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Capítulo 3: La contrapuesta

Nada más entrar en el instituto, unos brazos rodearon por detrás a Nora y recibió un sonoro beso en la mejilla.

―¿Cómo está mi mejor amiga? ―Preguntó la persona que le daba el abrazo.

―¡Elías! ¡No seas tan pegajoso! ―Dijo la joven entre risas sin apartarle.

―Oh, oh, oh. ¿Ella es tu mejor amiga y yo que soy? ―Dijo otra voz detrás de Nora.

―Oh, venga, Paloma, ya sabes que tengo cariño para las dos, que sois las dos mis mejores amigas ―dijo el chico con una sonrisa inocente.

―Sí, sí, arréglalo ―Paloma fingió estar enfadada cruzándose de brazo.

El chico se separó de Nora y abrazó a Paloma, dándole a ella también un sonoro beso en la mejilla y luego se apartó para posar un brazo en el hombro de cada una.

―No sabéis lo mucho que os he echado de menos ―dijo sonriente.

―Elías, nos vimos el viernes ―respondió Nora.

―Pues eso, mucho tiempo. El sábado y el domingo pueden dar mucho de sí ―dijo extendiendo sus brazos para hacer énfasis en sus palabras.

―Los días siguen siendo los mismos ―habló Paloma antes de dar un sonoro suspiro―. Pero ojalá dieran de sí este curso, así tendría más tiempo de estudiar.

―Estamos en el primer día, ¿no crees que no es momento para alterarse aún? ―Inquirió el joven subiéndose las gafas negras de pasta con el dedo índice.

―Y por eso hoy me he tomado la libertad de ondularme el pelo ―dijo señalándose su melena negra―. Porque pocos días tendré de arreglarme el pelo, créeme.

―Pues a mí me da que la que no tendrá esos problemas es Melisa. Tiene pinta de haber estado horas arreglándose ―señaló Nora.

―Bueno, cada uno que haga lo que quiera ―se encogió de hombros Elías.

―Ya, eso por descontado, pero vaya pereza tirarte horas arreglándote para ir a clase ―negó Nora―. Por cierto, ¿habéis visto el nuevo look de Germán? ―Inquirió a sus amigos alzando las cejas.

―Perdona, Nora, pero creo que deberías de ir al oculista a que te gradúen la vista. ¡Si está igual que el último día que lo vimos! ―Exclamó Paloma metiéndose un chupón de cola en la boca.

―Paloma, lo vimos este miércoles por la calle y te puedo asegurar que se ha cortado el pelo ―afirmó su amiga.

―Elías, por favor, dile a Nora que el amor le tiene nublada la vista.

El joven simplemente rió a carcajadas y negó con la cabeza.

―Es una lástima que no coincidamos este curso en la misma clase, porque voy a perder nuestras charlas en el aula ―suspiró el joven.

―Mejor, mejor, que yo este curso no pienso entretenerme nada, eso os lo aseguro. Me vais a ver poco el pelo ―habló Paloma con el chupón en la boca.

―Ya te sacaremos de casa, eso no lo dudes ―advirtió el joven―. Bueno, y cambiando de tema, este curso son por fin nuestras apuestas ―se frotó las manos―. ¿A quién creéis que se la harán? ¿Nos tocará? ―Preguntó con los ojos iluminados por la ilusión.

―No, gracias. ¡Y deja de poner esa cara! Ya he tenido bastante esta mañana con mi familia, te van a tener que adoptar. Solo hablar del jueguecito ese me da repelús ―Nora se pasó las manos por los brazos pese al calor, para enfatizar así lo que le hacía sentir aquello.

―A mí me da exactamente igual, si me hacen algo solo espero que no me entretengan mucho y no me interrumpan el estudio ―se encogió de hombros la otra chica.

―Desde luego no te van a coger en la lista para organizar la fiesta de fin de curso aunque te apuntases y fueses la única ―bufó Elías―. Porque precisamente el alma de la fiesta no eres.

―Más allá del jueguito ese, también te digo, Paloma, tienes que desconectar un poco del tema o cuando acabe el curso no sobrevivirás ―le habló su amiga.

―¿Y quiénes creéis que harán la apuesta? ¿Qué será este año? ―Preguntó pensativo.

―No lo sé y no me importa ―zanjó Nora.

―Quizás a alguien de tu clase ―se animó la otra chica a indagar.

―Mejor habla de exámenes, no le des coba a este loco.

―Nora, ¿por qué tanto odio a una fiesta tradicional del instituto y con tanto renombre? ―Inquirió el joven.

―Elías, hablas como un fanático, ¿tú te escuchas? Y ya sabes que no tengo ningún motivo oculto. No me gusta, me parece algo ridículo. Y encima, para más inri los que tienen pasta se lo hacen a quienes son becados. Por mucho que a todo el instituto le encandile la fiestecica, sigue siendo algo clasista.

―A ver, ese sería un buen punto, pero te recuerdo que a lo largo de la historia algunos becados han ayudado a realizar las apuestas y todo ―le comentó su amigo.

―Sí, pero ya está. Escasos y ayudando. Nada más. Que no, Elías, que ya me lo dirás cuando seamos mayores y veas lo absurdo que era. Y las normas, cuando lo seamos, seguirán siendo las mismas.

El muchacho se quedó pensativo por un momento antes de hablar.

―Bueno, dicen que las reglas están para romperlas.

―¿Y qué regla se supone que vas a incumplir? Si tú eres incapaz de romper un plato ―intervino Paloma.

―Pues es hora ya de hacerlo ―dijo con una sonrisa en su rostro―. Este año nos adelantaremos y seremos quienes lleven el control de la apuesta. No se lo esperarán y eso será lo mejor ―se frotó las manos y miró a sus amigas con la felicidad en sus ojos.

―No te pillo nada, pero nada de nada ―negó Nora.

―Fácil, querida. Haremos la contrapuesta ―afirmó él con la cabeza sin dejar de sonreír, mientras unía sus índices y pulgares, y los separaba al decir las dos últimas palabras.

―¿Contrapuesta? Mira, a mí me da igual, me apunto a lo que sea solo si no me quita tiempo, ¿vale? ―Fueron las palabras de Paloma, que seguía degustando su chupón.

―Conmigo no cuentes. Odio el tema de las apuestas, así que no tendría sentido hacerla ―se señaló Nora.

―Sí, pero no te gusta que sea porque los becados somos los que pringamos. Y así cambiaríamos las reglas.

―Tú lo que quieres es no irte sin hacer una de esas apuestas sin involucrarte ―espetó su amiga.

―También ―se encogió de hombros el chico.

―¿Y qué se supone que ha ideado tu loca cabecita? ―Preguntó la joven.

―Aún nada. Pero intentaré pensarlo a lo largo de la mañana ―el chico elevó repetidas veces una ceja.

―Miedo me das ―suspiró Nora.

―No tengas miedo. Cuando se me ocurra seguro que te convenzo. Al menos el paso de mostrar algo de interés ya lo has dado.

―Tampoco te creas, ¿eh? ―Advirtió ella.

―En fin, chicas, voy a apuntarme a la lista de la organización de la fiesta de fin de curso, porque, ¿sabéis qué? Así puedo averiguar de qué se trata la apuesta de este año y a quien, ¡y nos podemos adelantar!

―Elías, sabemos que sin contrapuesta también te apuntarías ―Paloma le apuntó con el chupón.

―Me conoces muy bien, ¿me acompañáis? No quiero que se llene mucho y tenga pocas posibilidades.

Las dos chicas acompañaron a su amigo hasta la lista que había colgada en la puerta del instituto, aprovechando que un grupo que se estaba apuntando se acababa de retirar.

―Ya hay bastante gente, ¡mecachis! Elías dio un zapatazo con el pie izquierdo sobre el suelo y negó con la cabeza.

―Da igual, apúntate de los últimos, nunca se sabe ―comentó Nora.

―¿De los últimos? Fijo que cogen gente del principio y de en medio. Al menos para hacer lo principal.

Elías sacó de su mochila su viejo estuche vaquero y de él un bolígrafo negro y un típex. Con este último tachó un nombre del medio y sopló levemente.

―¿Por qué haces eso? ―Preguntó Paloma algo impactada―. No creo que esté bien hacer eso...

―Si soplo se secará antes ―sentenció el joven.

―Sabes que no me refiero a eso, sino a tachar el nombre. Vas a dejar a alguien sin estar apuntado, me parece mal ―protestó su amiga.

―No te preocupes, me he quedado con el nombre, le pondré más abajo, ¡tampoco soy tan cabrón! ―Advirtió Elías y comenzó a añadir el nombre borrado al final.

―Hay mucha gente, tienes posibilidades de que no te escojan de todas formas ―le explicó Nora.

―Bueno, pero habrá que intentarlo, ¿no crees? ―Cuando comprobó que se había secado añadió su nombre―. ¡Listo! ¿Nos vamos al salón de actos? Vamos a llegar tarde a este paso y no vamos a coger sitio de los primeros.

―Sí, vamos anda... ―Paloma comenzó a andar hacia la puerta principal.

―No puede ser... ―murmuró Nora antes de comenzar a avanzar.

―¿Qué pasa? ―Preguntó la otra girándose hacia su amiga.

―Paulina, del B, está entrando cogida del brazo de nada más y nada menos que de Ezequiel ―les comentó la joven.

―¿Están juntos? ―Paloma abrió los ojos como platos―. ¡Flipo!

―Creía que Paulina tenía mejor gusto ―negó con la cabeza Nora―. Anda, entremos. 

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¡Hola! Ya estoy aquí con un nuevo capítulo. 

Hemos conocido al entorno de Nora. Por una parte Paloma, que está preocupada por el último curso, y por el otro a Elías, un defensor nato de apuestas en el instituto.

¿Se les ocurrirá alguna apuesta? ¿Acabará Nora haciendo algo?

Por otro lado Ezequiel y Paulina ya han comenzado con una parte del plan...

¿Qué os ha parecido el capítulo?

¡Me encantaría leer vuestros comentarios!

¡Nos leemos en el próximo capítulo!


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