Capítulo 11
Día 6
Esteban
Ella está muy distraída. Algo debe preocuparle.
Desde que las recogí esta mañana para ir al museo con Majo, Lorena ha estado distante y pensativa.
La saludé con un beso en la mejilla y percibí el nerviosismo en ella. Luego, toda mi atención fue para Majo, y aunque eso le agradó, sigue viéndose algo tensa.
—¡Mami! Mira soy una ruda policía —grita Majo, está usando un disfraz de policía que le queda enorme, pero luce feliz. Lorena se ilumina al ver la alegría en su hija y le sonríe de vuelta.
—Te ves hermosa.
Majo se ríe y continúa jugando con el resto de los niños. Pasa cerca de diez minutos y Lorena no dice nada ni mira en mi dirección. Preocupado, abro mi boca y pregunto si todo está bien.
—Sí, todo bien. —La observo atentamente ganándome una mirada de su parte, por fin—. ¿Qué?
—Algo sucede, si tengo que ver al respecto, me gustaría saber qué he hecho mal; pero si no es conmigo, igual, quiero saber que te incomoda y qué puedo hacer para solucionarlo.
Suspira y menea su cabeza. —No tiene que ver contigo, es sólo que —Sus mejillas se sonrojan y muerde su labio— Es vergonzoso.
—Bueno, ahora sólo aumentó mi curiosidad.
—Es cosa de mujeres, no tiene importancia.
—Si estás así, de ese ánimo e incómoda, claro que tiene importancia. —Una niña corre hacia su mami y le entrega una multa. Me río cuando la señora se hace la indignada.
—No puedo decirte —dice entre dientes y se torna aún más roja.
—¿Por qué no?
—Porque es cosa de chicas —gruñe y se cruza de brazos vigilando a Majo.
La miro y trato de descifrar lo que quiere decir "cosas de chicas". Lorena siente mi mirada sobre ella, suspira y se vuelve hacia mí.
—Tengo dolor de cabeza y dolor abdominal —murmura con una mirada que me dice, debo pillar algo más allá de sus palabras.
—¿Estás enferma? ¿Te ha subido fiebre?, ¿por qué no lo dijiste? —bramo, me levanto y trato de tomarla suavemente—. Debemos ir al médico, estás exigiéndote mucho con el Cedi.
—No —chilla y se aparta un poco de mí, su rostro totalmente rojo—. No ese tipo de enferma. El dolor de cabeza y de abdomen se debe a otra cosa. —En serio, necesito que sea clara porque no comprendo una mierda. Lorena suspira frustrada y me envía una mirada de muerte—. Tengo "la visita".
—¿Eh? ¿Alguien está en tu casa?
—¡NO! —exclama, llamando la atención de todos alrededor. Su, ahora perceptible, vergüenza aumenta—. Dios, hombres.
Se levanta y camina hasta uno de los baños, no sin antes pedirle a la animadora que vigile a Majo.
La mujer a mi lado me mira con una sonrisa. Se acerca un poco y me tiende una caja de pastillas. La miro extrañado.
—La visita quiere decir que tu novia está en sus días —Parpadeo haca ella no comprendiéndolo aún—. Ese día del mes, donde somos más irritables, molestas, lloronas e insoportables...
—Oh, mierda —gimo cuando lo comprendo. Tengo una hermana, y se exactamente por qué razón se colocaba de un ánimo de muertos cada mes.
—Así es, tu chica está incomoda y dolorida. Esas pastillas son buenas para los dolores. Pero mejor llévala a casa y consiéntela. El chocolate y una buena y cómoda cama ayudan.
Asiento y la veo regresar a su lugar. Miro hacia ella y luego hacia el baño, la mujer me da un suave movimiento de cabeza y suspiro, caminando hasta donde Lorena se escondió.
La veo salir cuando estoy llegando a ella. Sin saber que hacer exactamente, le tiendo la caja de pastillas. Su rostro luce confundido al ver la caja, pero cuando capta el nombre, su rostro se vuelve más rojo que antes.
—¿Qué...
—Esto te ayudará, también un poco de chocolate y una cama. ¿Podemos ir a casa y hacerte sentir mejor?
—Oh Dios Mío. Podría morir de vergüenza ahora —gime y se voltea para regresar al baño, la agarro antes de que lo haga y la atraigo hacia mí.
—¿Por qué estarías avergonzada?
—No preguntes, no puedo creer que adivinaras que me pasa. Esto es tan incómodo.
—No lo es, es normal. Todas las mujeres pasan por eso.
—No, no es normal que estés en una cita con un hombre que te gusta y al cual estás conociendo; y él ya sepa que estás en tu periodo y quieres tirarte al suelo y llorar por el maldito dolor que sientes, ya que tu utero está teniendo una guerra interna y sientes que están desgarrándote por dentro.
Abriendo sus ojos tanto como puede y lleva su mano a su boca, avergonzada.
Me rio de su vergüenza, pero luego me pongo serio ante sus palabras.
—Si te duele tanto, ¿por qué decidiste salir?
—Se lo prometimos a Majo —dice derrotada.
—¿Has tomado algo para el dolor?
—Sí, pero no ha sido suficiente.
—Vale —Tomo el celular y tecleo un mensaje—. Vamos a buscar una mesa y comprar algo para que tomes de estas. Voy por Majo.
Llamo a la pequeña saltamontes y la hago caminar conmigo de regreso haca su mamá. Mi teléfono suena alertándome de un mensaje, lo leo y respondo rápidamente. Llego cerca de Lorena y la veo tomando una de las píldoras y bebiendo un poco de agua. Su rostro luce tenso y cansado. Majo decide que quiere un helado y algo de gomitas de dulce. La complazco y regreso mi rostro a Lorena.
—Hola chicas —chilla una rubia viniendo hacia nosotras. Lorena se vuelve hacia ella, confundida.
—¿Clara?, ¿Qué haces aquí? —pregunta. Damián, que se encuentra de visita este fin de semana, viene tras de ella—. ¿Damián?
—Hola prima —Saludan los dos. Majo se abalanza sobre Damián, que la besa en la mejilla y la hace girar.
—Tío, ¡más rápido!
Lorena los mira confundida, aclaro mi garganta y le explico. —Le pedí a Damián que viniera con su esposa.
—¿Por qué? —pregunta y su prima me sonríe.
—Porque no te sientes bien y no quieres que Majo se desilusione al regresarla a casa. —Le sonrío a Clara y me presento—. Esteban.
—Clara, la prima. Un placer conocerte.
—Igualmente.
—Esperen, ¿Qué tiene que ver lo uno con lo otro?
—Bueno —responde Clara por mí—, Esteban te llevará a casa para que puedas descansar y nosotros nos quedaremos con Majo, para que pueda seguir disfrutando del museo.
—Pero, son cuarenta y cinco minutos de la ciudad aquí, ¿cómo es que llegaron tan rápido?
—Oh —Clara se sonroja y muerde su labio—, Damián y yo estamos aquí desde anoche. Reservamos una habitación y todo eso.
Los ojos de Lorena se abren y luego sonríe con picardía.
—Bien, no quiero más información. Creo que me hago una idea de por qué tienen una reserva.
—De todas formas —dice Damián acercándose—, queríamos verlas y justo cuando regresábamos, esteban nos escribió que estaban aquí. Es perfecto, pasaremos el tiempo con nuestra sobrina —Mira a Majo y le sonríe—, y tú regresas y te mejoras.
—Yo... uh...
—Vamos Lorena —musito—, no quiero que estés sufriendo así. Recuerdo como era con mi hermana —Me estremezco y le doy una sonrisa—. Déjame cuidarte.
Suspira y, aunque duda por unos minutos, debe estar realmente incomoda y dolorida. Acepta, nos despedimos de todos y la llevo hasta el auto. Trato de conducir lo más rápido que puedo, sin hacer que el movimiento sea brusco. Lorena se recuesta y cierra sus ojos, se queda dormida pronto. Durante esos cuarenta y cinco minutos, me permito contemplarla y admirar su belleza. Es increíble que haya preferido soportar su estado y poder hacer feliz a su hija, no sé si todas las mujeres preferirían salir de su casa en ese estado, sólo por complacer a su pequeña.
Sonrío al recordar lo incomoda que estaba. No puedo entender por qué razón se avergüenzan de ello. Es normal, es un proceso natural y no tiene nada del otro mundo. Crecí con dos mujeres, creo que eso me hace menos insensible y remilgoso.
Hago una corta parada en una de las tiendas de camino al pueblo y compro lo que necesito para hoy. Llegamos a mi casa y aparco el coche.
—Cariño —susurro y acaricia la mejilla de Lorena—. Hemos llegado.
Sus ojos parpadean, abriéndose totalmente y mirando alrededor.
—¿Dónde estamos?
—En mi casa.
Me mira confundida. —¿Por qué razón estamos en tu casa?
—Porque necesitas descansar. Tu hija y tu familia allegarán en un par de horas a casa, probablemente excitados y llenos de energía; lo que necesitas ahora es paz y tranquilidad. No queremos que el dolor de cabeza aumente. —Me encojo de hombros y le doy una sonrisa—. Mi casa es la mejor opción ya que no habrá nadie más que pueda molestarte.
—Oh.
—Vamos.
La ayudo a bajar del auto y tomo las dos bolsas, me mira y luego a las bolsas, sonrío y me encojo de hombros. Cuando la dejo pasar, noto como absorbe todo a su alrededor. Mi casa es totalmente amoblada, pero sigue pareciendo la casa de un soltero y aún hay cajas que no he decidido abrir. Como si acabara de mudarme.
—Es...
—Lo sé, no es exactamente cálido y hogareño.
—No, no es eso —se apresura a decir con sus mejillas encendidas.
—No te preocupes, sólo he sido yo aquí. Sé que aunque tiene casi todo lo que se supone que una casa debe tener, se siente vacío.
—Lo siento.
—No lo sientas, algún día cambiará.
—Podrías comprar una mascota —dice y la miro como si estuviera loca—. ¿Qué? las mascotas son lindas.
—No, no lo son. El perro de mi vecino es un demonio y no creo que pueda con otro de ellos en mi vida.
Nos reímos un rato. Le muestro la habitación de invitados y la dejo para que se recueste. Regreso un momento después con algo de chocolate y un DVD de una comedia romántica que encontré en una de mis cajas. Debe ser de mamá. Lorena me sonríe y disfruta verla recostada y arropada sobre la cama. Dejo la caja de suministros a su lado y me río cuando se vuelve a sonrojar.
—Te dije que tengo una hermana, sé que comprar y que hacer en estos casos.
—Gracias por lo de hoy, por hacer esto por Majo.
—No te preocupes, todos tenemos lo que queremos en estos momentos.
—¿En serio? ¿Tú querías a una quejumbrosa en tu casa?
—Sí, te quería a ti, en mi casa...
Y en mi cama.
—No puedo creer que estés haciendo esto.
—Ni yo —respondo con sinceridad—, pero tampoco me veo no haciendo nada al respecto, y dejándote sola para lidiar con todo.
Me acuesto a su lado y dejo que se reproduzca la película, reimos un poco y resoplo cuando se torna demasiado cursi para mi gusto. A mitad de la misma, Lorena se desliza a más hacia mí y, cuando sus ojos no pueden permanecer abiertos; recuesta su cabeza en mi hombro y se queda dormida, sobre mí.
Permanezco inmóvil por unos minutos, antes de besar su cabeza y arroparnos más, la lluvia empieza a caer afuera y el frío de la tarde, casi noche, nos rodea. Dejo el televisor encendido y acaricio el cabello de Lorena, que se ha acomodado en el huevo de mi cuello.
Hace mucho tiempo que una mujer no dormía a mí lado.
Y se siente increíble, especialmente cuando dicha mujer, me está empezando a gustar... demasiado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro