It's Nice To Have a Friend.
Holaaa, jsjsjs. Este capítulo será un poco más largo que los otros dos anteriores, ¿exceso de inspiración quizás?También será un poco dramático, Cassie puede ser la reina del drama a veces. Y...también conoceremos a Matteo, su mejor amigo...A leer<3 y no olviden votar :)
Cassandra...
—Espero una explicación de todo esto. —me cruzo de brazos y paseo la mirada entre las dos personas que tengo en frente.
Puedo esperar todo el tiempo que sea necesario para obtener una razón coherente de por qué demonios mi madre está en una fiesta haciendo de personal de servicio. No es que me dé vergüenza ni nada por el estilo, pero me toca mucho que no me haya dicho que necesitamos dinero, joder. Estoy dispuesta a trabajar en algún lugar si hace falta. Pero doña y señora Victoria Foster, es muy terca y solo quiere verme estudiar. No soy ciega y ya me he percatado de que mi madre trabaja demasiado últimamente. Sin embargo, nunca imaginé que fuera de la panadería. Esta vez sí que no puedo dejar pasar esto.
—Mamá... —advierto un poco incómoda por el panorama en que estoy metida.
No ayuda mucho el escrutinio hacía mí por las personas que se encuentran en el salón. Me siento como un talento lanzado al estrellato en pocos instantes, al que intentan encontrarle algún tipo de defecto. Aunque sea un maldito grano en la cara.
Mierda, tú sí que tienes.
Basta, no ayudas.
Quizás lo que no tolero es que el maniquí de piel pálida, falda Chanel y crop top color banana lo observa todo con un sonrisa en el rostro. Nada disimulada, además. Ganas no me faltan de arrancársela, sería muy liberador. Ella sabía que esto pasaría, nunca he pintado nada en una de sus fiestecitas.
— ¡Quiero una explicación, joder! —estallo en el último segundo de paciencia y noto como mi progenitora se estremece cual ciervo asustado.
Paola se limita a coger un mechón de su cabello para enrrollarlo en su dedo antes de formular un bostezo. Como si esto le importara cuatro kilómetros de excremento animal. Pero no se quedará tan tranquila, obvio que no:
— ¡Tú! —Avanzo unos pasos hacia ella apuntándola con mi dedo índice; sintiendo como bajo mis zapatos terminan de triturarse los pedacitos de vidrio que no pudieron recogerse—. No creas que no sé que haz planeado todo esto para hacerme pasar el ridículo a mi madre y a mí delante de tu fiesta de pacotilla. —Señalo a todas las personas que observan la discusión, atentas.
Mientras que la anfitriona clava sus ojos en los míos con una nota de irritación, incluso llego a percibir un tic en su ojo.
Intento despegar el cabello que mi frente y secarme con torpeza la pátina de sudor en ella. ¿Por qué Natalia no puede estar conmigo en este momento? Seguro echaría al montón de arpías chismosas afuera. Capaz de perdirle una explicación a mi madre también.
Ahora todo me da vueltas, me hacen falta uno de esos inciensos relajantes de mi amiga. Huelen fatal, pero es más que nada. Lo que más me fastidia es que, conociendo a mi mamá...hoy no recibiré ningún motivo sobre lo que acabo de descubrir. Posiblemente solo pacte que es mejor hablar con más claridad en la mañana. Pero es que tiene que entender que no soy una niña a la que ocultar información porque no entiende el mundo exterior.
—Mira... —Paola decide romper el silencio al posicionarse frente a mí con expresión demandante—...esta es mi casa y mi fiesta. No te voy a permitir que armes un numérico de hija frustrada frente a mis invitados. Claro que no. —se echa a reír en mi cara. MI CARA. Como si todo esto se tratara de una condenada comedia divertida—. Es mejor que dejes a tu madre hacer su trabajo y te vayas por donde viniste.
No me jodas, ¿En serio me acaba de decir eso? Imbécil estúpida, agh. La observo con indignación a punto de soltar una retahíla de palabras nada convencionales. Mas, una voz que no había hecho acto de presencia aún, habla:
—Cassandra, cariño. Es mejor que me esperes en casa. —intenta persuadirme mamá al colocarse relativamente entre Paola y yo. Como para evitar cualquier incidente desagradable.
¡Hola! Llegaste tarde.
Me dedica una mirada de súplica. Ya no queda nada por hacer...mierda. Noto al instante el remolino de pensamientos en mi mente. En realidad, mi madre tiene en parte razón. No me gustaría aclarar la situación con extraños observándonos como serpientes a su presa. Sería mucho más cómodo conversarlo en casa. Pero por otra parte...No quiero que Paola, salga de rositas como siempre. O sea, que quede como víctima delante de estas personas y luego comience a llevar la fiesta como si no hubiera ocurrido nada. Me fastidia mucho su actitud. Siento impotencia de no poder hacer más que asentir con la cabeza y mascullar un:
―Está bien.
Al menos para salir de la burbuja de tensión de una vez por todas. Ahora mismo soy feliz solamente con un sofá, una manta y un abrazo de una persona especial. Casi noto la expresión de victoria en el rostro de esa víbora. Haber venido a esta asquerosa fiesta de ricos estirados fue la peor decisión que he tomado en mi vida.
Error. Irte de la fiesta sin darle una buena cachetada a Paola, fue la peor decisión de tu vida.
No había otra opción, conciencia.
Siempre hay otra opción...Solo que todos los humanos son igual de cobardes y...
Te me vas callando de una vez, incordio.
Mamá solo asiente y se limita a expresar su alivio mientras camino en torno a la salida de estas cuatro paredes asfixiantes. Hasta las ganas de hacer pis se
esfumaron.
Al salir al exterior es como si me quitara un gran peso de encima. Fuera miradas curiosas, fuera tensión, fuera frustración. Solo hay unas pocas personas cerca de la verja de la entrada que ni se percatan de mi presencia. Respiro hondo para calmarme, juro que si seguía un rato más ahí dentro, explotaba.
Primera idea coherente procesada por mi cerebro: llamar a Natalia. Marco su número dos veces y... teléfono apagado. Nos toca plan B.
<<Gracias Matteo, por existir>>
Salgo como un huracán en dirección a la calle, fuera de este espejismo de vecindad lujosa. ¡No pueden pasar por alto que conviven con personas de clase media, por dios! Agencia de taxis es la solución para estar en diez minutos frente al porche de una vivienda común y corriente. A este paso acabaré gastando todo mi dinero en taxis.
Los pequeños destellos de luz del interior intentan escapar por la tela de las cortinas. Quiere decir que mi salvación está aún en servicio. Solo toco dos veces y eso basta para que comience a tener un poco de calor con el abrigo. Creo que con el top será suficiente. Casi doy el tercer toque, pero ante mí aparece una figura con pantalón gris de chándal, camisa de pijama y pelo algo desordenado. No se le pasa observarme como si me hubiera salido una tercera cabeza. Cierto que no nos hemos visto en meses...y también debo estar fatal. Al menos siento un calor del puro Caribe y mis cabellos pegados a la piel...da un poco de asquito sudar, la verdad.
— ¿Cassandra? ¿Ocurrió algo? —proyecta con voz pastosa, restregándose los ojos.
— ¿Puedo pasar? —inquiero cohibida.
Rápidamente se aparta de la puerta y hace un espacio para que pueda entrar. Mejor, no me gustaría explicarle la razón de mi repentina llegada en el pórtico de su casa. Donde además me estoy muriendo de calor.
El interior no está nada mal, y está solo; su madre debe de estar de guardia. Más bien parece que estaba dormido, pero ahora estoy en modo egoísta activado. Camino unos pasos hasta llegar al sofá color burdeos del centro y quitarme las zapatillas con cierto alivio.
Si quieres también puedes tomar a Matteo como sirviente y vaciar la despensa. <<Estás en tu casa>>
No te queda el sarcasmo, deja de hacer el ridículo.
Matt cierra la puerta y puedo escuchar como susurra una maldición. Se sienta a mi lado y hace un gesto para que me acerque; me tomo la propuesta muy en serio. Cuando quedo entre sus piernas, en una esquina del mueble, apoyo la cabeza en su pecho y siento su voz con una nota de preocupación cerca de mi oído.
—Ahora dime por qué estás aquí a las...—hace una pausa, supongo que para verificar la hora en el reloj—…doce de la madrugada, Cassandra. Desde hace meses no te veo. —pregunta y coge una de mis manos. Me tomo unos segundos para contestar, creo que estoy exagerando demasiado pero…allá vamos
―Matt, necesito hablar. —exhalo profundamente y aprieto un poco el agarre de nuestras manos.
Apoya su barbilla en mi cabello y expulsa un poco de aire, como si ya pudiera comprenderlo todo:
—Ya veo…
Cambio de posición totalmente, hasta quedar cara a cara. Puedo ver que está preocupado.
— ¿Puedo quedarme esta noche contigo?— pregunto casi en modo de súplica.
Después le mandaré un mensaje a mi madre, la charla será para mañana. No es nada nuevo para ella. Desde un principio las dos sabíamos que al llegar a casa solo me daría largas.
—Sabes que puedes quedarte cuando quieras. —me dedica una sonrisa sincera. Nuevamente <<gracias Matt, por existir>>.
—En serio, gracias. —respondo, coloco mis brazos alrededor de su cuello y lo abrazo. Menudo momento de debilidad— . Dios, como te extrañaba. —digo casi en un susurro.
Porque sí, añoraba estos momentos con mi mejor amigo. Aquellos en los que no me hacía sentir sola, solo con su presencia.
—Yo igual, no sabes cuánto. —contesta y me acerca un poco más a él para alargar el momento. Permanecemos así por un tiempo y debo decir que me siento un poco mejor.
Esta vez Matt decide deshacer el abrazo, para cuando estoy frente a él colocar un mechón de cabello con delicadeza detrás de mi oreja y proponer algo imposible de rechazar con una sonrisa en el rostro:
— ¿Qué tal si voy a por un poco de helado y vuelvo para que me cuentes eso tan importante? —Joder, es que es perfecto. Fue un buen plan venir a aquí. Asiento rápidamente y le dedico una mirada de agradecimiento.
—Ahora vuelvo.—dice antes acoger mi cara entre sus palmas cual animalillo débil y depositar un beso sobre mi frente.
Veo desaparecer a mi amigo en dirección a la cocina por los pasillos repletos de retratos de su infancia. Incluso desde fuera parecería que no encajo entre este aura, mis accesorios solo aportan un aire impersonal y agrietado al ambiente. Aún sin calmar mi preocupación por la repentina ausencia de mi mejor amiga, intento averiguar su paradero unas dos veces. Al final termino decepcionándome al no encontrarme a través de la línea la carismática y a la vez tormentosa voz de Natalia, sino la fría y objetiva de la contestadora.
Sé que no debería preocuparme demasiado. Ya es mayorcita para sobrevivir a una fiesta donde se respira Chanel No.5 y Hugo Boss a grandes cantidades que podrían perfectamente asfixiar a un simple mortal (más bien, yo) que usa simples colonias poco conocidas. Pero es inevitable.
Espero impaciente el consuelo azucarado que traerá Matt, extrañaba estos momentos juntos. Desde que comenzó su carrera de derecho, está más ocupado de lo normal. Suelo apañármelas con Natalia, pero es imposible no sentir el poco contacto que mantenía desde hace unos meses con mi mejor amigo. Aunque no lo parezca, conozco a Matteo mucho antes que a mi amiga. Puede decirse que nuestras familias son amigas; y nosotros somos prácticamente hermanos.
Echo de menos los momentos que pasábamos los tres juntos en la playa, en un parque de diversiones o simplemente viendo una película. Puedo estar más que segura que a unas de las personas que a las que dejaría verme expresar mis emociones sin tapujos, sin miedo a avergonzarme sería a ellos. Bueno como decía, fue un cambio…algo drástico. De repente pasamos de jugar videojuegos y bromear todo el día a unas cuantas llamadas a la semana con respuestas indiferentes que podrían pasar perfectamente por las de dos extraños. Me alegra mucho saber que aún puedo contar con él para lo que necesite. De algún modo u otro siempre formará parte de mi vida, esté presente o no.
Mis pensamientos son interrumpidos por el repentino choque de unos recipientes contra la mesa del centro y el mueble siendo hundido por el peso de Matteo.
―Aquí están los refuerzos, empieza cuando quieras. ―dice y se limita tomar un bol de helado y comenzar a tomar cucharadas exageradas, a juzgar por su aspecto: de pistacho. Al notarlo siento una pequeña opresión en el pecho y minúsculas partículas de nostalgia flotar en mi estómago.
― ¿Cómo es que nunca olvidas nuestra rutina? ―pregunto emocionada y un poco conmovida antes de imitar a mi compañero y abalanzarme sobre el delicioso intensivo dulce.
―Yo nunca olvido nada relacionado con nosotros, créeme. ―declara con sus ojos atravesando los míos cual daga profunda cargada de sentimientos increíbles.
Le devuelvo una sonrisa con cariño. Después de aprisionar cada uno su helado como un tesoro preciado, decidimos apilarnos en el sofá. Quedando frente a frente a cada extremo y con las piernas entrelazadas. Antes de comenzar a entablar una charla, dedico unos segundos a comer unas cucharadas de crema acaramelada, que a decir verdad son perfectas para reducir el intenso calor en mi organismo. Permanecemos unos minutos en silencio, pero no es incómodo realmente. Solo se escucha el gélido sonido de la paleta contra el helado. Hasta que tomo la iniciativa de hablar:
―Puede que no hemos estado muy cercanos estos últimos meses…pero que sepas que eres una de las personas a las que siempre acudiría como primera opción. Espero que yo también lo sea para ti. ―tomo un poco de aire y detengo el intento de habla de mi oyente.
No es necesario que me responda conociendo la respuesta―. Esta noche pasé por un momento complicado ¿Sabes? ―Proyecto con voz apagada. Matt deja de comer y se reacomoda nuevamente en el cojín.
―Dime lo que quieras. Estoy aquí para escucharte. ―opina y espera paciente a mi respuesta. Su expresión es reconfortante y dispuesta a escuchar lo que tengo que decir:
―Es cierto que sentí mucho tu ausencia, pero ahora mismo no hablaremos de eso.
»Sabes Matteo, cada vez más, siento como mi madre me toma como una niña pequeña y no consulta las decisiones conmigo. Como me está aislando del negocio familiar. Como siempre me entero de todo en el último minuto, porque no tiene otro remedio. Joder, tengo el derecho de saber donde trabaja mi madre en las horas extras y no tener que enterarme en una fiesta; de Paola, además. No puede pensar que nunca me enteraré de lo que suceda con respecto al dinero y la panadería. Si necesitamos dinero, pues que me lo diga. No tengo seis años, y ya estoy bastante mayorcita para comenzar a trabajar si hace falta.
»Pero no, ella no quiere oírme hablar del tema. Siempre dice que está bien y lo único que hace es trabajar y conseguir dinero para poder pagar mi universidad. Yo la verdad estoy muy feliz con eso, pero tampoco quiero que cargue con todo ella sola ¿Entiendes? Porque aunque no lo crea, no soy solo una chica que escucha música cuando tiene bajones y lee dramas románticos porque su vida sentimental es una jodida basura. No me voy a romper por trabajar y tampoco es que vaya a descubrir a mis dieciocho años que este mundo está hecho un asco. Porque ya hace mucho tiempo que no soy ingenua.
Mi amigo escucha todo sin decir ni una palabra hasta que termino mi pequeño monólogo dramático y siento mi boca seca de tanto parlotear. La verdad, no necesito que diga nada. Yo solo quería que me escuchara, y lo hizo. Me he quitado casi una tonelada de pensamientos retenidos y ahora incluso puedo pensar con más ligereza. Nunca me percaté de que mis pies habían cobrado vida hasta estar parada frente al sofá.
Aún así aprovecho y busco un poco de agua en la despensa para relajar mis sentidos y eliminar la sensación de quemadura en mi garganta al tragar. Mis pies sienten la temperatura glaciar del suelo y suplican calor como mi boca agua.
Al llegar a la cocina me topo de primera mano con un refrigerador moderno de dos puertas, tomo un vaso y rápidamente lo coloco bajo el dispensador de agua. Mientras caen las gotas, doy un repaso a la habitación, todo se ve tan limpio…e increíblemente organizado. Me recuesto en la isla donde descansa una fuente de frutas, que a juzgar por su aspecto parecen bastante frescas y bebo el agua de un sorbo. Enjuago el vaso y lo dejo donde estaba. Ya siento un poco de agotamiento mental, pero obligo a mis pies a caminar de vuelta al salón. Dejando un silencio sepulcral en la cocina. Llego a la sala y observo como mi amigo sigue sentado de espaldas a mí con los hombros tensos. Me dejo caer a su lado y veo como su expresión se suaviza y deja de fruncir las cejas.
―Haz tardado. ―se limita a responder y levanta su mirada esperando mi respuesta.
―Solo cotilleaba tu cocina. ―digo con una sonrisa, a lo que mi compañero responde igual.
―No me digas.
El momento divertido desaparece cual mota de polvo ante una aspiradora. Nos hundimos en un silencio notablemente incómodo donde la tensión se puede cortar con un cuchillo. Pero es interrumpida, ya que comienzan a sonar las notas de “Brutal” de Olivia Rodrigo y me veo inspeccionando mi pantalón en busca del móvil. Noto como Matteo expulsa una bocanada de aire y se sienta más relajado en el mueble. Al ver en la pantalla el nombre de mi mejor amiga, siento un alivio y me apresuro a contestar:
― ¿Natalia? ―pregunto con una nota de desesperación en mi voz.
― ¿Puedes explicarme donde te has metido, Cassandra? ―Suena extrañamente cansada y desde aquí puedo imaginar como caen gotas de sudor por su frente. Espero que no sea por haberme buscado.
―Debería preguntarte lo mismo, estuve llamándote unas diez veces y no contestaste. ―dejo caer.
―Eh…si lo siento por no contestar, quizás no había cobertura. ―comenta un poco nerviosa, lo que me hace preocupar.
― ¿Está todo bien? ―Incluso frunzo el ceño como si me pudiera ver.
Lo que alarma a Matt, por un minuto me había olvidado de él. Lo calmo con un gesto despreocupado.
―Sí, claro. ―no me convence mucho su respuesta, pero decido no insistir―. ¿Me puedes decir dónde estás?
―Estoy en casa de Matteo, no te preocupes. ―digo.
—Bien. Dile que lo extraño.
—Lo haré. —respondo mirándolo a él.
― ¿Por qué te fuiste así sin más?
―Te cuento cuando nos veamos, es un asunto delicado. ―No tengo ni una pizca de ganas de explicarle todo por teléfono, capaz de que comience a preguntar demasiado.
― ¿Debería preocuparme?―verbaliza inquisitiva.
―Para nada, estoy bien. ―la tranquilizo―. ¿Tú dónde estás? ¿Sigues en la fiesta?
―No, no, no, ya estoy en casa. La fiesta se ha acabado hace un rato. ¿Pero, estás bien, cierto? — Siento como si mi respuesta fuera muy necesaria para ella.
―Perfectamente.
Ocurren unos segundos hasta que Natalia decide romper el silencio:
―Voy a colgar, estoy bastante cansada. Me tienes que contar por qué te fuiste, no pienses que se me va a olvidar. ―concluye y solo me hace saber algo que ya sé. Sería imposible que se le olvidaran este tipo de cosas.
―Está bien, descansa. Te quiero.
―También te quiero.
Ambas colgamos y dejo reposar el celular en la mesa del centro con una intuición de que algo pasa con mi mejor amiga. No es que me haya dicho algo raro, es que la sentí un poco ida. Seguro son paranoias mías…
― ¿Todo bien? ―pregunta Matt revolviéndose el cabello.
―Sí, claro. Natalia dice que te extraña.
—Yo también a ella. —contesta.
Nos quedamos charlando un rato más en el salón. Llegamos a la conclusión de que tendría que hablar con mi madre. Sobre todo, confiar una en la otra. Después pasamos a su vida y me habla absolutamente de todo. Está bastante emocionado, al parecer esta saliendo con una chica, Caroline. Estudian juntos, y la relación va muy bien, me prometió que un día me la presentaría. Me comentó que está hoy en casa, ya que Janet está de guardia y no podían dejar a Rain sola en casa, al parecer está enferma. Rain es mi animal favorito en todo el mundo, es una labradora color miel bastante adorable.
Al final decidimos que es mejor ir a la cama de una vez. Mañana tengo que pasar por casa a vestirme con ropa limpia para ir al instituto. Me quedo con la habitación de Matt para dormir y ni siquiera me fijo mucho en el aspecto antes de caer como una papa en el cómodo colchón de… ¿Plumas? No tengo una jodida idea.
***
<< ¡Ring!>> << ¡Ring!>> << ¡Ring!>>
Mi yo dormida y con mal humor: ¡No me jodan!
El despertar es un auténtico coñazo. Mi cabeza tarda en unir los recuerdos y percatarse de que estoy en casa de Matteo. Lo que me devuelve la mirada al abrir los ojos es un techo, obviamente. Mis piernas toman el control y deciden levantarse. Inspecciono un poco la habitación, sigue igual que antes. Aunque ahora permanecen depositados por montones en el escritorio, cientos de libros de la universidad. Uno de ellos serviría para desmayar a cualquiera, solo de pensar en tener que leer uno de esos me entra migraña. La ropa que llevo es la de la noche anterior, y puedo sentir como mi cuerpo se encuentra envuelto por una sustancia pegajosa y maloliente.
Como te odio maldito sudor.
Debo tener unas pintas horribles, y que decir de mi cabello. Aún sin tocarlo puedo saber que está todo enredado.
En tiempo récord salgo del baño con mejor aspecto. Una ducha fría siempre hace bien y por suerte Matt dejó todo listo para mí antes de ir a la universidad, incluso algo de ropa. Bajo las escaleras y me dirijo a la cocina. Al menos la calefacción está encendida. La temperatura está resultando ser muy…irregular.
Después de comer lo que mi amigo dejó en el microondas, que por cierto estaba muy bueno. Nunca creí que unos huevos podrían estar tan geniales. Yo de milagro sé preparar un poco de café y freír una tortilla. El resultado es agua marrón y una especie de mezcla con textura gelatinosa y una forma indescriptible que de solo verla te dan muchas ganas de desconfiar. En el salón encuentro mis cosas. Decido revisar mis notificaciones, espero que no me hayan extrañado mucho.
<<Joder>>
Cinco llamadas perdidas y veinte mensajes, todo de mi madre. Ayer se me pasó enviarle un mensaje. No reviso ni uno, mejor hablaremos en persona. Le presto más atención a la nota que descansa en la mesa del centro. Es de
Matteo:
Ya le di de comer a Rain, no te preocupes está en la habitación de mi madre. No llegues tarde al instituto. No te me vas a escapar tan fácil esta vez, quiero presentarte a Caroline. Te quiere.
Tu salvavidas.
Perfecto, ahora de mi parte solo queda llamar a mi otra salvavidas. ¡Dios! ¿Qué haría sin ellos?
Seguramente darle la cara a tu madre y no correr como una cobarde.
Cierto, sin ellos te tendría a ti, que me estarías jodiendo la existencia a cada respiro. ¿Segura que no eres la conciencia de Paola y te equivocaste de cabeza?
Serás estupid…
En fin, me apresuro a llamar a Natalia, no quiero llegar tarde al instituto y aún necesito cambiarme. Que pereza. Marco su número y contesta al tercer tono.
― ¿Paso a recogerte? ―sin rodeos, directa.
―Obviamente.
―Estoy en cinco minutos. —responde y acaba la llamada.
Espero no encontrarme a mi madre en casa. No quiero retrasarme más y estoy segura de que me pedirá explicaciones. Tiene todo el derecho, pero no es el momento. Nunca he tenido una resaca, pero mierda, me siento igual que como todos la pintan. ¡Ni siquiera bebí!
Claro si te zampaste el bufet tu solita, menuda cutre estás hecha.
Te recuerdo, querida conciencia que tú también disfrutaste de la comida, deja de ser tan insoportable y apóyame, para eso estás.
Estoy teniendo una discusión conmigo misma <<Que loco todo, man>>. En efecto, cinco minutos después se oye el sonido de un claxón resonando en el exterior. Suerte que llega a tiempo, creo que me iba a morir de aburrimiento observando paredes y contando baldosas. Porque vamos, la conversación con mi conciencia era de locos.
A las afueras me espera un auto de color gris con Natalia en el interior, tan paciente como siempre. Cierro la puerta tras de mí y bajo en dos pasos los escalones del porche rápidamente para subir de una vez al coche. Las calles están silenciosas, y casi acaba de amanecer. No es que fuera gran cosa el paisaje. Además ahora no estamos para profundidades. En cuanto estoy sentada en el asiento del copiloto, puedo notar el calor abrazador que desprende la calefacción:
―Cassandra, siento ser tan sincera. Pero tienes unas pintas horribles, amiga. ―me dice mi compañera rompiendo el silencio antes de arrancar. Ni unos buenos días ni nada, peor que una naranja agria.
―Yo también te extrañé, ¿Cómo estas hoy? ―proclamo con voz dulce. Pero la verdad es que creo que debe tener razón, llevo una camiseta de Matt algo holgada, mis pantalones y un moño deshecho, si es que puede considerarse uno. Espero tener tiempo en casa para arreglarme mejor. No me apetece ser tema de burlas en mi instituto, ni la próxima tendencia en YouTube, gracias.
―Si alguien te viera, pensaría que no tienes ganas de vivir, arcoíris brillante. ―opina ella, se gira y me dedica una sonrisa para retomar la vista hacia el frente.
Ella sí que no tiene que preocuparse por su aspecto, hasta con un saco de papas, iría bien. Sin embargo, hoy está más arreglada de lo normal. Incluso el olor de su perfume inunda todo el auto, casi como si se hubiera bañado en él, y tampoco me explico el hecho de que no lleve alguna chaqueta para el frío; porque en serio, parece que nos encontramos en el Polo Norte.
― ¿A qué se debe tanto perfume y arreglos? ―le pregunto inquisitiva y casi puedo notar como enrojece un poco…mhm―. Si sales del coche con ese top minúsculo, acabarás muriendo de hipotermia. Dime que al menos traes una chaqueta.
―Hoy he salido y he sentido la temperatura templada. Respondiendo a tu pregunta, ¿por qué tiene que existir una razón para que me arregle? Me apetecía y lo he hecho. ―se encoje de hombros.
―A ver, no tiene que haber ninguna razón…pero no sé. ¿No tendrás algo que contarme, Natalia?
―No. ―responde casi al instante. Me limito a observarla un poco más. Me ha dado la impresión de que estaba nerviosa; y sus manos apretadas al volante me lo confirman más aún.
― ¿Segura? ―vuelvo a preguntar, esta vez con esperanza de que no niegue. No puedo ver su rostro con exactitud, pero duda y cuando por fin creo que me va a contestar, aparca el auto.
―Hemos llegado, anda que se nos hace tarde. Te espero aquí. ―Se limita responder y noto un poco de alivio en su rostro. No tengo ni idea de lo que me oculta, pero se lo voy a dejar pasar esta vez. No queremos llegar tarde a clase ninguna de las dos.
―Está bien.
Me bajo del coche con mi abrigo entre las manos y camino hacia casa. Por favor, que mamá ya se haya ido a trabajar. Frente a la puerta, reviso los bolsillos del abrigo en busca de las llaves y al encontrarla intento abrir la puerta. Pero mientras forcejeo con el cerrojo, la misma se abre rápidamente y deja ver a una mujer, con ojeras en los ojos y el cabello despeinado. Delatando que no tuvo una noche muy…divertida.
―Ahora es que apareces, no recibí ni un mensaje tuyo en toda la madrugada ni en esta mañana, Cassandra. ―reprocha mi madre y solo hace que me duela aún más la cabeza. No puedo perder más tiempo en estos momentos.
―Necesito cambiarme, no quiero llegar tarde a clase. ―mascullo sin ni siquiera mirarla a los ojos. Sé que estoy siendo un poco brusca…pero estoy molesta con ella. Las cosas no se pueden arreglar ahora.
Escucho como suspira y casi puedo ver como pone los ojos en blanco:
―Cassandra… ¿Dónde estabas? ―Hace una pausa en la que pienso que necesito entrar de una vez a vestirme como es debido y dejar las explicaciones para otra ocasión―. Desapareciendo no se arreglan las cosas. No puedes ir a donde quieras sin mantenerme al tanto.
Estuve a punto de decirle que era mayor de edad y que podía hacer lo que me apeteciera. Pero no es momento para discusiones. Aprovechando el pequeño espacio que hay entre ella y la puerta, paso por su lado y me apresuro a subir las escaleras hacia mi habitación. Todo esto haciendo caso omiso a las réplicas de mi progenitora:
― ¡Cassandra Turner, baja ahora mismo y explícame dónde estabas!
Al tropezar con mi cuarto invadido de pósteres, el pequeño estante repleto de mis libros favoritos y la enorme caja con cientos de vinilos dentro, me hace sentir una inmensatranquilidad. Me coloco frente al armario donde algunas pegatinas musicales algo desgastadas me devuelven la mirada. Me desvisto y en cinco minutos después, me siento satisfecha por mi elección: un suéter blanco, falda oscura plisada que cubre la mitad mis muslos y mis botas negras de tacón preferidas. Me dirijo hacia el cuarto de baño para arreglar un poco mi cabello, la solución: una coleta que cae por mi espalda. Me rocío perfume y listo. Recojo la mochila y mi móvil que descansan sobre la cama.
Apago la luz y abandono mi refugio con rapidez dejando tras de mí un silencio sepulcral y el rastro de esencia mientras bajo los escalones a cada paso.
Piso la alfombra del recibidor y antes de escabullirme hacia el exterior aviso a mi madre con un grito:
― ¡Ya me voy al instituto, cuando regrese hablamos!
Y así sin más corro por el pequeño camino hasta llegar al Audi gris que espera por mí en la calle. Sin apenas dar tiempo a que mamá me retenga. El camino al colegio no es tan largo, solo me limito a colocarme mis audífonos y mirar por la ventanilla en silencio.
En pocos minutos aparcamos frente al instituto y lo que era una carretera tranquila con aceras repletas de viviendas idénticas, se convierte en una imagen de miles de estudiantes caminando hacia el interior de la edificación. Guardo mis auriculares y mi celular dentro de la mochila y bajamos juntas del auto. Natalia rodea el coche y al estar a mi lado la cojo del brazo para entrar a clase. Nos dirigimos hacia los casilleros mientras mis botas resuenan por los pasillos.
Llegamos a nuestro destino sin decir una palabra y yo me ocupo de coger lo necesario para el turno que me corresponde al igual que mi amiga. Termino y me despido de Natalia, no coincidimos nunca en la primera clase. Sí, es una tortura.
―No me extrañes mucho. ―dice besándome la mejilla.
―Y tú, ―la señalo― no te distraigas mucho en tu turno.
―Sí, mamá. ―responde y se da la vuelta para dirigirse a su aula.
Imito su acción y le doy la espalda en busca de la clase de Matemáticas. Mis pasos son constantes y debido a la agitación algunos mechones escapan de la coleta bailando junto a la brisa. Paso junto a la biblioteca y me apresuro más al saber que solo queda doblar a la derecha al final del pasillo y todo resuelto.
Mas, unas manos aprisionan mis hombros y utilizan su fuerza para adentrarme a la biblioteca. Mi primer instinto es intentar escapar de quien sea que me haya retenido así, para después soltarle unas cuatro palabras. Sin embargo, todo eso queda olvidado en el fondo de mi cerebro al toparme con unos ojos negros tan oscuros como la noche que me observan con desesperación. Ahí caigo en la cuenta de que conozco esos iris y que su presencia es…familiar. Me dispongo a hablar pero su voz rompe el silencio.
―Cassandra… ¿No?
Por un momento me quedo sin palabras y me dedico a observarlo con más detalle hasta recordar por qué me resulta familiar.
El chico de la cafetería…
Espera un momento ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Por qué está hablando conmigo llevándome a la fuerza a un lugar apartado? Claro lo peor llega a mi mente y me pongo nerviosa al tener su mano cerca de mi cara, apoyada en la pared y otra sobre mi hombro. Reacciono y lo empujo por el pecho con las mías, y solo consigo que se mueva un tramo casi ridículo. Dios, que voy a llegar tarde a Matemáticas por una idiotez de un idiota.
Oh, y el profesor no es nada comprensivo.
Agh, cierto.
― ¿Quién diablos eres? Y ¿Qué te pasa? Aléjate de mí ―le espeto y solo recibo de su parte una expresión de frustración.
Mira rápidamente hacia la entrada antes de hablar y dejarme confundida:
―Soy Lucas…necesito que le digas a tu amiga… ―lo detengo con un gesto.
― ¿Natalia? —frunzo el ceño.
―Sí...dile que no se haga demasiadas ilusiones, no busco una relación seria en estos momentos. ―Dicho esto, se marcha.
¿WTF?
¿Qué mierda significa esto?
Holaaa, aquí acaba el capítulo. Sé que estuvo extenso y algo agotador, pero espero que les haya gustado. ¿Qué les pareció Matteo? pobre, tan sensible. Cassie, ella tan responsable (ojalá yo fuera así) okei no. Natalia y su secretito escondido. Ahora Lucas...saldrá más en la historia, es un personaje importante. Aclaro, mi personaje favorito en todo esto es la conciencia de Cassandra, amo. En fin, me despido <3. Por favor, voten! ;)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro