Entrada_45
Domingo, 4 de enero de 2115
Aún ahora, después de que hayan pasado diez horas tras mi conversación con Zaida, tengo un peso oprimiéndome el pecho. Son las cuatro de la madrugada y, evidentemente, no puedo dormir. Y no es por falta de cansancio. Estoy agotada, tanto física como psicológicamente. Tengo los pies molidos de tanto caminar, la cara insensible por el frío y el estómago gritando y pidiendo comida, pero no hay demasiada abundancia y las raciones son pequeñas, por no decir minúsculas. Aún así, lo peor es mi cabeza. No dejo de oír esas palabras, retumbando en mi cráneo:«exacto, hija, el Cambio». Son la causa de mi insomnio, y por eso estoy aquí escribiendo.
Todavía no se lo he contado a nadie, ni siquiera a Adam, de hecho, apenas he hablado con él desde que salimos de Dreo. Pero quiero decírselo, y liberarme del horrible sentimiento que me aprieta el corazón. ¿Pero cómo? ¿Cómo puedo explicarle a alguien que lo perdió todo con el Cambio que alguien lo provocó? ¿Cómo puedo hacerle algo así? ¿Cómo puedo decírselo sin saber cómo, ni por qué? ¿Cómo voy a difundir una información incompleta? Y es que aún tengo millones de preguntas en mi cabeza, pero simplemente todavía no he asimilado las cosas que ya sé.
¿Y, de todas maneras, por qué me fío de esa mujer, de esa mujer que no he visto en mi vida? Podría habérselo inventado todo, y aún así, yo sigo dándole vueltas porque me creo lo que me ha contado, quizás porque nunca antes de ayer me pareció una persona tan sincera. Podría ser todo falso, una invención de una vieja chalada, pero por alguna razón, estoy prácticamente convencida de que no es así.
No puedo entender por qué me lo ha contado todo. Zaida se había guardado esa información durante muchísimo tiempo. La primera vez que hablé con ella me dijo incluso un nombre falso, y de repente, bum, me cuenta todos esos supuestos secretos. Y, además, ¿por qué me lo cuenta a mí? ¿Por qué a mí, precisamente? Es decir, podría contárselo a su nieto, o a alguien importante en Dreo, alguien lo suficientemente maduro como para poder afrontarlo. Aunque, ¿podría alguien afrontar que todo lo que estamos viviendo es culpa de alguien?
Todo este tiempo hemos pensado que el Cambio nos “había tocado”, como había personas a las que les “tocaba” tener cáncer, o vivir en una chabola, o quedar paralítico en un accidente. No era un sistema justo pero era la única explicación que teníamos. Antes, el Cambio era solo una desgracia y teníamos que sobrevivir, porque era lo que nos tocaba, nos tocaba aguantar y soportar todo lo que se nos pusiera delante, como miles de personas luchan contra una enfermedad, y como otros pelean por sobrevivir aunque estén en la calle.
Pero ahora es diferente. Todo lo que está ocurriendo: las tormentas, los terremotos, los extremos cambios de tiempo, todo es culpa de un atojo de imbéciles, de insensatos, que no tenían nada mejor que hacer que condenarnos a todos. Todas las muertes, mis padres, mi hermana, el pueblo de Adam, la familia de Javi, los heridos, la amputación de Nat, absolutamente todo es porque a alguien se le ocurrió matarnos a todos. Y lo peor, lo peor de todo, es que seguramente nunca sabremos quien fue, ni por qué. Y tenemos que aguantar, y sufrir todo lo que estamos sufriendo, sabiendo que alguien nos sentenció a ello, que alguien nos arrebató todo lo que teníamos porque sí.
Ni siquiera sé cómo, cómo puede alguien provocar todo esto, cómo se puede alterar el planeta de tal manera que reaccione así. Necesito hablar de nuevo con Zaida, pero no está, o mejor dicho, yo no sé donde está. Eso es completa y totalmente mi culpa. Mientras hablaba con ella siempre tenía la sensación de que si me daba la vuelta, desaparecería, y efectivamente, en cuanto me di la vuelta, escapando de sus palabras, se esfumó.
Y ahora yo estoy aquí, pensando en qué debo hacer.
Podría contárselo a Javi, al menos decirle que “Aurora” es su abuela, pero entonces haría las mismas preguntas que le hice yo a ella, y yo tendría que responder y relatarle todo: desde cómo le abandonó y dejó que se cuidase él solo, hasta la amenaza y sus consecuencias. No, no era algo que tuviese que contarle yo. Era la obligación de Zaida decírselo, no podía cargarme a mí con esto. Y, sin embargo, tampoco podía ocultarle algo así. Acababa de recuperar mi amistad con él. No podía perderle de nuevo, y si no se lo decía, pero después se enteraba de que yo conocía la información y se la había escondido, no volvería a confiar en mí. Pero a pesar de todo, si se lo dijera yo, no me creería. Pensaría que mi desconfianza en la “Sra. Aurora” que le había dejado ver previamente había provocado que me inventase semejante trola. Al fin y al cabo no le culpaba. ¿Cómo iba a creerme? La historia era inverosímil, casi rozaba la locura. Ni siquiera tenía pruebas. Si no fuese Zaida la que me lo hubiese contado, yo jamás me lo habría tragado. Jamás. Javi tampoco daría crédito si no se lo revelaba su abuela.
No. No se lo puedo contar yo. Lo tiene que hacer Zaida. Y como tengo el presentimiento de que no lo hará por motu propio lo que sí que voy a hacer es que en cuanto me la vuelva a encontrar y hable con ella, antes de preguntarle nada, la obligaré a que se lo diga todo a Javi.
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Llevamos recorridos cincuenta kilómetros. La tormenta parece aplacada. Solo ha chispeado un par de veces y, aunque el cielo está gris, eso ha sido todo incidente meteorológico en estos dos últimos días. Tampoco hay temblores de tierra, así que podemos seguir avanzando, sin apenas descansar. Hoy seguramente hagamos diez o quince kilómetros más aunque ahora hemos parado para comer una raquítica y congelada raíz y una loncha finísima de liebre, también congelada. También podemos beber una especie de infusión que es prácticamente solo agua fría (aunque no hielo) que huele a tierra. Ni siquiera podemos encender fuego, porque perderíamos demasiado tiempo. Pero es lo que hay.
Zaida no ha aparecido aún, y en mi mente bullen millones de preguntas sin respuesta. Además, no he podido mirar a Javi en todo el día, pues tengo la terrible sensación de estar traicionándole al no contarle lo que yo sé, lo que él debería de haber sabido antes que yo. Me siento culpable, aunque sé que en realidad yo no tengo culpa de nada. No se me ocurre ninguna razón para que fuese yo la persona que Zaida eligiese para confesar todos esos secretos en vez de a Javi, más que la cobardía de decirle todo a un nieto que abandonó a su suerte cuando tenía diez años.
Mientras caminábamos no me he separado de Adam. No hemos hablado mucho pero solo el contacto de su mano me ha permitido relajarme y sentirme más segura. Él solo me ha preguntado una vez de qué había hablado con la señora al final, y al darse cuenta de que yo no quería hablar del tema, me ha dejado tranquila. Durante todo el camino me he estado debatiendo mentalmente si debería contarle a él también toda la nueva información que me atormenta o si debería esperar a que esa información fuese más completa. Es decir, se merece saberlo más que nadie (excepto Javi, claro), pero me temo que lo que le cuente le haga mucho daño. Perdió demasiado con El Cambio y saber que todo lo que perdió fue a causa de personas, personas como él y como yo (bueno, bastante más genocidas que nosotros), iba a dejarle devastado, y ya estoy suficientemente asustada, enfadada y triste para ver a Adam, a mi chico risueño y hablador, devastado.
Al final he decidido esperar a hablar una vez más con Zaida y después revelarle absolutamente todo. De esa manera, podré darle una información más completa y además, Javi ya lo sabrá por lo que no me sentiré aún más culpable habiéndoselo contado a Adam, y no a él. Por otro lado, sé que a diferencia de Javi, a Adam no hace falta que se lo cuente Zaida. Me creerá directamente a mí, entre otras cosas porque jamás me inventaría semejante cosa horrible, sobretodo sabiendo el daño que le va a hacer.
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Vuelve a ser de noche. Y yo sigo sin poder conciliar el sueño. Ahora Adam está profundamente dormido a mi lado. Me gusta verle así de tranquilo y relajado, y sus suaves ronquidos me tranquilizan. Su pecho sube y baja rítmicamente. Le envidio. Nada más acostarnos, ha caído rendido, y yo en cambio, tras muchas vueltas, procurando no despertar a Adam, he llegado a la conclusión de que iba a pasar una segunda noche en vela, y todo por los malditos pensamientos que bullen en mi cabeza.
En estos momentos, es cuando no quiero decirle ninguna de mis preocupaciones. No deseo de ninguna manera que él tampoco pueda dormir por mi culpa y es lo que conseguiré si se lo cuento todo. Claro que después se despierta y lo noto perfectamente capaz de superar lo que sea que le cuente, por mucho que le duela, y me avergüenzo de mí misma por haber pensado en ocultarle una información tan importante, aunque fuese “por su propio bien”.
Hoy Adam me ha notado callada, más de lo normal, y antes de tumbarse a mi lado para dormir me ha preguntado, aún avergonzado, si seguía enfadada con él por aquellos días en los que estuvimos sin hablarnos, a lo que le respondí negativamente muy convencida, lo que le tranquilizó lo suficiente como para abrazarme con fuerza como si fuese un peluche y quedarse frito al minuto. Claro que no sigo enfadada con él. De hecho, me costó mucho hacerle sufrir un par de horas después de nuestra reconciliación. Además, ya le he dejado clarito a la niña con coletas que ni siquiera sé cómo se llama, que dejase a mi novio en paz, y otro par de cosas que le convenía saber. De hecho, ha sido ella la primera a la que le he hablado de Adam como “mi novio” y no simplemente como Adam. Es decir, todos mis amigos saben que estamos juntos y mi hermano también lo sabe, y Raúl y su madre, que son como la familia de Adam, pero nunca había dicho en alto que él era mi novio, como si fuese de mi propiedad. Quizás no debería haberme dejado guiar por mis impulsos adolescentes para alejar a esa odiosa renacuaja, pero debo admitir que me había molestado bastante que una niña cualquiera de trece años hubiera podido hacer dudar a Adam sobre nuestra relación y encima se hubiera inventado cosas para besarle.
Por otro lado, esa estúpida discusión me ha hecho darme cuenta de lo mucho que quiero a Adam, y de que sin duda, yo, D, estoy perdidamente enamorada de él. Ni tres días había aguantado sin hablar con él. Nadie me había hecho nunca perder mi orgullo antes del momento en el que fui a exigirle que me hablase. Y sí, lo disfracé con enfado e ira, pero por dentro era un ruego, un ruego desesperado porque necesitaba volver a tenerle cerca. Y nunca había estado desesperada por tener cerca a nadie.
Le necesito demasiado, necesito su compañía, su charla y risa, necesito esos besos que hacen que me olvide de donde estoy, necesito que me abrace mientras duermo, le necesito a él. Y ni siquiera entiendo por qué. Llegó a mi vida de repente y se ganó un puesto en mi corazón, ese corazón que había cerrado y ocultado para que nadie entrase en él. Pero fue como si Adam tuviese permitido el acceso, y por la puerta grande, con un recibimiento de trompetas y con globitos de colores, pues ni siquiera me di cuenta de que no solo se había abierto paso entre todas las defensas con insultante facilidad, sino que también se había asegurado un puesto permanente en mi corazón.
Siempre he creído que estar enamorada significaba que tu vida ya no tenía sentido si el amado no estaba, siempre pensé que estar enamorada significaba volverte incapaz de vivir independientemente, y que te hacía débil porque tu vida pasaba a ser la vida de la otra persona, pero ahora estoy convencida de que estaba muy equivocada.
Porque estos sentimientos abrumadores que siento por Adam no me hacen depender de él, no me hacen incapaz de valerme por mi misma, y mucho menos lo convierten en toda mi vida. Sigo siendo una persona individual, y mi relación con Adam no me define. Que a él no le guste el color azul, no significa que a mí deje de gustarme. Estoy perfectamente capacitada para vivir por mi cuenta, pero ahí entra la diferencia entre estar enamorada y no estarlo. No quiero vivir por mi cuenta. Podría, desde luego que sí, pero no se me antoja. Y no hay una razón lógica para desear quedarme con Adam. De hecho, si no fuese por él, ya haría mucho que no viviría en Dreo, porque para vivir sola tengo miles de millones de razones lógicas. Pero, pese a todas esas razones, no sería feliz. Si él desapareciera, o si yo le abandonase para vivir sola, estoy convencida de que mi corazón, no solo se magullaría, sino que se rompería en mil millones de pedacitos. Y podría recuperarme, desde luego que podría. Pegaría todos los trocitos, aunque tardase semanas o meses, los pegaría, pero nunca jamás volvería a ser la que soy ahora. Y si ese deseo de estar con él sin razón para ello, si esa necesidad de hablar con él y tenerle cerca no es amor, amor del romántico, del que te hace hacer locuras por esa persona, si eso no es estar enamorada, entonces no sé qué puede serlo.
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N/A:
¡He vuelto! Después de ¿cuánto? ¿Más de un mes?
Decir que lo siento es poco... Pero no sé qué otra cosa decir así que, lo siento, lo siento mucho...
Vale, aquí pongo cómo voy a subir. Quedan tres entradas, así que las subiré la primera el martes 25, la segunda el jueves 27, y la tercera y última el domingo 30.
¡De esa manera intentaré compensaros por la tardanza!
Esta entrada puede que resulte demasiado reflexiva, pero era necesaria, en las próximas no faltará un poco más de acción (claro que siendo un diario, tampoco esperéis algo muy BOOM)
¡Espero no decepcionaros!
¡Un beso! Y como siempre, gracias por todo >.<
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