~PDV NASTYA~

Olvidé respirar en la intensidad de cada una de tus caricias, olvidé respirar con cada beso, simplemente me dejé llevar.

El tenerte tan cerca recorriendo con tus dedos cada centímetro de mi cuerpo sólo hizo que mi amor volara y no quisiera volver.

Te dormiste en mi cama tomándome la mano, y yo como tonta te miraba. Quería estar segura que si me dormía y me despertaba seguirías a mi lado, no quería que este momento desapareciera.

Acaricié con mi dedo cada línea de tu rostro y me detuve en tus labios, automáticamente mi corazón se aceleró. Puse mi mano sobre tu pecho y al sentir mi tacto también comenzó a latir rápido, al compás del mío.
Cerré los ojos recordando todo lo sucedido y lentamente quedé dormida. Y en cada sueño loco que tenía tú estabas ahí para mi.

El sol se colaba por mi ventana y sus pequeños rayitos jugaban en mi rostro. Me di vuelta en la cama, no quería despertar todavía. Puse mi mano sobre las frazadas como buscando algo, me alteré tanto que quedé sentada de un solo tirón.

Era cierto, sólo fui el refugio de una lluvia improvisada, no fui más que alguien de una noche. Mis lágrimas salieron sin aviso, yo no se los impediría.

—¿Tan mal estuve anoche qué estás llorando? —El sólo hecho de sentir su voz hizo que el alma volviera a mi cuerpo y sin pensarlo me avalancé sobre él cayendo los dos al suelo.

—¿Eres tú, verdad? —Mis manos inspeccionaban cada milímetro de su rostro.

—¿Esperas a alguien más? —Levantó su ceja derecha causando mucha gracia en mi.

—Por alguna razón, siento que al único que he esperado en mi vida es a ti. —Lo miré fijo, no quería que sintiera que estaba mintiendo.

—¿Cómo se supone que siga haciendo el desayuno después de tan maravillosa confesión? —Me alzó entre sus brazos, como se levanta a una princesa y me depositó en la cama—. Creo que el desayuno tendrá que esperar un rato.

Me miró con deseo, mi cuerpo se estremeció ante su mirada. Se quitó su remera y dejó al descubierto su abdomen bien tonificado, algo que anoche no había tenido la oportunidad de ver adecuadamente. Se acercó y tomó mi blusa sacándola con mucha delicadeza. No tenía sostén puesto, pero no me sentí expuesta, me sentí deseada, por primera vez me sentí así y no me avergoncé de mi cuerpo. El desayuno tuvo que esperar, porque la urgencia por amarnos se hizo inevitable.

—¿Todo esto es un sueño? —Le pregunté mientras acomodaba su cabeza entre mis brazos para que acariciara su pelo, había notado que eso lo tranquilizaba.

—¿Te parezco un sueño?

—Si. —respondí sin dudarlo—. No merezco todo esto, y sé que pronto acabará, y yo quedaré con el corazón destrozado.

—No lo vuelvas a decir, no lo repitas nunca más. —Se volteó de manera tan rápida que me sorprendió.

—Pero es verdad. —dije en mi defensa—. En unas horas todo volverá a la normalidad, y no quiero que te olvides de mi, no quiero que nuestros besos sólo queden en un recuerdo. —Lloré y no me importó demostrarlo, tenía miedo de que se fuera, de que me convirtiera en una vaga ilusión.

—No lo serás, nuca serás un recuerdo para mi. —Sus manos sostuvieron mi rostro y con sus dedos secaba mis lágrimas—. Por alguna loca y extraña razón te amo, desde ayer al verte y tenerte entre mis brazos, me olvidé respirar.