6.- Más fuerte que nada
Bella
Mis planes para ir al parque Sempione fueron interrumpidos por los nuevos ejercicios del Ballet. Mi entrenadora sugirió que si quería regresar, debía acercarme de nuevo a la danza. Realmente quería volver, pero no imaginé que hacerlo resultara tan complicado.
Ver a todo el cuerpo de Ballet ensayar para las presentaciones próximas y yo mantenerme alejada haciendo ejercicios de principiante, no sirvió como motivación en lo absoluto. Me sentía frustrada de estar en la academia sin poder hacer lo que mi cuerpo acostumbraba, y mirar a todos continuar, avanzar...mirar a la bailarina que estaba ocupando el puesto que me pertenecía, fue más de lo que pude tolerar.
Así que me fui, y acudí al único sitito al que de verdad quería ir.
El parque Sempione.
El sol comienza a ocultarse cuando llego, voy directamente hasta el lago, él dijo que estaría aquí.
—A las seis en punto, justo a la puesta del sol
Repito sus palabras, paso la vista por el parque escaneando el lugar y a cada persona que mis ojos pueden distinguir. Tengo un pinchazo de culpa por no haber venido los días anteriores, aunque una voz me repite que no estaba dado por hecho que él también se encontrase aquí.
Continuo con mi camino, la brisa fresca me golpea conforme me acerco al lago, y cuando creo que no ha venido...al fin lo veo.
Como el otro día, se mantiene apoyado contra el barandal que bordea el lago, con la mirada fija en el agua.
—Aquí estás, seis en punto, justo a la puesta del sol.
Él voltea de inmediato, sonrío levemente y mis ojos enseguida viajan hacia el moretón que tiene en el rostro. Tiene el labio reventado, y ha comenzado a adquirir una tonalidad amoratada, su pómulo no está mucho mejor, pero por alguna razón, eso solo lo hace lucir muchísimo más sexi.
Soy consciente como el ceño fruncido se va, y en su lugar aparece una sonrisa encantadora que me arrebata el aliento.
—Hola, Alessio.
Se gira por completo, parpadea y un destello de brillo aparece en sus ojos.
—Bella —responde y parece sorprendido de verme —creí que no te aparecerías por aquí.
Frunzo los labios y doy varios pasos para conseguir posicionarme a su lado.
—Tuve algunos asuntos que atender —confieso —que no salieron nada bien, y aquí estoy.
Volteo hacia él, teniéndolo más cerca los moretones en su rostro lucen mucho más serios, me causa curiosidad porque Alessio no se ve como la clase de chico que va por la vida metiéndose en problemas.
—Supongo que también tenemos eso en común —concede —mis asuntos por resolver tampoco salieron del todo bien.
—Sí, puedo darme cuenta de eso —bromeo señalando la esquina de su labio —se ve serio.
Se encoje de hombros, eleva la mano hasta tocar la comisura de su boca y tantea la herida. Toma una inhalación, sus hombros se elevan y luego se apoya por completo en el barandal.
—Casi ni se siente.
—¿Eres un buscapleitos? —continúo molestándolo.
Él se da cuenta de mis intenciones así que sonríe de lado. Sacude la cabeza y su cabello se mueve cayéndole ligeramente sobre la frente.
—¿Te gusta molestar a las personas, no es cierto? —inquiere con curiosidad.
Es mi turno de encogerme de hombros. Mis hermanos, e incluso mis tíos decían que molestar a las personas era mi pasatiempo favorito, pero lo cierto es que solo lo practicaba con Jacob, quien era demasiado fácil de molestar, y por alguna razón, ahora con Alessio.
—Es divertido. Deberías intentarlo.
—Oh, seguro, lo añadiré a mi lista de hobbies, gracias por la sugerencia.
El sarcasmo es evidente en su voz, no hago mucho por retener la sonrisa que brota de mi garganta.
—¿Siempre tienes tan poco sentido del humor?
Mi pregunta no era para hacerlo reír, pero consigue ese efecto. Un sonido ronco brota de su garganta, su rostro parece incluso iluminarse pero en un segundo se detiene soltando un pequeño quejido y lleva la mano hasta la esquina de sus labios.
—¿No que casi no se sentía?
—Dije...casi. No que no se siente.
Vuelvo a fijar mi entera atención en él, es como si las sonrisas no duraran demasiado en su rostro, como si fuesen pequeños y cortos momentos fugaces en los que se permite sentirse bien.
Bueno, no somos tan diferentes.
Un silencio queda entre nosotros, me apoyo en el barandal, justo a su lado. Tengo la tentación de hablar pero no sé en realidad si sea una buena idea dado que Alessio ha optado por quedarse en silencio.
—Es extraño, ¿no? —inquiere captando mi atención.
—¿Qué cosa?
—Somos casi desconocidos, pero creo que nos comprendemos.
—¿Crees que te comprendo? —la curiosidad se filtra en mi voz.
Vuelve a girar, apoyando el codo en el barandal y ladea la cabeza.
—Sí, porque cuando te miro, Bella, veo que pareces estar tan rota como yo —una sonrisa amarga se filtra en sus labios —las personas rotas se comprenden. Entendemos el sentimiento de ser causas perdidas.
Retrocedo cuando dice aquello, mantiene la sonrisa amarga en sus labios y parece tan convencido de eso...pero yo no.
—No soy una causa perdida —mi voz sale con más brusquedad de la que seguramente es necesaria —y no creo que me conozcas lo suficiente como catalogarme de esa manera.
Su entrecejo se arruga, la confusión cruza por su mirada y parpadea, como si esa no fuese la respuesta que espera.
—Estar mal, sentir que el mundo se hace mierda a nuestro alrededor, no nos convierte en causas perdidas —continúo —constantemente me repito que voy al volver al Ballet, ¿qué clase de persona sería si simplemente me rindo?
El silencio es la respuesta que obtengo, y mientras lo miro, mientras me fijo en el par de ojos calculadores que me observan...me doy cuenta que él si se considera de ese modo.
—Mira, no te conozco lo suficiente, pero sé que tu tampoco lo eres. Sin importar lo que creas...
—No me conoces lo suficiente, y es por eso que piensas de ese modo —objeta.
—No, lo pienso porque el hombre al que mis hermanos admiran no sería una causa perdida. Alguien por el que tanta gente siente admiración, no podrá ser nunca una causa perdida.
Parpadea como si mis palabras hubiesen conseguido penetrar una barrera invisible, como si fuese lo que necesitaba escuchar, pero no se atreve a creer.
—¿Sabes que es lo que me ocurrió? —inquiero cuando es evidente que no va a hablar.
Por un momento me cuestiono si es buena idea contarle a un caso desconocido mi trágico accidente, pero decido que nada peor puede salir de esto.
—Me fracturé el tobillo frente a una audiencia de casi dos mil personas, un baile que se estaba transmitiendo en vivo, un baile que me llevaría a la cima de mi carrera.
Tomo una corta respiración tratando de mantener al límite todo aquello que ma abruma, externarlo es un buen comienzo, o eso es lo que el tío Ángelo siempre suele decir.
—Una fractura en vivo, ¿sabes lo que es eso? Ahora realmente tengo pánico de volver a realizar ese salto y que vuelva a suceder, pero el ballet es algo que amo tanto que no me permitiría dejarlo.
—¿No has pensado en dejarlo? ¿Por qué?
—Porque mi pasión es mucho más fuerte que mi miedo.
Su entrecejo se arruga, deja de mirarme y baja la vista por un par de segundos.
—No sé lo que ocurrió —confieso —no sé que es lo que tú pasaste y no espero que me lo cuentes, pero...no dejes que el miedo te arrebate algo que amas. Si no quieres volver a correr, que sea porque realmente eso es lo que deseas, no porque te aterra lo suficiente como para abandonarlo.
—Tengo ataques de pánico —susurra tan bajo que apenas puedo escucharlo —cuando subo a un auto...todo empeora. Los recuerdos vuelven, fue...fue algo horrible y estar dentro de un auto es una pesadilla. Yo amo correr, pero odio la idea de sentirme de nuevo como en ese día.
—Mi médico dijo que debía darle tiempo a mi tobillo antes de poder bailar otra vez —le sonrío levemente —tal vez es eso lo que debes de hacer, volverás cuando estés listo, eres el gran Alessio Vitale, por lo que escuché, el rey de las carreras.
Sacude la cabeza.
—No soy el rey de nada.
—¿Cuántos reyes han tenido sus reinos en cenizas y aún se mantienen con la corona en alto? —golpeo su hombro levemente —No eres una causa perdida, Alessio, estás muy lejos de serlo.
Y ahí esta de nuevo, cuando de hablar, la sonrisa surca sus labios. Parpadea y sus ojos parecen menos fríos.
—Gracias, Bella.
—Ahora, quiero dar un paseo, ¿me acompañas? —señalo el sendero que está a unos metros, y contrario al chico con el que me encontré hace unos momentos, este parece más animado...más vivo.
—Claro que sí, andando. Conozco un sitio de comida aquí que es delicioso.
Comenzamos nuestro camino y es como si una capa de dureza hubiese desaparecido de él, no sé si es permanente, o volverá a construirla, de lo único que estoy segura...es que el chico que camina ahora a mi lado, se parece mucho más al hombre que mis hermanos describían con gran admiración.
ALESSIO
Nunca pude imaginar que una desconocida pudiera generar en mí el estado de bienestar que Bella causa en mí interior.
Es graciosa, divertida, me ha hecho reír como hace meses no rio y eso...eso se siente bien. Me siento como el chico seguro que fui antes del accidente, me siento como el viejo Alessio que creía se había convertido en cenizas.
—¿Ahí vives? —no sé porqué en realidad me sorprende tanto que la señorita Lombardi viva en uno de las colonias residenciales más lujosas de Milán.
—Sí —responde —somos una familia grande, necesitamos un gran espacio.
—¿Cuantos hermanos tienes?
—Tres hermanas, y cuatro hermanos —la miro con incredulidad, ella se ríe y acomoda su cabello de tal manera que el viento deja de revolvérselo.
—¿Tantos hermanos? Y yo que me quejo de la única que tengo, ¿no es algo así como una pesadilla?
—Son mis primos, en realidad, pero hemos crecido todos juntos que ya los considero una familia.
—Oh, ¿tus padres...?
—Mis padres fallecieron en un accidente cuando yo era pequeña —deja de mirarme cuando dice aquello, me siento un idiota por haber sacado conclusiones de forma apresurada —mi tío Ángelo nos ha cuidado desde entonces, es como nuestro padre, lo quiero muchísimo.
—Y estoy seguro de que él te quiere también.
—No reveles esto, pero sé que soy su favorita.
Sonrío y nos detenemos frente a los grandes portones de la mansión.
—¿Estás seguro de volver andando?
—Estaré bien, las caminatas me hacen bien.
—No lo dudo, pero estamos algo lejos.
—Debo ejercitarme para no perder la forma.
Se ríe, el sonido me parece angelical. Bella vuelve a acomodarse el cabello y suspira. Cuando eleva la mirada, me encuentro con el gris de sus ojos que parece escudriñarme de nuevo.
Durante nuestro paseo por el sendero, conversamos por largo rato. La noche se ha adueñado del ambiente y la brisa fresca comienza a envolvernos, fue una charla amena, como si fuésemos grandes amigos, es extraño recordar que somos casi unos desconocidos.
Aunque en realidad, ahora no lo siento de ese modo.
—Supongo que...adiós.
Retrocedo un paso, y luego uno más. Elevo la mano y la sacudo dedicándole un ademán de despedida.
Ella me lo regresa, cuando se da la vuelta y los portones se abren, la llamo.
—¿Me darías tu número?
Dios santo, nunca me cansaré de ver sonreír a esta mujer.
—Creí que nunca lo pedirías —admite eliminando los pasos entre nosotros —¿Te lo apunto?
Saco el celular y se lo entrego tras quitarle la clave. Ella teclea unos números y luego me lo devuelve.
—¿Te veré de nuevo en el parque?
—Tengo que volver a entrenar —dice soltando un corto suspiro —no prometo nada, pero...envía un mensaje. Responderé.
Se gira, sigo su figura hasta que entra a la casa y me dedica un último ademán de despedida.
Aún mantengo una pequeña sonrisa cuando me alejo de la casa, y extrañamente...me siento bien cuando vuelvo a casa.
Mi hermana no está así que el silencio me recibe, decido tomar una ducha y luego ir a dormir. Trato de mantener el sentimiento de bienestar mientras lleno la bañera y aguardo a que el agua esté en la temperatura adecuada.
Cuando me sumerjo, no puedo ignorar las cicatrices que se roban mi atención.
Mi pasión es mucho más fuerte que mi miedo.
Las palabras de Bella se reproducen en mi mente, entendí el punto, comprendí lo que quería decirme pero...
¿Qué pasa cuando aquello que amas, es también aquello que te aterra? ¿Qué pasa cuando lo que te apasiona casi es el motivo de tu muerte?
Yo también traté de convencerme de volver, también me repetí una y otra vez que podía superar esto. Pero no se trata de una fractura, mis cicatrices no desaparecerán, se quedarán conmigo.
Tendré que vivir con ellas el resto de mi vida.
Y no sé si pueda volver a amar a aquello que me lo ocasionó.
(...)
Sorprendentemente mantuve mi buen humor aún con la llegada de mi hermana y sus cuestionamientos, ella también parecía sorprendida de verme fuera de la cama, incluso sugirió que podíamos hacer un maratón de Harry Potter, pero me negué.
Compartimos la cena y Marce parece entusiasmada de que cenemos juntos, me cuenta sobre nuestra madre, y lo mucho que quiere que la visite, pero tengo que recordarle que debo ir un paso a la vez, enfrentar a mamá es...es demasiado.
A las nueve en punto, el timbre suena. Mi hermana se encarga de ir a abrir la puerta y en el segundo en el que escucho la voz del visitante...todo se va a la mierda.
—Hola, Al —Hamilton me saluda con una sonrisa —Marcella dice que hoy es un buen día.
—Era un buen día —resoplo —¿a qué has venido?
—Sabes a que he venido.
—Bueno, pues pierdes tu tiempo.
—Alessio...—Marce me lanza una mirada de advertencia, suspiro y aprieto los dientes repitiéndome que puedo manejar esto sin perder el control.
Hay un breve silencio, y luego Hamilton le pide que nos deje solos. Cuando mi hermana se ha marchado, él se acerca.
—Al, sé que esto esta siendo difícil, pero...si no haces nada...si no haces nada vas a perderlo todo.
—Ya lo he perdido, Hamilton —espeto —te lo dije, no voy a volver.
Intento cruzar por su lado pero él me toma del brazo con un movimiento firme.
—Tu padre no hubiese deseado esto —dice con seguridad —él no hubiese querido que te detuvieras. Que abandonaras.
—No te atrevas a usar a mi padre para manipularme —me libero de su agarre con brusquedad —no te atrevas a mencionarlo otra vez.
—No te estoy pidiendo que corras —dice cuando ya he avanzado hasta el pasillo —solo...solo ven. El equipo necesita verte, puedes estar con ellos en la estación, no tendrás que subir a un auto.
—No. No lo haré.
—Puedes traer a Marcella, o a tu madre —sugiere —puedes traer a quien quieras, pero te necesito ahí.
Estoy por negarme de nuevo, cuando una idea se cruza por mi mente.
—¿A quién quiera?
—La persona que desees.
Mis hermanos te admiran tanto.
De nuevo, Bella Lombardi se incrusta en mi mente.
—Me lo pensaré, ¿bien?
Eso parece satisfacerlo, tal vez es en realidad más de lo que esperaba al venir aquí, y ahora es todo lo que puedo ofrecer.
—Será en una semana —informa —espero tu llamada.
Sabe que no voy a invitarlo a quedarse así que agradezco que no prolongara su estadía. Tan pronto como se va...tomo el teléfono con la intención de hacer lo que tengo en la mente antes de poder arrepentirme.
Busco su nombre entre los contactos, cuando lo encuentro, pulso el número y escribo un mensaje.
"Habrá una carrera el viernes siguiente a las doce del día, ¿a tu hermano y a ti les gustaría asistir?
Y sin darle tiempo a las dudas, pulso el botón de enviar.
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