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Capítulo 1


Esteban

Leo por tercera vez la carta que hace una hora me entregó Katerine, mi asistente.

Admito que es la primera vez que una carta me conmueve de esta manera. Y no soy fácil de conmover. Especialmente cuando ni siquiera el espíritu de la navidad logra mover mi corazón.

Pero siendo el director comercial del único almacén de cadena del pequeño pueblo donde me mudé hace dos años, bueno, debo fingir que la navidad es importante para mí. Por lo general, no recibimos este tipo de documentos, en realidad yo no los recibo; pero, supongo que Katerine lo leyó y decidió enviarlo a mí para "ablandar mi corazón de piedra".

Sé a qué comercial se refiere la pequeña que escribió esta carta. Es el que realizamos la semana pasada, donde un padre de familia está indeciso sobre la larga lista de deseos de su familia, Santa Claus aparece y le dice que para que todos sus deseos se cumplan, entregue esa lista a nuestra compañía ya que tenemos todo para hacer sus sueños realidad.

Tonto lo sé, pero ¿qué puedo hacer yo? no soy del departamento de Publicidad.

Pero realmente deseo poder ayudar a esta pequeña con su sueño, y todo, porque es el mismo deseo que yo tenía a su edad. Y sé lo que se siente cuando tus sueños no se cumplen.

Mi madre no obtuvo un novio y yo no obtuve un padre. Nunca, jamás.

A mi edad podría considerar que es una tontería, pero cuando eres un niño de diez años que sueña con poder arrojar la pelota hacia ese hombre que tanto amas y admiras, esperarlo en las reuniones de padres y presumir sobre lo grandioso que es; hacer tarjetas de felicitaciones, construir un fuerte, contarle tus dudas sobre tu cuerpo, que te enseñe a conducir, hablarle sobre la primera chica que te gusta... Y todas esas grandiosas cosas que harías con tu padre, yo no pude hacerlas.

Porque no cumplieron mi deseo para navidad.

Suspirando y recostándome en mi asiento, contemplo las luces de este pueblo fuera de la enorme ventana de mi oficina. Es increíble que a pesar de lo pequeño que es, comparado a mi ciudad natal, no tengo idea de quien es esta pequeña, o su madre. Conozco a casi todos los lugareños, y eso no se debe a mis habilidades sociales —que no uso frecuentemente— se debe a lo que soy aquí para ellos, uno de los de afuera con dinero.

Tener dinero en Villa María es motivo para que tu nombre sea recordado, pero no ser un lugareño y estar "forrado" te da el apelativo de famoso.

El teléfono de mi oficina suena y lo ignoro. Son más de las ocho y ya debería estar fuera, en casa, descansando. Pero la temporada decembrina es un caos para el gremio en el que me desenvuelvo y trabajo es lo que hay. Las luces navideñas iluminan cada casa y calle del pueblo, el famoso alumbrado ya está instalado y deleita a lugareños y los pocos turistas del lugar. Desde mi oficina puedo ver la tienda de antigüedades del frente, el parque, la pastelería, floristería, licorera, la oficina de correos, más allá está la alcaldía y la única iglesia.

No hay mucho que hacer en comparación a cuando vivía en la ciudad, pero la tranquilidad y serenidad de este lugar ha logrado conquistarme. Además, las personas que lo habitan son realmente amables y agradables, lo contrario a mi forma de ser.

No soy un bruto o una bestia, pero tengo un problema serio para profundizar en mis relaciones interpersonales. Soy muy comercial, puedo atender las necesidades de las personas y entender lo que quiere, buscan y necesitan con facilidad. ¿Necesitas que venda arena en el desierto?, la vendo. ¿Deseas una nueva estrategia de ventas?, la tienes... puedo hacer dinero y atraer clientes sin sudar en el proceso; pero hacer un nuevo mejor amigo o mantener una relación amorosa por más de una semana... complicado.

—¿No piensas responder? —Katerine me fulmina desde la puerta.

—¿Se ve como que tengo ganas de hacerlo? —Levanto mi ceja sólo para enojarla aún más. Me divierte sacar de quicio a mi asistente, contra todo pronóstico, es la única amiga que tengo aquí y la única en quien realmente confío en todo el mundo.

—No, no te ves con ganas de hacerlo, sin embargo, es el jefe y no está muy contento. Espero que eso te de la motivación suficiente.

Maldigo entre dientes y tomo el móvil.

—Damián.

—¿Dónde carajos estás Esteban? —gruñe. Realmente está molesto.

—En el trabajo.

—Bueno, gracias al cielo por eso —dice con sarcasmo—, he estado llamándote desde hace milenios —Ruedo los ojos por su exageración, apenas y llamó dos veces—, tenemos un problema con el último reporte.

—¿Problema? El informe estaba perfecto.

—Precisamente. El tuyo sí, pero el que presentó Blanca no. Hay demasiadas inconsistencias en el inventario y los ajustes.

—¿Qué tiene eso que ver conmigo? Blanca y el departamento de almacenamiento no es mi responsabilidad.

—Ahora sí lo es.

—¿Qué? ¿Estás jodiendo conmigo?

Gruñe a alguien que debe estar a su lado y vuelve a hablar—: No, no lo estoy. No eres mi tipo.

—¿Sabes que justamente para estas fechas estoy realmente hasta el cuello de mierda?

—Lo sé, pero un poco más de mierda qué más da. —Aprieto mis puños tratando de canalizar toda mi frustración allí, me enfurece la poca consideración del idiota de mi jefe, pero recuerdo que él está hasta la coronilla de más mierda que yo y me abstengo de enviarlo a más mierda.

—No puedo. Estoy demasiado ocupado y tengo mucho en mis manos ahora mismo.

—No puedes decirme que no. Ya está decidido, las inconsistencias en el informe fueron encontradas por el departamento de control interno no sólo en este último reporte sino en el de meses anteriores, seis en total.

—Mierda.

—Esa es nuestra palabra para esta noche —suspira y me siento mal por el pobre hombre. Si yo tengo el culo magullado por tanto trabajo y compromiso, Damián debe tenerlo lacerado—. Hay un faltante de más de cuarenta millones en mercancía.

—¿Cuarenta millones? Joder Damián, ¿cómo es posible que ese faltante haya pasado, más de seis meses, desapercibidos?

Resopla y gruñe—: Parece que Blanca resultó ser una experta en maquillaje, y embelleció muy bien sus informes. Este último no fue fácil de descubrir.

—¿Quién?

—Hernando, comparó los registros con los inventarios y el stock. Además de llamar al cliente y confirmar los reportes en los registros y el sistema contable. Cartera encontró las inconsistencias y se rectificó con los proveedores y el jefe de recibo. Imagínate la sorpresa.

—Mira, comprendo la gravedad de la situación, pero realmente no puedo asumir esa responsabilidad ahora...

—No lo harás sólo. Conozco a una persona en el pueblo que tiene amplio conocimiento en administración logística, es la prima de mi esposa y créeme, la he visto en acción, es buena. Estará allí mañana a primera hora, su nombre es Lorena Zapata.

—Espera...

—Ella ya está informada y tiene pleno conocimiento del caso, te envío en un momento el informe. Necesito que la apoyes y ayudes con la gestión de un plan de respaldo y desarrollo. Eres en la única persona que confío además de Katerine y de Lorena, para hacer algo al respecto y no jodernos más. Necesitamos recuperar ese proceso, estamos perdiendo credibilidad, calidad y dinero.

—Damián...

—Gracias Esteban, nos vemos después. —Y termina la llamada.

Miro mi teléfono tratando de entender en qué momento acepté hacer lo que sea que se supone que haga con Lorena Zapata.

—Joder —gruño y tiro el móvil sobre el escritorio. Katerine me da una mirada compasiva cuando regresa y me entrega unos documentos—. Ya lo sabias.

—Se me informó hace unos momentos —dice, encogiéndose de hombros—. Damián me pidió que imprimiera el documento. Revísalos y vete a casa Esteban, mañana tendrás mucho en tus manos.

Ya tengo mucho en mis manos.

—Lo sé, pero eso sucede por ser el mejor.

Ruedo los ojos a su espalda y reviso los documentos me entregó.

Maldigo cuando comprendo la magnitud de todo.

Esto está jodido.


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