Huíamos de los vigilantes, nuestra respiración se entrecortaba, Chris me había metido en un aprieto, esta sensación de hacer algo malo nunca la había experimentado, sabíamos que no eran horas de estar en el puente, pero él conocía las rutas para infiltrarse en aquel sitio.

—Nunca más vuelvo a hacerte caso, por poco y nos atrapan —dije mientras trataba de recuperar el aliento.

—Jajaja, ¿acaso no te ha gustado? —manifestó mientras se reía de la situación.

Caminamos unas cuantas cuadras cuesta abajo, era ya muy tarde, pero no quería que la noche acabara tan pronto, estaba disfrutando por una vez en mi vida, estaba aprendiendo a ser feliz otra vez y las mariposas dormidas en mi estómago estaban comenzando a despertarse.

De repente Chris llama mi atención, lo veo mirar un aviso pegado en una pared, menciona una especie de concurso de canto, me anima a participar y por un momento comienzo a dudar de hacerlo, le digo que debo pensarlo, entonces arranca el panfleto, dice que me obligará a hacerlo y que sabe cómo lo logrará, sonríe, me toma de la mano y nos alejamos hasta el final de la calle.

El chico de la sonrisa tímida se había vuelto valiente.