Everything's that's broke
Leave it to the breeze
Let the ashes fall
Forget about me...

Recuerdo la parte final de esa canción, como la olvidaría, ese día la canté con tanta emoción, que pude sentir la ovación del público frente a mí, y fue entonces que supe que estaba en el lugar correcto.

—¡Oye! ¿qué escuchas hada de los deseos? — preguntó Erick mientras me robaba un auricular para colocarlo en su oreja izquierda.

—Nada en especial, solo estoy esperando a que sea la hora de visitas para poder cumplir los deseos de mis pequeños duendecillos — respondí mientras recostaba mi cabeza en su hombro.

El día iba a ser ajetreado, las fiestas de Navidad estaban a la vuelta de la esquina y las enfermeras en el hospital estaban planeando organizar un agasajo para los niños, de hecho algunas ONGs habían ofrecido llevar regalos y querían que todo salga a la perfección. No dudé ni por un segundo en participar en ello.

Comencé a ganar la reputación de hada madrina, porque cada vez que un niño me pedía un deseo, siempre estaba dispuesta a concedérselo, pero había un requisito para que éste se hiciera realidad, debían observar el cielo y pedirlo con todo el corazón.

—¿Cantarás ese día? — preguntó Erick y fue entonces que recordé la última vez que lo hice, en un bar del centro de Milán.

—Tal vez lo haga — respondí sonriéndole a la cara.

—Lo harás, porque ya le pedí al cielo ese deseo— dijo mientras me abrazaba, no podía negarle ese capricho, llevaba ya tiempo que quería oírme cantar y no sólo tararear.

El día continuó así, Erick y yo con el mp3 dejando que James Bay haga lo suyo.