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Entrada_2

Miércoles, 26 de abril de 2114

Estoy en mi cuarto, bueno el agujero del suelo en donde duermo. No se me ocurriría quejarme por esto, no por esto. Total, para dormir no necesito una habitación grande ni luminosa. Si voy a dormir, para qué narices quiero que haya luz, ¿no? Bueno, la verdad, ahora sí que agradecería un poco de luz porque no estoy precisamente durmiendo. Estoy escribiendo el diario. Pero, ¿Qué le voy a hacer? Si estoy bajo suelo, no puedo tener más que una temblorosa llama en una vela gris, muy consumida por su uso, para iluminar lo que escribo.

Hoy decidí explicar la razón por la que escribo un diario. De hecho, si lo estás leyendo seguro que te lo preguntabas… Yo lo haría. Pues además de que me gusta escribir, he decidido dejar un pedacito de lo que pasa por escrito. Algo así como mi vida que, aunque no le interese a nadie, para un futuro en el que esta sociedad ya no exista, porque acabará desapareciendo –en un año o en varios siglos, quién sabe-, la gente pueda saber de verdad como se vivía en una cueva bajo hielo y no tengan que imaginárselo, porque yo les dejaré algo que pasó de verdad. A los del futuro, si lo estáis leyendo, ¿Cómo vais? ¿Molan los nuevos inventos? Yo tenía una tele antes de El Cambio… Ahora la comparto, porque no tengo dinero para desperdiciar en una caja que emite imágenes, mejor lo gasto en comida y ropa calentita… Menos mal que puedo permitirme un almuerzo y un buen abrigo de piel.

Tengo mi dinero y Jake no dudaría en dejarme algo en caso de necesitarlo. A parte, nos quedan los ahorros familiares que conseguimos rescatar y aún no hemos fundido en su totalidad. Yo trabajo en la cocina. Me encanta preparar las comidas pero, la verdad, que para cocinar en Dreo necesitas mucha imaginación porque con cuatro raíces y algunos frutos fibrosos sin apenas agua, no se pueden hacer grandes platos. Para comer alguna liebre hay que tener mucha suerte y puntería para cazar. Mi hermano es el mejor cazador de liebres y, alguna vez, incluso ha podido cazar aves. Tiene una vista excepcional y mucha agilidad con el arco, pero incluso él se queja de lo bien que se esconden las condenadas, camufladas en la nieve. Me pagan por cocinar, poco pero suficiente. Al menos tengo ganancias. Jake, cazando, obtiene algo más pero como le pagan por pieza, algunos días no recibe ninguna recompensa.

Me aburro en este sitio. Dreo, por mucho que dibuje, cante o intente distraerme de alguna manera, nunca cambia. Ya me he recorrido todas las grutas, me he metido en los agujeros más pequeños y sucios, teniendo algún encuentro desagradable con murciélagos chillones, y me he hecho como veinte mapas subterráneos con todos los detalles posibles. Yo quiero salir de aquí, caminar por el bosque, saltar de rama en rama, patinar en el hielo, como hace 7 años.

Aquel día, el del primer terremoto, estaba con Javi, deslizándome sobre un lago pequeño, al lado del pueblo. Acababa de helar por primera vez en aquel invierno. Los temblores quebraron el hielo. Yo pude alcanzar el borde a tiempo, tras el primer movimiento sísmico. Los ojos verdes de mi amigo me miraban aterrados mientras patinaba a toda velocidad, intentando alcanzar la orilla antes del próximo temblor, con su cabello negro moviéndose al viento. 

Yo le tendí una rama larga para que se agarrase, me estiré al máximo para ayudarle todo lo posible. Cuando vi el alivio en sus ojos, cuando sus dedos rozaron el extremo de la rama que le tendía, cuando exhalé aire porque mi amigo estaba a salvo, otro estúpido temblor me hizo perder el equilibrio, y aunque no solté la rama, esta se balanceó y Javi no pudo agarrarse, el hielo se rompió justo debajo de él y cayó al agua helada. Yo me tiré tras él sin pensar.

 Los temblores agitaban el agua congelada y los trozos de hielo que flotaban encima. Vi a Javi nadando hacia el borde, a unos metros de mí, le faltaba cada vez menos, nadaba muy bien, moviéndose rápido, desesperado por pisar un suelo firme, o al menos librarse de las olas que intentaban arrastrarlo hacia el fondo.

Un metro. Medio metro. Regresé a la orilla con facilidad, ya que estaba bastante cerca, para esperar a mi amigo. De nuevo, me relajé demasiado rápido. Un trozo de hielo chocó contra su nuca y Javi dejo de luchar, permitiendo que la corriente venciera, hundiéndose en el lago, hacia el fondo negro. 

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