Un ensayo sobre El Principito (2013)
Escrito por Ariana Medina, Quinto año de Secundaria.
(Editado el 23-24 de abril del 2016)
De niña no tenía bien inculcado el hábito de la lectura —muy a pesar de que me encantaba hojear revistas y periódicos en cualquier sitio donde me encontraba—, y por ende mi comprensión lectora no era tan buena. El Principito había sido uno de los primeros cuentos que comencé a leer (por cuestiones del Plan Lector de mi escuela), pero que a mitad del camino los abandonaba porque "me producían sueño" y "me aburrían". Mis ojos de niña en aquel entonces habían captado única y escasamente que el dibujo de una serpiente boa engulléndose a un elefante que realizó un niño no eran bien comprensibles por los adultos, puesto que ellos interpretaban al dibujo como un sombrero. Solo recordaba esa parte (y alguna que otra más) porque nunca lo había terminado de leer... hasta ahora. Retomando aquella lectura que dejé olvidada hace años, permítenme compartirles algunos detalles que quizás no los había notado en aquel entonces, además de tratar de profundizarme un poco más en el mensaje claro que deja esta maravillosa obra de Antoine de Saint-Exupéry.
Empezando por el principio del cuento, que más me llamó la atención, ya que el narrador, cuando era niño, mostró sus primeros dibujos a los adultos, y tras oír sus comentarios, se sintió desilusionado y decidió enfocarse en cosas más maduras como pilotear aviones unos años después. Algo curioso e increíble de esto es cómo los comentarios de gente mayor han sido bastante influenciables en un niño de solo seis años. Si él solo quería sinceras opiniones, ¿un "puedes mejorar" no habría bastado? ¿Por qué hacer trizas sus pequeños dotes de dibujante? Pero, ¿qué hubiese pasado si hubiese optado por mostrar sus ilustraciones a otros niños de su edad? ¿Y si ellos también reconocerían que era un sombrero, o por lo contrario, lo verían igual que él? Tal vez la historia habría sido diferente.
Más adelante, el ahora aviador, varado en medio del desierto del Sahara a causa de una falla mecánica en su avión, encuentra a un peculiar niño, el Principito, quien le cuenta sus aventuras, entre ellas la visita a seis planetas y la interacción con sus habitantes. En cada planeta las habitaba respectivamente un rey, un vanidoso, un bebedor, un hombre de negocios, un farolero, y un geógrafo, todos ellos adultos. El hombre de negocios se repetía una y otra vez "¡Soy una persona seria!"; el geógrafo no podía estar sumamente en lo cierto de algún hallazgo a menos que un explorador le presente pruebas; el farolero, antes, se sentía a gusto con su labor, pero con el paso —acelerado— del tiempo tuvo que adaptarse a ello, y eso le implicaba descansar menos; el bebedor se sentía avergonzado de sí mismo por beber en exceso, sin embargo, lo seguía haciendo; el rey, aunque no había ninguna otra persona en su planeta del cual gobernar, se creía gobernante de las estrellas y demás planetas, y como un rey absoluto, se empeñaba en dar órdenes razonables; mientras que el vanidoso simplemente quería ser halagado por el Principito.
Todo esto me hace pensar en cómo sería el perfil de un adulto: Nada más que una persona seria, desconfiada, cuyo trabajo la mantiene ocupada la mayor parte del tiempo, y está consciente a veces que se siente absorbida, estresada o simplemente envuelta en una vida rutinaria, pero no hace nada al respecto. Y el poco tiempo de descanso lo aprovecha en sus vicios de los cuales tampoco parece salir nunca de ellos. La persona adulta quiere ser obedecida, pero sus mandatos pueden a veces no tener sentido o ser muy extremos, por lo que cae en la dictadura y la tiranía. Otra razón por la que sigue enfrascada en su trabajo es por el dinero, más que nada para que pueda comprarse cuántos lujos por pura vanidad, para que todos la admiren por las cosas materiales que posee.
Ya que eran los únicos habitantes de sus respectivos planetas, cada una de estas personas se sentían importantes, pero si fueran a habitar en el planeta Tierra, encontrarían a miles de personas iguales a ellas, y de seguro se sentirían como uno en el montón.
La historia, además de criticar a los adultos, también deja una enseñanza acerca de la amistad: El narrador tuvo que aprender a convivir con gente mayor, aunque es visto que no le gustaba para nada, porque ellos solamente estaban interesados en los cálculos, el golf, el bridge, la política y las corbatas, en fin, cosas de adultos. Y los adultos no tienen tiempo para tonterías, o cualquier otra cosa. Se le había hecho difícil el encontrar una persona razonable, o por lo menos diferente a los demás, así que aunque estaba rodeado de adultos, se sentía solo, pero con el Principito pudo llenar ese vacío. Es genial cuando encuentras personas que tienen gustos u opiniones parecidas a las tuyas con respecto a algo (que no piensan como todas las personas), sobre todo si son personas bastante comprensibles.
Otra cosa que quisiera resaltar es en la humildad y sencillez de el Principito: a diferencia del hombre de negocios que se sentía orgulloso y se creía rico por poseer alrededor de quinientas millones de estrellas, pero después de todo no le era útil a ellas, el Principito solo poseía una rosa y tres volcanes que los cuidaba con mucho cariño y no sentía la necesidad de alardear o mostrarse orgulloso de ellos.
La amistad se basa también en la lealtad, un valor que el Principito tuvo que aprender. Durante su estadía en la Tierra, se topó con varias rosas semejantes a la que poseía en su planeta, y se sintió mal, pero el zorro le hizo ver que aunque se vea idéntica a las demás flores, lo que le distinguirá de todas ellas es que ella ha tenido el adecuado cuidado que el Principito le dio, por lo tanto él no puede dudar de que su rosa es única en el mundo, porque la domesticó, porque le ha hecho de ella su amiga.
Yo soy una adolescente, es decir, he dejado de ser una niña y, a la misma vez, estoy próxima a convertirme en una adulta. Antes de seguir continuando, déjenme citarles un diálogo entre el narrador y el Principito:
—(...) Te he contestado cualquier cosa para que te calles. Tengo que ocuparme de cosas serias.
Me miró estupefacto.
—¿De cosas serias? (...) ¡Tú hablas como las personas adultas!
Sentí gran vergüenza. Más, implacable, añadí:
—¡Lo mezclas todo!... ¡Lo confundes todo!
Desde ya estoy actuando como una adulta, con respecto a la convivencia con mi hermana menor (o mis padres con ella, también): Adoptar cierta rectitud para que me haga caso, o decirle que "no tengo tiempo" o un simple "no" para tal cosa que me pida, así sea jugar con ella —y me duele verla sollozando y diciéndome "Me lo prometiste; tú nunca te preocupas por mí"—. Sé que los niños de ahora son más inquietos, más curiosos, más traviesos, y no me agrada tener que mostrarme malhumorada, pero a veces es necesario.
La mente de un niño comparado con la de un adulto es bastante diferente. El niño es bastante imaginativo, enérgico y curioso, mientras que el adulto perdió todas esas cualidades joviales, sobre todo la imaginación y la creatividad, por lo tanto es serio, amargado. Los niños y los adolescentes no comprenden a los adultos y viceversa, pero cuando crezcan, se darán cuenta de por qué son así y recién los comprenderán.
Entonces, ¿es esta la realidad de lo que implica ser adulto? ¿Tener un trabajo bastante agotador, estar ocupada casi todo el día y a causa de ello tener una vida rutinaria? Me suena atemorizante, en cierto modo. Y si me tocara vivir eso, ¿lo podré sobrellevar? Eso el tiempo lo dirá. Y aunque a veces me pongo de mal humor con mi hermana, hay veces en las que me comporto de manera infantil porque no quiero que mi espíritu de niña desaparezca. Añoro todos esos buenos momentos infantiles —y por suerte, no me he sido obligada a madurar a tan temprana edad—, pero no siempre uno es niño. Está bien, creceré, maduraré, pero no permitiré que mi lado infantil se vaya para siempre y haré lo posible para que permanezca dentro de mí aún.
Mis ojos de adolescente comprenden ahora tantas cosas de las que de niña no habría podido. Pero una cosa en la que estoy de acuerdo con el Principito, es que las personas adultas sí que son bastante extrañas.
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Este ha sido el primer ensayo que me ha resultado bastante bueno. Más bien, siempre le he huido a los ensayos, desde el año pasado: 1. No me interesaban los temas designados, así que no las hacía; 2. No sabía cómo elaborar un ensayo. Pero esta vez decidí no huir más y dar mi opinión con respecto a este libro. Y es la razón por la que me animé a subirlo a Wattpad para probar suerte.
Sería genial si escribieras tu punto de vista para así poder armar una discusión acerca del tema o, hacerme saber en qué me he equivocado y sugerirme ideas para realizar mejores ensayos en un futuro. Gracias, y espero vernos próximamente con más historias mías! (✿◠‿◠)
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