Entrada_18
Domingo, 16 de noviembre de 2114
¿Cómo empiezo? ¿Cuál puede ser el principio de lo que he vivido en estos meses? Supongo que el momento en el que salí de aquí, el momento en el que Adam y yo escapamos sin que nadie nos viera. ¿Recordáis que os mencioné un laberinto? ¿Un laberinto que hay que saber cruzar para encontrar la salida? ¿Os suena que os mencioné que había una forma de salir más rápidamente? ¿Un recorrido sencillo para casos de emergencia? Bueno, pues si no os acordáis, deberíais revisar las entradas que escribí hace bastante tiempo… Porque estos datos fueron claves para conseguir salir de esta ciudad subterránea. Bien, empecemos.
Una vez que Adam volvió a por mí, vestido con su capa de piel y la ropa más resistente que había podido encontrar, equipado con un cuchillo, una cuerda y una pistola (ya que sería muy aparatoso usar un arco), además de una cajetilla repleta de cerillas, todo metido dentro de una pequeña mochila negra que llevaba colgada en un hombro, recorrimos las grutas que nos llevaron al Laberinto de Salida. Adam lucía una sonrisa sincera y muy blanca. Parecía contento. Yo le echaba miradas extrañadas. Íbamos hacia una posible muerte, él no tenía una razón plausible para ello y, aún así, el muy idiota sonreía.
Yo iba vestida como él. Llevaba una camiseta oscura de tela gruesa y caliente, mi manto de piel de liebre, unos pantalones marrones, ajustados pero flexibles, y una cazadora con muchos bolsillos, en los que llevaba cerillas, un pequeño botiquín de primeros auxilios que consistía en vendas, gasas y desinfectantes, una lona negra que, bien doblada, ocupaba poquísimo espacio, y una navaja multiusos. También llevaba conmigo balas de repuesto por si a Adam se le terminaban (no llevaba pistola por mi ya mencionada pésima puntería). Contábamos con encontrar comida por el camino y el agua no sería un problema.
Cuando llegamos a la sala de prácticas de caza, Adam me dirigió por los pasillos de los únicos túneles que no habían sido formados naturalmente con la erosión de la tierra, y que formaban el laberinto. Parecía seguro de sí mismo y yo no dudé en seguirle. Habría sido bonito que realmente se acordara del camino de salida y que en pocos minutos hubiéramos salido a la superficie. Pero no fue lo que pasó. Al cabo de un tiempo, tras recorrer muchos pasillos que a mí me parecían iguales, noté que Adam dudaba. Fue un cambio apenas perceptible pero soy bastante observadora. Reconoció que nos habíamos perdido en cuanto le pregunté.
Entramos en el primer cuarto que nos encontramos. Estaba vacío (la gente se habría marchado para agruparse en los puntos de reunión). Allí había un grupo de ordenadores. No cómo los que tenemos nosotros para acceder a Internet, que están medio rotos y tienen una tecnología algo atrasada. Eran computadoras como las que usábamos antes del Cambio: pantallas planísimas y táctiles, reconocimiento de voz, y un montón de accesorios para facilitar su empleo: robots no muy evolucionados, y que les faltaban muchas modificaciones para que reaccionaran sin necesitar una orden.
Adam no me ha contado mucho de su pasado pero en aquel momento realmente me di cuenta de que aún era un desconocido para mí. Cualquiera hubiera alucinado si hubiera visto al chico cuando entramos en la habitación aquella. Previamente iba encorvado, avergonzado y decepcionado por no haber sabido guiarnos hacia la salida. Pero en aquel instante se le olvidó todo. Se irguió de repente y permaneció estático mirando a su alrededor, con los ojos muy abiertos y una enorme sonrisa de ilusión cruzándole el rostro. Parecía un niño que entra en un mundo hecho de golosinas, tras estar años comiendo solo verduras.
Con cautela se dirigió hacia una de las pantallas y deslizó un dedo sobre ella. Destilaba emoción y nervios. Rozó algunos iconos, movió su dedo por toda la pantalla, entró en varias aplicaciones, escribió algunas palabras, todo esto en unos pocos instantes. Entusiasmado, continuó explorando el ordenador, moviendo sus dedos como si no hubiera nacido para otra cosa. Tras varios minutos de esperar a que terminara con su reencuentro, le toqué el hombro, para que terminara y así seguir explorando el laberinto y salir de allí cuanto antes.
Él me apartó la mano bruscamente sin apartar la mirada de lo que estaba haciendo. Me dispuse a marcharme. No podía demorarme más tiempo. Pero me hizo volverme cuando soltó una exclamación de triunfo. Me enseñó la pantalla, orgulloso y entendí la importancia de lo que me mostraba, anonadada: un mapa del laberinto que mostraba en rojo un pasillo que llevaba a la salida, pero que era mucho más corto.
Resumen: Adam era un friki. Un friki de las tecnologías. Un cerebrito informático. No, no se trataba simplemente de un simple aficionado a los ordenadores. Era algo más. Un puñetero genio.
En fin, con el nuevo aparato en nuestro poder (Adam no pudo resistir la tentación de cogerlo “prestado”), y con el chico sonriente de nuevo, fue muy sencillo encontrar la salida. El código que había memorizado en mi última salida fue inútil. Como predije, lo habían cambiado. Pero el hacker de mi amigo, consiguió averiguar la contraseña numérica en cuestión de muy poco tiempo.
Y así, salimos de Dreo. Tan fácil como coser y cantar.
Bueno, demasiado fácil. De eso nos dimos cuenta en cuanto miramos a nuestro alrededor y una ráfaga de aire nos tiró al suelo sin contemplaciones.
--------------------------
N/A:
HEY!
Tengo malas noticias, el jueves terminan mis vacaciones de verano así que, seguramente, a partir de ahora, subiré fijo todos los sábados. Si algún día en medio de la semana me da por subir, pues genial pero no creo que sea habitual...
Un besoooo!
Seguid comentando y votando así de bien!! Pero, sobretodo, avisadme si esto es aburrido o si he empeorado o si ya no es interesante la novela... ¡Críticas, por favore!
Continuad leyendo --->
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro