7:30 de la mañana y el sonido del despertador me levanta de una manera abrupta, dentro de una hora debía ir al hospital por una nueva dosis de medicamentos, me pongo de pie y con una enorme pereza me dirijo al baño, al entrar me acerco al lavado, abro el grifo y enjuago mi rostro con el agua fría, tomo la toalla colgada en la puerta y me seco mirando fijamente al espejo, tenía el cabello hecho un desastre, lo sabía y lo odiaba, tomo el cepillo que se halla sobre el tocador y comienzo a peinarlo lentamente.

Regreso al cuarto y hurgo en mi armario buscando que ponerme, había bajado un poco de peso desde la última vez, debía ser los efectos de los medicamentos y saltarme el desayuno, esa mañana tenía náuseas así que traté de pensar en otras cosas, la semana siguiente tendría cita con el médico y ya me estaba preparando para escuchar lo mismo de siempre.

Me coloco mi jean favorito, luego el buzo negro con la pegatina de Oasis seguido de mis botas favoritas, tomo el mp3 y me dirijo hasta la sala, pego una vista al comedor y noto el desayuno listo como siempre, pero esta vez me lo saltaría, antes de que mamá diga una sola palabra estoy fuera de casa.

Al llegar al hospital me acerco a la enfermería y tomo los medicamentos de la ventanilla, la enfermera sonríe y dice — "ojalá te recuperes pronto querida"—, bien sabe que eso no va a suceder.

Abandono la sala principal y me dirijo hacia el patio a tomar aire, me siento algo melancólica, veo un asiento vacío y no dudo un segundo en tumbarme en él, pongo play a la música y me sumerjo entre mis fantasías, las únicas que me alejan de la realidad.

Las nubes grises en el cielo hicieron que volvieran a mi mente aquellos recuerdos en la azotea del hospital, la vez en que quería saltar y si no fuera por Dave, nadie me hubiera detenido.

De un momento a otro unas manos frías tocan mi rostro, y ante mí el misterioso chico de los ojos verdes se halla sonriendo.