exile.
Cassandra...
— ¿¡Qué demonios haces!? —le espeto furiosamente a Matteo.
Soy demasiado pequeña para apartarlo, aún así lo tomo de su camisa y le coloco una mano en el pecho para que se detenga. Me atrevo a mirar su expresión, y lo que veo me hace dudar de si en realidad es mi mejor amigo el que está frente a mí. Su visión se encuentra cegada por un oscuro color azabache que incluso hace que me den escalofríos. Nunca lo había visto así, y lo conozco demasiado bien. Sus rasgos están nublados por una rabia infinita, todo él libera deseos de golpear o empotrar lo que se le interponga en su camino.
Sin embargo, al sentir el calor de mi mano, se detiene y permanece observando mi expresión decepcionada. Al instante su rostro se suaviza, pero mantiene alternativamente la vista sobre Killiam con odio e ira.
— ¿Qué te sucede? ¿Por qué entras así y golpeas a Killiam? ¿¡Qué tienes en la cabeza!? —estallo al ver que no tiene el mínimo ánimo de responder a mis preguntas. Al parecer, cae en la cuenta de lo que hizo y baja la barbilla avergonzado.
Me aparto de él con desdén y me giro hacia Killiam para examinar su cara. Se encuentra frotándose fuertemente la nariz, de ella escapa un pequeño hilo de sangre que despierta todas mis alertas. A la velocidad de la luz llegó frente a él y tomo su rostro entre mis manos con preocupación. Toco suavemente la zona lastimada y ante el contacto expulsa un gruñido por su boca.
— ¿Estás bien? —pregunto asustada. Escaneo con mis ojos la zona alrededor del golpe con el temor de encontrar alguna otra herida. La tranquilidad regresa a mi pecho al no detectar nada.
—Tranquila, no es nada. —responde con voz áspera y al terminar hace un mueca mirando hacia mi espalda. Su mirada se oscurece instantáneamente y sé que se ha topado con la de Matteo.
Después de asegurarme por segunda vez de Killiam, decido encarar a mi mejor amigo. Cuando lo observo reconozco a mi Matteo, al que nunca se atrevería jamás a agredir a alguien. Al que es generoso y encantador. Mas, unos segundos antes parecía tan diferente...
— Matteo —recalco su nombre—. Dime por qué has golpeado así a Killiam ¿Qué te pasó por la cabeza para hacer algo así? No te reconozco, de verdad. —le suelto cruzándome de brazos.
Espero una respuesta paciente, mientras detallo sus expresiones. La esperanza de que solo haya sigo un error y se haya equivocado aún vibra en mi interior. No puedo creer capaz de ser violenta a una persona como mi amigo. Simplemente no cabe en mi cabeza.
—L–lo siento, he perdido el rumbo de mis pensamientos. Es que...—detiene su frase y se limita a mirarme a mí y a Killiam con frustración. No dudo en que pueda perder los estribos al notar sus aletas nasales dilatadas a tal punto de estallar.
Retrocedo unos pasos hasta pegarme al pecho cuando Matteo comienza a dar vueltas deliberadamente en su posición. Al mismo tiempo que utiliza sus dedos para remover su cabello como un loco.
—¿Es que qué? ¡Habla de una vez! —le grito para que salga de su trance.
—Tú, él...no, no. Tú y Killiam...—repite entre balbuceos inteligibles, los que me hacen fruncir el ceño en su totalidad—. ¿Están... Están juntos? —termina diciendo con cierta cautela. Su miedo al pronunciar la pregunta flota entre nosotros.
Intenta pasear su vista entre los dos, escaneando pistas que podrían llevarle a una conclusión. En él, veo que la respuesta que elabora en su mente no le agrada en lo absoluto.
—Matteo, no tienes que preocuparte. Deja de ser tan sobreprotector, me está empezando a molestar. —aclaro cortante. Su actitud protectora llegó a los límites, tiene que detenerse.
—Dime, Cassandra ¿Ustedes dos... están saliendo? —coloco un semblante de confusión. Al ver que no contesto, se desespera—. ¡Responde, joder!
Ante su exhalto, retrocedo unos pasos hacia atrás un poco asustada. Esto se le está yendo de las manos y tengo miedo de lo que puede desencadenar su ira.
—Modera tu tono. — le dice Killiam a mis espaldas con un matiz que podría congelar un bosque entero si tuviera esa capacidad. Incluso a mí me provoca escalofríos.
La mirada glaciar que le dedica a Matteo a este, no pasa por alto. Sin embargo, toma una bocanada de aire antes de volver a elaborar la pregunta más controlado.
—Cassandra ¿Tú y él están juntos?
Dedico una ojeada a Killiam un poco indecisa. No tengo ni la menor idea de que responder. Lo mejor es contar la verdad, pero temo de que la misma cause una reacción mucho peor en Matteo. Tampoco puedo mentirle, técnicamente tengo algo con Killiam, pero no es una relación. No hay etiquetas ni mucho menos, cuando decidimos comenzar esto, quedó muy claro de que no éramos pareja. Solo amigos...con derechos. Mas, no sé por qué hay una tonta esperanza de que el chico de ojos verdes lo afirme y diga que si salimos. Pero eso no sucederá, lo confirmo cuando este se tarda tanto en darme una señal para responder y continúa callado mirando fijamente a Matteo. Creí escuchar algo quebrarse dentro de mí.
—No es de tu incumbencia. —termino diciendo con la garganta seca.
Quizás fui demasiado fría al responderle, ya que descoloca su expresión.
—Somos mejores amigos, Cassandra. —remarca.
—Eso no significa que tenga que contarte cada detalle de mi vida, y mucho menos que me obligues a ello. Te quiero un mundo, pero has sobrepasado la raya.
Mi réplica surge efecto, haciendo que el aludido se restriegue la cara torpemente con su mano.
— ¿Po–podemos hablar abajo? —inquiere desesperado observando a Killiam con desprecio.
Dudo. Por un lado quisiera aclarar todo esto, pero por otro...Pensar en tener que dar explicaciones ahora mismo crea un dolor palpitante en mi sien. Mis ojos se posan en sus nudillos, con el que profirió el golpe permanece un poco hinchado y rojo. Su mandíbula se tensa cuando el chico a mi espalda me toma del brazo con delicadeza para llamar mi atención.
Me topo con sus rasgos y sin que sus cuerdas articulen palabra, comprendo lo que quiere transmitirme. Que acepte la propuesta, que no me preocupe por él. Luego de pensarlo por un segundos en los que detallo sus facciones perfectamente esculpidas. Las cuales, hace un rato delineaba con mis dedos. Estaba en sus brazos y se sentía tan bien...Pero una vez más el destino demuestra que puede ser un aguafiestas.
Así pues, dirijo una ojeada hacia Matteo y asiento incómoda por la situación.
—Está bien.
Antes de irme, poso mis labios sobre los de Killiam suavemente. Es un contacto casi imperceptible, aún así, me brinda paz. También lo noto en los ojos de él, y eso me alivia. Después de eso, me limito a caminar hasta la puerta, donde aguarda Matteo con un semblante furioso. Al ver que lo sigo, se escabulle emanando chispas por las escaleras y se me hace difícil mantener su ritmo. Llegamos a abajo y no me importa mucho mi atuendo, me concentro en bordear el auto que descansa en el asfalto y con exasperación, monto dentro de él. A mi lado ya se encuentra mi mejor amigo, impaciente e histérico. Su respiración es agitada, y al evaluar su perfil, la tensión lo inunda totalmente. No se atreve a decir nada, y permanecemos en un silencio incómodo, hasta que se ve interrumpido por sus movimientos que logran encender el coche y alejarnos del edificio. Aprieta sus manos sobre el volante desmesuradamente, el miedo a que se lastime surge. Nunca había conocido esta fase de Matteo, es tan... diferente a como es él normalmente. La violencia y su personalidad no encajan, me sorprendió lo que sucedió hoy. Pero eso me afirma aún más de que no conozco tan bien a las personas de mi alrededor como pensaba. Quizás solo me dejaron ver una de sus caras cuando estaban conmigo, mientras escondían otra. Es como caminar en un campo de dinamita, aparentemente todo está bajo control. Solo das un paso en falso, y desencadena una catástrofe.
—Sí están juntos. —pronuncia angustiado, pero a la vez con sus nervios contraídos como fríos bloques de hielo. La sequedad y el desdén de su tono me proporcionan confusión, no debería actuar así.
—Matteo, por favor...
Expulsa un gruñido al mismo tiempo que retuerce cada vez más fuerte el volante. Su mirada en la carretera es tan concentrada que me hace dudar de la explosión que puede causar con todos esos pensamientos envolviendo su cabeza. Me remuevo incómoda en el asiento, sintiendo mi piel húmeda debido a la transpiración.
— ¿Cómo has sabido que estaba con Killiam?
—Quizás no sabes que tu madre te estuvo llamando muy preocupada, nunca contestaste una de sus llamadas. Me llamó y no supe que decirle, solo dijo que te habías ido muy enojada en el auto de un desconocido. Solo tuve que atar cabos, Caroline me dió la dirección del apartamento y llegué con la esperanza de que estuvieras. Y no me equivoqué, estaban los dos allí, muy a gusto. Mientras que todos estábamos preocupados por tí, Cassandra. Además, ¿por qué con él? ¿qué tienes con él para que sea la primera persona a la que acudes cuando se te presenta un problema? Recuerdo que antes no era así, olvidaste que están tus amigos. Que estoy yo. Pero claro, prefieres llamar al primer imbécil que te viene a la mente.
Lo observo con el semblante descolocado y una mueca en el rostro. Nunca pensé que podría echarme eso en cara, él no es de hacer ese tipo de cosas. Mucho menos conmigo. No tiene ni una jodida idea de qué es lo que me sucede, y mucho menos me apetece contarle cuando está tan agrio de esa forma. No tiene un maldito derecho de reclamarme sobre mis actos, cuando no soy recíproca en ese aspecto. Hablar con él no me llevará a ningún lugar, su estado de ánimo es tan agridulce y tenso que solo me asquea.
—Detén el auto. —ordeno frívola y sin una pizca de compasión.
— ¿Qué dices?
—Para el puto coche. No hablaré contigo en ese estado, no sabes nada para reclamarme así como lo has hecho. Tampoco cuestionar mis actos solo porque estás celoso y no puedes controlar ese exceso de protección que me tiene hasta el culo. O detienes tus puñales y me respetas, o me bajo del vehículo. —dejo claro señalándolo con el dedo índice.
Él se limita a frotarse el puente de la nariz con molestia para luego negar con su cabeza. Mi carácter se torna más intenso al ver que no tiene ninguna intención en hablar ni disculparse por el comentario que salió de su boca y que me dejó un sabor amargo en el paladar.
— ¡Que detengas el jodido coche, Matteo! —le espeto furiosa.
El silencio que surge después de mi grito es incontrolablemente incómodo y cargado de fulminantes llamas de fuego. La distancia espiritual que estoy sientiendo entre mi mejor amigo me abre una herida en el pecho que hace que las ganas de llorar regresen de la noche anterior.
Cuando intento hacer un ademán para abrir la puerta del vehículo sin importar que esté en marcha, un movimiento brusco provoca que caiga hacia delante y un sonido sórdido arrasa en el espacio.
Al escapar del lapsus, me giro envuelta en la indignacion hacia Matteo. Sus brazos reposan sobre el plástico aún y su rostro está ligeramente hacia abajo. Su frente, reposada junto a sus manos se arruga y de entre los labios escapan silenciosas maldiciones. Sus hombros tensos parecen sólidas barreras rocosas. Mientras más lo analizo, menos entiendo sus reacciones.
— ¿Qué tienes en contra de Killiam? ¿Acaso te ha hecho algo? ¿Y qué sí estamos juntos? —lanzo todas mis dudas de una vez. Aunque la última ni siquiera es cierta, no salimos. Pero algo tenemos.
—No es adecuado para tí. —contesta gélidamente clavando sus ojos en mí con decisión. Cómo oso eso fuera lo más importante y lo más obvio del universo. Como si esa opinión bastara para alejarme de él.
Arrugo las cejas.
— ¿Quién es el adecuado según tú? Mi relación con Killiam no afecta en nada la nuestra. Seguirás siendo mi mejor amigo y una de mis personas favoritas. No tienes de qué preocuparte. —intento persuadirlo dándole razones para que elimine ese agobio que siente.
Y es la verdad. Ahora tengo algo con Killiam, pero eso no cambia en absoluto lo que tengo con Matteo.
—No es...no. —balbucea frustrado.
— ¿Qué es entonces, joder? ¿Por qué no puedo salir con Killiam? ¡Dime!
— ¡Porque te quiero! —se exhalta.
— ¡Yo también te quiero! Eso nunca va a cambiar. —afirmo.
Niega reiteradas veces, al tiempo que esbozo un expresión de desentendida. No entiendo lo que quiere decirme. Sus cortas respuestas me están sacando de quicio.
Cuando pienso en volver a insistir, la palma de Matteo golpea intensamente el volante, y el gesto brusco me hace olvidarlo por un segundo.
—Carajo... —musita antes de hacer algo que me deja petrificada.
Se gira hacia mí y toma mis mejillas con desesperación antes de posar sus labios sobre los míos con un instinto totalmente demandante.
Dejo de respirar.
Joder con el amiguito.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro