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Capítulo 4: Nuevo curso


Lo primero que le chocó a Ezequiel cuando entró con el brazo de Paulina enganchado al suyo, fue ver a los estudiantes de primero de secundaria sentados en los primeros asientos. ¿Qué hacían en mitad de una reunión de presentación para los de segundo de bachiller? El horario lo ponía bien claro, a primera tocaba su reunión y a segundo la de los nuevos. El resto no tenía ninguna, solo ambos cursos. ¿Pero qué sentido tenía hacer una reunión conjunta del primer y último curso? A unos les iban a dar la bienvenida y explicar todo lo que conllevaba el cambio, mientras que a los otros les iban a dar una retahíla sobre la importancia de dedicar el último curso a los exámenes de acceso a la universidad. En lo único que podría asemejarse ambas reuniones era en que ambos cursos habría un cambio. Nada más.

Se sentó junto a su falsa novia, Mel y Germán justo detrás de un grupo de primero. Mientras esperaba a que el director apareciese, se quedó escuchando la conversación que mantenían los de la fila de delante.

―Dicen que este curso es muy difícil ―decía un chico que parecía estar nervioso―. Que tenemos que estudiar mucho y todo eso.

―Mi hermana dice que son pamplinas. Ella sacó todo sobresaliente sin casi abrir ningún libro ―dijo el de al lado.

―Eso no se lo cree nadie ―negó el otro.

―¿Estás llamando mentirosa a mi hermana?

―Yo no... Eso lo estás diciendo tú ―protestó el chico.

―¡Qué no! Pero bueno, deja de pensar en cosas negativas. ¿Tú crees que conoceremos a quienes hagan este año lo de la apuesta? ―Le preguntó el otro viendo que iba a discutir con su amigo y no quería.

―No lo creo, eso es imposible. Son los mayores y nosotros los más pequeños ―negó.

―Pero están en el salón de actos ―dijo su amigo.

―Si yo me entero de quién es le pediré un autógrafo ―dijo la chica que había al lado―. Aunque tenemos que aprender de ellos lo que hagan mal para no repetirlo cuando nos toque hacerlo.

―Pero para eso queda muchos años ―replicó el primero.

Ezequiel se llevó una mano a la boca para aguantar una risita que quería escapársele. Sin darse cuenta, el pequeño grupo hablaban de él y le provocaba una mezcla entre gracia e ilusión. Estaba decidido, haría lo mejor que pudiera la apuesta para no decepcionar a las nuevas generaciones, se dijo a sí mismo.

El director irrumpió en el salón de actos acallando las voces de los más grandes pero intensificando la de los benjamines del instituto. Cerró la puerta haciendo que esta sonase para llamar la atención de quienes continuaban con la charla, pero no surtió efecto. Caminó a paso firme hacia el otro extremo y miró seriamente a los allí presentes. Carraspeó varias veces pero el efecto en los nuevos no se producía.

―¡Silencio! ―Elevó su voz haciendo que de pronto el silencio reinase―. ¿Os creéis que estáis en el colegio? ―Dijo cruzándose de brazos.

Pasó su mirada por todo el alumnado y el profesorado que tutorizaría a los cinco grupos allí presentes. Negó con la cabeza.

―¿Alguien puede explicarme qué hacen los alumnos de secundaria aquí? ¿Ha pasado una hora y yo no me he enterado?

Una profesora elevó una mano y él le dio paso.

―Es que resulta que hubo un error en administración y al final se les ha convocado a todos a la vez ―comentó la mujer con una sonrisa.

―¡Cuánta incompetencia! ―Bramó el hombre―. En fin, ya que alguien no se ha molestado en hacer bien su trabajo, tendréis que aguantaros. Esto es lo que pasa por no hacer bien un trabajo, que pueden pagarlo otras personas. Así que espero que aprendáis la lección para no cometer los mismos errores que una incompetente novata que no sabe ni manejar un ordenador. Seguro que es rubia... ―negó el director.

―Qué idiota es este tío... ―murmuró la chica de la fila de delante de Ezequiel y que minutos antes hablaba del juego de las apuestas.

Ezequiel se tapó la boca para no soltar ninguna carcajada ante el comentario de la chica.

―¿Alguien ha dicho algo? ―Preguntó mirando hacia la primera fila―. Bien, a la gente nueva, deciros que no consentiré ni os pasaré ninguna. Estáis en el instituto y aquí somos serios.

La chica de primero asintió levemente con la cara roja, avergonzada por las palabras del director y de la mirada de este hacia ella.

―Bien, primero os hablaré a los nuevos. Como ya digo, esto no es el colegio, y como ese sitio del demonio se ha vuelto una tortura para mí al ver llegaros sin saber nada de la vida, aquí no os vamos a consentir nada fuera de lugar. El instituto no se adapta a nadie, sois vosotros quienes os adaptáis a él. Como veréis nuestro instituto está entre los diez primeros puestos a nivel mundial. No podemos retroceder, necesitamos entrar entre los cinco mejores. Aquí no nos andamos con chiquitas. Si estáis aquí es porque vais a tener las mejores notas durante los seis años que estéis, vuestro comportamiento va a ser limpio y ejemplar y vais a demostrar que este instituto puede llegar a ser el mejor del mundo. Pero claro, eso es mucho pedir, ¿verdad? ―Rió con sarcasmo―. En fin. Ahora después os iréis con vuestros tutores y os explicarán más cosas. Lo que tenéis delante vuestra es un conjunto de normas esenciales que hay que llevar a cabo. También las encontraréis por los pasillos y en vuestras clases.

El hombre hizo una breve pausa para continuar hablando enseguida.

―Aunque las clases sean por la mañana, tendréis actividades extraescolares obligatorias. Estas sirven para que os sigáis formando y no salgáis de aquí como unos monigotes que no saben ni escribir. No voy a ponerme a hablaros de las normas porque ya sois mayorcitos para leerlas y, en el caso de tener alguna duda, volverlas a leer hasta que no haya ninguna. Así que dicho esto, quienes seáis de primero A, os iréis con don Eugenio López, él os guiará hacia vuestra clase. Los de la clase B, os iréis con vuestra tutora doña Remedios Álamo. Y con don Íñigo Gómez los alumnos del C. Bienvenidos y cumplid las normas. Si estas se incumplen, seréis sancionados.

El hombre aguardó silencio hasta que terminaron de salir los tres grupos. Luego dirigió su mirada hacia los dos grupos de segundo de bachiller y negó con la cabeza.

―Espero que no acaben como vosotros, porque no es que hayáis sido precisamente el mejor grupo de los últimos años ―espetó el director―.En fin, seamos serios. Este es vuestro último curso y vuestras notas no pueden flojear ni lo más mínimo. Entiendo que este año tenéis doble trabajo, las clases, los exámenes y además la preparación del baile y la apuesta. Una cosa no quita la otra y ambas son vuestra obligación. El instituto debe de seguir manteniendo el prestigio tanto académicamente como a nivel cultural. Así que espero que os toméis ambas cosas en serio.

Les miró sin dejar de perder la seriedad que le caracterizaba.

―Este año decís adiós a una etapa y entráis en otra, entonces me vais a agradecer tanto a mí como al instituto que os hayamos enseñado ejemplarmente y no os hayamos dejado pasar ni una, porque la universidad no es ni un uno por ciento de lo que es el instituto. Imaginaros otros como son, ¡una vergüenza absoluta! Así que si no queréis que también lo seamos, dejadlo en el mejor lugar. ¿Entendido?

Varias cabezas asintieron.

―Las clases extraescolares, en vuestro caso, y al igual que en primero de bachiller, son de formación contando así para vuestro currículum. Ya no son cosas banales y sin importancia como en cursos anteriores. Estas formaciones ayudarán a que a la hora de la verdad os escojan frente a otros estudiantes que hayan estudiado vuestra misma carrera pero que no sepan nada más. Porque aquí os formamos siempre. Incluso a aquellos que se nos descarrilan y acaban trabajando sin entrar en la universidad. Serán ovejas descarriladas, pero al menos formadas.

El director continuaba hablando pero Nora había comenzado a desconectar de aquel monólogo insoportable. Tan solo un curso más y se libraría por fin de aquel lugar, aquellas normas absurdas y del insufrible director. Y por su puesto de cualquier tipo de apuesta. Eso le llevaba a otra pregunta, ¿Elías habría pensado algo? Quizás no fuera broma, lo mismo sería mejor no hacer nada e intentar pasar desapercibida durante aquellos últimos meses. Si su amigo no le decía nada, ella no insistiría. Aunque el brillo en la mirada del joven parecía indicarle que estaba lejos de ser así, porque estaba convencida de que aquella mirada era por alguna idea que se le había ocurrido y no porque le hiciera ilusión escuchar a aquel señor repelente.

―Y bien, los del A, os iréis con vuestra tutora, la señorita Alba López, la hija de nuestro queridísimo Eugenio, que se incorpora este año a nuestro instituto. Además, será vuestra profesora de Filosofía. Mientras que el B os vendréis conmigo, que como ya sabréis seré vuestro tutor y os daré Filosofía como el año pasado. 

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¡Hola! Ya estoy aquí con un nuevo capítulo.

Como ya dije no todos los jueves habrá, pero algunos sí, como hoy (tengo capítulos adelantados así que ahora es más fácil que algunos jueves suba).

¿Qué os ha parecido el capítulo? 

¿Cuál será el plan de Elías? ¿Cómo les irá el nuevo curso?

¡Nos leemos en el próximo capítulo! ¡Espero vuestros comentarios!

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