Wildest Dreams.
En fin, estoy super emocionada con la cantidad de vistas, casi llegamos a 500, joder. Agradezco a todos los que votan por mi historia, que leen y me siguen. Que si están ahora aquí es porque le dieron una oportunidad. Los adoro ♡.
Cassandra...
—¡Buenos días! —anuncio con vigor entrando en la cocina donde Adeline se encuentra de espaldas maniobrando en la sartén de espaldas a mí. Pero al instante de oír mi voz se gira y esboza una expresión entre la sorpresa y la alegría.
Antes de acercarse pone la hornilla en fuego lento, lo que me permite ver los deliciosos trozos de beicon cosiéndose en el aceite. Madre mía, me muero de hambre.
—¡Cassandra, cariño! Pensaba que te habías olvidado de nosotros.
Niego incrédula, imposible olvidarme de ellos.
—¡Claro que no! —acabamos riéndonos juntas.
Ella es como una segunda madre para mí, amaba venir aquí de pequeña y comer las galletas de jengibre que Adeline preparaba.
—Sabes...desde hace unos días Natalia está un poco rara. No le apetece salir, cada vez come menos y últimamente la escucho vomitar en el cuarto de baño. Estoy preocupada, pero cada vez que intento hablar con ella, evade el tema. Por favor, si sabes algo, dímelo.
Ante su pregunta, enrojezco y comienzo a toser desesperadamente hasta casi quedarme sin aire.
—No le pasa na–nada. —contesto con una sonrisa forzada que me delata grandemente.
Al principio Adeline se limita a observarme con una ceja enarcada, pero luego vuelve a insistir en modo de súplica.
—Te lo pido. Ustedes son casi hermanas, estoy segura de que te ha contado algo....—al ver que no hago ningún intento en hablar, toma mis manos entre las suyas para llegar más rápido a mis pensamientos—. Quiero saber qué sucede con mi hija.
Esto último lo pronuncia firmemente, sin un ápice de suavidad. Lo único que deseo ahora mismo es que me trague la tierra y desaparecer de aquí, pero no ocurre. Paseo mis pupilas velozmente por cada rincón del lugar esperando encontrar alguna excusa para escapar, no soy quien debería contarle lo que realmente pasa. Natalia me clavaría los tacones de sus botas en los ojos.
—Eh...—comienzo un poco distraída pensando en alguna escapatoria.
Casi mis orbes azules brillan al ver a mi amiga bajando las escaleras y caminar hacia nosotros con un camisón de "Gravity Falls" y el cabello todo enredado.
—Hola. —masculla con voz pastosa.
Suspiro relajada por la llegada justo a tiempo de mi mejor amiga y su madre entrecierra los ojos hacia mi dirección, pero lo deja pasar y se voltea hacia su hija.
— ¿Tienes hambre? —pregunta acariciando su cabello y besándole la mejilla.
Natalia suelta un gemido de incomodidad y quita rápidamente las manos de su madre del rostro. No sucede ni un segundo hasta que la vemos correr desesperadamente hacia el baño y desde nuestra posición oímos las arcadas. Yo aprovecho antes de que Adeline comience a hacerme más preguntas, y me escabullo escaleras arriba hacia la habitación de mi amiga, obviando los sorpresivos gritos de su madre que solo quiere secuestrarme y sacarme información.
Gracias a mi querida amiga del alma, tengo una cita con Killiam hoy. Y lo peor fue que al principio me quería suicidar, pero cuento los minutos para que me llegue un mensaje suyo. No tengo la mínima idea de qué usar, porque estuvimos hasta las tantas revisando outfits y ninguno me pareció el adecuado. O sea desde cuándo, antes solo me importaba que fuera ropa, estuviera limpia y planchada, lo otro era pura mierda. Sin embargo, ahora tengo una puta indecisión, porque ningún conjunto me parece perfecto.
Deben ser alrededor de las doce del mediodía, ni siquiera he abierto el móvil...me crea ansiedad solo de ver el buzón de Killiam sin un mensaje. Me despojo del camisón que me prestó Natalia para dormir, este por suerte es blanco completamente. No tengo una maldita idea de dónde consigue sus típicos pijamas de dibujos animados, solo sé que ni drogada usaría uno de esos. Tardo unos cinco minutos en colocarme la ropa de ayer, que inevitablemente me recuerda...a Killiam, y a Arctic Monkeys y a esa canción que logró hipnotizarme. Joder, ahora todo último me recuerda a este tío.
Camino hasta abajo restregándome el rostro intentando mostrarme indiferente y que no se note que mi corazón se ha acelerado notablemente debido al recuerdo.
Me encuentro a Natalia revolviendo su desayuno con aburrimiento sentada en la isla de la cocina, sin Adeline a la vista. Me apresuro a acercarme y poder hablar con ella a solas, antes de que vuelva su madre e insista con el tema.
—Ey...—toco su hombro y tomo asiento a su lado.
La chica se limita a echarme una ojeada sin muchas ganas y seguir dándole vueltas al tenedor con su barbilla apoyada en una mano. Me desespero ante su gesto y aparto el plato de su vista haciendo que Natalia detenga su acción y se gire en torno a mí con retintín.
— ¿Qué te pasa?
—No sé que voy a decirles a mis padres. —responde masajeando su frente como si hablar del tema le causara un terrible cansancio.
—Bueno, creo que primero tienes que decidir que harás. —aclaro.
Suelta una exasperación.
—Mierda, sí. Ya lo sé. Pero necesito algo de tiempo para procesar...esto.
—Lucas tiene que saber. —le recuerdo, y recibo de su parte una mirada obstinada con los ojos en blanco.
—Ya vale, Cassandra. Mejor hablemos de tu cita de esta tarde. —contesta cambiando de tema y haciendo ademán de levantarse. Me molesta un poco un poco que evite el tema, pero como siempre que me pide tiempo para asimilar las cosas, lo dejo pasar.
—Dios, no quiero ni pensar en eso. —respondo con hastío pellizcándome el puente de la nariz.
—¿Te ha escrito? —pregunta Natalia con los brazos cruzados.
Niego con la cabeza con cierta desilusión y a mi amiga se le forma una pícara sonrisa en el rostro. Enseguida me crispo.
— ¿Qué?
—Sabías que esto nunca te había ocurrido ¿Verdad? —pregunta esto último con expresión que de solo verla, sé que estoy cayendo en los encantos de Killiam...o ya caí.
Caíste desde unos capítulos más atrás.
Gracias por tan valiosa información. Jódete.
Profiero un gruñido de frustración que retumba por la habitación con matiz amargado, antes de sentir los dedos de Natalia acariciando mi cabello.
—Tranquila. Yo también caí.
A punto de preguntar con respecto a su afirmación, Adeline anuncia su llegada a la cocina con su perfume autóctono.
—Eh...yo ya me voy. —declaro levantándome de la silla.
— ¿¡Cómo que te vas!? —pregunta desconcertada la copia mayor de mejor amiga.
—Lo siento, hoy tengo el día un poco cargado. —respondo rascándome la nuca un poco apenada.
—Demasiado cargado. ¡Tiene un cita! —chilla Natalia increíblemente emocionada bailando como una boba. Y esto, claramente hace que su madre haga lo mismo, de tal madre tal hija.
— ¿Quién es el afortunado, o afortunada? —inquiere Adeline con una sonrisa angelical que casi hace que le responda.
Pero la vergüenza puede más conmigo y acabo asesinando a Natalia con la mirada inútilmente.
—Nadie. —farfullo y escapo de las vibrantes hormonas que se respiran en el ambiente.
Busco mi mochila en el sofá rápidamente al llegar al salón, no sé a qué hora es la supuesta cita, por eso tengo que alistarme lo antes posible. Odio la incertidumbre, madre mía.
Levanto la mirada agarrando el asa de la mochila y me topo con los ojos pícaros de mi amiga.
Dibujo en mi rostro un semblante indignado.
—Por lo que acabas de hacer no te voy a contar ni un detalle de mi encuentro con Killiam.
El cabreo inunda mi cuerpo al escuchar las fuertes carcajadas de ella, incluso se dobla sobre sí misma.
— ¿¡Qué tiene tanta gracia!? —coloco los ojos en blanco notablemente molesta.
Deja de carcajear como si solo lo hubiera hecho para añadirle un toque irónico a la situación, y coloca sus dos manos a cada extremo de su cintura.
—Por favor, ni tú te crees lo que acabas de decir. —sentencia yendo de camino a la puerta siéndole imposible disfrutar de mi desinfle luego de que se da la vuelta.
—¡Adiós, Adeline. Dele saludos a Benjamin de mi parte! ¡Y dígale que la tienda va genial! —grito en dirección a la cocina antes de seguir los pasos hasta la salida. Cruzo el umbral, me despido de Natalia y no puedo evitar la ascendencia del color cereza por mis pómulos al oír sus típicos trucos de coqueteo.
Al segundo de cerrarse la puerta frente a mis ojos, me permito sentirme invadida por los nervios. Porque sí, aunque quiera ocultarlo, sé que si bien no estoy enamorada de Killiam...me atrae mucho, muchísimo.
(...)
El sonido chirriante del cerrojo inunda la casa, la cual se encontraba sumida en un silencio aterrador. A la vez que detiene el ritmo de mis pensamientos, que estaban tomando un sendero demasiado tóxico como para ser sanos.
No pierdo demasiado tiempo abajo, sino que me apresuro a subir hasta mi habitación y comenzar a arreglarme. Lanzo la mochila sobre mi cama y pronto se escucha el sonido de las gotas cayendo desde la ducha y colisionando con el suelo. Para después ser ahogado por las letras de Lana del Rey. Utilizo el tiempo a mi favor y gracias a la música los minutos pasan volando y logro estar lista a las cinco en punto. A estas horas ya el sol está a punto de ocultarse, tanto que los rayos atraviesan los árboles creando dibujos en las paredes.
Ya que no sabía dónde demonios sería la cita, ni si aún había una, me vestí lo más cómodo que pude. Cero maquillaje, una coleta de caballo, un vestido plisado con estampado de pequeñas margaritas, unas sandalias griegas y un bolso colgando desde mi hombro. ¿Era el adecuado? Ni idea, pero solo sabía que si no tomaba alguna ropa por impulso, no hubiera aceptado ninguna. Admito que tengo mucha curiosidad de adónde puede llevarme Killiam, o sea...no me conoce lo suficiente como para saber que lugares me gusta visitar, a no ser las tiendas de música. Sin embargo, un brote de desilución permanecía en mi estómago al no recibir ni un putomensaje de él en todo el día, la idea de cancelar la cita me daba terror y a la vez tranquilidad. Era imposible sobrevivir demasiado tiempo a los sentimientos y caos que creaban esos ojos verdes cada vez que se cruzaban con los míos, juro que trataba con todas mis fuerzas de ahuyentar mis emociones...pero son como barrotes sólidos que se posicionaron dentro de mí.
Quizás podría ser muy lindo lo que sentía, mas Killiam llegó a mi vida de la nada y no conozco nada sobre él. Tenía un poco de miedo e inseguridad, de que me decepcionara, o que me rompiera el corazón, cientos de cosas que hasta hace unos días no pasaban por mi cabeza.
Después de cansarme de esperar a una señal de ese tío, me decido a escribirle yo misma y acabar con tanto drama. O sea chico, al menos si vas a dejarme plantada, avisa. A punto de tomar el teléfono de la cama, llega una notificación, el sonido retumba entre las paredes trayendo consigo mi manojo de nervios y las tontas mariposas en el estómago. Dios, no era Taylor Swift ni mucho menos, pero revolvía mi interior como nadie.
Mis iris brillan de esperanza al ver el nombre que empieza por "K", el cual atormenta mis pensamientos desde el primer día. Totalmente veloz leo el mensaje y su indiferente "Baja", tuerce un poco mi sonrisa, pero no puedo evitar lo que implica esa palabra. Con el corazón palpitando como desquiciado bajo a escalones a una velocidad sorprendente, incluso casi tropiezo en el trayecto. Antes de abrir la puerta, tomo una gran bocanada de aire y me peino un poco el cabello con los dedos. La imagen que me devuelve la mirada al otro lado me quita el aliento y casi un suspiro de fascinación escapa de mis labios.
Una increíble motocicleta descansa apoyada en el asfalto, y su enigmática esencia resalta en toda la calle. Sobre ella, Killiam se encuentra sentado con los hombros tensos y los brazos cruzados. El cabello despeinado le propina un aire liberal y desde mi posición observo los destellos que desprende su piercing por los rayos solares. Lleva una cazadora negra y unos pantalones, la primera oculta su brazo tatuado, aunque al final algunos fragmentos de tinta escapan a la luz. Obligo a mis pies a moverse, aún con las secuelas del impacto de su presencia. El sonido de mis pasos lo hace mirar a mi dirección y suaviza su expresión que antes estaba contraída.
Llego hasta él un poco cohibida y a cada pisada que doy hacia la motocicleta, siento mi piel ardiendo por el meticuloso repaso ascendente que realizan los orbes verdes de Killiam, que con cualquier movimiento aumentan sus motas de deseo. Termino frente a su persona a la vez que sus ojos se detienen en mi rostro, en mis pupilas, y no tengo la menor idea de por qué siento como si estuviera totalmente desnuda ante él. Como si cada prenda de ropa las haya destrozado y lanzado fuera de su vista, como si este vestido estorbara grandemente, y ante la idea me estremezco. Detecto su mirada en mi mandíbula, en mi cuello, en todos mis rasgos faciales con una intensidad descomunal.
Me dispongo a aclararme la garganta y mostrarme lo menos nerviosa posible. O sea, no tartamudear ni una de esas mierdas.
—Hola. —es lo único que sale de mi boca malamente. Mis cuerdas vocales también quedaron congeladas.
—Hola. —responde él al igual que yo. Pero en su tono noto un ligero matiz gélido a pesar del fuego con el que me observaba antes.
Sin importar el caos que presenta mi interior, frunzo un poco el ceño.
— ¿Todo bien?
Killiam contrae sus gestos y se mantiene sin hablar, pero su semblante deja mucho que desear. Es obvio que sucede algo, sin embargo elige callarse y mostrarse completamente normal a mis ojos.
—Claro. Vamos. —sin más explicaciones, directo y evasivo. Quedo un poco descolocada por su respuesta, pero aún así no insisto. Este tío no tiene un pelo de romántico, madre de dios.
Hago ademán de montarme a su espalda, pero el contacto de su mano en mi muñeca me detiene, y a la vez hace volcar mi corazón. Lo miro confundida por su acción, no obstante señala con sus ojos mi vestido y al momento entiendo todo.
Mierda, es que si hubiese sabido que íbamos en moto, me hubiera puesto algo más adecuado para la ocasión.
—Siéntate delante. —sentencia con tono firme, aunque detecto partículas desesperadas en él. En un movimiento rápido, corre su cuerpo hacia atrás y deja mi muñeca para poder sentarme. Cuando quedo en el asiento, acomodo el bolso.
Mis nervios aumentan y casi caen al abismo al sentir mi espalda presionada contra su pecho y sus fuertes piernas acorralando las mías. Cierro los ojos al notar el aliento y la respiración entrecortada de Killiam en mi oído, todos mis pensamientos se van al traste.
—Coloca las manos en los manillares. —susurra y hago lo que me dice.
Al segundo de colocarlas, las de él terminan sobre las mías, cubriéndolas totalmente. La imagen de nuestras manos unidas, me hace esbozar una sonrisa feliz y relajar los músculos. Al arrancar la moto dejamos la casa atrás y ante la velocidad, el aire me da de lleno en la cara.
— ¿Adónde vamos? —pregunto.
—Pronto lo sabrás. —Se limita a responder y sus palabras me desesperan aún más.
— ¿En serio?
—Es. Una. Sorpresa. —responde esta vez, cerca de mi oreja y antes de alejarse, deja un húmedo beso detrás de esta. Los vellos se me ponen de punta y aprieto mis manos en las palancas fuertemente como si me fuera la vida en ello.
—Atiende a la carretera. —digo casi sin habla. Que maldita vergüenza.
—Imposible. —contesta y siento como su nariz va a parar a mi cuello, olfateando suavemente, muy de hecho. Pero solo es un jodido segundo antes de apartarse y dirigir su mirada hacia la carretera nuevamente. Apretándose más a mí y provocando un cortocircuito en mi cerebro. Esto no es sano para mi salud mental.
¡Será un viaje súper divertido!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro