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Entrada_46

Lunes, 5 de enero de 2115

─Adela, querida, creo que tenemos una conversación pendiente ─me llamó Zaida en un susurro apenas audible, pero lo suficiente para que yo me diese la vuelta y la viese a mi lado, envuelta su capa gris. Yo iba caminando de la mano de Adam, hablando con él y con Andy, Javi y Lorena. En aquel momento llevábamos unos setenta kilómetros recorridos y era mediodía. Andy estaba contando lo mucho que le repateaba que Phil trabajase con el tal Eliot o Iliota, como él prefería llamarle. Me lo estaba pasando bien y le había dado un descanso a mi cabeza y, por primera vez en muchas horas, no estaba pensando en El Cambio, ni en la abuela de Javi, ni en conspiraciones para acabar con el planeta y nuestra especie, pero en cuanto vi a la señora, todos esos pensamientos volvieron a mí.

Nadie parecía haber notado que Zaida se hubiese dirigido a mí, excepto Javi, que nos miró alternadamente de reojo. Los remordimientos por no haberle contado nada de que la "Sra. Aurora" era su abuela me invadieron. Él era a quien Zaida debía habérselo dicho, no a mí.

─Lo sé ─ le respondí en el mismo volumen de voz que ella había empleado previamente, tras varios minutos de reflexión sobre si debía o no hablar con ella en ese momento, minutos durante los cuales ella siguió caminando a mi lado sin que nadie la notara. Decidí que tenía que aprovechar el momento, pues no sabía cuándo podría volver a verla─, pero creo que le debe una explicación a Javi antes de cualquier cosa que tenga que decirme a mí ─añadí, decidida a no hablar con ella hasta que Javier estuviese enterado de todo.

Javi oyó su nombre y se volvió rápidamente hacia la que en unos minutos se iba a presentar como su abuela. Andy, Adam y Lorena, al ver la brusquedad con la que Javi se había girado hacia nosotras, también nos descubrieron y se dispusieron a escuchar nuestra conversación. Zaida sin embargo seguía imperturbable, examinándome sin parpadear con esos ojos verdes que tan bien conocía.

─Tienes razón ─admitió, con la misma expresión neutra. Después se volvió hacia su nieto y le invitó a ir con ella, a lo que Javi aceptó, intrigado. Ambos quedaron atrás para lo que iba a ser una conversación difícil para Javi. Tan solo esperaba que Zaida no mencionara que yo sabía todo.

─ ¿De qué iba todo eso? ─preguntó Andy, en cuanto desaparecieron de nuestra vista, perdidos tras la multitud de nevados.

Permanecí callada. No sabía si podía contarles todo lo que sabía, o si debía pedirle permiso a Zaida, ni siquiera sabía cómo explicarlo.

─ Me suena mucho... ─dijo Lorena─. Creo que la he visto antes... ¿Quién es, D?

─ Yo estoy seguro de que no la he visto en mi vida. Me acordaría de una señora que viste con una capa sacada de la Edad Media.

Adam se rió con la ocurrencia de Andy, pero no dijo nada. Él sabía que era la mujer que había estado siguiendo hacía dos días, y sabía que era la mujer que había salvado a Javi de morir aplastado, pero también sabía que había más cosas, muchas más, cosas que aún no le había contado. Decidí que Andy y Lorena podían saber al menos lo mismo que sabía Adam, así que me limité a responder eso:

─Es la señora que salvó a Javi aquel día que fuimos a las grutas superiores y nos pilló el terremoto.

─ ¡Cierto! ¡De eso me sonaba! ─exclamó Lorena─. Empujó a Javi y él casi se cae encima de mí. La pude ver detrás de nosotros y por un momento pensé que la roca la había aplastado, pero después salió de entre el polvo que había provocado el trozo de techo al caer. No pude fijarme más, pues tuvimos que seguir corriendo. ¡Ya me había olvidado! Pero no es solo eso ─añadió pensativa, tras unos segundos de silencio─, hay algo en su cara...

Yo supe inmediatamente que Lorena había notado cierta familiaridad en el rostro de Zaida pero aún no se había percatado de que esa familiaridad era debido a sus ojos verdes, los mismos ojos que su nieto.

─Vale, vale... Pero a qué venía eso de que tiene que hablar con Javi, ¿qué le tiene que decir que no puede ser con nosotros delante? ─preguntó Andy.

─No sé ─mentí.

─ ¿Pero entonces tú ya la conocías? ─cuestionó Lorena.

─Bueno, hablé con ella anteayer, para darle las gracias por haber salvado a Javi.

─ ¿Y no sabes de qué podrían estar hablando? ─insistió Andy.

─No ─volví a mentir, tratando de poner mi mejor cara de póquer, aunque por la expresión dubitativa de Adam creo que no me salió demasiado bien.

─Entonces, tenemos que tomar medidas para descubrirlo. Yo creo que deberíamos ir a cotillear ─dijo Andy sonriendo como si fuera un santo.

─No ─contestó Adam, tajante, y yo se lo agradecí mentalmente─. Eso es una mala idea. Lo que sea que tenga que decirle no es nuestro problema, si quiere, Javi nos lo puede contar más tarde.

─ ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi amigo Adam? ─inquirió Andy, haciendo que Adam se sonrojara y farfullara algo que no pudimos entender. Entonces supe que él también se moría de curiosidad, pero se había negado porque sabía que había algo que yo no les había contado, y que era algo muy grave, porque si no, se lo habría dicho ya, al menos a él, así que había optado por ponerse de mi lado. De nuevo, se lo agradecí mentalmente. Pero Andy también se dio cuenta de la curiosidad mal disimulada de Adam y de que probablemente podía convencerle, así que empezó a pincharle para que le ayudase a que yo cediese, cosa que no iba a hacer, ni con Adam ni sin él.

─Bueno, ya basta ─interrumpí─. No vamos a ir a meternos donde no nos llaman...

─Pero es que sí que nos llaman ─replicó Andy─, Javi es nuestro amigo, y es el novio de Lorena. ¿Verdad, Lorenita? ¿A qué tú también quieres ir a espiar a tu Javi? ─le preguntó haciendo un pucherito y enfatizando en lo de "tu Javi".

─Bueno... ─dijo ella, mirándome a modo de disculpa. Iba a aceptar. Lorena, la persona más discreta del mundo quería a espiar a su novio

─ ¡Lorena! ─protesté indignada, y dando la guerra contra Andy por perdida. Si Lorena estaba de su lado y Adam dudaba, estaba claro que no iba a poder contener a los tres para que no cotillearan─. ¡Pensaba que justamente tú te pondrías de mi lado!

─Pero es que no me gusta esa señora... Tiene algo que no me convence... Su cara... Tiene algo... ¡Los ojos! ¡Son los ojos! ─Genial. Se había dado cuenta. Ahora sí que no iba a dejar escapar la oportunidad de descubrir quién era la señora que tenía los mismos ojos que Javi.

─ ¿Qué les pasa a sus ojos? ─preguntó Andy intrigado.

─Que son iguales que los míos ─respondió Javi, apareciendo por detrás y mirándome con una desconfianza que pensaba que no volvería a ver en su mirada nunca más, o al menos no dirigida a mí. Fue como si me hubiese clavado una flecha venenosa en el estómago. Sentí ganas de vomitar─. Pero tú ya sabes por qué, ¿no, Adela?

─ ¿De qué hablas, tío? ─demandó Andy, sorprendido.

─ Sus ojos son iguales a los míos ─repitió Javi─, y te voy a contar por qué. Resulta que la señora de antes es mi abuela, pero de eso me he enterado hoy. No la había visto nunca, nunca antes de anteayer, y aún ahora me lo ha dicho. Es mi abuela. Mi a-bue-la ─vocalizó para que le entendiésemos bien. Yo no podía decir nada, ni siquiera protestar porque me hubiese llamado Adela, aunque la verdad es que no tenía derecho a reclamarle eso después de no haberle contado nada.

─Javi, ven, cálmate y cuéntanos lo que ha pasado y qué tiene que ver D en todo esto ─dijo Lorena, mirándole a los ojos con una paz y tranquilidad contagiosas, mientras le invitaba a acercarse a ella. Todos esperamos en silencio, aunque yo ya sabía lo que iba a contar, como bien había dicho antes Javi.

─ Ella lo sabía, se lo contó a ella hace dos días ─explicó con enfado en la voz, señalándome acusador. Yo comprendí que aún no le había contado nada del Cambio ni de su trabajo, por ahora solo le había dicho la relación que tenían y que yo ya lo sabía─. Y a mí no me lo dijo nadie. Incluso el otro día, cuando estuve hablando con ella y me contó que me había salvado, no me dijo nada. Y yo tan contento de haber encontrado a la persona que me rescató del lago, y que me apartó de una roca del techo. ¡Hasta me dio un nombre falso! ¡Joder! ¿Cómo se supone que me tengo que tomar eso? Ha estado viviendo en Dreo desde hace años, pero cuando llegamos nosotros ni siquiera me saludó. ¡Y ahora resulta que es mi abuela! ¡Mi jodida abuela!

─Bueno, técnicamente, yo no vivía en Dreo cuando llegasteis vosotros ─interrumpió una controlada voz a mis espaldas. Todos nos volvimos para mirarla. Zaida se quitó la capucha y pudimos ver su pelo gris atado en un moño, su cara surcada de arrugas y sus ojos verdes, iguales a los del chico que estaba hablando hacía unos segundos. Todos permanecimos en un silencio absoluto, esperando a que siguiera hablando─. Yo llegué a Dreo el veinticuatro de diciembre, claro que nadie me notó, porque yo no lo quise así. Tardé casi dos días en estudiar a todos los habitantes de Dreo, aunque he de reconocer que a ti te vi el primer día, hijo.

─ ¿Me está usted diciendo que entró en Dreo con esa capa más que pasada de moda y nadie la notó? ─soltó Andy, para darse cuenta de lo poco adecuado que había sido eso. Adam aguantó una carcajada, e incluso Lorena le miró divertida. Javi, en cambio, pareció no haberse enterado, pues no apartó la mirada de su abuela, y de su cara no desapareció ni la ira ni la confusión.

─ Tú eres Andrew, ¿me equivoco? ─inquirió Zaida, con el mismo gesto neutro de siempre.

─Sí, señora. Digo no. No se equivoca. Vamos, que soy Andrew ─respondió, trabándose con la lengua y agachando la cabeza, para esconder su cara sonrojada.

─Pues déjame decirte, jovencito, que la moda no lo es todo, y lo bueno de esta capa es justamente que no es bonita y no llama nada la atención, por muy "pasada de moda" que esté. Además es muy calentita, y eso viene bien para los huesos en personas de mi edad, sobre todo con este clima.

─Claro, señora, no lo pongo en duda ─dijo, aún con la cabeza gacha y sonando muy avergonzado.

─No te preocupes, joven ─contestó Zaida sonriendo, para variar─, y levanta esa cabeza, no vaya a ser que a un chico tan guapo como tú le salga joroba ─añadió, haciendo que Andy se pusiera derecho como un soldado inmediatamente. Solo le faltó responder con algo tipo: «Señor, sí, señor. A sus órdenes, señor.». Pero le entendía. Zaida intimidaba. Y mucho. Aunque le estuviese regañando por algo tan tonto como haber dicho algo fuera de lugar─. Por cierto, para los que no me conocéis, soy Zaida, la abuela de Javier ─se presentó y todos pudimos escuchar el gruñido de Javi cuando dijo "la abuela de Javier".

─Lorena. ─se presentó ella, secamente.

─Yo soy Adam.

─Sí, sí, ya me sé todos vuestros nombres pero dónde...

─Bueno, volvamos al tema, si no os importa, claro ─interrumpió Javi, con voz tensa, como si estuviese a punto de explotar. Él quería respuestas y no las estaba obteniendo─. ¿Qué te impidió decirme hola antes, abuela? ─preguntó, la última palabra cargada de ironía, y con cara de alguien a quien le están gastando una broma muy pesada.

─Tú habías crecido... ─respondió Zaida, tras un rato larguísimo en el que solo se oían nuestras pisadas constantes contra el suelo congelado y las conversaciones de los demás nevados que no tenían ni el más mínimo interés en nosotros. Habló con su ya usual expresión imperturbable, pero con sus ojos brillando con lástima y dolor, y aún así parecía distraída, y no tan firme como las anteriores veces en las que había estado con ella─. Y hacía más de siete años que no te veía, y...

─Eso no es ni una excusa ─interrumpió su nieto.

─Lo sé, hijo. Pero para que lo entiendas te tengo que contar algunas cosas antes. Os las contaré a todos vosotros de hecho. Adela ya conoce una parte de la historia pero... ─en ese momento casi quería estrangular a la señora, es decir, nadie tenía que saber que ya me lo había contado a mí antes, lo podía simplemente contar de nuevo, y yo me haría la sorprendida. Era suficiente con que todos supieran que ya le había ocultado a Javi su relación con Zaida.

─ ¡¿Y SE PUEDE SABER POR QUÉ ADELA CONOCE YA UNA PARTE DE LA HISTORIA?! ─gritó Javier cabreado y sí, esa era exactamente la reacción que cabría esperar por su parte. Los demás me miraron acusadores, ya empezaban a comprender el cabreo de Javi. Incluso Adam me miró dudoso. Él sabía que yo tenía una razón para haberlo ocultado, una muy buena razón, pero en ese momento estaría pensando si esa razón era lo suficientemente buena como para no habérselo dicho al menos a Javi.

─Lo sabe porque se lo dije anteayer ─respondió Zaida, lo que enfadó más a Javi, e hizo que mis ganas por querer estrangularla fueran en aumento. No sé si se pensaba que eso lo iba a arreglar, pero su rostro aún impertérrito me inspiraba unas terribles ansias de hacerla callar, daba igual el medio.

─ ¿Pero por qué me lo dijo a mí? ─hablé al fin, conteniendo mis impulsos de saltar a su cuello─. Es decir, ¿por qué no a su nieto o a alguien con un poco de poder o más capacidad que yo?

─Bueno, no hay mucha gente con más "capacidad que tú". Llevo estudiando a todos los habitantes de Dreo varios días y solo unos pocos me parecieron adecuados para escuchar esta historia. Tú eras una de esas personas, pero he de reconocer que te había descartado en un principio. Aunque deja que os cuente toda la historia.

'Había muchos candidatos para confesar la información que voy a contaros. Hay gente muy inteligente y discreta entre los nevados, y fue muy difícil discurrir quién era mejor y quién no. Poco a poco y tras mucha observación, fui descartando a varias personas, con razones muy diversas. Al final decidí que tendría que ser alguien de este grupo, pues todos erais muy buenos candidatos: Javier, Lorena, Andrew, Philip, Adam y tú. De hecho, os lo iba a preguntar antes, ¿dónde está Philip? Él también debería escuchar esta historia.

──Está con Iliota, perdón, Eliot, pero voy a buscarle y le traigo aquí en dos minutos ──respondió Andy, y se alejó corriendo, claramente deseando separar a su novio de ese medicucho, como él le llamaba. Ni siquiera había pasado un minuto cuando la parejita se unió al grupo──. Ya le he puesto al día, puede seguir contando la historia, señora.

──Llamadme Zaida, todos vosotros, y así no me hacéis sentir tan vieja. Además, me encanta mi nombre y hacía mucho que no me podía presentar con él ──todos asentimos con la cabeza y esperamos a que continuara la historia, pero no se me escapó la mirada irónica de Javi ante lo de que "no se podía presentar con su nombre"─. En fin, que os escogí a vosotros. En parte fue por ti, Javi, porque quería acercarme a ti, pero principalmente fue porque si os lo contaba a uno de vosotros no había peligro si decidíais difundir la información, siempre que fuera dentro de vuestro grupo. Pero solo quería decírselo a una persona para más discreción y menos gente alterada ─explicó mirándome brevemente─, así que empecé a descartar gente. Primero, te descarté a ti, Philip, pues se lo podrías decir a Eliot o a otro de tus compañeros médicos, y personalmente no creía que fuesen de confianza ──Phil aún estaba un poco perdido pues acababa de llegar y Andy no debía habérselo explicado demasiado bien, pero su novio le miró con aires de superioridad, pues tenía razón al decir que Eliot se acercaba demasiado a Phil, y no solo eso, sino que además Eliot no era digno de la confianza de Zaida──. Y por la misma razón te descarté a ti, Adam ──yo me volví hacia él sorprendida y algo ¿celosa?, pensando en que quizás tenía amiguitas por ahí de las que yo no sabía nada o... Pero en cuanto vi la cara de sorpresa de Adam, supe que no existían tales amiguitas.

── ¿A quién iba a decírselo yo? ──preguntó.

── A Raúl o a su madre, Marta, desde luego.

──Yo no... ─empezó a decir Adam, pero yo supe que Zaida tenía razón. Adam no podría aguantar el peso de un secreto así, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que perdió en El Cambio. ¿Y a quién se lo iba a contar?

──Si te lo hubiese contado a ti ──repuso Zaida──, tú se lo habrías revelado a D, quien probablemente te diría lo chalada que estaba yo y que no hicieses caso a cuentos de viejas, y no habría ningún problema, pero quizás deducías la respuesta que te daría D y entonces elegirías otra persona y no sería nadie de este grupo. No se lo contarías a Javi, porque no terminas de confiar en él y como no querrías que se enterase Javi, tampoco se lo dirías a Lorena. A Phil y Andy tampoco, pues aunque sean muy amigos, tendrías miedo a que se riesen de ti, así que recurrirías a la persona que es como una madre para ti, y no es que yo crea que Marta es una mala persona, pero ella tiene contactos y seguramente lo difundiría, y eso no es lo que yo quería.

──Sigo sin ver por qué me lo dijo a mí ──murmuré confusa y enfadada──. Yo se lo podría haber dicho a Jake, y Jake a Nat, o incluso a los líderes de Dreo. Si no se lo dijo a Adam, y tampoco a Phil porque podrían difundirlo fuera de este grupo, no entiendo por qué sí me lo dijo a mí.

──De hecho, como te dije antes, a ti te descarté en un principio. Y como te descarté a ti, después también a ti ─añadió mirando a Andy.

── ¿Por qué? ──cuestionó Andy molesto──. Yo no tengo contactos fuera de este grupo.

──Jake es tu contacto fuera de este grupo, y como ha dicho D, contárselo a Jake significa contárselo a Nat y quizás también a los líderes de Dreo, quienes lo publicarían a los cuatro vientos. Aunque, la verdad es que tú no estabas descartado en un principio, de hecho, eras una muy buena posibilidad, pues estaba segura de que acudirías directamente a Philip, si decidías contarlo y Philip te convencería de que no era buena idea pregonarlo por ahí. De hecho, por eso eras un candidato tan bueno. Si se lo contaba yo directamente a Philip, él perdería el buen juicio al haberle confiado algo así sin pruebas y sin tener la mínima confianza en mí, y un Philip sin buen juicio fue imposible de predecir para mí, mientras que tú, Andy, te enfadarías y se lo contarías directamente a Philip, quien no dudaría de tus palabras, por lo que no perdería el buen juicio y se enfocaría en ayudarte a guardar el secreto y a soportarlo. Sabríais el secreto dos personas en vez de una, pero formaríais un buen equipo para mantener el secreto y superarlo.

──Pero al final no me eligió ──dijo enfurruñado, como si Zaida estuviese poniendo en duda si era o no una persona de confianza.

──No, te descarté tras la pelea que tuviste con Philip. Solucionasteis las cosas casi en seguida pero era evidente que te seguía y aún sigue molestando su amistad con Eliot, y pensé, que si te enfadabas con lo que yo te contaría, quizás en un intento de venganza no acudirías a Phil, si no a Jake.

──Yo no me habría hecho eso jamás y menos como venganza... ──empezó a protestar Andy.

──No podía estar segura, no como antes, así que me quedaban dos opciones, pues por el momento había descartado a Adela...

──Llámeme D, por favor ──interrumpí molesta.

──Bueno, había descartado a D. Me quedaban Lorena y mi nieto, por supuesto. Eran los únicos cuyos amigos y conocidos eráis solo vosotros, todos los que estáis aquí presentes, el único grupo cuyos miembros, todos los miembros, me parecían plenamente confiables. ¿Pero a quién decírselo de los dos? Mi corazón me gritaba que te lo dijese a ti, Javier, que te hablase y que te explicase por qué no me habías conocido hasta ahora, pero no estaba preparada, no mentalmente hablando, si acudía a ti, las palabras no saldrían. Así que me quedé con Lorena. Diciéndoselo a Lorena estaba machacando todas las posibilidades de que confiaras en mi en un futuro y lo sabía, lo sabía perfectamente, pero no podía ir a ti y presentarme como tu abuela, simplemente no era capaz ──la expresión de Zaida se contrajo de dolor, rompiendo esa expresión imperturbable a la que ya me había acostumbrado, y no apartaba sus ojos verdes de los ojos verdes de su nieto──. Era mil veces más fácil decírselo a otra persona, aunque esa otra persona iría directa a contártelo.

Todos nos quedamos en silencio. Seguía sin entender por qué me lo había contado a mí, especialmente después de escuchar todo lo que había investigado y estudiado para saber quién sería más adecuado. Los demás probablemente estarían preguntándose si al final también les diría a ellos esa misteriosa información.

──Pero al final eligió a D ──observó Phil en voz baja, casi como si tuviese miedo.

──En efecto. Pero casi fue el destino quien me hizo cambiar de opinión en el último momento. Las cosas salieron mal. Me vio salvar a Javier cuando solo Lorena tenía que verme. Que D me buscara para pedirme perdón, que finalmente me encontrara y que descubriese que mis ojos eran iguales que los de Javi, que se empezase a hacer preguntas cuando yo le revelase a Javi que le había salvado también en el lago, todo eso eran cosas que debía haber hecho Lorena. Pero en las grutas, Lorena estaba demasiado asustada para darse cuenta de que Javi casi había muerto. Sí me vio salvándolo, pero su cerebro no lo procesó y se preocupó por seguir corriendo, olvidándose en seguida de lo ocurrido. Pero D vio como esa roca iba a aplastar a su amigo, y lo vio muerto antes de que yo le apartara, y me vio salvarle, por lo que fue ella, y no Lorena, la que vino a darme las gracias. Después le conté a Javi que yo le había salvado dos veces, y dejé que se lo contase a D. Javi estaba contento de encontrarme, y no se daba cuenta de las miles de cosas que no encajaban, pero D sí lo hizo y en cuanto vino a preguntar, yo respondí y le conté parte de lo que os voy a contar ahora a todos. Pero debéis saber que esto que os diga aquí es alto secreto, y no se lo podéis decir a nadie...

── Entonces todo el rollo de la elección de a quién contárselo ha sido inútil. ¡Qué estupidez! Al final lo vamos a saber todos. Y si ahora nos lo va a contar a todos, ¿por qué narices me lo contó a mí primero? ¿Qué es lo que no funciona en su mente? ──grité, con amargura en la voz. Estaba terriblemente cabreada con Zaida porque me había contado una información incompleta, información que me iba a repetir ahora, como si fuesen las buenas nuevas de que hay pan recién horneado para todos──. ¿Sabe lo horrible que es saber algo así? Y, al fin y al cabo, ¿por qué nos lo cuenta? ¿Por qué tenía que contárselo a alguien?

── Lo vais a saber todos porque las cosas han salido mal.

── Eso ya lo ha dicho, y sinceramente, me importa un bledo que las cosas hayan salido mal. No tiene ningún derecho a decirnos nada. ¿Por qué no se lo ha guardado para usted? ¿Por qué nos lo tiene que decir? Aún está a tiempo de callarse, por ellos. Si se lo cuenta, no hará más que atormentarles sin sentido, pues ya no hay solución ni arreglo y ninguno de nosotros puede hacer nada. Por favor──supliqué desesperada. Ya no quería saber nada más de esa mujer y por el bien de todos, era mejor que se callara. Mi ataque de amargura había hecho que todos mis amigos se mantuvieran en silencio y observaran con cautela. Nunca había tenido una reacción así, y empezaban a sospechar que esa información que les iba a contar Zaida no era el ingrediente secreto para hacer buen té, sino algo importante, algo que conseguía ponerme los pelos de punta, y nunca me habían visto con los pelos de punta porque yo nunca había estado así.

── Os lo tengo que decir porque soy una persona egoísta y egocéntrica ──respondió, con la misma amargura que yo había usado antes, y consiguió calmarme, porque sinceramente, esperaba una respuesta sin sentido, como las que llevaba dando toda la noche, quizás algo como «porque sois jóvenes, y yo me muero». Quizás algo un poco menos melodramático. Nunca hubiera imaginado esa respuesta, y menos con el sufrimiento que la acompañó. Por eso callé, y dejé de gritar, para que me explicase (nos explicase) por qué se consideraba egoísta y egocéntrica. ──Os lo tengo que contar porque no puedo morirme sin haberle dicho a alguien la verdad. Esa verdad que llevo investigando desde hace casi nueve años, por la cual apenas he dormido por las noches, por la cual no pude quedarme para cuidar a mi nieto de diez años dejándolo abandonado, por la cual he recorrido lugares de todo el globo, viendo en todos ellos destrucción y muerte. Y todo ello, todo lo que he hecho por esa maldita verdad, todo ha sido completamente inútil porque a día de hoy, sé lo mismo que sabía hace ocho años. Y me niego a creer que todo vaya a terminar así, y tengo confianza en que si vosotros lo sabéis quizás veáis algo que no he visto yo. Quizás no veáis nada, es cierto. Y por eso soy tan egoísta y mezquina: porque os voy a contar algo que no es nada bonito y quizás no sirva de nada, pero de todas maneras lo voy a hacer, por si acaso sí que sirve de algo. Por eso os voy a contar la que, a pesar de todo, es la verdad más cierta que conozco.

Todos permanecimos en silencio, observándola. En el momento no me di cuenta, pero ahora que lo transcribo, sí. Zaida ya nos había atrapado. Seguramente os preguntaréis por qué no nos íbamos, por qué después de escuchar lo que la información nos iba a provocar no escapábamos por patas. Simplemente, no podíamos. Yo misma, que ya conocía gran parte de lo que nos iba a contar, yo, que hace un momento me negaba en rotundo a escuchar nada más que saliese de su boca, yo, que llevaba dos días aterrada sin apenas entender por qué tanto miedo, no podía irme. Quizás por el efecto de sus palabras o quizás porque de repente me habían surgido de nuevo todas las preguntas que llevaba haciéndome desde que hablé con ella hacía dos días, pero ahí estaba, planteándome qué preguntar primero cuando los demás se hubiesen enterado del pedazo de información que yo ya conocía. Y es que yo ya había aceptado que lo iba a contar, porque ahora, por muchos avisos e inquietantes consecuencias que hubiésemos mencionado tanto Zaida como yo, todos se morían de curiosidad. Si ahora Zaida les preguntaba si querían oír el famoso secreto, todos gritarían "¡Sí!". Incluso yo lo gritaría. Era su decisión si decirlo o no, y como había dicho, lo iba a hacer. Y por eso era egoísta. Nos lo iba a decir sin tener nosotros elección. Y por eso era mezquina. Pero en cierto modo, lo comprendo.

──Yo... ──siguió hablando Zaida, con una profunda huella de agotamiento en el rostro, ya con esa máscara impenetrable desaparecida──, lo siento. Desearía habérselo dicho solo a una persona, como mucho a dos... Todo se ha estropeado... Lo siento tanto...

Algo me despertó de mi estado de querer preguntar todas aquellas cosas que hace un momento quería olvidar.

── ¿Entonces por qué me lo dijo a mí? ──pregunté, volviendo a la carga──. Yo aún podría habérselo dicho a mi hermano. ¿Por qué no esperó para decírselo a Lorena y así asegurarse de que solo dos personas lo supieran?

── Porque no podía contárselo sin que ella atase algunos cabos primero. Si te hubiese dicho todo lo que te dije hace dos días sin tú preguntarme, ni conocerme, ni haber hablado nunca conmigo, ¿qué habrías pensado?

Yo reflexioné unos instantes. La habría tomado por chalada, sin duda. Como una de esas personas que se creían videntes y proclamaban futuras desgracias a diestro y siniestro.

── No la hubiera creído ──admití.

── Exacto. Provoqué todo el asunto de que me dieras las gracias a propósito. Evidentemente no el terremoto, pero la verdad es que me vino bien. Claro que era destinado a Lorena. En todo caso, lo más vital para mí era que si quería revelárselo a alguien, ese alguien tenía que hacer preguntas y darse cuenta de cosas que no encajaban, porque si no, nunca me creerían.

── Pero usted dejó que yo la encontrara. Podría haber permanecido oculta y provocar otra situación para que fuese Lorena quien le hiciese las preguntas. Tendría que permanecer escondida de mí, pero yo no ataría cabos, y su plan seguiría viento en popa. Solo dos personas lo sabrían.

── Eso era lo que pretendía, al principio, y por eso tardaste varios días en encontrarme, pero mientras esperaba a que dejaras de buscarme, mientras me escondía, esperando a la oportunidad para provocar a Lorena, descubrí algo de ti que hizo que me inclinara a contártelo a ti, porque ese algo me gritó una solución, quizás pequeña, pero la única solución que he visto en tantos años de investigación. Y me lancé a contártelo sin pensar. Me olvidé de que podías contárselo a tu hermano. No pensé en que te sentirías obligada a que Javi lo supiera. No se me ocurrió que se lo ibas a contar a Adam sí o sí. En resumen, no pensé en que si te lo contaba a ti, de una forma u otra, todo el grupo se acabaría enterando, y quizás incluso fuera del grupo. Pero fue demasiado tentador y te lo conté.

── ¿Pero qué fue lo que vio? ¿De qué solución habla?

──Ya te lo dije cuando nos conocimos. Te dije lo que esperaba de ti cuando accedí a responderte todas las preguntas.

¿Habéis vivido alguna vez ese momento en el que sabes algo pero no lo sabes? Hacía mucho tiempo que no me ocurría. De hecho solo recuerdo que me ocurriese en una ocasión: en un examen en el colegio, antes del Cambio. Lo recuerdo porque había estudiado muchísimo para ese examen y por lo estúpido de la situación. Yo era un microbio de unos nueve años, así que seguramente lo que me pareció mucho entonces, serían una o dos páginas del libro de texto. El caso es que tras un examen que había respondido con facilidad, sólo me quedaba una pregunta. Estaba convencida de que era un examen de diez. Si no fuese, claro, por esa estúpida última pregunta.

« ¿En qué año descubrió Cristóbal Colón América?».

Lo sabía. Claro que lo sabía. Sabía los nueve sitios diferentes donde venía esa información en el libro. Incluso me había estudiado de memorieta el párrafo donde se explicaba el descubrimiento de América: «Cristóbal Colón era un almirante Genovés. Es conocido mundialmente por haber descubierto un nuevo continente. Sin embargo, ese descubrimiento fue pura casualidad, ya que Colón pretendía atravesar el océano para llegar a Las Indias. Su primera expedición contaba con tres barcos: La Pinta, La Niña, y La Santa María. Desembarcaron en América el 12 de octubre de...».

Me sabía el párrafo. Me sabía el puñetero día en el que desembarcaron. Solo me faltaba el año. No hace falta decir que no saqué un diez en el examen. Cuando más tarde consulté la respuesta en el libro, me llamé tonta, imbécil, retrasada y todos sus sinónimos, porque lo sabía. Lo sabía, pero no.

En ese momento, me sentí igual que aquel día cuando tenía nueve años delante de mi examen casi perfecto. Casi. ¿En qué año descubrió América Cristóbal Colón? ¿Qué me había dicho Zaida cuando fui a exigirle la respuesta a mis preguntas? Sabía perfectamente que lo había escrito en este diario. Había escrito toda la conversación. Sabía lo que me había dicho. Y había sido algo que me había llamado la atención. Lo sabía. Pero no lo sabía. No en ese momento. No cuando no tenía el diario conmigo. No con sus penetrantes ojos verdes mirándome y esperando a que me acordara. Como había hecho mi profesora, esperando a que le entregase mi examen.

Lo único que podía recordar era un número: 1492. Repetidamente. 1492. 1492. 1492. Ahora me parece gracioso, porque resulta que me debió de sentar tan mal no haberme acordado de aquel maldito número, que hoy, en ese momento, cuando traté de recordar, y me quedé en blanco, mi mente recurrió rápidamente al número que había olvidado en otra ocasión hacía nueve años. No obstante, en aquel momento, quería hacer todo menos reír. Zaida, al ver que yo no daba con eso que me había dicho, comenzó a contarles lo que hacía dos días me había dicho a mí. Yo apenas escuché. Estaba en trance, intentando recordar, intentando alcanzar el recuerdo que me bailaba en las narices pero que no podía agarrar. ¿En qué momento le dije a Jake que me llevase el diario porque no cabía en mi bolsa?

No sé cuanto duró mi trance, pero terminó cuando Javi se fue corriendo, empujándome a su paso, por lo que yo me volví, para ver que todos mis amigos y Zaida se habían quedado atrás, porque de repente, caminaban a un ritmo mucho más lento, como si una carga les aplastase los hombros. Deduje lo que pasaba al momento. Ya lo sabían. Sabían que El Cambio no era solo mala suerte. No tenía ni idea de si Zaida les había dicho algo más que a mí, o si se había limitado a decirles la misma información que ya me había contado a mí. Me maldije a mí misma por no haber prestado atención, sobre todo cuando vi las reacciones de mis amigos.

Todos respondieron a lo que habían escuchado de diferentes maneras. Javi, sintiéndose impotente, había escapado, seguramente sin poder quitarse las palabras de Zaida de la cabeza, como yo había hecho hace dos días. Lorena estaba seria, horriblemente seria, con la mirada perdida, pensativa y los labios fruncidos en una mueca dura y tensa. Philip parecía descolocado, también con la mirada perdida, pero de un modo diferente al de Lorena, quien más bien había clavado la vista en un punto a lo lejos. Philip simplemente parecía en las nubes. Por sus preciosos ojos azul marino caían lágrimas tan gordas y cargadas de tristeza que hicieron que a mí también me picaran los ojos por tener que verlo así. Estaba entre los brazos de su novio quien en cambio se había tomado la noticia de una forma muy diferente. Como había predicho Zaida, Andy estaba terriblemente enfadado. Todo su cuerpo estaba tenso: los músculos de los brazos, los dedos de las manos, el cuello, una vena de su frente, todo. Su rostro había adoptado una expresión que estaba colmada de ira y asco. Lo único que no reflejaba su profunda cólera eran sus ojos, que estaban fijos en Phil, terriblemente preocupados.

Pero mi preocupación por todos ellos pareció insignificante en cuanto vi a Adam. Era como si no comprendiera nada. Su mirada estaba confusa, y cuando me miró, parecía que no me hubiese visto nunca, sin reconocerme, como si su mente estuviese ocupada en entender algo muy complicado y se hubiese centrado solo en eso, olvidándose de todo lo demás. Movía la boca como si quisiese hablar pero no salían palabras. Estuvo apenas un minuto así desde que me había fijado en él, caminando automáticamente, como un robot, con el torso tieso y boqueando con la mirada confusa. Pero entonces se paró en seco. Y se derrumbó.

Cayó al suelo, se encogió como si quisiera desaparecer, escondió la cabeza entre las rodillas y empezó a convulsionarse suavemente. Sentí que se me encogía el corazón al verlo tan vulnerable. Sin embargo, cuando me agaché para darle mi abrazo de consuelo, descubrí que las convulsiones no eran debido a que estuviese llorando. Adam se reía. Pero no era su risa normal, esa risa que tanto me encantaba, esa risa tan única y feliz. No. Era una risa desquiciada y terriblemente amarga, que me provocó escalofríos, incluso más que sus ojos en los que brillaba una especie de desesperación rozando la locura.

A Adam le estaba dando un ataque. No paraba de reírse, a carcajadas. Apenas podía respirar y estaba rojo por el esfuerzo. Se removía en el suelo, completamente loco de tanto reír. Y yo también me estaba volviendo loca por esa misma risa, esa risa que reflejaba una profunda desesperación y dolor. Prefería que llorase. Su risa era demasiado antinatural. Intenté acercarme y sujetarle, pero me di cuenta de que los temblores de mis manos no lo iban a hacer nada fácil. Lo intenté. Intenté que me mirara a los ojos, pero su mirada estaba descentrada. No podía verme. Intenté calmarle diciéndole cosas, pero sus carcajadas se elevaban por encima de mi voz. Le grité, le zarandeé con mis temblorosas manos, incluso le abofeteé, pero no reaccionaba a nada. Al final, me tiré encima de su cuerpo, tratando de inmovilizarle con el peso del mío. Tenía que parar. Pero no lo hacía. Nada de lo que estaba haciendo le afectaba. No podía hacer que parara.

Necesitaba ayuda, pero al mirar a mi alrededor, no vi a nadie. Ahora pienso que quizás no veía por la gruesa capa de lágrimas que inundaba mis ojos. Zaida no estaba. Javi no estaba. Lorena, Andy y Phil no estaban. Jake no estaba. No había nadie. Grité. No sé qué es lo que grité. Pero grité con todas mis fuerzas, mientras zarandeaba a un Adam que seguía riéndose enloquecidamente como si no supiese hacer otra cosa. Y nadie me ayudaba. Nadie venía a hacer que él parase de reírse así. No sé cuánto tiempo estuve así: gritando y zarandeando, volviéndome más loca que Adam.

Y entonces, desesperada como estaba, con lágrimas cayendo por mis mejillas, le besé, reflejando en el beso toda mi impotencia. Le besé como nunca antes lo había hecho. Durante un angustioso momento noté como Adam seguía riéndose y sacudiéndose, y cómo, aún estando pegado a mis labios, no me sentía ni me percibía. Sus sentidos estaban embotados. Pero entonces paró de convulsionarse, y de removerse, y paró de reír, aunque no me respondió al beso. Respiré aliviada, y abrí los ojos, para separarme de él.

Y cuando me alejé lo suficiente para mirarle a los ojos, cuando me sentí aliviada porque me estaba mirando a mí, y no a través de mí, me rodeó con los brazos y me respondió al beso que le había dado antes con todas sus fuerzas, con un nivel de intensidad con el que nunca antes me había besado. Me aferré a él, sorprendida pero encantada a la vez. Pronto se me olvidó la preocupación que había sentido antes y la adrenalina que había usado para gritarle y sacudirle hacía apenas unos minutos, la empleé para besarle con la misma pasión y entrega que estaba dándome él.

Envolví su cuello con mis brazos y enterré las manos en su pelo. Quería acercarlo más, pero parecía imposible. Y él quería lo mismo. El calor que me invadía cada vez que nos besábamos crecía en mi interior y se expandía hasta límites insospechados, llegando a cada una de las células de mi cuerpo. Rodamos por el suelo, sin separar nuestras bocas en ningún momento. Quizás debería haber sentido el frío de la tierra congelada, o el dolor de las piedrecitas arañándome la piel, pero solo le sentía a él. Y a mí. Solo nos sentía a nosotros. Y lo único que podía razonar, lo único que podía pensar era que lo quería más cerca. Quería fundirme con él.

No sé cuánto tiempo pasó. Minutos, horas, días. Quizás había habido una tormenta. Quizás había impactado un meteorito en la tierra. Quizás ya éramos unos viejitos arrugados que habían pasado décadas besándose. Todo podía haber ocurrido, y yo no me habría enterado. Poco a poco, nos fuimos separando. No sé por qué paramos, la verdad. Si por mí fuera, habría seguido así con él lo que me quedaba de vida. Pero por alguna extraña razón, nos fuimos relajando y tras un rato, nuestros corazones ya volvían a latir a un ritmo normal. Seguíamos abrazados y yo no podía apartar la mirada de sus increíbles ojos marrones. Nunca antes de ese instante me habían parecido tan maravillosos, pero quizás fue por la indescriptible y reconfortante manera en la que me miraba, o porque parecían brillar con luz propia, pero en ese momento tan íntimo, tan nuestro, no eran solo maravillosos, eran algo más que eso.

Eran la puerta de su alma.

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N/A:

Holaaap!

Aquí está la entrada del martes! Os recuerdo que la próxima la subiré el jueves 27.

¡Un beso gigante y gracias por seguir leyendo!

Tana ;D

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