27.- Cambios
Bella.
A pesar de que debí volver a Milán luego del Grand Prix de Mónaco, decidí quedarme con Alessio y viajar hasta España. Tuve una larga llamada con Diane en donde le expliqué lo que ocurría y que deseaba tomarme un par de semanas más.
Alessio continuó con su racha ganadora, posicionándose de nuevo en la primera posición, Jax de segundo, y Max en el tercer puesto. Nuestra discusión había quedado olvidada por completo, y parecía que incluso él comenzaba a tener cuidado al relacionarse con su "amigo".
Luego de la carrera, Hamilton dijo que los pilotos tendrían un par de días para recorrer Madrid y hacer turismo, así que Molly, Mich, Jax, Noah, Alessio y yo, decidimos tomar uno de los autos de la compañía para poder recorrer la ciudad.
Al ser seis personas y tener un auto compacto, alguien tenía que ir en las piernas de su acompañante, y tras una decisión colectiva en la que todos coincidieron que yo era la mujer más delgada y pequeña, mi asiento fue las piernas de Al.
—¿A dónde se supone que vamos? —inquiere Al asomando la cabeza por detrás de mi cuerpo.
—No podemos venir a Madrid sin visitar el palacio real —dice Jax quien se autodesignó el piloto.
Encontramos un lugar para aparcar a unas cuantas cuadras de nuestro destino, y cuando bajamos, me siento agradecida de poder estirar las piernas. Había tenido revisión con un médico del equipo de Al, quien había dado el visto bueno para que me retiraran el cabestrillo del hombro, así que la libre movilidad de mi brazo ha vuelto.
—La próxima vez deberíamos de considerar tomar un auto más grande —sugiero.
—Oye, mis piernas son un buen asiento —se queja Al y eso le gana la mirada de todos nuestros acompañantes —saben a lo que me refiero.
Una carcajada colectiva se deja oír mientras avanzamos, él entrelaza nuestras manos y me sonríe, luciendo tan sexi con sus gafas oscuras y la chaqueta negra que porta.
Ahora comparto con muchísima más fuerza, la opinión de Mich y Molly sobre que Al es el piloto más sexi, él se da cuenta de la mirada que le dedico, y se quita las gafas, dejándome ver su mirada traviesa.
—¿Qué estás pensando, principessa?
—Que eres el chico más sexi que he conocido —admito.
Una sonrisa crispa sus labios, se inclina hacia mí y susurra:
—Y soy todo tuyo, principessa.
—¡Hey, tórtolos, se están quedando atrás! —grita Noah.
Al me dedica un guiño antes de tomar tirar de mi cuerpo hacia adelante para obligarnos a caminar, y yo lo sigo con toda la disposición del mundo.
Nos toma cerca de una hora recorrer el Palacio Real, la construcción es tan impresionante tanto por fuera como por dentro, decidimos no pagar una visita guiada ya que no planeábamos estar mucho tiempo dentro porque los chicos parecían hambrientos.
Así que recorremos las alas más cercanas, admirando la decoración, el diseño arquitectónico y los enormes cuadros que cuelgan junto con todos los elementos artísticos que lo hacen lucir como una maravilla para los ojos.
Nos tomamos muchísimas fotos, y tratamos de comportarnos tanto como se nos es posible pero las ocurrencias de Jax y Noah no ayudan mucho. Al parece mucho más relajado que en todas las veces que lo he visto, se ríe con sinceridad, hace bromas y parece feliz.
Y ahí me doy cuenta lo mucho que me gusta verlo de esa manera, con los ojos iluminados y la sonrisa sincera en los labios.
Comemos en un restaurante de comida típica y disfrutamos de un par de preparados que dejan a los chicos mucho más alegres de lo que ya están, y es así que terminamos en uno de los parques acondicionados para hacer picnics, con algunas latas de cerveza entre nosotros haciendo preguntas como si tuviésemos quince años.
—Si pudieran salir con alguna actriz, ¿con quien saldrían? —Molly lanza la pregunta con los ojos fijos en Noah.
—Esa es una pregunta capciosa, ¿cierto? —Jax entrecierra los ojos —bueno, no importa, creo que sería con Jessica Chastain.
—Margot Robbie —Noah mira a Molly —es solo una pregunta hipotética, cielo.
Me rio ante la preocupación de los chicos y dirijo mi atención a Alessio.
—¿Y tú, Al?
—Daisy Ridley. —dice sin dudar, luego me mira y sonríe con inocencia.
—De acuerdo, de acuerdo, ahora nuestro turno —dice Mich —yo sin duda alguna saldría con Henry Cavill.
—¡Todos saldrían con Henry Cavill! —dice Jax —¿Quién le diría que no a ese hombre?
Una carcajada conjunta nos envuelve.
—Yo definitivamente saldría con Ian Somerhalder. —admito —la belleza de ese hombre no es humana.
—¿Han visto a Jon Kortajarena? ¡Ese si es un hombre guapísimo!
Las preguntas continúan y pronto me siento como en un grupo de amigos que se conocen de toda la vida, contamos anécdotas, y los chicos mencionan cosas graciosas que han pasado durante las carreras, luego, las preguntas se vuelven más serias, más personales.
Hablamos de como nos vemos en el futuro, de a que nos hubiese gustado dedicarnos si no hiciéramos lo que somos hoy, entre muchas otras que me permiten conocer más a las personas que me rodean.
Y todo va de maravilla, hasta que Molly hace una pregunta que ocasiona que Alessio se tense a mi lado.
—¿Tienen alguna cicatriz? —no necesito mirar a Al para saber la reacción que tiene, endereza la espalda con tensión, extiendo la mano y la coloco sobre la suya. Cuando mis ojos se encuentran con los de él, descubro una suave mirada siendo lanzada en mi dirección.
—Cuando tenía cinco años estaba jugando en el jardín, y tropecé cayendo muy cerca de un rastrillo —Molly se aparta el cabello del cuello revelando una larga cicatriz.
Jax y Michelle dicen que no tienen ninguna, Noah enseña una que lleva en el abdomen, ocasionada por una operación de apéndice, cuando llega mi turno, enseño mis tobillos.
—Dos fracturas de tobillo —ellos hacen una mueca —esta es la más reciente, y la peor.
—¿Y aún bailas?
—No planeo dejar de hacerlo, al menos no pronto —admito.
—Por algo es la princesa de la danza —dice Al tomando mi mano.
—¿Y que hay de ti, Al?
La duda se clava en su mirada, por un instante creo que dirá que no tiene ninguna, es decir, no tiene por qué enseñárselas, pero por el contrario, tira levemente de la manga de su chaqueta, y muestra una pequeña parte de las cicatrices que cubren su piel.
—Quemaduras, por el accidente.
—Hombre —Jax sacude la cabeza —lo siento, nadie tenía idea de eso.
—Sí, es un secreto que me he guardado bien —sonríe aunque el gesto no es cien por ciento sincero. Acomoda la manga de nuevo, y se aclara la garganta.
—No debería ser un secreto, ¿sabes? —inquiere Noah —eres un superviviente, tener cicatrices no tiene nada de malo.
Alessio parece relajarse, y sospecho que es porque ninguno de nuestros amigos lo está mirando con lástima. Al contrario, parece como si ahora lo admiraran muchísimo más.
—Lo sé, pero supongo que cuando obtienes una imagen de ti en el espejo, que nunca antes habías visto...es difícil aceptarlo. Difícil aceptar que has cambiado y que no volverás a ser el mismo. Es como ver a alguien distinto, pero que está dentro de ti, que sabes que está ahí, pero no se siente como tú.
—Aceptar los cambios no es fácil —dice Jax —a nadie le gusta darse cuenta de que no es la misma persona que el día anterior, pero mi madre siempre dice que cambiar, es parte de la vida, parte de crecer y evolucionar, cambiar nos hace darnos cuenta de que el tiempo no pasa en vano, nos permite valorar lo que nos rodea, a quienes nos rodea. El cambio es solo un mecanismo que nos deja saber que no somos dueños de nada, ni siquiera de nosotros mismos.
El cuerpo de Alessio se relaja por completo, una sonrisa se filtra en sus labios y asiente levemente.
—Creo que no pudiste elegir mejores palabras, Jax —concede —lo has resumido todo.
Luego me mira, y mi corazón estalla con alegría al ver que sigue ahí, que esta vez no se ha perdido ante los recuerdos, ni ante el hablar del momento más difícil de su vida.
Me deja saber que esta vez, mi Al tal vez no vaya a marcharse, sino que su "estoy aquí", comienza a volverse permanente.
Volvemos a Milán dos días después, al aterrizar, recibo mil mensajes de Diane pidiéndome que vaya a la academia porque necesita hablar urgentemente conmigo.
Deseo poder quedarme a descansar, pero también sé que me he desatendido de mi carrera por mucho tiempo, así que debo hacerle frente.
Sin embargo, tres semanas lejos me han hecho darme cuenta de muchísimas cosas que antes no comprendía, como por ejemplo, ¿Cuándo fue la última vez que tomé unas vacaciones? ¿Qué hecho con mi vida aparte de dedicarle todas mis horas a la danza?
—¿Estás segura de esto, Bell? —Alessio parece inquieto por mi confesión.
—Sí —respondo con firmeza —viajar contigo me hizo darme cuenta de que...hay mucho más que solo la danza. La amo, y no planeo dejar de hacerlo, pero... pero creo que quiero poder garantizarme más momentos como los que vivimos, ¿me entiendes?
El mueve la cabeza en un asentimiento.
—Mi tío me dijo que deseaba que yo me diera cuenta de que detrás de la danza, hay más, mucho más —sonrío levemente —y no quiero llegar a los cuarenta y tener el cuerpo destrozado por fracturas, o tener que usar una silla de ruedas porque mis huesos son demasiado débiles como para sostenerme.
—Sabes que tienes mi apoyo en cualquier decisión —me recuerda —pero lo que sea que decidas, asegúrate de que te haga feliz.
—¿Recuerdas lo que dijo Jax de los cambios? —asiente —bueno, creo que me he dado cuenta de que he cambiado tanto, que casi no me reconozco. Cuando me miro al espejo, solo encuentro a una chica que ha dedicado los últimos veinte años de su vida al ballet esperando encontrar algo que ni siquiera sé lo que es. No quiero envejecer, y darme cuenta de que he pasado mi vida persiguiendo algo que tal vez no merecía que corriera tras él.
Sus ojos se posan en los míos, una mirada comprensiva me envuelve mientras asiente con lentitud, dejándome saber que lo entiende.
—De acuerdo, entonces ve y haz lo que tengas que hacer.
Deja un rápido beso contra mis labios y eso me da el ultimo empujón de valentía que necesito. Salgo del auto, atravesando la explanada hasta la entrada de la academia. Saludo a un par de chicos que me sonríen y busco a Diane con la mirada.
La encuentro frente al cuerpo de Ballet, dando instrucciones y asegurándose de que todo esté a la perfección.
—Diane, ¿crees que podamos hablar?
—Bell, me alegra verte tan pronto —dice con una sonrisa —¿volverás ya?
—Sí, volveré —ella sonríe satisfecha —pero...tengo algunas peticiones.
Su ceño se frunce, como si el desagrado se hiciera presente aún sin saber que es lo que pediré.
—¿Qué clase de peticiones?
—Sabes que he tenido varias lesiones por los años que he estado haciendo esto —señalo a mi alrededor —le he dedicado los años de mi niñez y juventud, y lo he hecho de la mejor manera, pero ahora...creo que quiero cuidar un poco más de mí.
—No entiendo que tratas de decir.
—Que nunca volveré a pasar mi propio límite —sentencio —vendré, daré mi cien por ciento en cada ensayo y puedo quedarme un par de horas más para practicar, pero no volveré a exponerme de la manera en la que lo hice en el ensayo.
—Bell...
—Tengo personas que me importan, y a las cuales les importo —mi voz no duda ni por una fracción de tiempo —no quiero que tengan que angustiarse al pensar cuando será la próxima fractura que sufriré.
Creí que tal vez se mostraría molesta, enojada, o que intentaría persuadirme. Pero por el contrario, sonríe con comprensión.
—Desearía que todas mis bailarinas fueran tan conscientes como tú —dice tomándome la mano —tengo que disculparme contigo también, no debí hacer que excedieras tu capacidad, te prometo que no volverá a ocurrir.
Sonrío, muevo la cabeza en un asentimiento y siento la carga pesada ser quitada de mis hombros.
—Gracias, Diane. Significa mucho para mí que lo entiendas.
—No me des las gracias, no por esto —pide —ahora, ve a descansar que acabas de aterrizar, ¿cierto? Te veré mañana.
—Te veré mañana —repito alejándome de ella.
Mientras vuelvo sobre mis pasos y salgo, sé que el cambio ha llegado a mí sin siquiera pedirlo, ni anticiparlo.
Ha llegado de muchas formas, pero la más importante es el chico que se encuentra esperándome en el auto, y al cual se le iluminan los ojos al verme llegar. Ahora me siento feliz, satisfecha, ligera.
Jax dijo que los cambios llegan para mostrarnos que no somos dueños ni de nosotros mismos, yo creí que el cambio en nosotros sería uno solo, uno que nos conduciría a la mejor versión de quienes somos en este momento.
Pero no tuve idea, que más de un cambio de se avecinaba a cientos de kilómetros por hora hacia nosotros. Uno que nos impactaría... y no existía algo que pudiéramos hacer para detenerlo.
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