3.- El chico que fui
Bella.
He intentado convencer a Jacob de que estoy bien, de que no tiene absolutamente nada de qué preocuparse, pero realmente no lo he conseguido.
—No quiero ser una niña chiquita que va a contarle sus problemas a sus padres —me quejo —estoy bien, Jacob, no tienes que hablar al tío Franco para que consiga esa infracción.
—Casi nos arrollan —dice con molestia —el auto te golpeó, gracias al cielo tu lesión no sufrió más daños pero pudo haberlo hecho, Bell.
—Estoy bien —repito tratando de hacer que me crea —lo último que necesito es esto, de verdad, ¿podemos olvidarlo?
Jacob suspira, no está en lo absoluto convencido pero sabe que no cambiaré de opinión.
—Bien —dice —solo porque no quiero discutir contigo, no hoy.
Le dedico una sonrisa y él sacude la cabeza en una negativa.
—Te lo agradezco, y gracias por lo de hoy, me vino bien salir —confieso, su gesto se relaja cuando me escucha decir aquello y parece que la molestia por nuestro incidente comienza a desvanecerse.
—Sabes que puedes recurrir a mí siempre que lo desees —se acerca, inclina su cuerpo hacia el mío y sus labios se posan en mi frente. —Te quiero Bell.
—Y yo a ti, Jakey —empleo el sobrenombre cariñoso y eso lo hace sonreír
Me dedica una sonrisa y retrocede, cuando sale de la habitación, suelto un suspiro y mis hombros se desploman. Me dejo caer sobre el colchón y fijo mi entera atención en el candelabro que está sobre mí.
Cierro los ojos, de pronto el recuerdo de los dos idiotas que casi nos arrollan llega a mi mente, no le presté mucha atención al chico que conducía, sino a su acompañante. Los ojos azul frío y casi calculadores, el chico era apuesto aunque había algo extraño en él, y luego las cicatrices en el brazo cuando me dio las muletas...
Sacudo la cabeza, obligándome a dejar de pensar en eso, no tengo motivos para concentrarme en un hombre que casi acaba con mi vida.
Un par de toques en la puerta me hacen abrir los ojos.
—Adelante.
Me incorporo, y sonrío cuando miro a mi tío Ángelo aparecer. Viste un traje azul, combinado con una camisa y corbata de color claro, lo que me deja saber que probablemente
—Hola, desastre —sonrío ante el mote cariñoso que emplea.
—Hola, tío.
—Jacob me dijo que salieron hoy, ¿todo bien? —asiento —he hablado con el médico, me dijo tu diagnóstico.
Suspiro, esperaba no mantener esta conversación con él, pero claramente mis deseos no pueden ser concedidos.
—Sí, dijo que la recuperación va como se esperó —me encojo de hombros —dice lo mismo desde hace dos meses, ya no debería ser nuevo.
—Bella, sé que esto está siendo difícil para ti, pero no significa el fin del mundo. Lo sabes, ¿cierto? Aún tienes los cursos de la academia, no puedes simplemente esconderte aquí e ignorar todo.
—Los cursos son en línea, tío —le recuerdo y eso lo hace reír —además, solo faltan dos meses para terminar. Creo que puedo hacer de mi habitación un perfecto escondite.
—Bella...—no me pasa desapercibido el tono de advertencia que usa cuando dice mi nombre —no puedes solo esconderte del mundo. Sé que es lo que quieres hacer, pero no puedes permitir que toda tu vida se detenga por esto.
—¿Qué se supone que haga mientras tanto?
—Has todo aquello que la danza no te permitía disfrutar —sugiere —toma esto como un descanso, toma paseos, ve al cine, sal con tus amigas. Hace mucho que no sales con Laurie. Tómate este tiempo para ti y luego, cuando te recuperes, vuelve a darlo todo.
Mi corazón se estruja porque él siempre tiene algo bueno que decirme, sigue cuidando de mí como un verdadero padre y es por eso que lo quiero tanto.
—Gracias, tío.
—No tienes que agradecerme por esto —sonríe —ahora, siguiendo mi consejo, ¿por qué no vienes conmigo a las carreras de autos que se harán mañana por la mañana? Será divertido.
—Déjame adivinar, Mateo quiere ir, ¿no es cierto?
—Y ha convencido a Dante para que también quiera —se ríe —y Dante ha convencido a Alessio, así que tu tío Antoni también desea ir. Sería divertido, ¿no lo crees?
—¿Ir a una carrera de autos? No le encuentro lo divertido. — arrugo la nariz
—Prueba cosas nuevas —dice y se ríe otra vez —le diré a tu tía Daph que vendrás con nosotros.
—Pero...
—No acepto peros como respuesta —igual que Jacob, se acerca para dejar un beso en mi frente y luego termina marchándose de la habitación quitándome la oportunidad de debatir.
(...)
Llegamos al Autodromo Nazionale di Monza, sitio en donde se llevan a cabo las carreras de autos en Milán, hay una gran cantidad de personas, autos por todas partes, sonidos de motores, y realmente considero que es el último sitio en el que puedo divertirme.
Pero mi familia no opina lo mismo, incluso mi cuñado James y su pequeño hijo Massimo decidieron unirse a nuestro viaje. a
Conseguimos unos asientos a mitad de las gradas, el sol nos golpea de frente y comienzo a sentir el sudor en mi espalda a pesar de que la blusa que traigo es lo suficientemente fresca como para no acalorarme.
Me acomodo las gafas de sol y me ajusto el sombrero para tratar de aminorar el impacto de los rayos solares en mi rostro.
—Debí de haber traído una sombrilla —mi tía Daphne se queja a mi lado —¿Cómo es que nos convencieron de venir?
—No tengo idea —murmuro con los labios apretados.
Nuestra conversación se interrumpe con los motores de los autos rugiendo, centro mi atención al frente y sonrío cuando distingo los gritos emocionados de mis hermanos.
Mateo grita mientras sacude una especie de guante con el nombre de uno de los equipos, mi tío Antoni sostiene a Alessio quien también está igual de emocionado que Mateo.
En realidad no sé mucho sobre las carreras de autos, así que mi tío se encarga de explicarnos lo que sucede en la pista, parece que también se ha vuelto experto debido a la afición de su hijo por las carreras.
Dos horas después, la carrera al fin llega a su fin y me reprendo el no haber hecho caso cuando mi tío Antoni nos dijo que usáramos protector solar. Siento un ligero Ardor en la piel y me siento aliviada cuando al fin podemos refugiarnos en un poco de sombra.
Mateo está enojado porque su equipo perdió, y sonrío cuando discute con su padre que el piloto no era tan bueno.
—¿Cómo te gusta un equipo pero no su piloto?
—Es que no es él —dice —Alessio Vitale no compitió, si hubiese estado él, es seguro que el equipo ganaba el campeonato.
—Tuvo un desafortunado accidente, una lástima, estaba por ganar el campeonato cuando se accidentó, ha estado fuera de las carreras...
—¡Ahí está! —grita Mateo señalando un punto —¡Tenemos que tomarnos una fotografía!
Antes de que podamos detenerlos, Mateo, Alessio, y también Dante corren hacia un punto en donde parece haber un grupo de pilotos reunidos.
—Es mejor que vayamos —dice mi tío Antoni y resoplo, claro, como ellos no tienen que caminar con un estabilizador en el pie.
—Bell y yo esperaremos en el auto —dice mi tía Daphne, cuando lo sugiere casi quiero sentirme aliviada pero no lo hago porque sé que si vine hasta aquí, fue para pasar un buen rato con mi familia, no para esperar en el auto, por mucho que eso pudiera tentarme.
—No, vamos —sugiero y sé que tomé una buena decisión cuando mi tía me ve casi entusiasmada.
Conforme nos acercamos, reparo en cada uno de los pilotos. Y en entonces que lo reconozco...él...él chico que casi nos arrolla.
Me detengo, él sonríe hacia Mateo mientras firma algo, y luego Mateo nos señala. El chico eleva la vista, y fija la atención en mí. Su sonrisa titubea, pero sigue con la atención puesta en nosotros.
Lleva una chaqueta del equipo que Mateo mencionó, una gorra con el mismo logo y un par de gafas negras, así que quiero pensar que no nos está mirando a nosotros pero es imposible porque Matt sigue señalándonos.
—¿Bell? ¿Vamos? —mi tía coloca la mano en mi brazo y hace un gesto con la cabeza.
Tomo una inhalación y asiento, ¿Quién diría que el idiota que casi nos arrolla resultó ser el chico al que mis hermanos admiran?
Alessio
Sonrío hacia el par de chicos que están frente a mí, deben tener entre catorce o quince años, y ambos llevan las gorras del equipo de Aston Martin, mi equipo.
—¿Podemos tomarnos una fotografía contigo? —inquiere el que supongo es el mayor de ellos.
—Por supuesto —sonrío a pesar de que lo único que quiero ahora es irme de aquí.
El chico saca el celular y me sorprende que a su edad tenga uno de nueva generación, el otro chico a su costado también saca su propio celular y Hamilton se acerca en ese punto.
—¿Quieren que les tome las fotografías?
Ambos asienten, nos toma menos de un minuto capturar las fotos y luego firmo las gorras que ambos portan.
—¿Se han escapado de sus padres? —inquiero terminando de firmarle al menor de ellos.
—No, nuestros padres están ahí —el chico eleva la mano y señala un punto, normalmente no prestaría atención pero ahora lo hago, elevo la vista...y ahí la veo.
Ella también mira en nuestra dirección, parece algo sorprendida y claramente me reconoce. Desearía que no lo hiciera, desearía que no me reconociera como el chico que iba en el auto que casi la arrolla.
Hamilton golpea mi codo, eso me saca del pequeño trance y lo miro.
—Son los Lombardi —dice entre dientes tan bajo que apenas lo escucho —los dueños de los casinos más exitosos de toda Italia.
Maldigo para mis adentros, ahora resulta que casi arrollamos a la hija de uno de los hombres más exitosos de Italia, grandioso, Alessio.
—Hola, lamentamos que estos chicos hayan interrumpido así —uno de los hombres habla con una sonrisa de disculpa en los labios, porta unos pantalones de chandal y una camisa polo blanca, al igual que los que creo son sus hijos, lleva puesta la gorra con el logo del equipo.
—Señores Lombardi, que gusto conocerlos —dice Hamilton estrechando la mano del hombre que ha hablado.
—Parece que nos conoce —dice el otro hombre a su lado.
—Por supuesto, Antoni y Ángelo Lombardi, sus casinos son la principal atracción a Italia —casi quiero rodar los ojos ante los intentos de mi entrenador de dar cumplidos —es una grata coincidencia.
—Nuestros hijos querían una fotografía —habla ahora una mujer que supongo es la esposa de... aguarden, ¿quién es Ángelo y quien es Antoni? —espero que no hayan sido inoportunos.
—En lo absoluto —respondo fingiendo una sonrisa —ha sido un placer.
—Ha sido una lástima que no ganaran hoy el campeonato, estoy seguro de que si hubieses corrido tú, serías el campeón.
Eso me roba una sonrisa sincera, un gesto que hace mucho no aparecía en mis labios. Hamilton también sonríe.
—Es nuestro mejor conductor, ¿cierto?
—El mejor de todos —dice el chico y me rio.
—¿Cómo te llamas?
—Mateo —dice y parece entusiasmado de responder —¿Cuándo volverás a las carreras?
El repentino buen humor y la sensación de bienestar se esfuman, mi sonrisa titubea y me aclaro la garganta.
—Aún no lo sé.
—Pero volverás, ¿cierto?
Mi cuerpo se tensa, parpadeo y trato de no mostrar que en realidad la pregunta me ha sentado peor de lo que debería. Es solo un aficionado haciendo la pregunta que seguramente todo el mundo se está formulando, ¿por qué tiene que afectarme de este modo?
—Mateo, ¿qué ese no es un Aspen Martin? —la voz femenina capta mi atención, esta vez no está furiosa, es un sonido suave...dulce.
—Claro que lo es —Hamilton responde —¿quieren echar un vistazo?
—No queremos causar molestias...
—Para nada, vengan, les daré un recorrido. Siempre podemos hacer una excepción.
Los chicos lucen entusiasmados tanto que parecen olvidar su pregunta, Mateo, como recuerdo que se llama, gira y se despide de mí con un gesto agradeciendo por el autógrafo, y luego se marchan.
Suelto la respiración, me acomodo la gorra y maldigo por lo bajo recriminándome el haber aceptado venir. No debería estar aquí, debería estar refugiado en mi cama, escondido del mundo.
—Los adolescentes pueden ser tan inoportunos, ¿cierto? —la voz a mi costado causa un sobresalto, la chica se ríe, se apoya levemente en las muletas y lanza una sonrisa —Soy Bella Lombardi.
—Hola —me aclaro la garganta —quiero decir...lamento lo del otro día, yo...
—No tu ibas conduciendo —se encoje de hombros —lamento que mi hermano te haya incomodado.
—Él no...
—No mientas —dice y se acomoda el cabello —sé cuando alguien miente, y también se distinguir perfectamente cuando alguien está incómodo. Créeme, es una mierda cuando alguien pregunta la única cosa que no quieres responder.
Una sonrisa tira de mis labios.
—¿Lo entiendes?
—Soy bailarina de Ballet profesional, sufrí una fractura hace unos meses —señala su tobillo que aún tiene la especie de férula —créeme, te entiendo.
Se acomoda el sombrero y luego se abanica a ella misma, solo en ese punto caigo en cuenta de que estamos a la mitad de la explanada, con el sol en su punto más alto.
—Déjame invitarte a algo de beber —señalo el establecimiento que hay a unos metros —hace demasiado calor para permanecer aquí.
—Estoy bien. Aún debo esperar a mi familia.
—Puedes verlos perfectamente desde ahí —insisto —además, creo que invitarte a algo de tomar es lo menos que puedo hacer.
Se ríe, asiente y cuando hago el ademán de ayudarla, ella me detiene diciendo que es perfectamente capaz de caminar hasta el establecimiento.
Vamos hasta ahí y sentir el refugio de la sombre es un alivio, ella toma asiento una de las sillas mientras voy hacia el chico que atiende y pido una botella de agua mineral y dos sodas.
En un par de minutos estoy de regreso con ella, me deslizo en el asiento de enfrente y le entrego la soda junto con el agua mineral.
—Gracias —se quita el sombrero, revelando su cabello rubio y cuando se quita las gafas, sus ojos vuelven a hipnotizarme.
Son tan...profundos. Son de un gris precioso, la piel blanca de su rostro contrasta perfectamente con sus pómulos sonrojados por el calor.
Bella Lombardo es...preciosa.
—Es extraño que me mires con los lentes de sol—dice divertida.
—Lo siento —tomo el borde de las gafas y me las quito, también me deshago de la gorra y soy consciente de como sus ojos adquieren un destello que no logro reconocer.
—Con el susto que me metiste al casi echarme un auto encima...no pude notar que eres realmente apuesto.
Por más que lo intento, no consigo retener la risa. Cruzo los brazos sobre el pecho y sacudo la cabeza.
—¿Estás coqueteando?
Es su turno de reír, el sonido es melódico y tan alegre que termina contagiándome también.
—Digo lo que pienso, eso es todo —se encoge de hombros mientras abre la botella de agua mineral y le da un sorbo —¿pienso que eres un hombre apuesto?, lo digo. ¿Pienso que eres un idiota por casi aventarme un auto y acabar con mi vida? Lo digo.
—Creí que estaba perdonado por eso —abro la lata de soda y dejo de mirar a Bella para concentrarme en la lata entre mis manos y le doy un sorbo.
El líquido me refresca la garganta, a pesar de que comienza a hacer más calor, me rehúso a quitarme la chaqueta.
—Lo siento, pero no olvido con prisa a los chicos que casi me asesinan.
Vuelvo a reír, es extraño la manera en la que me siento con Bella Lombardi, siento una completa desconocida me siento tan relajado.
—Tenías razón al estar enojada, fuimos descuidados, yo distraje a mi compañero así que fue mi culpa —un pinchazo de molestia me atraviesa el pecho cuando digo eso —me alegra que no haya pasado a mayores, y que estés bien.
—No puedo estar peor —señala de nuevo su pie.
—No, jamás digas eso —advierto —porque claro que podemos estar peor.
Ninguno ríe esta vez, sus ojos me escudriñan como si quisiera descubrir algo, como si pudiera ser capaz de leerme por completo.
—Sí, tienes razón —asiente levemente.
—Bell, ¿nos vamos o prefieres quedarte? —el hombre que supongo es su padre, se acerca a nosotros.
—Me voy, estoy agotada —dice incorporándose. Lo hago también, Bella vuelve a centrar su atención en mí y me dedica una sonrisa tan genuina...que me olvido del malestar y le sonrío también.
Toma las muletas, y señala las bebidas.
—Invito yo.
—Gracias —pronuncia ella con suavidad, el hombre toma la lata de soda y la botella y gira hacia mí.
—Nos vemos, Alessio.
—Adiós señor Lombardi.
Cuando él se ha apartado, Bella gira hacia mí, dándome toda la atención.
—Ha sido un placer conocerte, Alessio —se coloca las gafas y se acomoda el sombrero —hasta pronto.
Elevo la mano, ella me da la espalda y mientras se alejan, considero ir detrás de ella y pedirle su numero de teléfono, el Alessio antiguo dice que puede conseguirlo, que puedo volver a ser el chico que fui antes del accidente pero como si fuese una especie de recordatorio, un escalofrío me recorre el brazo izquierdo, la sensación que ha estado conmigo desde que las cicatrices se quedaron en mi piel.
Llevo mi palma hacia mi hombro, colocándola sobre la tela de la chaqueta. El sentimiento generado por Bella Lombardi desaparece, y en su lugar, queda la sofocante sensación de vacío que ha estado conmigo desde que desperté en el hospital.
__________________________________________________________________________-
¡Hola, hola!
¡No se olviden de votar y comentar! Significa mucho para mí.
¿Qué les está pareciendo la historia hasta este momento? ¡Me encanta leerles en comentarios!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro