Capítulo 11: Viernes
―Así que está claro, a la pobre le gusto ―concluyó Ezequiel en la videollamada que había hecho con Melisa y Germán.
―Pero eso no es para estar desanimado ―objetó su amiga―. Ya tienes esa parte hecha, ¡va a ser genial este año!
―No, Mel. Voy a jugar con los sentimientos de una chica. Cuando le dije que Paulina también haría el curso puso la pobre una carilla...
―Mira, aunque le gustes, si le molesta que tu novia y tú estéis bien y compartáis un curso, lo mismo no merece la pena que te sientas así por ella. Su actitud no es propia de alguien que le guste de verdad otra persona ―fue la intervención de Germán.
―Oh, venga. No seas tan extremista, Ger. Soy el primero en compartir tu pensamiento en actitudes de este tipo, pero no en este caso. Yo lo vi más un desanimo de en plan sentir que no tiene posibilidades porque estoy con alguien ―le aclaró.
―Bueno, visto así tiene también su lógica, podría ser. Entonces no te tienes qué preocupar, porque si la apuesta es como se dijo, más adelante vas romper con Paulina y ya está ―dijo su amigo.
―Totalmente de acuerdo con Germán, en lo de ahora ―comentó la chica del grupo.
―Uf, no sé, aún veo lagunas... Veamos cómo evoluciona la cosa. Por cierto, Mel, no nos has contado que tal los preparativos de fin de curso.
―Oh, bueno es que solo tuvimos una reunión, así que no hay mucho que contar. El insti nos dijo el presupuesto que nos concedía y unas reglas que en cada edición hay que cumplir, como la de no traer alcohol, tabaco ni drogas a la fiesta y esas típicas cosas ―comentó la joven.
―Pero si la gente se va antes de botellón ―dijo Germán.
―Pero la fiesta es temprano, a lo mucho de cervezas y quienes nos graduamos es más raro, salvo que tenga que ver con alguna apuesta que ahí sí que han llegado otros años a la fiesta ya con el alcohol en vena.
―No sé yo, Mel. Sí que os diría que el día de la fiesta controléis lo que la gente entre, que luego va a parar la culpa a quienes organicéis la fiesta ―le advirtió Ezequiel.
―El instituto no deja de ser quien manda, si ven algo fuera de lugar tienen que intervenir. Os recuerdo que hay menores y que no todo el mundo al acabar nuestro curso ha cumplido los dieciocho ―respondió ella.
―Eze lleva razón, no olvides que si pasa algo luego se lavan las manos, sobre todo si alguno tenéis en ese momento los dieciocho.
―Bueno, aún hay tiempo para pensar en eso, no le demos vueltas ―fue lo último que dijo la joven al respecto.
El viernes de aquella semana, Elías y Nora fueron a casa de Paloma para hacer algunos deberes y devorar películas hasta que el sueño les acabase venciendo.
―Oye, no es por nada, no paráis de hablar mientras estamos haciendo mates ―se quejó Paloma―. Y nada que ver con la asignatura.
―Es que es una tontería hacerlos todos hoy, ya hemos hecho algunos y podemos descansar hablando y luego con el maratón de pelis ―protestó Elías haciendo un puchero.
―No, definitivamente no. Quiero pasar a limpio apuntes cuando termine los ejercicios de matemáticas.
Alguien tocó a la puerta de la habitación de la joven y cuando ésta dio paso con voz desganada, entró la profesora de Filosofía con una bandeja.
―Hola, cieletes. Os traigo unos zumos y galletas para animar la tarde, ¿cómo vais? ―Alba cerró con la cadera la puerta y se adentró en el interior de la habitación con paso decidido.
―Entre números ―dijo su cuñada sin quitar la vista de su libreta y sin emoción alguna al hablar a la novia de su hermano.
―Ah, eso es genial. Pero no lo hagáis todo hoy y descansad ―dijo soltando la bandeja en el suelo para que se sirvieran.
Podría haber colocado la bandeja en el escritorio o la mesita de noche, pero vio que allí les pillaba más cerca. Solamente Paloma se encontraba en la cama mientras resolvía cada uno de los ejercicios que se le presentaba ante sus ojos. Elías se encontraba sentado en el suelo y la libreta apoyada en una silla, mientras que Nora había optado por tumbarse boca abajo en el suelo con el libro y libreta en este.
―Hay cuatro vasos de zumo ―dijo Elías cuando se percató de ello mientras la cuñada de su amiga se sentaba en el suelo.
―Oh, vengo a merendar aquí, así me consultáis dudas de Filosofía si las tenéis ―informó cogiendo un vaso y dando un sorbo―. Por cierto, todos son de manzana y uva ―se relamió los labios.
―Oh, ¿de verdad podemos preguntarte? Porque yo tengo muchas dudas, mi profesor es muy...
―No ―sentenció secamente Paloma incorporándose de pronto―. Quiero decir, estoy segura, Alba, de que tendrás que hacer algo mejor que responder las dudas de estudiantes un viernes por la tarde.
Alba fingió quedarse pensativa y luego mostró una sonrisa relajada.
―Pues la verdad es que no, tengo la tarde bastante libre. Tu hermano tenía una comida de negocios, y esas cosas ya sabes, se alargan más que un chicle, así que puedo aprovechar un ratito para resolver las dudas que tengáis.
Tras beberse la mitad de vaso de un golpe, el único chico que se encontraba en la habitación, corrió rápidamente hacia su mochila y sacó de ella una libreta. Después se dirigió a Alba mientras la abría y se sentaba junto a ella.
―Mira, hoy mismo nos ha enseñado el director esto en la asignatura, pero no entiendo qué quiere decir Platón aquí. Ese tío parecía estar grillado. Y mira la fecha de su nacimiento y muerte, ¡algo no cuadra!
Paloma suspiró dándose por vencida y deseando que aquella duda no se extendiera más. Para su suerte, aunque no para la de su amigo, no tardó más de media hora en terminar su explicación.
―Bueno, os voy a ir dejando para que terminéis matemáticas y os deis el atracón de pelis. Si me necesitáis estaré en mi cuarto ―se despidió con una sonrisa y se marchó.
―¡Por fin! ―Exclamó Paloma levantándose de la cama―. Ya te vale darle coba, Elías, ya te vale.
―Pero si explica genial. El martes voy a sacar un diez en el examen.
―Estudia y ya ―dijo acercándose a la bandeja para coger el último vaso que quedaba.
―¿Por qué eres así con ella?
―No me gusta, no sé... ―se encogió de hombros―. Lo normal es conocer a la pareja de tu hermano con tiempo, no meses antes de la boda. Así que ya me da mala espina.
―Pero antes de saber eso tampoco te gustaba ―objetó su amiga.
―Ya, pero es que sigo pensando lo que el primer día. Nuestros profesores, sobre todo el director y el padre de Alba, serán todo lo carcas que sean, pero han influido en que durante décadas un montón de gente saliera del instituto con notas muy altas. Y los métodos de ella están muy bien, ahí estoy de acuerdo, pero no para el curso en el que estamos. Nos hubiera dado el año pasado y yo hubiera estado feliz, pero no en este curso ―la chica apoyó su cabeza en el hombro de su amiga―. ¿Por qué el último año no es de otra manera? Nos iremos de aquí odiando estudiar...
Elías y Nora tomaron la decisión de dejar los deberes por aquel día y convencieron a su amiga de ello. No les fue fácil pero lo consiguieron.
Paloma estaba tumbada en su cama, esta vez de lado, y le hacía cosquillas en el brazo a Nora y Elías, quienes se habían sentado en el suelo. Hablaban de diversos temas pero de nada en particular hasta que uno de los temas más hablados de la semana surgió.
―¿Has pensado alguna alternativa? ―Le preguntó Nora a su amigo.
La joven tenía apoyada la cabeza en el hombro de este mientras él le hacía cosquillas en el pelo.
―¿Alternativa?
―A la apuesta.
―Ah... Pues no, ¿por qué?
―Porque dijiste que lo harías. No estoy dispuesta a ser partícipe de una ruptura. Tiene novia y alguna vez le he escuchado hablar de él con sus amigas, no es que yo sea cotila, es que ha dado la casualidad. El caso es que parece que está coladita por él. ¿Quién soy yo para hacerles romper? ¿Por una contrapuesta?
―Pero entonces no te irás con la satisfacción de haber vencido a los ricachones del insti ―le recordó él.
―A ti eso te da igual, para ti es una forma de estar más cerca de hacer una apuesta e irte contento por eso ―replicó la joven.
―No lo veas así. No te digo que no, pero tu idea me parece buena ―le dijo él.
―Oye, ¿y si cambio de objetivo? O sea, en vez de Ezequiel podría ser Germán.
―Porque ese chico te gusta ―habló Paloma con los ojos cerrados mientras seguía haciéndoles cosquillas.
―Claro, ¿de qué te serviría cuando supiera la verdad conocerle mejor?
―Tienes razón ―suspiró―. Pero voy a seguir pensando ideas para intentar cambiar la apuesta.
―A ver, que no tienes que buscar que te jure amor eterno. Tú haces que se gane tu confianza y sienta un poquillo y luego al final de curso lo revelas pero intentando no hacerle daño. Le parecerá hasta divertido haber vivido en carne propia una apuesta.
―Supongo ―se encogió de hombros.
―De todas maneras esta vez sí voy a pensar alternativas. Pero no me dejéis todo a mí. Una cosa es que me guste todo lo de las apuestas y otra que tenga que llevar yo la voz cantante, chicas. ¡Estamos juntos en este!
―Elías, la que lleva la voz cantante es Nora, que es la que se la está jugando. Tú eres la cabeza pensante, ella la cabeza ejecutadora.
―¿Y tú que eres, Paloma?
―La que observa como os daréis el batacazo como no vaya bien vuestra ida de cacerola ―dijo con la voz adormilada.
―Olla, no de cacerola ―le corrigió Nora.
―Sí, bueno lo que sea ―dijo antes de quedarse dormida y dejar de hacerles cosquillas.
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¡Hola! ¡Hoy es martes de capítulo!
Está claro que ni Ezequiel ni Nora están dispuestos a hacer daño, pero, ¿la apuesta y la contrapuesta traerá de todas formas esa consecuencia?
¿Qué os ha parecido? Espero vuestros comentarios, ¡nos leemos en el próximo capítulo!
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