cambio de semáforos.

—Tranquila... todo es un malentendido ya lo verá —me calma y aprieto mis manos en su solapa con fuerza —debe ir a resguardarse señora.

—No quiero ir a allí —le ruego y suelta el aire un instante.

—Vamos al auto primero. —A pocos pasos un auto nos espera y me detengo al ver al hombre quien sale de un segundo detrás del de Jedrek.

—Gracias Jedrek... has hecho mucho por mi mujer el día de hoy... demasiado diría yo. Puedes ir a descansar —dice con voz molesta y miro a Jedrek, quien solo me mira pidiendo excusas.

—Lo siento señora. Buenas noches —Se aleja de mí apenado y entra al auto oscuro que lo espera y se pierde en la vía.

—Vamos a casa, esta lluvia te causará daño...

—¿Solo la lluvia me hace daño? La prensa, tus citas, la subdirectora del canal ¿Ellos no? —interrumpo limpiando mis lágrimas con violencia —tenerme prisionera allí ¿Tampoco? — señalo su edificio a lo lejos y camina hacia mí, pero golpeo sus manos con fuerza alejándolas.

—Lo siento, linda... tenía problemas no debí dejarte sola ni en la casa o el evento —se excusa y vuelvo a retirar sus manos —es mi culpa que ese ebrio te molestara. Entra y hablamos en casa...

Doy media vuelta y corro de nuevo al edificio sin importar que me esté llamando o que muchos autos suenen sus bocinas. Supongo que todos los eventos del día me han superado y me es imposible ya continuar con todo esto. Ya dentro del sótano suelto el aire molesto y sacudo mis manos por tercera vez al sentir las suyas en mis hombros.

Revelo que ha corrido detrás de mí, que está igual de mojado y que su chofer está en la puerta contemplando la escena.

—Tienes razón, cielo... no he sido justo contigo—murmura pegándome a él. —no volverá a suceder... lo prometo.

—No quiero vivir aquí, deseo mi vida de vuelta...

—No se puede cariño es imposible —indica —Continuemos con esto dentro, debes sacarte esa ropa.

Lo curioso de todo es que no tenía a nadie a quien recurrir pienso al caminar hacia los ascensores. Nadie me daría la mano sabiendo lo importante que es la vida que crece en mi vientre o del peligro que corro. Entro a su penhouse me acompaña al baño y me mira un instante antes de irse.

—No hemos intentado conocernos —habla y me cruzo de brazos —creo que lo más sensato de todo esto es que lo hagamos, tenemos dos niños que salvar y creo que solo por eso vale la pena intentarlo.

—No soy de tu círculo social— hoy alguien me lo hicieron saber...

—No me importa ese círculo. —habla molesto—eres más valiente, sincera y leal que muchas de mi sociedad—señala mi ropa y sigue —quítate esa ropa, haré lo mismo y luego te preparo algo caliente...

—Y no me gustas —pero ya él ha cerrado la puerta...

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