Sinclair se separó un poco de ella y la miró a los ojos con una sonrisa.
—Tengo todo el día libre para poder ser tu guía de turismo si quieres.
—¿Y tu papá?
—Lo iré a ver durante la tarde, no te preocupes.
—No es que me desagrade, pero tendrías que estar con él en vez de estar conmigo.
—Él está bien cuidado, te lo aseguro. Así que, ¿qué dices?
—Bueno, está bien. Voy a buscar una cartera y un saco.
—Te espero.
Varios minutos más tarde llegaron al centro de la ciudad neoyorquina en donde él estacionó el auto y caminaron a pie tomados de la mano mientras recorrían vidrieras, entraban a edificios emblemáticos, comían pizza en un restaurante a la hora del almuerzo y luego continuaban el recorrido al tiempo que tomaban un helado.
Se detuvieron en el puente de Brooklyn para mirar el atardecer que se veía tan hermoso como así de imponentes se erigían los rascacielos junto al río Hudson.
—Es hermoso —comentó ella.
—Es una vista increíble.
—Sí, lo es. La verdad que sí —afirmó.
—Vayamos a merendar y luego te dejo en el departamento de Margarita.
—Podemos ir otro día, es mejor que vayas a ver a tu papá.
—Puedo retrasarme una hora y media, no pasa nada. Quiero merendar contigo.
—No, es mejor que vayas con tu papá, es importante.
—Tú también lo eres para mí.
—Gracias, pero en serio, anda a verlo. Yo no me voy a molestar por eso, al contrario, quiero que vayas.
—De acuerdo, iré, pero primero te dejaré en el departamento.
—Está bien —le sonrió y él le ofreció el brazo para regresar al auto.
Media hora más tarde Sinclair dejó a Esperanza en el lugar acordado.
—¿Mañana puedo verte de nuevo? —cuestionó él.
—Creo que no necesitas preguntármelo. Podés venir cuando querés, aparte, ¿no era que somos novios?
—Cierto —le dijo y se inclinó hacia ella para darle un beso en los labios.
—Los pesqué infraganti —se rio con diversión su amiga—. ¿Me perdí de algo? —Miró a uno y después al otro.
—Oficialmente desde hoy somos pareja —declaró Sinclair.
—Me alegro un montón —respondió con alegría para abrazar a cada uno por separado—. Chris viene a comer a la noche, ¿por qué no te quedás también?
—Tengo que ir a ver a mi padre.
—Yo ceno en el horario de Argentina, entre las nueve y las diez de la noche.
—De acuerdo, en ese caso, vendré otra vez, gracias por la invitación, nos vemos más tarde.
El norteamericano se retiró de allí y Marga la atosigó a preguntas por la nueva y agradable noticia.
🍸
Para finales del mes de mayo la pareja se encontraba merendando en una bonita cafetería puesto que al día siguiente Esperanza regresaba a su país. Había conocido gran parte de la ciudad gracias a su mejor amiga y a su novio, pero sabía también que todo lo bueno duraba poco.
—Quiero que sepas que todavía me gustas, Esperanza, sé que mañana regresas a tu país, pero mi interés por ti sigue intacto. Quiero que lo nuestro sea real y no algo pasajero.
—¿Seguro? No creo que después de que me vaya seguirá tu interés por mí, vamos a estar a kilómetros de distancia.
—No te olvides que tengo un club nocturno en tu país y cuando quiera puedo ir, mi prioridad ya no es más el negocio, sino tú —le confesó y ella se quedó sorprendida—. Por lo que, pasado mañana viajo, así que, es una excusa perfecta para vernos de nuevo.
—Lo tenías planeado, ¿no?
—Puede decirse que sí —le sonrió de lado y ella hizo una risita agachando la cabeza—. Vayamos a pasear un rato antes de regresar al departamento —le dijo y pagó lo que consumieron dejándole una propina a la mesera y salieron de allí.
El cielo estaba cubierto de nubes grises y unas gotas comenzaron a caer. Sinclair abrió el paraguas y le ofreció el brazo para que caminaran juntos mirando vidrieras y luego volvieron al coche donde él le abrió la puerta del copiloto y segundos después se metió él para conducir hacia el condominio.
Una vez en la entrada del departamento los dos se despidieron.
—Gracias por la salida de hoy, terminaré de guardar lo que me falta.
—¿Puedo llevarte mañana al aeropuerto?
—Se ofreció Margi a llevarme, así que no te preocupes.
—¿Irte a despedir tampoco?
—Prefiero que no, si nos vemos en pocos días no tenés que ir.
—De acuerdo, en ese caso me resta besarte aquí.
Sinclair la tomó de las mejillas y se inclinó para besarla como si dependiera de ello. El beso duró largos segundos y el abrazo que estaban manteniendo también.
—Nos vemos en un día y medio, Caramelo —declaró él regalándole una sonrisa.
—Nos vemos pronto, Sin —le sonrió.
Ambos volvieron a besarse estando abrazados y pronto se separaron.
🍸
Buenos Aires
Un día y medio después como bien se lo había dicho Sinclair, él viajó al país de su chica y en dos días se volvieron a ver. Durante aquellos días se la pasaron juntos, a veces en el chalé donde Esperanza estaba viviendo y otras tantas en el piso de él, sin contar con que ella comenzó a tener algunos pedidos de panadería por el barrio.
La pareja estuvo junta por dos semanas y antes de que Sinclair volviera a su país y decidieron al fin cenar juntos como aquella noche no pudieron hacerlo.
El norteamericano se presentó allí sosteniendo un ramo enorme de gypsophilas.
—Pasa —le dijo dándole un beso en los labios.
—¿Cómo están yendo los pedidos?
—Bastante bien, casi toda la cuadra me pidió alimentos de panadería y postres.
—Eso es muy bueno, Esperanza —la besó de nuevo estando contento por ella y ya dentro del chalé.
—Sí, de a poco.
—¿Y tu padre? ¿Has hablado con él?
—Hablé muy poco con él, pero solo mensajes.
—Por lo menos es un avance, ¿y cómo se comporta contigo?
—Mucho mejor que la anteúltima vez que nos vimos. Me dijo que estaba yendo a un grupo de apoyo y a la psicóloga, cosas que antes nunca había hecho porque siempre decía que eran una estupidez.
—Por lo menos se dio cuenta lo equivocado que estaba.
—Sí, eso es cierto —le dijo poniendo el ramo dentro de un florero.
—Cambiando de tema, ¿sabes lo que significan las gypsophilas?
—No, ¿tendría que saberlo? —Lo miró con atención a los ojos.
—Suponía que sí, pero te lo diré.
—A ver, ¿qué significa?
—Felicidad, eso significa y es por eso que te las regalé, porque para mí representas la felicidad que por mucho tiempo no encontraba.
Esperanza sintió sus ojos acuosos y lo abrazó por la cintura para apretarse contra su cuerpo.
—Es hermoso lo que me dijiste, yo también estoy feliz de poder conocerte y que tengamos algo entre los dos —lo miró de nuevo a los ojos y él se inclinó hacia su rostro para besarla.
—Soy muy feliz contigo yo también, Caramelo.
Ella le sonrió mientras se le formaba un hoyuelo en la mejilla derecha y volvieron a besarse. Más tarde cenaron y luego comieron el postre, un cheesecake de maracuyá que la joven había preparado exclusivamente para él. Luego, él se quedó a dormir y compartieron la cama.
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