Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

The Moment I Knew.

Cassandra...

Tomo bruscamente la maleta y abro la puerta en cuanto veo la notificación de Killiam. Ya está abajo.

Los escalones crujen bajo mis pies, a cada paso mi rabia se hace cada vez más notable. Mientras guardaba mi ropa, todos los recuerdos del pasado decidieron reproducirse cada uno en mi mente. Todos esos momentos, donde nunca había sentido la ausencia de mi padre. Era demasiado pequeña, no entendía la gravedad que conllevaba cada situación, debido a la falta de conocimiento, no sentí el vacío que ahora siento, y que sé que siempre estuvo ahí. Un padre es importante, en todos los sentidos. Y mi madre no tenía ningún derecho para ocultarme el paradero del mío, no lo tenía. Por el motivo que fuera, no existía la necesidad de mentir durante dieciocho años. La idea de no haberlo sabido nunca me revolvía el estómago. Porque eso es lo que me jode, que era mayor de edad y mamá no tuvo la intención de contarme absolutamente nada. Para confesar algo así no hay un momento ideal, pero esperar tampoco era la solución.

Llego al recibidor y mi madre me intercepta antes de poder alcanzar el picaporte. Las lágrimas relucen bajo sus ojos como pequeñas mariposas. Su rostro hinchado de tanto llorar me suplica silenciosamente que no lo haga, que no me vaya sin haberle dado una oportunidad para explicarse.  A pesar de todas las señales de tempestad que demuestra, no flaqueo.

—Mamá, déjame salir. —respondo firmemente.

Su mirada cae instintivamente sobre mi equipaje y comienza a negar reiteradas veces con la cabeza. El temor se ve reflejado en sus rasgos.

—Cariño ¿A d–dónde vas? —balbucea con un matiz de lamento.

Suspiro, conteniendo las ganas de llorar:

—Estaré bien. Apártate de la puerta. —mascullo.

—No...No...No puedes irte así. Cassandra, por favor. —suplica sollozando incontrolablemente.

—No. Ahora no. Necesito...necesito tiempo. Déjame irme. —remarco las últimas palabras. Aún así, continúa llorando sin parar, impidiendo que salga al exterior. En un instante exacto, decido abrir la puerta y pasar por su lado. Desprendo ira con cada pisada, el dolor de cada mentira escapa de mis manos y vuela sobre mi cabeza. A mis espaldas, escucho los gritos desgarradores de mi madre, que se niega aceptar que me haya ido. Uso mis fuerzas para no derrumbarme y poder llegar hasta el auto que aguarda frente a mis narices.

Dedico una última mirada hacia casa, y encuentro a mi progenitora de rodillas, profiriendo sollozos desconsolados. El pensamiento fugaz de quedarme, me asalta. Sin embargo, mi egoísmo es enorme y entro al interior del coche con brusquedad. Me merezco ser egoísta, al menos sí en este momento.

Monto en la parte trasera junto con mis cosas, y la ojeada que le echo a Killiam desde el espejo retrovisor, es necesaria para que arranque rápidamente y nos aleje del lugar donde me encontraba unos segundos antes. Apoyo mi sien sobre el frío cristal de la ventanilla y permito que  mis ojos se desborden. Lloro silenciosamente y ahogo cientos de gritos mientras me clavo las uñas en mis palmas. No pronuncio una palabra en todo el transcurso, solo me limito a lidiar con todo lo que ha sucedido.

De vez en cuando Killiam me dedica algún que otro vistazo, me esfuerzo por sonreírle débilmente para que no se preocupe demasiado. Agradezco que no haya preguntado, que omitiera el obvio interrogatorio. También por ayudarme, por venir a recogerme a estas horas, por todo lo que ha hecho. Lo valoro un mundo. Saber que él está ahí por si necesito algo, hace que una hoguera abrase mi pecho.

La noche inunda completamente todo a borbotones, y los faroles son como minúsculas luciérnagas. Ni siquiera sé a donde Killiam nos está llevando, sin embargo, confío en él.  Es libre de conducirnos a donde le apetezca, solo quería irme de casa. Escapar de allí. Huir como un pájaro en libertad, batir mis alas y alzar el vuelo, así lograría mantenerme... meramente cómoda. Gritar a los cuatro vientos lo que pienso, correr descalza sobre la tierra y sentir el raro tacto bajo mis pies. Sentir mi cabello danzar junto al viento, lanzarme hacia el agua. Fluir como una nota musical. Sería un experiencia increíblemente catártica.

De pronto, Killiam detiene el auto y gira su cabeza para encontrarse con mis pupilas. En la suyas se reflejan cientos de emociones, chisporroteando y saltando con una sustancia eléctrica. Su mano descansa sobre el volante, y el metal en su boca reluce en la oscuridad.

— ¿Estás bien? —pregunta.

Asiento sin muchos ánimos y hago ademán de abrir la puerta y salir al exterior. El frío aterrador de la noche cala mis huesos e inconscientemente  me abrazo a mi misma. Observo el imponente edificio de apartamentos frente a mí, y mis ojos van saltando de ventana en ventana hasta terminar detallando las paredes. Son de un color gris escamoso, mientras que hay algunos detalles blancos en la entrada. Aún recuerdo la cita que tuvo lugar en el último departamento, aquella cita que definió cada segundo de lo que está sucediendo en este instante. Quizás si nunca hubiéramos tenido aquel encuentro, no estuviera aquí. Estaría sola, lidiando con todos los problemas que han surgido. Y de algún modo agradezco haber conocido a Killiam, el destino tal vez unió nuestros caminos.

Desvío mi mirada hacia el ruido al otro lado del coche, y me encuentro a mi compañero bajando del mismo. Me observa por un segundos y al percatarse de mi estremecimiento debido a la fresca brisa, rodea el vehículo rápidamente luego de proferir una silenciosa maldición. Lo veo despojarse torpemente de su chaqueta y colocarla sobre mis hombros delicadamente. A la velocidad de la luz un calor abrasador recorre todo mi cuerpo. No solo por la calidez de la prenda, también por su gesto. Son pequeñas cosas que te hacen sentir mariposas.

Le dedico una expresión de agradecimiento mientras acomodo la chaqueta, la cual desprende el indiscutible olor a Killiam, delatando que la usa bastante seguido.

—Toma las llaves del apartamento. Voy a guardar el coche, puedes esperarme dentro. —me informa ofreciéndome una de sus palmas con las variadas formas metálicas sobre ella. 

Asiento despacio antes de tomarlas y permitir el gélido contacto con mi piel. Sin más que decir, me apresuro a adentrarme dentro de la edificación. El suelo reluciente se extiendo bajo mis pies, y con cada paso me acerco cada vez más a las escaleras. A mis espaldas noto los incontenibles iris verdes que sin darme cuenta han logrado fascinarme. Subo los escalones concentrada en la acción, ahora mismo necesito cualquier motivo para distraerme y no pensar demasiado. Así pues, si tengo que contar bloques de concreto, poco me importa.

Llego al piso indicado luego de unos cinco minutos , y solo puedo caminar hacia la puerta correcta e introducir la llave con un movimiento robótico. El horrible silencio está devorando toda mi mente poco a poco. Adentro la escasa luz de la luna que atraviesa los cristales, perfila los muebles y objetos que descansan inmóviles.

Suspiro antes de hacer golpear la madera contra el marco. Tanteo en la pared hasta encontrar el interruptor y presionarlo. Automáticamente la luminosidad inunda las cuatro paredes y toda la sala se hace visible antes mis ojos. Todo se encuentra como la vez anterior, por lo tanto no me dedico a observar demasiado antes de ejecutar unos pocos pasos y caer sobre el sofá del centro.

Me recuesto sobre los cómodos cojines y cierro mis párpados por unos minutos. Estoy sola, y en momentos como este la realidad me cae encima. Todo flota en bucle dentro de mi cabeza. El deseo de retroceder el tiempo y continuar en la ignorancia me carcome, la indignacion que siento crece a borbotones. Es una sensación que me impide respirar, que de algún modo encapsula el aire en mis pulmones, me asfixia. Y no puedo soportarlo, simplemente es como tener inmensos bloques sobre mis hombros que no me permiten estar en paz.

El estado de shock es como un barrera para mis ganas de llorar. Las lágrimas no caen, están ahí intentándolo, pero no lo hacen. Gritar no me devolverá al pasado, no cambiará nada. Y eso duele.

De pronto unos toques hacen que abandone mi trance y con pesar me levanto y me dirijo a abrir la puerta. El rostro de Killiam aparece frente a mí, junto con mi maleta. Una de sus manos se escabulle bajo uno de los bolsillos delanteros de sus jeans. No le presto demasiada atención, pues separo mi mano del picaporte y hago ademán de voltearme y continuar donde estaba.

— ¿Qué ha pasado? —pregunta con voz ronca tras de mí. Al mismo tiempo escucho el ruido de mi equipaje en movimiento y el cerrojo siendo cerrado.

No quiero andarme con rodeos, ocultarlo no hará que sea menos real.

—Mi padre está vivo. Tengo un hermano y mi madre es una mentirosa. El trío perfecto para poner mi mundo del revés. —comento con una carcajada agridulce mientras caigo sobre el cojín.

No alcanzo a detallar la expresión de Killiam, pero detecto el peso de su cuerpo caer sobre el sofá. El dolor de cabeza me palpita en la sien.

— ¿Cómo sabes eso...? —inquiere Killiam con un matiz asombrado. No puedo ver su cara, mantengo los ojos cerrados en dirección al techo.

Tomo una bocanada de aire.

—Porque mi madre lo confirmó. Dieciocho años de pura mentira, Killiam. —contesto digustada.

Sucede un rato:

—Ven aquí.

Sus palabras se escuchan tan sinceras que no puedo evitar abrir mis pupilas y descubrir que sus brazos están abiertos para mí. Para sostenerme. Para de algún modo protegerme de mi misma y como puedo autodestruirme si sigo pensando demasiado. Tras el cristal de sus iris brilla la preocupación y la protección que quiere demostrarme. Por eso, me abalanzo hacia él, sin importar que cada gesto suyo me ilusione más de lo debido. Caigo como una pluma sobre su pecho y rápidamente me rodea con cuidado. Esa sensación increíble me acaricia el corazón, desvelando cientos de mariposas prisioneras. El calor también recorre mi interior y me pego más a él. Siento esta acción tan...normal, da a entender que siempre hemos hecho esto. Entre sus brazos estoy tan bien que nunca querría escapar de ellos, y eso es aterrador. Se supone que somos amigos antes que todo, esto que estamos haciendo también lo he hecho con Matteo. Sin embargo, nunca he sentido con él todos estos fenómenos fulminantes en mi estómago. Solo con Killiam. Solo con él.

Sé que esto está mal, que no debería ilusionarme como lo hago. No puedo. Pero tenerlo tan cerca no me permite pensar en otra cosa. Los pensamientos racionales desaparecen cuando estoy a su lado, cuando su aroma escala mi nariz y su calidez me abrasa de una forma distinta. Sus dedos me acarician delicadamente el cabello, haciendo pequeños círculos.

—Lo siento. Es una mierda, lo sé. Pero no estás sola. —me dice besando un punto en mi cabeza.

Me aferro a la fina tela de su camiseta, formando líneas alrededor del agarre de mi mano. Sé que no estoy sola, y eso de una forma u otra, se siente bien. Aunque ya puedo esperar cualquier cosa, lo digo en serio. Las personas de mi alrededor están perdiendo en grandes cantidades mi confianza.

— ¿Quieres hablar de ello?

Niego y nos mantenemos en silencio, en la misma posición. Ninguno se atreve a romper la densa burbuja en la que nos hemos sumergido. Unos pocos minutos de paz no hacen daño. Y sin darme cuenta, me encuentro más calmada. Aunque el cansancio emocional late desesperadamente y solo consigue que tenga ganas de dormir y no levantarme nunca más.

Después de un tiempo, nos separamos y Killiam me propone darme un baño para relajar los músculos y alejar todos los demonios que me atormentan, al menos por un momento. Acepto sin réplicas y me dirijo hacia la maleta a tomar algo de ropa. No pongo mucha atención y saco lo primero que veo; una camiseta y un pantalón de chándal. No tengo ánimos de absolutamente nada.

Luego de eso, me escabullo hacia el cuarto de baño, ansiando que el agua ahogue todo lo que siento. Abro la puerta, y enseguida enciendo el interruptor. El espejo ovalado descansa sobre el lavabo de mármol, mientras que a su alrededor algunos frascos de colonias y demás permanecen inmóviles. No me demoro mucho más, unos diez minutos después, ya me encuentro lista. Debo decir que Killiam tenía razón y la ducha me sentó muy bien.

Camino hacia el salón con mi antigua ropa doblada, a cada segundo mi cansancio crece. Al llegar, veo a Killiam sentado sobre el sofá, de espaldas a mí. Me acerco lentamente y decido romper el silencio.

—Ya he terminado.

Mis palabras hacen que pose su mirada en mí y noto que traga un nudo notablemente grande que se formó en su garganta. Ahora lo más importante es ¿Dónde dormirá cada uno? No lo había pensado antes, y ahora escuchar esa pregunta en mi cabeza me pone mucho más nerviosa de lo normal.

— ¿Dónde dormiremos? —decido preguntar.

Sucede un corto tiempo:

—Yo dormiré aquí, puedes dormir en mi cama. —se limita a responder.

—Puedo dormir en el sofá igualmente.

—Pero no lo harás. —zanja.

Sin darme la oportunidad de replicar, se levanta y con un gesto me indica que lo siga. Dejo mi ropa sobre la mesita de la sala y correspondo a su indicación. Camino tras de él, hasta llegar a nuestro destino.

Nunca había entrado a su habitación, y podía decir que la curiosidad me consumía desde el primer instante en que puse un pie en el apartamento. He dibujado cientos de escenarios diferentes, pero ninguno se compara a la verdadera sensación de atravesar el umbral y respirar el aroma de esas cuatro paredes tan suyas. No es nada de lo que había pensado, nada en realidad.

Al segundo de Killiam presionar el interruptor, la luz llena el espacio, y automáticamente cada rincón se ve custodiado por mis rápidos ojos. Desde las relucientes baldosas se alzan unas inmensas paredes de color carbón que cubren todo el cubículo. En el centro, una imponente cama con un aspecto súper cómodo, descansa cubriéndose con sábanas blancas. Al fondo, se constituye un símbolo muy conocido. Estudio las rectilíneas que escapan de cada extremo de la habitación y se unen en este. Mi mente rebusca en lo más profundo, hasta que lo descifro.

Arctic Monkeys.

El disco.

Aquella canción.

Casi tiemblo al recordar aquel día en que escuché esa canción por primera vez. Esa tarde en la que sus letras vibraron junto con nosotros, en que comenzaron a surgir mariposas.

»'Cause there's this tune I found. That makes me Think of You somehow...

El resquicio de ese recuerdo flota ante mis pupilas, puedo sentir cada partícula de sentimiento que sentí al escuchar esas palabras. Fue especial.

Desvío la mirada y olvido todo lo que me pasa por la mente. La clavo en unos cinco vinilos a juego con la decoración que quedan clavados estratégicamente en el concreto. Al otro lado, reposa un gran escritorio moderno, con una fina lámina de cristal con una laptop y otras cosas sobre ella. Detrás, un ventanal de tamaño promedio refleja la oscuridad de la noche, y las luces que resaltan parecen pequeñas luciérnagas. Por último, frente a la cama un enorme armario marfil que casi me deja sin aliento.

No me había percatado de la fascinación con que observaba todo hasta que la voz de Killiam hace acto de presencia y se cuela en mis oídos.

—Bienvenida a...mi habitación ¿Te gusta? —pregunta con un tono de voz que nunca había escuchado.

Asiento al mismo tiempo que el olor a una colonia hipnotizante gobierna mis fosas nasales y me obliga a conectar mi vista con el interior del closet. Chaquetas y camisetas negras predominan por doquier.

Lo veo hurgando entre los percheros hasta que termina y extrae un pantalón de chándal extragrande. En un movimiento rápido, se despoja de su camiseta y deja expuesto su torso. Todos las líneas de tinta que lo cubren quedan a la vista y hacen que mi mirada se dirija inconscientemente hacia ellas. Veo sus músculos contraerse y trago saliva lentamente. Noto que mis mejillas se ruborizan descomunalmente y me obligo a desviar la ojeada y dirigirme hacia la cama.

No veo el momento exacto en que se coloca la prenda, pero al acomodarme sobre el colchón, Killiam ya se encuentra con ella puesta. Intento no posar demasiado mis ojos sobre su pecho, y los llevo hacia los suyos. En su rostro, detecto un poco de nerviosismo. Yo también estoy nerviosa. Pero aún así, una corriente eléctrica sacude mi cuerpo y de repente hablo por impulso.

— ¿Puedes quedarte un rato? —pregunto con la boca pequeña.

En las pupilas de Killiam veo un sentimiento diferente, algo que hace que el brillo titile con potencia.

—Creo que es mejor que me vaya. No es buena idea. —contesta con la voz ronca y al final de la frase, carraspea.

Me chocan un poco sus palabras, pero decido no insistir e ignorar mi decepción.

Asiento incómoda:

—Buenas noches.

—Buenas noches. —escucho su respuesta al mismo tiempo en que las luces de la habitación desaparecen.

Me cubro con la manta y cierro mis párpados. Concilié el sueño mucho después, y no tengo la remota idea de por qué en la madrugada no me sentí sola. Sentí que había alguien conmigo, tuve la sensación de protección. Esas vibras que conciben el reconfortante calor en mi corazón.

***

Me despierto lentamente debido a un cosquilleo que siento en la parte trasera de mi cuello. Poco a poco enfoco la vista y la imagen que observo me llena de felicidad.

Killiam está aquí.

Una de mis manos reposa sobre su torso desnudo, y mi cabeza igualmente. Sus dedos acarician mi piel, por eso echo una ojeada a su rostro con una sonrisa. Me llevo una sorpresa al encontrarlo observándome detalladamente.

—Buenos días. —digo elevando cada vez más las comisuras de mi boca, haciendo que él haga lo mismo.

—Buenos días, caramelo. —responde marcando su hoyuelo.

— ¿Dormiste conmigo?

—Técnicamente. No pude controlarme, y aquí estoy. Contigo.

—No pudiste controlarte...—respondo divertida perfilando sus tatuajes delicadamente.

—No pude...—corresponde él con el mismo tono juguetón y sin percatarme, toma mis caderas y me coloca sobre él.

Quedamos cara a cara, y yo aprovecho para apoyar mis brazos en su pecho e inclinarme hacia delante. Quedando a un palmo de su cara.

— ¿Qué hacías? —inquiero mirándolo atentamente a los ojos.

—Mirarte.

Solo una palabra prende una hoguera en mi interior.

— ¿Mirarme? Sé que tengo unas pintas horribles siempre que me levanto. —respondo llevando mis dedos hacia su rostro, haciendo pequeñas líneas en él.

—No miraba eso, Cassandra. —refuta.

Detengo el movimiento de mi yema que paseaba sobre el piercing de su boca.

— ¿Entonces...?

— ¿Cómo puedes estar tan preciosa incluso despeinada? —pregunta tomando mi mano que dibujaba líneas en su cara y se la lleva a sus labios para depositar un suave beso que pone mi pulso a cien.

—Mentiroso. —utilizo un tono despreocupado, fingiendo que no me han afectado sus palabras.

—Tú eres hermosa, y yo un mentiroso. —bromea ligeramente. Sin embargo, hay algo raro en el tono que utiliza. Casi como si no estuviera bromeando en lo absoluto. Fue diferente.

Pero lo ignoro, y me limito a robarle un beso.

—Gracias. —le digo al separarme solo uno centímetros. Sus ojos me miran con ternura, como si quisiera quedarse en este momento para siempre. Una ola de destellos sacude mi pecho al saber que siente lo mismo que yo.

—No tienes que dármelas. —corresponde apartando un mechón de pelo que se interpuso ante mi visión. Sus gestos y sus palabras me hacen pensar si esto es real. El calor y la protección que emana me envuelve entera. Vuelvo a a posar mi boca sobre la suya, he descubierto que es una de las tantas maneras para sentirme viva.

Cuando nuestros labios colisionan, las chispas saltan a nuestro alrededor y pronto queremos mucho más. Killiam coloca su mano en la parte baja de mi espalda, al mismo tiempo que nuestras lenguas se unen en una danza increíble. Cubro con mi palma uno de sus pómulos y siento un escalofrío cuando la de Killiam, se posa en mi cadera. La temperatura va aumentando notablemente, nuestro cuerpos ansían la cercanía.

Mas, el timbre del apartamento comienza sonar deliberadamente y hace que nos detengamos. Desde la boca de él escapa una maldición, y enseguida me separo de de su cuerpo. La molestia en mí por habernos interrumpido, crece cuando noto el ruido tintineante del timbre sonar una y otra vez. A los que luego se le suman fuertes toques en la puerta.

— ¡Joder! Ahora vuelvo. —me dice Killiam desapareciendo hacia el recibidor.

Decido seguirlo y llegar junto a él a la puerta. El ruido resuena en todas partes.

Al momento en que el chico abre la puerta con una expresión de enfado, y veo la figura al otra lado, mi semblante se descoloca.

Matteo.

Matteo está aquí.

Expresa una desesperación y rabia tremendas, tanto así que solo le da tiempo a observarnos rápidamente para luego abalanzarse sobre Killiam y estamparle un golpe en la cara. Todo sucede tan rápido que no puedo reaccionar.

¿Qué carajos está sucediendo?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro