40.- Un para siempre.
Bella.
Me observo en el espejo, mi reflejo pálido y demacrado me regresa la mirada. Mis ojos se llenan de lágrimas mientras bajo la mirada y trato desesperadamente de encontrar en mi interior algo de la fortaleza que necesito para salir y continuar con mi vida.
—Bell, ¿cielo? —reconozco la voz de mi tía Daphne al otro lado —¿todo bien cariño?
Casi quiero reír ante su pregunta, evidentemente nada está bien. Por el contrario, cierro los ojos tallándome los parpados y tratando de aparentar que no estuve tan cerca de romperme, otra vez.
Me dieron el alta del hospital casi treinta y seis horas después, luego, me refugié en el hotel. No he salido de la habitación, apenas y permito que las personas interactúen conmigo, me he convertido en la sombra de la chica que solía ser.
No he vuelto al hospital desde hace dos días, no tengo el valor para entrar a su habitación y verlo, no luego de perder lo único que tenía de él.
—Sí —respondo tomando una inhalación —salgo en un segundo.
Me tomo un par de instantes para regular mi respiración y recuperar el control antes de atreverme a abrir la puerta del baño. La mirada cálida y comprensiva de mi tía me recibe, Lía está justo detrás, junto con Cari.
—Trajimos helado, ¿te apetece un poco? —pregunta mi hermana.
Eso me soba una sonrisa, mis hermanas habían volado junto con mi tía Daphne cuando se enteraron.
—No solo helado, he horneado unas tartas que tanto te gustan —volteo confundida al escuchar una nueva voz, Tadeo aparece con una sonrisa inocente mientras ingresa a la habitación.
—¿Qué...? —no puedo terminar de hablar porque una nueva voz se escucha, interrumpiéndome.
—Y sé que dijiste que no nos querías a todos aquí, pero...—mis ojos se humedecen cuando miro a James —hola Bell.
—Sí, no queremos que nos eches —Anto forma un mohín con los labios. Mi visión viaja hasta su vientre pero lejos de afectarme, corro hacia ella.
Mi hermana abre los abrazos, me recibe apretujándome contra ella. Anto siempre ha sido nuestro refugio, cuando nuestros padres murieron, ella siempre estuvo ahí.
—Todo va a estar bien —promete apartándose y acunando mi rostro —Mateo y Dante están afuera, ¿pueden entrar?
No hago más que asentir.
—Adelante, chicos.
—Hola —Dante lanza una sonrisa mientras sostiene un precioso ramo de flores.
—Sorpresa —Mateo soma la cabeza —¿nos echaste de menos?
Parpadeo intentando desesperadamente alejar las lágrimas. Una sonrisa se filtra en mis labios porque todos están aquí.
—Escuché que las batallas se ganan con un buen ejercito detrás —volteo hacia mi tía —estamos aquí para ti.
La emoción me llena por completo mientras observo a todos mis hermanos, llevamos más tiempo lejos de casa del que siquiera planeamos. Mi tío intentó que transfirieran a Alessio a uno de los mejores hospitales de Milán, pero las opiniones del cuerpo médico coincidieron en que sería demasiado riesgoso someterlo a un vuelo de seis horas.
Así que nos quedamos.
Taddeo se acerca con las tartas, el olor llega hasta mí y me sorprende su habilidad para que aún seis horas después, se conserve exquisita.
—Todo va a estar bien —James repite acercándose y envolviéndome en un abrazo.
Me siento reconfortada, como si la sola presencia de las personas a mi alrededor pudiese darme las fuerzas que he perdido en estos días agotadores.
—Gracias a todos por venir, en serio —tomo una inhalación —aunque espero que no planeen quedarse en esta habitación porque no está diseñada para más de cuatro personas.
Eso les roba una risa, un gesto sincero se cruza por mi rostro mientras los observo acomodarse. Cuando volteo hacia uno de los espejos que se encuentran en la habitación, mis ojos están levemente iluminados, pero aún tengo los signos evidentes de no haber dormido.
—Estarás bien —la mano de mi tía se coloca en mi espalda baja —tu tío llamó, quiere saber si irás al hospital hoy.
Mi cuerpo se tensa, una parte de mí se siente culpable por no haber ido, pero otra me repite constantemente que no puedo hacerle frente al hecho de ver a Al en esa cama, no cuando soy muy consciente de lo que perdí.
—No se si pueda —admito en un susurro —no creo poder entrar ahí sin desmoronarme.
Sonríe con comprensión, asintiendo antes de tomar mi mano.
—No dejes que el dolor te moldee a su antojo —dice con un gesto dulce —sé más fuerte que él.
Apenas asiento. El repentino bienestar que vino con la llegada de mi familia se esfuma ante el golpe de realidad que recibo. Ellos están aquí, pero eso no cambia nada.
—Iré a recostarme —es toda la respuesta que doy.
Me refugio en la habitación, me escabullo a la cama cubriéndome con las sabanas. Tan pronto como mis ojos se cierran, el dolor vuelve a instalarse en mi pecho. Estoy tan cansada de sentirme así. Tan cansada de no poder hacer nada para que desaparezca.
No hago mucho en realidad, mis intenciones de dormir no funcionan, me quedo ahí entre las sabanas fingiendo un descanso que claramente no tengo, así que, tras un par de horas, decido que he tenido suficiente.
Salgo de la cama a pesar de que mi cuerpo parece querer oponerse. Decido tomar una ducha en un intento de tener más energía y me coloco ropa presentable. Mi aspecto evidentemente no es el mejor, así que tengo que hacer uso del maquillaje para dar una falsa apariencia de bienestar.
Salgo de la habitación tomando una inhalación, he tenido suficiente. He huido y no puedo seguir haciéndolo, no puedo abandonarlo, le prometí que no lo haría.
James se ofrece a llevarme al hospital así que no opongo resistencia. Nos montamos en el auto en un silencio que no me molesto en romper. Le envío un mensaje a Marcella para informarle de mi llegada al hospital, ella responde de inmediato y solo me siento mas culpable cuando reconozco la emoción a través de las palabras.
—No te sientas culpable por tomarte el tiempo para enfrentar tu dolor —las palabras de James me toman desprevenida, volteo hacia él mirándolo con confusión —noté la manera en la que mirabas el celular, no tienes culpa de nada.
—Abandoné a mi novio en la cama de un hospital.
—Bell, sufriste un aborto —dice frenando el auto —las personas no pueden esperar que actúes como si nada hubiese ocurrido.
Mis ojos arden y suelto una maldición, sintiéndome hastiada de llorar.
—Todos enfrentamos el dolor de manera distinta, y está bien —extiende la mano tomando la mía —eres tan valiente, de verdad, eres increíblemente fuerte, cualquier otra persona en tu situación, se hubiese derrumbado hace mucho.
—Me derrumbo a cada minuto —susurro.
—La cuestión no es caer, sino levantarse. Y lo has hecho, una y otra y otra vez —su mano aprieta la mía —y sé que no dejarás de hacerlo, porque increíble.
Sonrío, parpadeo un par de veces para alejar las lágrimas y aprieto su mano con firmeza.
—Gracias, James.
—Lo que sea por mi cuñada favorita —dice dedicándome un guiño.
La madre de Al y Marce parecen felices de verme, mi tío también sonríe al mirarme y Jacob se acerca apenas ingresamos.
—Supongo que ya viste a todo el equipo —dice con una sonrisa.
—¿Sabías que vendrían?
—Pero claro —acaricia una de mis mejillas y me hace un gesto con la cabeza para que vayamos hasta la sala.
Marce me dice los informes del médico, mi corazón se siente levemente esperanzado cuando dice que Al comienza a responder poco a poco a los estímulos, aunque eso no es una garantía para asegurar una mejoría.
—Sé que esto puede parecer una pregunta estúpida —dice Marce cuando me coloco a su lado en la sala de espera —pero... ¿Cómo estás?
Tomo una inhalación, una de mis manos viaja hasta mi vientre. Apenas estuve embarazada unas pocas semanas pero la pérdida es inmensa, el sentimiento de vacío, de culpa, sigue ahí.
—Tratando de sobrellevarlo —un suspiro entrecortado brota de mis labios —aún no sé como es que voy a decírselo.
Acaricio la zona en donde antes se estaba formando una vida, el dolor vuelve, tan fuerte que me arrebata el aliento. Creo que en realidad el dolor nunca desaparece, se queda contigo para siempre. No sé en realidad si alguna vez pueda superarlo, o si consiga olvidarlo, ahora mismo...ya ni siquiera recuerdo como me sentí antes, sin el dolor, sin el miedo latente de perder a las personas que amo.
—Eso no cambiará el amor que siente por ti.
—Marce —fijo los ojos en ella —necesito que me prometan que no van a rendirse.
Ella entiende perfectamente lo que quiero decir.
—Sé que aunque yo quiera impedirlo, si ustedes toman la decisión, se hará porque son su familia. Pero por favor, no se rindan con él.
—Bella...
—Porque no podría soportar perderlo también —mi voz se rompe y hago mi mayor esfuerzo para no romperme frente a ella —ya perdí a suficientes personas a lo largo de mi vida, y lo único que tenía de tu hermano también se me ha sido arrebatado, así que por favor, necesito que me prometas que no me lo quitarán a él también.
—Nunca me rendiría con mi hermano —susurra con la voz rota —nunca consideré rendirme con él, estuve a su lado en el primer accidente, estuve con él pensando que lo perdería, pero no, él consiguió sobreponerse y eso es justo lo que hará ahora, puedo prometerte, Bella, que nunca me rendiré con él.
El alivio que siento cuando dice aquello me hace sollozar. Marcella me abraza y ambas nos convertimos en el pilar de la otra, ella no quiere perder a su hermano, yo no quiero perder al amor de mi vida.
Y sabemos que pase lo que pase, ninguna lo abandonará.
He estado en la sala de espera toda la tarde sin atreverme a entrar a su habitación. Me repito que estoy siendo una cobarde, que no debo seguir huyendo, pero la realidad es que no sé como enfrentarlo.
Pero sé que no puedo seguir aquí mucho tiempo, sé que tengo que tomar la valentía de donde no la tengo, para poder ir con él. Necesito estar con él.
Y al final, es ese pensamiento el que me saca del estado de cobardía en el que me encuentro, y me hace caminar hasta su habitación. Mi corazón late con fuerza, a un ritmo que seguramente no es sano, hay un leve temblor en mis manos que no entiendo mientras tomo el pomo de la puerta, y lo giro para permitirme entrar.
La fragilidad me envuelve apenas empujo la puerta, apenas mis ojos lo reconocen, el dolor viene más fuerte que nunca, como una maldita avalancha porque lo necesito tanto.
Camino hacia él con lagrimas en los ojos, lágrimas que no me molesto en contener cuando me desplomo a su lado, sujetando su mano con firmeza.
—Lamento no haber venido —susurro con voz rota —pero el mundo se cae a pedazos, Al. Y te necesito tanto.
Lo miro, deseando tanto que abra los ojos, que despierte y me sostenga porque no puedo tolerar un minuto más sin él.
—Sé que dije que entendería si necesitas irte, pero Al, te necesito tanto —sollozo —siento que estoy volviendo al sitio del que he querido escapar, al sitio en el que me encontraba antes de conocerte, y no quiero eso. No quiero volver a ser la chica que fui en el pasado.
Las lágrimas se deslizan por mis mejillas, no hago nada para controlarlas porque necesito que deje de doler.
—Ya sabemos la verdad, sabemos quien te hizo esto, quien te ha ocasionado cada accidente, la FIA está investigando, habrá un castigo por esto, y tienes que despertar para que te des cuenta de que al final, los que hacen daño siempre obtienen lo que merecen. Porque no tendrá sentido el que ellos sean castigados, pero que tú no estés aquí.
El silencio se siente como una tortura.
—He perdido a nuestro bebé —sollozo —y necesito un abrazo tuyo, necesito que me mires de esa forma que me dejaba saber que todo estaría bien, necesito que me recuerdes que a pesar de todo...brillaremos juntos.
El dolor se desborda mientras me inclino sobre él.
—Por favor, Al...vuelve conmigo. Te lo suplico...
Cierro los ojos sintiendo el dolor comenzar a moldearme, entregándole todo el poder para que haga conmigo lo que desee.
—Vuelve conmigo.
Creo que ha ganado, creo que me he rendido por completo al dolor, creo que se ha adueñado de mí por completo...hasta que la máquina emite un sonido...y una respiración agitada ocurre debajo de mí.
Es como si todo ocurriese en cámara lenta, levanto el rostro, mirándolo y dándome cuenta de lo que está sucediendo.
—Es..estoy...a...a...aquí —me incorporo con rapidez, un sollozo aliviado brota de mis labios cuando escucho su voz, habla con dificultad, débil, pero es su voz. —¿Be...bell?
Apenas puedo hablar, apenas puedo reaccionar, porque él ha vuelto, está aquí.
Alessio Vitale ha vuelto.
ALESSIO.
Una voz lejana se cuela por mis oídos, mi mente se siente aturdida, quiero hablar, quiero abrir los ojos y entender que está pasando, pero es como si de cierta manera me hubiese desconectado de mi propio cuerpo.
—Por favor, Al...vuelve conmigo. Te lo suplico...
Reconozco su voz destrozada, siento un peso contra mi abdomen, como si alguien estuviese recostado sobre mí, y quiero responderle, me siento tan frustrado de no poder hacerlo porque es como si me encontrase fuera de mi cuerpo, como si algo me impidiera hablar, moverme o simplemente abrir los ojos.
—Vuelve conmigo.
Esta vez su voz viene con muchísima más fuerza, y se siente como si de cierta manera, pudiera recuperar el control de mi cuerpo. Tomo una respiración, el peso se va sobre mi torso mientras empleo todo mi esfuerzo para hablar.
— Es..estoy...a...a...aquí —las palabras brotan con dificultad de mis labios —¿Be...Bell?
La luz me ciega, aprieto los ojos mientras siento una especie de mascarilla contra mi rostro, ¿es acaso oxígeno? ¿Qué mierda ha pasado?
Apenas consigo abrir los ojos, parpadeo, pronto siento sus manos contra mi rostro, no tengo que mirarla para saber que se trata de ella. Cuando al fin consigo abrir los ojos...ella llora.
Apenas tengo tiempo de procesar todo lo que está pasando, varias personas entran con rapidez, me hablan, hacen preguntas y yo apenas consigo procesar cada cosa que dicen. Un hombre mayor, el que supongo es el médico, me indica que me quitará el respirador, me siento aliviado cuando lo hace, con mucha más libertad.
El dolor en mi cabeza se hace más intenso conforme quiero recordar.
—Bienvenido, Alessio —habla el médico —por favor, sigue la luz con la mirada.
La claridad me lastima, pero hago lo que dice. Hay enfermeras monitoreando las máquinas a mi costado, siento la boca seca y mi cuerpo entumecido.
—¿Qué me pasó?
Cuando parece que han terminado de examinarme, el médico se aparta.
—Tuviste un grave accidente, Alessio —informa —entraste en estado grave el hospital, tuvimos que someterte a una cirugía cerebral y a una de rodilla, estuviste inconsciente casi siete días.
¿Siete días?
—Tu familia ha estado muy preocupada, todos estamos felices de ver que estás de nuevo con nosotros.
Se aparta, dejándome verla. Su rostro está húmedo por las lágrimas, se abraza a si misma y maldigo cuando apenas consigo las fuerzas para elevar una de mis manos y extenderla hacia ella.
—Principessa...
Prácticamente corre hasta mí, sus brazos me envuelven y cierro los ojos, dios mío, ¿por qué siento que he pasado una eternidad sin sentirla? Mi mente aún no procesa todo lo que el médico dijo que ocurrió.
¿Accidente? ¿Fue en la carrera de Las Vegas? ¿O en Sao Paulo?
—Dios mío, volviste —solloza abrazándose con más firmeza a mí —estás aquí.
—Estoy aquí —repito —Bell...
Su cuerpo se sacude con los sollozos. Dios, esto no puede estarle haciendo bien a su embarazo.
Me siento débil, pero aún así encuentro las fuerzas para rodearle la cintura, hacerlo me agota, como si el simple movimiento me consumiera una gran cantidad de energías. ¿Qué mierda ha pasado en todo este tiempo?
Cuando se aparta, sus manos acunan mi rostro. Sus ojos están llenos de lágrimas, el gris de su mirada brilla con algo parecido a dolor, apenas permanece unos segundos mirándome antes de inclinarse hacia mí, y besarme.
Sus labios contra los míos se sienten como una dosis de energía, mi cuerpo reacciona ante ella, ante su sabor, ante la manera en la que se apodera de mis labios como si hace siglos fuese la última vez que los sintió.
—Estás aquí —repite como si aún no lo creyera —Oh, Al...
—Estoy aquí —repito y sonrío —¿puedes dejar de llorar? Me estás partiendo el corazón, principessa.
Cierro los ojos momentáneamente, tratando de recuperarme. Llevo la mano hacia mi cabeza sintiendo la venda, y el dolor vuelve. Suelto un quejido involuntario. Pero no tengo mucho tiempo para concentrarme en él, porque reconozco la voz de mi hermana.
Me abraza y dice casi las mismas cosas que Bella, luego mi madre aparece y tiene exactamente la misma reacción, luego me siento repentinamente agotado.
—De acuerdo, entiendo que estén emocionadas por esto pero necesitan darle su espacio —el medio habla y quiero decirle en realidad que está bien, pero me siento demasiado débil como para debatir —recuerden, tuvo una operación delicada, su sistema apenas está recuperándose.
Cierro los ojos, me desconcierta tanto sentirme tan débil, como si incluso el hecho de respirar significara un gran esfuerzo.
—¿Bell? —mi voz brota cansada. Se escuchan leves pasos antes de que el colchón se hunda a mi lado.
Abro los ojos, encontrándome con esos dos preciosos luceros grisáceos.
—¿Puedes quedarte conmigo? —pido.
Sonríe. Las lágrimas se han ido pero la evidencia de que ha llorado está ahí, su nariz enrojecida y las mejillas sonrosadas. Sin embargo, toma mi mano con firmeza y se acurruca a mi lado.
—Siempre, Al —susurra —siempre.
No sé que carajos ha pasado, mi mente no puede recordar nada, no sé como llegué aquí, pero eso no parece importar ahora. Bell sujeta mi mano, yo se la tomo con firmeza, y entonces cierro los ojos, sintiendo la calma invadirme, y el descanso caer sobre mí sin soltar la mano de la chica que parece haberme devuelto a la vida.
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Holiiis!
¿Ya podemos respirar? Nuestro Al está de vuelta <3
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