5- Promesas
~PDV NASTYA~
Cada palabra que me daba era como si mi alma se uniera más a la suya, era como si estuviéramos destinados a estar juntos desde siempre.
—El desayuno te quedó muy rico. —Lo felicité, sobre todo porque era la primera vez que lo experimentaba en la cama.
—Siempre es más delicioso si se hace con amor. —Cada sonrisa que me daba era un regalo invalorable, que atesoraría en mi corazón—. ¿No tienes que trabajar hoy? —preguntó curioso, pero sin preguntar en qué lo hacía.
—Si, pero ya avisé que llegaba tarde. Por una vez que pase no creo que nadie muera.
—Sólo por hoy lo dejaré pasar, pero no debes jugar con la vida de tus pacientes. —Me regañó como si fuera alguno de mis profesores.
—Pero si no lo estoy… espera un momento. —dije pensativa—. ¿Cómo es que sabes a qué me dedico?
—No importa, no te lo diré, todavía no es momento. —Se puso de pie y se dirigió a la cocina con las cosas sucias del desayuno—. Deberías bañarte.
Su silencio me inquietó, pero no le pregunté nada, me callé todas y cada una de mis dudas, no quería alejarlo de mi vida, no ahora que al fin lo había encontrado de una forma misteriosa.
Me dirigí en silencio hasta el baño, pero mientras esperaba que el agua tomara temperatura, me debatía si bañarme o no. No porque sea una sucia, sino porque no quería despegar su olor de mi cuerpo, no quería que él único rastro de lo que había pasado la noche anterior se desvaneciera por completo.
—¡Cómo lo pensé! —Su voz me sacó de mis pensamientos.
—¿Qué haces aquí? —pregunté muy tranquila para mi sorpresa.
—¿No es obvio? —Me preguntó mirándome tan serio y dulce a la vez, mientras se sacaba su ropa.
—Claro que no… ¡tápate! —Le aventé una toalla para que se cubriera.
—Hace rato no decías lo mismo. —Su risa a carcajadas terminó por contagiarme—. Supuse que no te ibas a querer bañar, por lo que tendré que ayudarte. —Levantó mis brazos para sacar sutilmente mi ropa—. De esta manera ambos tendremos el mismo perfume, y no te sentirás triste.
Era imposible que él supiera en lo que estaba pensando, era imposible que pudiera conocerme tanto en tan poco tiempo.
Fue el primero en entrar a la ducha. El agua recorriendo su cuerpo era tan excitante, que hasta me sentí estúpida de sólo mirarlo. Me extendió su mano para que lo acompañara, y no tuve que pensarlo dos veces.
Uno pensaría que en una escena como ésta estaríamos teniendo sexo desenfrenado, pero no. Elian tomó un poco de shampoo y lo vertió sobre mi pelo para luego masajearlo suavemente; lo mismo hizo con el enjuague. Luego tomó el jabón y lo pasó con total delicadeza por mi cuerpo.
—Ahora es tu turno. —dijo con una sonrisa pícara.
—Me niego.
—Eso no es justo y lo sabes. —No podía discutirle, él tenía razón, y su cara de niño pequeño haciendo pucheros estaba ganando terreno en mi voluntad.
—¡Esta bien! —Y se sentó sobre el suelo para mi sorpresa.
—Así te será más fácil llegar hasta mi cabeza.
—¡Claro! Por un instante olvidé que eras muy alto. —Mi ironía salió a flote.
—Si lo haces bien te daré un premio.
—¡Trato hecho! Amo los premios. —Sonreí—. Pero te vestirás solo.
Luego del baño, que debo decir me relajó bastante, nos vestimos y me acompañó hasta el trabajo.
—No olvides mi premio. —dije toda emocionada.
—Lo voy a pensar. —Puso su cara de duda.
—Sabes que lo hice genial. —insistí, no perdería mi premio por nada del mundo.
—Está bien, cuando menos lo imagines lo tendrás. Nos vemos. —Me dio un beso y se marchó dejándome con esa sensación de vacío.
Traté de no volverme paranoica, por lo que entré al consultorio, donde mi primer paciente ya me estaba esperando.
El día se hizo eterno, tenía que recuperar la tarde anterior, por lo que tenía el doble de mis pacientes normales, pero eso me tuvo bastante entretenida para no pensar en él. Al entrar al consultorio lo único que me interesaba era el bienestar de mis pacientes.
El anochecer llegó sin darme cuenta. Mi último paciente se había retirado hacía media hora más o menos, pero me demoré ordenando todo para mañana. Al salir me percaté de que no había nadie.
No me había dado cuenta de que había demorado más de la cuenta, tanto así que hasta la secretaria se había marchado.
Una de mis anotaciones se cayó al suelo y al recogerlas noté un pétalo de rosa blanca. Levanté la vista y vi un camino con pétalos que seguí hasta la salida del consultorio, y agradecí a la vida por creer en mi por una vez.
Afuera me esperaba Elian con un ramo de rosas blancas y su cálida sonrisa.
—¿Llevas mucho esperando? —Fue lo primero que salió de mi boca.
—¿Acaso importa? —preguntó sin perder su sonrisa.
—¿La verdad? No.
—¿Qué esperas, entonces para venir a mis brazos? —Su pregunta sonó como una orden para mi cuerpo que acortó la distancia que nos separaba para caer en sus brazos y robarle un beso.
Este hombre me estaba volviendo adicta a sus besos, pendiente a sus sonrisas, y esclava de sus miradas. Este hombre me está volviendo loca de amor.
—¿Me has extrañado? —preguntó para mi sorpresa.
—No.
—Eres muy cruel.
—Lo siento, pero cuando estoy con mis pacientes sólo me concentro en ellos. —respondí sinceramente mientras con una mano tomaba el ramo de rosas y con la otra sostenía su mano mientras caminábamos.
—Tendré que pedir un turno para que me atiendas. —Sonrió.
—Imposible.
—¿Por qué? —su cara de desconcierto era todo un poema.
—Por ética profesional. Al tener una especie de vínculo no puedo atenderte, ya que no estaría siendo objetiva.
—Creo que toca aguantarme los celos. —Esta vez la que no pudo aguantar la risa fui yo, por primera vez una risa natural salió del fondo de mi alma.
Sus ocurrencias eran muy graciosas, tanto que no me había percatado de que ya habíamos pasado mi departamento. No tenía la mínima idea hacia dónde nos dirigíamos.
—¿A dónde vamos? —La curiosidad me ganó.
—Sorpresa.
—No me gustan las sorpresas porque no aguanto la curiosidad.
—Pues tendrás que aguantar, porque no pienso decirte nada.
Caminamos un rato bastante largo, y él cumplió su palabra, no dijo ni una sola, tanto que ya me estaba deprimiendo.
—¿Podemos volver? No me siento bien. —Mentí, en realidad su silencio durante el camino dolió.
—¿Y perderte esto? —Señaló una especie de montaña, bueno no tanto era un lugar parecido pero lleno de césped, bastante alejado de la ciudad.
—Me voy. —Sentencié. No podía creer que me tratara tan indiferente sólo para traerme hasta una estúpida montaña.
Cuando estaba a punto de voltearme para marcharme me tomó como si fuera un costal de papas, y subió conmigo a cuestas.
—¡Me bajas ahora! —Ordené pero no obtuve respuesta—. ¡Dije que me bajes cavernícola! ¿Piensas violarme aquí para que nadie me escuche?
—No es violación si te dejas. —Su voz sonaba tranquila, y eso me inquietó aún más.
Cuando llegamos a la parte más alta, me bajó con cuidado.
—He aquí mi sorpresa. —Y con su mano señaló la ciudad a lo lejos.
Desde dónde estábamos, se podía ver la ciudad envuelta en luces y en un armonioso silencio.
Tendió su mano para que la tomara, y por miedo no lo hice, se que herí sus sentimientos con mis estúpidas palabras, por lo que sólo agache la cabeza.
—Si no tomas mi mano en este mismo instante de verdad me sentiré ofendido.
—Pero…
—Pero nada, es obvio que no te creí nada de lo que me dijiste anteriormente, así que sólo toma mi mano.
Tímidamente tomé su mano que me dirigió hacia su cuerpo. Nos recostamos sobre el césped, tomados de la mano mirando un bellísimo cielo lleno de alegres estrellas.
—¿Me dejarías amarte? —Su pregunta me sacó de mi admiración.
—¿Y si te cansas de mi?
—Jamás lo haré.
—¿Y si no paro de llorar?
—Yo seré quien seque cada una de tus lágrimas.
—¿Y si siento que no puedo seguir tu ritmo?
—Yo me adaptaré al tuyo.
—¿Y si no puedo amarte?
—Yo me encargaré de que nuestro amor no muera.
—¿Y si pierdo la confianza en nosotros?
—Yo mismo la haré renacer…
—¿Y si yo…? —Fui interrumpida por un dulce beso, de esos besos que piden con urgencia tomar los labios de su amado.
—Yo te prometo que lucharé por ti desde ayer hasta el fin de los tiempos. Te prometo que te amaré hasta que muera. Tú lo eres todo para mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro