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3: «Os doy una noticia que no puede ser real... pero lo es»

De todas formas, no creo que se convoque una reunión familiar por unas galletas de chocolate, ¿verdad?, pienso cuando ya estoy sentada en uno de los sofás del salón, con Félix sentado en mi regazo y Domin apoyado en mi hombro, con claros síntomas de fastidio por no poder estar durmiendo su primera siesta de después de la comida por tener que asistir a la reunión familiar. En el sofá de al lado están sentados Gori, Javi y Pedro. El único que falta es Marcos, y así lo hace notar mamá:

—Gori, ¿puedes ir a por tu hermano?

—¡Que vaya otro! —espeta de mala forma.

¡Oh, oh, se avecina una catástrofe!

—Gori... —dice mamá alzando una ceja y con un tono de voz engañosamente suave. Cuando mamá usa ese tono tienes dos opciones: uno, hacerle caso o, dos, salir corriendo antes de que empiece la Tercera Guerra Mundial. Incluso el impertinente de mi hermano sabe que no es buena idea desatar su furia, por lo que sale del salón rápidamente.

A los pocos minutos, regresa con Marcos, aunque bien podría ser un zombie o una fábrica andante de mocos que no notaría la diferencia. Se sientan los dos en el sofá y mis padres, que se han quedado de pie frente a todos nosotros, inician la reunión diciendo que tienen una noticia muy importante que darnos.

Dos opciones pasan por mi cabeza. O bien nos vamos a mudar a otra casa en la que, a poder ser, hubiera más cuartos de baño, porque hay que reconocer que dos baños para nueve personas no es suficiente, o bien papá y mamá nos han reunido para decirnos que...

No, eso no puede ser.

Aparto inmediatamente esa idea de mi cabeza.

No, eso no puede pasar.

Seguro que es la primera opción o cualquier otra, pero no esa.

Por favor, que no sea esa, por favor.

Mamá da un paso hacia delante. Es una mujer no muy alta con una complexión más bien delgada que hace que sea imposible pensar que ha pasado por siete embarazos. Mi padre es más alto que ella, casi dos palmos de diferencia, y siempre he pensado que tiene pinta de sargento; pero solo físicamente, porque su carácter es muy extrovertido y risueño.

Mamá nos mira a todos y coge aire para decir cuál es esa noticia tan importante.

—Estoy embarazada —dice con una sonrisa.

¡Mierda! Sí era la segunda opción.

Silencio es lo único que se escucha tras dejar caer semejante bomba. Bueno, seguramente también se ha escuchado el sonido de mi mandíbula cuando se ha desencajado.

—¿Qué ha dicho? —me susurra Domin al oído. Al parecer está tan somnoliento que no se ha enterado.

—Mamá ha dicho que está embrazada —responde Félix por mí—. ¿Qué significa eso? —me pregunta con curiosidad.

—«Embarazada» —corrijo su error— significa que vamos a tener otro hermano.

—¿Otro? —dicen los dos pequeños, muy sorprendidos. Esa ha sido mi reacción las últimas cuatro o cinco veces que he escuchado a mamá decir que está embarazada y, además, todas esas veces he tenido la sensación de que era culpa mía.

Me explico: cuando aún era hija única —¡Qué época más bonita! ¡Ojalá pudiera regresar a ella!—, le insintí tanto a mis padres con que quería un hermanito que seguramente aún dura el efecto de todas mis peticiones y esa es la razón de que mis padres se comporten como conejos y no paren de traer niños al mundo.

—¿No decís nada? —pregunta papá.

—No existe la más mínima posibilidad de que esto sea una broma, ¿verdad? —pregunta Gori quitándome las palabras de la punta de la lengua.

Papá y mamá niegan simultáneamente con la cabeza y yo siento que me empieza a faltar el aire.

—Necesito salir un momento —digo siendo consciente de que me tiembla la voz y es posible que mi cara esté más pálida que de costumbre.

—¿Estás bien? —oigo que me pregunta alguien cuando estoy a punto de salir del salón.

—Sí, solo necesito tomar un poco el aire —respondo sin importarme si suena creíble o no. Ahora mismo solo quiero salir de aquí.

Llego al recibidor y escucho que todos parecen haber recuperado la voz, pues empiezan a hablar todos al mismo tiempo. Al parecer ahora tengo siete hermanos, seis de los cuales son extremadamente ruidosos y solo uno no hace ruido. Por ahora, lo llamaré Mudito, que es el enanito que faltaba. Espero no tener que cambiarle el mote cuando nazca, eso significará que no se pasa las noches llorando.

De entre el jaleo de voces de mis hermanos, únicamente distingo cuando Pedro comenta algo sobre que si seguían así, podrían formar un equipo de fútbol. Rezo a todos los dioses que existen, incluido el Monstruo del Espagueti Volador, para que eso no llegue a suceder.

***

¿Os esperabais esta noticia bomba?

Hasta el próximo capítulo y, si éste os ha gustado, hacedme feliz votando y comentando.

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