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Capítulo 26: La decisión definitiva


Nora le dirigió una mirada insólita a su interlocutor. Pensó que si se trataba de una broma no tenía ninguna gracia y no dudó en decírselo abiertamente:

―¡Ezequiel! ¿Cómo puedes jugar con este tipo de cosas? No le veo el chiste.

―Es que no es ningún chiste, Nora. Lo he pensado bien y tiene sentido lo que te estoy proponiendo, pero antes tienes que escuchar el motivo para que le encuentres la lógica. Y sé que así de sopetón y sin ninguna explicación no parece tener sentido, pero créeme, lo tiene.

―Permíteme dudarlo. ¿Cómo quieres que hagamos como que no sabemos nada después de la putada que nos han hecho?

―Déjame explicártelo y verás como es una buena idea.

La joven suspiró e hizo un ademán con la mano izquierda para que le explicase cuanto antes. Tenía claro que seguiría pensando igual. Ambos se fueron a un lugar apartado de los oídos de cualquier curioso que pasara por allí, y el joven procedió a explicarle con sus rostros cercanos para hablarle más cerca.

―Sé que ambos queremos pedirles explicaciones a ese par, tanto por no decirnos que estaban saliendo como por lo que nos han hecho, pero lo podemos hacer después del baile. Mi idea no es descabellada... En más de una ocasión, la gente a la que le realizaban la apuesta se ha callado para seguir el juego aunque hubieran podido llevarse el dinero de esta. Con lo que ocurrió ayer con tu hermana y lo que tú me dijiste se me vino algo a la cabeza... ¿Y si hacemos creer que seguimos haciendo la apuesta y cuando tengamos que subir al escenario, desvelamos que les hemos descubierto? El dinero te lo podrías llevar tú y ayudar así a Gema. Además, normalmente ese día la gente pone más dinero que durante el curso, hay familias a las que les gusta fardar de dinero ante otras.

―Tú estás rematadamente loco... ―bufó Nora cuando su amigo terminó de narrarle el plan.

―Oye, ¿sabes que decir eso está mal?

―No seas moralista cuando apostaste conquistarme y estás pensando ahora sacarle el dinero a la gente.

―Nora, Nora, no lo veas así. Esa gente apuesta porque quiere.

―Y porque puede ―dijo la joven señalándole con el dedo índice―. Que eso no se te olvide. Dime qué sentido tiene que la gente os regale siempre a los ricos del insti dinero por hacer apuestas.

―No creo que sea momento para debatir esto, en lo que por cierto, estoy de acuerdo. Es verdad que no es un pastizal pero suelen ser cifras generosas. Si no fuera por el director, que al menos hace una cosa bien en su vida por este instituto, la gente añadiría muchos ceros en sus apuestas y no precisamente en la izquierda.

―Uy, sí, qué considerado, poner un límite máximo por persona a la hora de apostar.

―Pues sí, dentro de lo que cabe, sí. Y tampoco hay límites en el mínimo.

―Me quedo con lo que has dicho antes, no es el momento. Por cierto, una curiosidad ―le miró fijamente a los ojos―, ¿qué ibas a hacer con el dinero cuando se suponía que me hacías la apuesta?

―Iba a irme de viaje con Mel y Germán, ¿por?

―Por nada, simplemente que si hiciéramos lo que has propuesto, con la mitad del dinero os dará para parte de vuestro viaje ―dijo con los brazos cruzados y un poco seria―. Así que eso es lo que valgo, un mísero viaje... ―murmuró aunque con la cercanía en la que se encontraban, Ezequiel la escuchó.

―Lo siento ―murmuró dándole un beso en la cabeza―. No vales eso, tú vales mucho y no precisamente dinero. Y por mí no te preocupes, ese dinero sería íntegro para ti.

―No estoy de humor para halagos.

―Ahora que lo pienso... ¿Elías y Mel iban a hacer un viaje con el dinero de nuestra apuesta?

―Por lo que hablaban anoche, eso parece.

―Pues no lo entiendo, si Mel podría costearlo...

―Dudo mucho que Elías, o cualquier persona sensata, quisiera eso, que le pagaran así como así. Aunque las maneras de conseguirlo no me parecen tampoco muy éticas.

―Pienso igual. Oye, creo que es mejor irnos a clase, luego en el recreo, si te has decidido, me das una respuesta, ¿vale?

Como respuesta asintió y ambos se dirigieron a clase sin intercambiar palabra alguna el resto del camino. Cuando Paloma se sentó a su lado, a primera hora de la mañana, la miró extrañada.

―¿Has estado toda la madrugada de charla con tu hermana? ¡Menudas ojeras! ―exclamó sin dejar de observarla.

―Uf, ojalá hubiera sido eso. Anoche pasaron demasiadas cosas...

―¿No te pelearías con ella porque le hiciera un interrogatorio a Ezequiel, verdad? Ya sabes cómo es tu hermana y que siempre le ha gustado lo de las apuestas, tiene muchos pájaros. Si supiera que tú estás haciendo una contrapuesta...

―No, no, ojalá fuera eso―. Suspiró apoyando la cabeza en la mano mientras miraba hacia su amiga.

―A este paso te lo voy a tener que sacar con sacacorchos. ¿Estáis todo el mundo bien en tu casa, no? ―preguntó un poco alarmada.

―Sí, sí, no te preocupes ―dijo dedicándole una leve sonrisa―. Fue una noche apoteósica, de esas que mejor prefieres no vivir. En el recreo te cuento.

―Ah, bien, entiendo, esperaremos a Elías. Aunque eso sí, me dejas con la intriga.

―¿Elías? ―preguntó frunciendo el ceño.

―Claro, así no nos lo cuentas dos veces.

―Ah, ya, sí...

―Sí que estás cansada. ¿Sabes qué? Yo anoche también tuve cenita, no me pude librar como otros días de mi cuñadita.

―Creo que empiezo a entenderte... ―fue lo último que dijo antes de que llegase el profesor.

Las dos siguientes horas fueron eternas para la joven. Se dio cuenta de que, de pronto, durante unos quince minutos mal contados, se había comprometido a tres planes distintos y muy diversos: por una parte, la noche anterior, había decidido cantarle las cuarenta a su mejor amigo y a su novia; por otra, había quedado con Ezequiel para decirle la decisión que había tomado, asumiendo así que el joven no diría nada a su mejor amiga; y por último, había quedado con Paloma en decirles a ella y Elías lo que había sucedido la noche anterior en su casa con la llegada de su hermana. ¡No podía dar de sí en tan poco tiempo! Ni si quiera tomando también el segundo recreo. Eso sin olvidar el hecho de que todo era bastante incompatible. Tenía que elegir qué hacer, y su cabeza iba a estallar de un momento a otro.


Antes de que diera por finalizada la segunda clase, Nora sacó de su mochila una botella de agua y una pastilla para el dolor de cabeza. La ingirió rápidamente y asintió mentalmente: había tomado una decisión. No sabía si esta acabaría siendo nefasta o si se arrepentiría, pero ya estaba tomada.

Justo cuando sonó la alarma, se disculpó con Paloma y salió corriendo de clase. No había quedado en ningún lado con Ezequiel así que se fue a una zona apartada y le escribió un menaje indicándole donde se encontraba. Poco tardó el chico en llegar.

―¿Cómo estás? Antes te estabas tomando una medicina, ¿no?

Ella asintió con seriedad con los brazos cruzados.

―Sí, tengo un dolor de cabeza terrible ―murmuró.

―Oye, si es por lo de esta mañana, no te preocupes. Decidas lo que decidas lo hablamos más tarde, ¿vale? Lo mejor es que estés relajada o si no te encuentras bien llama para que alguien te recoja o te vas a casa ―dijo con voz preocupada.

Ella negó con la cabeza como única respuesta a su reciente propuesta.

―He quedado contigo porque he tomado una decisión. Ya que lo he hecho no quiero echarme atrás. Ni quiero que intentes hacerme cambiar de opinión.

―Quizás deberías pensarlo mejor, con el dolor de cabeza...

―¡Lo he pensado bien, Eze! Déjame que te explique.

Él asintió sin replicar ante la seriedad con la que su amiga le había hablado.

―Está bien, haremos lo que propusiste esta mañana por muy descabellado que me parezca. Seguiremos fingiendo y el día del baile nos llevaremos el dinero de la apuesta cuando lo digamos. Pero nos llevaremos en plural. Acepto a cambio de eso. No me voy a llevar tu parte. Y si Paulina tampoco ha colaborado y ha sido también verdugo del juego, recibirá su parte.

―Pero...

―No, Eze, no. Quiero ser justa. Lo tomas o lo dejas. Para ayudar a mi hermana no voy a quedarme con lo que no es mío.

El chico asintió, algo pensativo, con la cabeza.

―Paulina no creo que tenga que ver en esto, pero creo que el objetivo éramos tú y yo. A ella la cogieron sin que supiera que era un peón pero no como nosotros.

―Entonces primero lo investigamos, y si también ha sido peón aunque no sea objetivo, se llevará su parte, ¿de acuerdo?

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¡Ya está aquí el nuevo capítulo! 

¿Qué os ha parecido el plan de Ezequiel? ¿Os lo esperabais?

¿Y la decisión de Nora? ¿Creéis que debería de haber hecho otra cosa? 

¡Me encantaría ver vuestras opiniones!

¡Nos leemos en el siguiente capítulo!

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