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Capítulo 13.

24 de noviembre del 2020.

Mis manos sudaban como nunca lo habían hecho mientras que daba los últimos toques en el gran pavo en la isla de la cocina antes de finalmente llevarlo al horno a unos ciento ochenta grados. Anna suspiró una vez lo vio dentro y secó un sudor imaginario, me le quedé mirando, ella solo alzo sus hombros.

—¿Qué? Fue un duro trabajo.

—Pero si solo me pasabas las especias—la acusé.

—Eso es un duro trabajo —rodé los ojos, Anna estaba igual que atrevida que siempre, solo que lo estaba el triple desde el día que se mudó oficialmente conmigo, cada vez empeoraba más —. ¿A qué hora crees que llegue?

—No lo sé —miré mi reloj y la ansiedad aumentó otro milímetro más.

Esta sería la primera salida de Jenna desde que entró en aquella institución, Anna estaba tan ansiosa de contarle cada detalle a su madre sobre su nueva escuela, de la que no le había comentado nada y que ella no conocía. Era un tonto, había guardado esa información tan vital en la última llamada que hicimos, sin embargo Anna le contaba sobre sus nuevos dos amigos, con algunas modificaciones en su historia. Nunca mencionó que Karen y Patri tenían tres años más que ella.

Jenna se escuchaba sorprendida por las nuevas amigas de Anna, le parecía algo único que su pequeña niña estuviera haciendo amigos.

El cambio de escuela había sido un buen movimiento para Anna. Aunque no todo era color de rosas, Anna poco a poco confiaba más en mí y me contaba con aún más detalle sus días de escuela, había hecho amigas sí, pero también estaban aquellos chicos que veían absurdo que una niña de su edad estuviera compartiendo un salón de clases con ella, sin embargo, su maestra estaba atenta a los movimientos de aquellos chicos, Anna tenía una atención adicional de parte de sus profesores.

Anna también estaba asistiendo a consultas con la psicóloga de la escuela, Anna la apreciaba mucho y estaba seguro de que podía hablar con mayor libertad en sus citas.

—¿Vendrá Astrid?—preguntó Anna sentada en el sofá mientras leía alguno de sus nuevos libros de ciencias. Alzó la mirada cuando no contesté y me encontró observándola—. ¿Qué?

—Tendrás un coeficiente intelectual gigante, pero eres malísima fingiendo indiferencia, Anna.

—Solo hacía una pregunta, tío Jer, una pregunta válida considerando que no paran de hablar por teléfono——Anna cerró su libro con fuerza y se acomodó en una posición que gritaba que estaba a punto de sufrir un interrogatorio—. ¿Por qué no la has invitado a salir? Han pasado semanas.

—¿Recuerdas el significado de privacidad?

Parte más interior o profunda de la vida de una persona, que comprende sus sentimientos, vida familiar o relaciones de amistad—dijo ella como un loro—. En ninguna parte de esa definición dice que no puedas darme detalles, tío Jer.

—Tus definiciones se han vuelto bastante convenientes.

—¿Convenientes? Puedes buscar la palabra privacidad en Google y eso es lo que leerás, aparte de cualidad de lo que es privado, pero esa definición no es tomada en cuenta en nuestros contexto.

Suspiré, no sabía que era peor, el regaño que me vendría por ocultarle cosas a Jenna o los comentarios sabelotodo de una niña de ocho años.

Sabía que era imposible mantener un discusión con Anna.

—Además, odio que digas que será una cita aburrida, ¿qué les pasa a los dos? Se supone que yo soy la rara.

—Primero, no eres rara, Anna—la regañé y en respuesta gané sus ojos en blanco—. Segundo, lo de la cita aburrida es algo entre los dos, no planeo que nuestra cita sea aburrida.

—Pues si sigues aplazándolo ella se aburrirá, tío Jer—entrecerré mis ojos y Anna solo suspiró —. Escucha, sé que no han pactado una fecha y hora solo por mí, puedo cuidarme sola.

—¡Tienes ocho años!

—¿Y? Puedo leer un montón de palabras por minuto mientras que tu apenas puedes terminar un libro, tío Jer.

—¡Eso no va a impedir que puedas pasar hambre!

—¡Dios mío! Sé hacerme un sándwich. Deja de poner excusas estúpidas e invita a Astrid a salir, Jeremiah.

Dije que era inútil discutir con Anna, pero había pasado el límite de decir mi nombre completo y encendió la mecha en mí, pero para fortuna de la niña la puerta en ese momento sonó y Anna en consecuencia sonrió victoriosa antes de correr hacia la puerta.

Suspiré agotado, esa niña cada vez más se convertía en mi perdición.

Escuché como Jenna y Anna se saludaban, alcé mi vista desde el sofá y observé a ambas abrazarse con fuerza. A un costado de ellas estaba una mujer mayor vestida de enfermera, era la condición para que Jenna pudiera venir por acción de gracias, debía tener compañía.

La licenciada Henrretta Colleman era una mujer dura, sus notables arrugas y su rostro serio me lo decían, sin embargo me acerqué a ella y le di la bienvenida, luego fui hasta Jenna, quien al verme extendió los brazos para llevarme hacia ella.

—Hola, hermanito.

—Hola, hermanita.

Besé su coronilla y acaricié su cabello. Después de mucho tiempo vi algo más que oscuridad en los ojos de Jenna, por un momento quise largarme a llorar, solo tragué saliva y me dije que debía mantenerme fuerte.

Al pasar la tarde Anna hablaba con su mamá como nunca antes lo habían hecho, Anna se mostraba emocionada hablándole sobre la escuela, sobre su psicóloga y por supuesto sobre mí.

-Tio Jer todavía no invita a Astrid a salir, solo pone excusas estúpidas, mamá. Es como si le tuviera miedo, siempre que va a recogerme a la escuela la evita como la peste, solo hablan por teléfono, es extraño.

—¿Ve a Astrid en tu escuela?

—Obvio, trabaja ahí.

Dijo Anna antes de que pudiera recordarle de no decirle nada a su mamá sobre el cambio de escuela. Cuando me vio cerrar los ojos y restregar mis ojos con fuerza, Anna se dió cuenta de que había metido la pata.

—¿Ups?

Jenna se dio cuenta de que algo en la historia no encajaba, ver mi reacción y el rostro arrepentido de su hija le hizo sumar dos más dos. Inhaló profundamente.

—Jeremiah, ¿tienes algo que decirme?

Miré hacia su enfermera quien observaba todo con precaución, bastante atenta a lo que pasaría a continuación, no quería hacer retroceder el avance de Jenna, pero sabía que tarde o temprano tendría que contárselo.

—Cambié a Anna a una escuela nueva, Astrid trabaja ahí—confesé sin dar demasiados detalles, fui testigo de como el párpado de Jenna empezó a temblar.

—Me adelantaron tres años, mamá —fue Anna la que quiso dar más información, pero la pequeña niña hablaba con su madre muy seria sin demostrar ni un ápice de miedo, muy contrario a mí—, me hicieron algunas pruebas antes de ingresar, se dieron cuenta de que soy una niña con altas capacidades, afirmaron que lo mejor sería seguir en una escuela normal para poder desarrollar mis técnicas de socialización.

—Anna...

—No, tío Jer, ella debe saber todo. Patri y Karen están en mi salón, ellas me aceptaron tal y como soy, en mi anterior escuela las maestras hablaban a mis espaldas insultándote e insultándome, los niños no querían ser mis amigos por ser demasiado rara. Tío Jer tomó una decisión, una que yo le pedí a gritos que tomara.

Jenna no le dijo nada a su hija, solo respiraba profundamente, y volteó su mirada a mi dirección.

—Te pedí que no hicieras las pruebas...

—Tenía que hacerse Jenna.

—Te pedí protegerla, Jeremi.

—Y lo estoy haciendo, esto es bueno para ella. Mírala—señalé a Anna—. ¿Es que no lo ves? Mira que feliz está Anna, tiene amigos, Jenna, amigos de verdad.

Jenna se levantó del sofá y con lágrimas en sus ojos se encerró en el baño, su enfermera yendo detrás de ella.

—Ella odia el hecho de que soy diferente.

—No, Anna, no es así—me senté a su lado, y tomé su pequeña mano, Anna no me veía a los ojos—. Tu mamá ama quien eres.

—¿Entonces por qué hizo una mueca cuando le dije que era una niña con altas capacidades?

Porque tu papá siempre quiso eso para él, Anna, porque si tu papá hubiese sido así las cosas tal vez habrían sido diferente.

Pero no lo dije, guardé silencio, mientras consolaba a mi sobrina. Acción de gracias no había empezado en casa y ya había sido un desastre.

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