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Capítulo 01


— •۰⸼ ۫ ৎ୭ Flechazos de la vida ৎ୭ ۫ ⸼۰• —

SoYeong cargó a Ji-Eun en brazos mientras salían del auto frente a la casa de su madre. La pequeña estaba adormilada, su cabeza descansando en el hombro de SoYeong. La noche había sido larga; Ji-Eun había estado inquieta y con fiebre.

— ¿Estás segura de que quieres ir a la reunión, SoYeong? — preguntó la madre de ella, preocupada.

SoYeong sonrió, agradecida por su preocupación y comprensión.

— No mamá, iré a la reunión. Y gracias por encargarte de Ji-Eun. — Besó la frente de la niña.— no quiero dejarla ahora que está malita. — murmuró y suspiró luego para acariciarle el cabello lacio.— pero es necesario que lo haga para construir su futuro, darle una buena educación y callarle la boca a quienes nos miraron mal y nos juzgaron.

Su madre asintió, observando cómo SoYeong le daba un último beso a su pequeña antes de darse la vuelta.

— Que te vaya muy bien, hija. — deseó con orgullo por lo gran madre en que se había convertido, SoYeong. Le había enseñado muy bien.

— Cuídala mucho, mamá. — le dijo con su voz un poco temblorosa por dejar así a su pequeña.

— No te preocupes por Ji-Eun, estará bien... y tú estarás bien por ella.

SoYeong entró al auto, y su madre la observó hasta que la puerta de la casa se cerró. Luego, la joven madre se volvió hacia el frente y condujo de regreso al hotel. El cansancio la invadía, pero su mente estaba llena de pensamientos sobre Ji-Eun y su fuerte vida con ella.

Hacía cuatro años más o menos, se había casado con un hombre —al que ahora preferiría no nombrar— de ensueño para toda mujer. Y vaya que lo era. Al tener ya dos años de casados, su vida se vino abajo por completo cuando descubrió que este le era infiel. La destruyó por completo, mucho más luego de que supo que esperaba un hijo de ese bastardo.

La vida estaba siendo dura para ella realmente, nunca había tenido una relación estable, y cuando creía que estaba entrando al punto feliz de ella, esta le envió un puñal de dolor intenso.

Le comunicó al imbécil que estaba embarazada, y adivinen... no se quiso hacer cargo. Exactamente eso la mató.

Se repuso, salió adelante decidiendo tenerlo. Sus padres la apoyaron pero la sociedad los discriminó a los cuatro; por lo que en cuanto tuvo la oportunidad de obtener un empleo en el extranjero, no lo dudó. Envió a sus padres a América, allí empezaron a hacer una nueva vida lejos de la mirada crítica de la tonta sociedad que no creían "correcto" que una mujer criara sola a su hija, pero no veían mal que su esposo haya decidido formar otra vida con otra mujer, la cual, justo ahora estaba embarazada.

La sociedad era una mierda.

Al llegar al edificio donde sería la reunión, salió del auto y lo dejó aparcado en el puesto que el chico del estacionamiento le indicó.

Intentó arreglarse lo mejor que pudo para sólo unos minutos que tuvo libre; en el momento en que JiEun dormía aún con su frente tibia por el malestar. Caminó por el vestíbulo del edificio y llegó hasta la recepcionista.

— Disculpe, tengo una reunión a las nueve con el Presidente. — ella sonrió asintiendo.

— Claro. ¿Podría indicarme su nombre, por favor? — pidió y la ahora castaña asintió.

— Kim SoYeong. — dictó y luego deletreó para la chica cuando ella se lo pidió con mucha vergüenza.

— Sí, aquí dice que el presidente la atenderá a las nueve y media. — mencionó. SoYeong se sintió un poco cansada.

— Nueve y media... ¿qué ha pasado? Era a las nueve en punto. — la chica asintió.

— Sí, estos imprevistos suelen suceder por cualquier cosa. Hoy el presidente tuvo una junta a último minuto en la mañana, se ha extendido y por lo visto aún no ha terminado. Eso hace que se posponga la reunión hasta media hora después. — explicó con detalle y SoYeong asintió sin más. Bueno era diferente a Seúl en ese aspecto.— si quiere puede tomar un café, tenemos disponibilidad en el piso dos.

— Sí, muchas gracias señorita. — agradeció para luego retirarse hacia los sanitarios que había visto al entrar.

Ya allí, se dispuso a sacar de su bolso el maquillaje que había traído para retocar. Al menos le daba oportunidad de terminar de retocar lo pobre que se había arreglado el día de hoy.

Minutos después estaba más satisfecha con su apariencia y salió directo a la cafetería, tomaría un café con leche y así estaría más tranquila y menos nerviosa.

— Señora Kim. — llamó la joven recepcionista y ella se acercó.— El presidente quiere que lo espere en su oficina, irá en unos minutos.

— Oh perfecto. Muchas gracias. — sonrió agradecida.

— Es en piso seis, allí pregunta por la oficina del presidente y le indicarán.

— Gracias señorita Jones. — agradeció con una sonrisa amable luego de leer su apellido en su uniforme.

Una vez que se dispuso a entrar en el elevador, este cerró sus puertas, y junto a otras tres personas, bajó en el piso seis. Fue hasta la recepcionista de allí y preguntó por la oficina del presidente, le indicaron ir a la última puerta de la derecha y así lo hizo.

Tocó tres veces y no escuchó nada del otro lado, entró luego de abrir lentamente y se quedó parada en medio de la amplia oficina moderna. Era muy bonita y limpia.

Escuchó voces fuera de la oficina y antes de que pusiese voltear, la puerta se abrió dejando paso a un hombre de una contextura delgada pero de hombros anchos, parecía ejercitarse. Su cabello azabache peinado de forma elegante lo hacía ver muy pulcro junto a ese traje de ejecutivo color azul marino.

— Disculpe la tardanza. — pasó a su lado y caminó hasta ponerse detrás del escritorio.— mi reunión se atrasó y tuve que presentar otros proyectos a los accionistas... — parecía agitado por quizás apresurarse. Sus facciones mientras miraba los documentos sobre el escritorio y los ordenaba, le parecían muy conocidas.

— Oh, no se preocupe. — murmuró con una sonrisa suave y él se detuvo de inmediato. Se quedó de piedra unos segundos y levantó la mirada poco a poco.

Observó sus zapatos de tacón y luego sus piernas, pasando por su falda color negro y su camisa blanca debajo del saco elegante que usaba. Su cabello castaño... hermoso, y al verle el rostro no lo pudo creer.

— SoYeong. — murmuró sorprendido y ella al verlo a los ojos también se vio sorprendida.

— Dios... JungKook. — susurró viéndolo fijamente a esos ojos redondos y brillantes como los de un ciervo.

Era JungKook, aquel chico de su deseo hace diez años atrás... aquel que le brindó un hermoso día en medio de tantas nubes grises.

Como este domingo que pasó fue día de las madres aquí en Venezuela, les quise traer el segundo arco de esta pequeña historia que subí por el día de San Valentín.

Espero que les guste y disfruten de esta corta historia.ৎ୭

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