
Capítulo 23: Confidencias
Nora y Ezequiel decidieron alejarse del lugar donde se encontraban sin mediar palabra por el camino. Cuando vieron un banco, unas calles antes de llegar a la casa de la joven, se sentaron en este.
Habían escuchado un poco más antes de marcharse de allí. Por el camino intentaron procesar y asimilar toda la información que se habían encontrado de forma inesperada. Tanto ella como él tenían unos planes muy diferentes para aquella noche, pero ninguno incluía descubrir a sus mejores amigos siendo pareja y que todo por lo que se habían preocupado en los últimos meses había sido una farsa creada por la pareja.
―Ahora todo tiene sentido ―dijo el joven asintiendo con la cabeza―. Aunque al mismo tiempo no le encuentro ninguno.
―Me pasa igual ―fue la respuesta que recibió de ella.
―Más allá de eso, siento que sigo debiéndote una explicación. Hoy había quedado contigo para decirte la verdad. O bueno, lo que creía que era verdad.
―Yo también ―le explicó la chica―. Hoy quería contarte lo de la contrapuesta. ¡Joder! ―exclamó de pronto―. ¡Eso es! Todo este tiempo me hizo pensar que yo había sido quien decidió hacer una contrapuesta, pero era él quien me llevó a ese terreno. ¿Cómo fui tan tonta? Y él decidió cuál sería. ¡Claro, si ya sabía que yo era el objetivo!
―Lo han calculado todo muy bien ―dijo él, pensativo―. A mí me contó Melisa de que iría la apuesta y que yo iba a ser quien la hiciera. No había acudido a la reunión, pero me pregunto ahora si realmente hubo alguna...
El poco rato que se habían quedado después les había confirmado la deducción a la que habían llegado. No había sido mucho, pero sí lo suficiente para que no hubiera duda alguna al respecto.
―De todas formas... ―dijo mirando hacia él―. De todas formas quiero pedirte disculpas. Siento haberme acerado a ti por hacer una contrapuesta. Siempre he estado en contra de lo que hace el instituto y quería irme con la cabeza bien alta luchando contra lo que no me gustaba. Pero siempre quise buscar una alternativa a la de acercarme a ti, solo que el tiempo fue volando y...
―Te entiendo, Nora. Yo también quiero pedirte perdón. Es verdad que esto de hacer una apuesta no me importaba mucho, pero temía hacerte daño. Se suponía que debía conquistarte pero no me atrevía... Luego tenía que dejarte después del baile en el escenario delante de todo el instituto.
Nora asintió y le dedicó media sonrisa.
―Igual que yo. Eso querían, que confesáramos la verdad delante de todo el mundo y entonces se supiera que tú y yo éramos el verdadero objetivo. Elías se ha salido con la suya, ha podido experimentar en carne propia cómo se hace una apuesta. Imagino que se irá feliz ―dijo cruzándose de brazos―. Me duele que me haya hecho esto, por mucho que antes les hayamos oído decir que esperan que no nos enfademos cuando sepamos la verdad.
―Si quieres mañana hablamos con ellos cuando lleguemos a clase.
―Creo que la conversación será larga como para que nos dé tiempo en un rato. ¿Mejor en el recreo?
―Vale. Pues lo haremos así. Mañana en el recreo hablamos seriamente los cuatro ―sentenció Ezequiel―. ¿Sabes? Ahora me siento aliviado al saber que no te he hecho daño.
―Yo también me siento bien. Oye, una pregunta... ¿Le has dicho a Paulina la verdad? O sea, que no tenías interés en mí...
―Paulina formaba parte también de la apuesta. Bueno, de la que creía que era la apuesta. Ella y yo nunca hemos salido juntos. Es más, cuando Melisa la lió con el tema de ella, Pau decidió no tener más que ver con esto. Y cuando le dije que te iba a contar la verdad, se puso muy feliz.
El joven dejó de hablar de pronto y se sacó el móvil.
―¡Mierda! ¡Le dije a Paulina que le diría algo cuando hablásemos!
―¿Cómo que algo?
―Sí, por si después de decirte la verdad necesitaba hablar con alguien. Incluso Rafa, su novio, se había venido hoy a su casa porque ella estaba agobiada por lo que pudiera pasar.
―Espera, espera ―pidió la joven―. ¿Pero entonces es verdad que tiene novio?
―Sí, sí. Eso sí es cierto. Lo falso fue que ella y yo estuviéramos juntos.
El chico miró su móvil y se sorprendió ante lo que vio.
―Tengo varios mensajes y algunas llamadas suyas. ¿Qué le digo?
―La verdad, ¿no? Si es que ella no forma parte del plan inicial...
―No pinta que ella tuviera algo que ver, si fuera así no me hubiera apoyado en decirte la verdad.
―Eso tiene lógica. Pues si quieres llamarla, aunque lo mismo la pillas cenan... ―comenzó a decir, sin embargo, dejó la frase a medias―. ¡Mierda! ¡La cena! ¿Qué hora es?
―Las diez y cuarto, ¿por qué? ―Tras preguntar, el mismo se dio cuenta―. ¡La cena de tu familia! ¡Era a las diez!
―Y tenía, o teníamos, que estar un rato antes ―dijo llevándose una mano a la cabeza y suspirando.
Sacó de su bolsillo el móvil y se llevó un sobresalto.
―Tengo demasiadas llamadas perdidas de mi familia. Y un montón de mensajes, ¡ay, madre mía!
―Corre, llámales, diles que ya mismo vas, que te has entretenido al encontrarte con alguien. Al fin y al cabo es la verdad.
―Sí, tienes razón, es lo mejor ―afirmó y se dispuso a llamar a casa―. Por cierto, no contaba con que vinieras cuando te iba a decir todo porque suponía, como sería lógico, que me mandarías a freír espárragos y no quisieras saber nada de mí. Ahora tengo mis dudas... ¿Cenas en casa? Me parece hasta raro preguntarte después de todo. Además, no deja de ser cierto que te haya mentido aunque sea mutuo.
―Sí, sí, voy. Yo tampoco tenía intención de ir, pero supongo que podemos hablar de esto mañana, con la mente más despejada ―dijo encogiéndose de hombros.
Ella asintió y habló rápidamente con su familia, y a juzgar por la cara de la chica, esa misma noche o a la mañana siguiente, recibiría una reprimenda.
Ambos caminaron hacia la casa de Nora, nuevamente sin mediar palabra. Una vez estuvieron cerca, la joven decidió hacer una pregunta. Esta era tanto para saciar su curiosidad como para romper el hielo que se había formado entre ambos, estropeando de un plumazo la armonía que durante meses habían conseguido.
―Oye, respecto a lo que dijo Mel sobre mi hermana y tú... ¿Significa entonces que te gusta ella?
Ambos se pararon en mitad de la acerca.
―Bueno sí... ―habló con timidez― Aunque no la conozco mucho, siempre me ha parecido mona ―dijo llevándose una mano a la nuca.
―Interesante... ―susurró―. Pues esta noche tendrás oportunidad de conocerla mejor ―le dijo con una sonrisa―. Sería interesante tenerte de cuñado. ¡Mira cómo han cambiado las tornas!
Tras sus palabras ambos rieron mientras el chico hizo un gesto negativo con la mano.
―Tampoco te adelantes, que no nos conocemos ―dijo un poco avergonzado―. Oye, ¿y a ti te gusta alguien? Nunca me lo has dicho, y ahora que sé que no te intereso más allá de amigos...
―Oye, ¿no es eso ser muy cotilla? ―Dijo dándole un codazo cariñoso―. ¿Para qué quieres saber esa información?
―No podría dormir en toda la noche con la intriga ―dijo llevándose una mano al lado contrario al corazón mientras sobreactuaba al hablar―. ¡Es de vital importancia!
―Qué dramático... Bueno, la verdad es sí que hay un chico que me gusta desde hace un tiempo, pero no creo que yo le interese.
―Eso no lo puedes saber. ¿O has intentado algo que te lo haya confirmado?
―¡No! Pero ya lo imagino...
―¿Le conozco? Ya que hoy voy a conocer a tu hermana, quizás yo también podría hacer algo por ti, ¿qué me dices?
―Sí, el caso es ese, que le conoces ―dijo un poco avergonzada.
―¡Cuéntamelo! Ahora me dejas con la intriga. De aquí no me muevo hasta que me digas.
―Solo si me dices qué harías. Si me interesa te diré, si veo que no, seguirá guardado bajo llave.
―Te ayudaría a conquistarle. Puedo echarte una mano en prepararos una cita, o una quedada con compañía o solos... Si no quieres como cita, quedar como amigos y ya ver qué sucedería ―le dijo guiñándole un ojo.
―Eso último tiene mejor color. No quiero quedar como cita porque la respuesta fácilmente sería que no. Pero si puedes tantear lo de quedar como amigos... Aun así, ¿y si te lo confío y se lo dices?
―¿Tú vas a decirle algo a tu hermana? ―Preguntó con preocupación.
―No te preocupes, no diré nada por mucho que sea mi hermana. Si alguien quiere decírselo, ese debes de ser tú ―afirmó con una sonrisa.
―Gracias ―dijo suspirando de alivio―. Pues igual que tú yo tampoco diré nada. Pero eso suena a que es alguien muy cercano a mí, ¿me equivoco?
La joven negó con la cabeza.
―No te equivocas. Me gusta Germán ―confesó al fin.
Ezequiel asintió pensativo antes de volver a hablar:
―Interesante confesión... No sé si será fácil o difícil. Veré que puedo hacer.
―Gracias, guapo―. Le propició un beso en la mejilla antes de comenzar de nuevo a caminar.
Cuando llegaron a casa, Nora pudo notar la seriedad en el rostro de su madre pese a que les recibiera con una sonrisa. Las puyitas que le dedicó a su hija tampoco ayudaron.
―Por un momento hemos creído que vivías en Canarias y no nos habías dicho nada, pero pasad, pasad y sentaros a la mesa. ¡Qué bien que esta se haya puesto sola!
―Mamá... ―refunfuñó la chica.
Una vez en el salón, se acomodaron sentándose juntos. En una esquina de la mesa se sentó su padre mientras que en la otra lo hizo Petra. Nora se percató de que enfrente había dos sitios vacíos. Estaba a punto de preguntar por su hermana y el asiento de al lado, cuando las llaves se escucharon abriendo la puerta principal de la casa.
―¡Familia! ¡Ya estamos en casa!
―¿Estamos? ―preguntó mirando a sus padres.
―Sí, tenemos otro invitado más ―dijo su padre con una sonrisa antes de ponerse en pié.
Gema apareció en mitad del salón con una maleta y alzó los brazos con una gran sonrisa.
―¿Dónde están esos abrazos?
La familia al completo se fundió en un profundo abrazo ante la atenta mirada de Ezequiel. Una vez finalizado, se retiraron un poco.
―Bueno, es hora de las presentaciones ―dijo y carraspeó intencionadamente―. Familia, os presento a mi novio, ¡Roberto!
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¡Nuevo capítulo!
¡Nora le ha confesado a Eze que le gusta Germán y este que le gusta Gema! ¡Y esta tiene novio! ¿Cómo acabará la cena?
¡Espero vuestros comentarios! ¡Os leo! ¡Nos vemos en el próximo capítulo!
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