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16.- Una locura llamada amor


Bella.

Mi cuerpo se siente débil, mis párpados pesan y siento la boca seca. Cuando intento abrir los ojos, la luz blanca me ciega.

—¿Bell? —reconozco la voz de mi hermana Anto, suelto un quejido y parpadeo varias veces antes de poder acostumbrarme a la luz.

Me toma apenas unos segundos reconocer que me encuentro en un hospital, el olor a alcohol llega hasta mí y el sonido de la máquina monitoreando mis latidos se escucha demasiado cerca.

—Oh, has despertado —arrugo la frente y vuelvo a cerrar los ojos —hay que llamar al médico.

Para cuando soy capaz de mantener los ojos abiertos, hay un par de enfermeras que se acercan para monitorear las máquinas y luego el médico ingresa saludándome con una sonrisa amable.

—Hola, Bella. Es bueno ver que has despertado, ¿Cómo te sientes?

—Cansada —mi voz sale más ronca de lo que alguna vez la he escuchado —¿qué fue lo que pasó?

—Te desvaneciste, para ser que recibiste una noticia impactante que te produjo un estrés emocional, tu cuerpo reacciono y trató de protegerse así que te desmayaste.

Los recuerdos vuelven como una ola que me golpea con brutalidad, busco la mirada de mi hermana, tratando de hallar respuestas a la última frase que escuché.

"Tú tío Ángelo está en el hospital..."

—Bell, Bell tranquila —James se acerca cuando hago el ademán de incorporarme.

—¿Cómo está mi tío? ¿Qué le ocurrió?

—Bella, apenas estás recuperándote, tienes que estar tranquila —dice el doctor.

—No voy a estar tranquila hasta saber...

—Él está bien —Anto habla captando mi atención, me sonríe con suavidad y se acerca —está débil, el doctor le diagnostico estrés crónico, dijo que estará bien, y deberá tomar medicamento.

—¿Él está bien? ¿De verdad?

—Bueno, un poco alterado por ti —sonríe —pero le diremos que has despertado, está en este mismo hospital, a un par de habitaciones de aquí. Tiene que estar en revisión, supongo que al igual que tú.

Mira al doctor cuando dice aquello, el asiente y me permito relajarme otra vez sabiendo que mi tío está bien.

—Todo parece en orden, estuviste inconsciente un par de horas pero todo nos indica que no hay nada para preocuparse, sin embargo, nos gustaría que te quedaras aquí el resto del día, solo por precaución.

—De acuerdo —cierro los ojos brevemente y tomo una corta inhalación.

—Las enfermeras estarán cerca por si necesitas algo —cuando abro los ojos otra vez, el médico se despide y pronto me encuentro sola con mi hermana y mi cuñado.

—Nos diste un buen susto —dice James sentándose en el borde de la cama, extiende la mano y la coloca sobre las mías —¿te sientes bien?

—Solo un poco cansada, nada por lo que preocuparse, y lamento haberlos asustado.

—Eres mi hermanita, claramente voy a asustarme si tu novio me llama diciendo que te has desmayado.

—¿Mi novio? ¿Alessio te llamó?

Anto sonríe, reconozco el gesto y trato de no pensar en que tendré a mi hermana mayor molestándome con eso.

—Fue él quien te trajo al hospital...

—¿Cómo? —levanto la espalda del colchón lentamente.

—Sí, dijo que condujo hasta aquí.

—No, él no...

—¿Por qué te mentiríamos? —inquiere James, deja un par de palmaditas y se incorpora —¿quieres verlo? Se ha quedado en la sala de espera desde que llegamos, está muy preocupado.

Asiento por inercia, ellos se lanzan una mirada y salen diciendo que le dirán que entre. Cuando me quedo sola, me recuesto otra vez fijando la atención en el techo. Mi mente repite las palabras de Anto y me parece algo imposible, ¿Alessio condujo hasta el hospital?

—Principessa —deslizo mi atención hacia la puerta.

Una sonrisa se extiende por mis labios cuando mis ojos lo reconocen, parece aliviado, sus ojos brillan mientras se acerca y apenas puedo reaccionar antes de abrir los brazos para recibirlo.

Me apega a él, siento su corazón latir con fuerza contra el mío, sus brazos me envuelven de una manera protectora, como una barrera en la cual me siento a salvo.

—Dios, me asustaste tanto —dice apartándose con lentitud.

Sus manos acunan mi rostro, y luego se inclina hasta atrapar mis labios entre los suyos. Eso se siente como un dote de energía, mi cuerpo se estremece con las sensaciones que él provoca, y que me hacen sentir en las nubes.

El beso apenas dura unos pocos segundos, pero es capaz de hacerme sentir cosas que me parecía imposible experimentar en tan pocos segundos.

—Hola —sonrío —me dijeron que condujiste hasta aquí.

Arruga la frente levemente, deja de mirarme por un instante y se aclara la garganta. Elevo la mano hasta su rostro, haciendo que me mire otra vez.

—Gracias —susurro —sé que debió ser complicado para ti.

—No más que verte inconsciente en el asiento del auto —susurra —realmente me asusté.

—Lamento haberte asustado, haber asustado a todos —suspiro, su mano encuentra la mía y me deja un apretón —¿manejaste mi auto?

—La chica que nos ayudó en el parque dijo que el hospital estaba a diez minutos, no quería esperar a una ambulancia así que...solo tomé las llaves y lo hice. Reduje el tiempo a cinco minutos.

—Claramente, eres un corredor de autos —le recuerdo —¿Cómo estás?

—Eres tú la que está en la cama de un hospital —me señala apartándose un poco. Bajo la vista y apenas me percato que visto con la típica bata blanca de puntos.

—Y eres tú quien se atrevió a conducir aún cuando eso te aterra —hablo con suavidad —debió ser duro, y quiero saber si estás bien.

Su rostro se relaja, el color de sus ojos parece más claro, el azul reluce y me siento hipnotizada. Mueve la cabeza lentamente en un asentimiento, su respiración es tranquila, y no hay nada en su rostro que me indique que tengo que preocuparme.

—Fue difícil y estuve a punto de entrar en un ataque de pánico, pero...pero ahora estoy bien. Y me parece increíble haber conducido sin detenerme apenas pisé el acelerador...pero estaba preocupado por ti, eres lo único por lo cual me atrevería a subirme a un auto.

—Al...

—Eres aquello que me hace ser más fuerte que mi miedo.

Mi pecho se contrae, un sentimiento que nunca antes he experimentado me envuelve por completo. ¿Es posible querer a alguien en tan poco tiempo?

Con Alessio experimento cosas que nunca imaginé que podría sentir, se siente como si todo lo vivido con anterioridad no significara nada ahora que lo tengo a él en mi vida. La forma en la que me mira, como sus ojos adquieren ese destello de vida, y la manera en la que sus labios sonríen de una forma particular cuando me ve...comienzan a pesar sobre mí, cae como una avalancha de emociones que veo venir.

—Te quiero tanto, Bell —su mano acaricia mi rostro —no sé que has hecho conmigo, no sé ni siquiera como lo haces, pero no quiero dejar de sentir esto nunca. ¿Es una locura quererte en tan poco tiempo?

Se necesita mucha locura para soportar tanta realidad —susurro.

Alessio ríe, acuna mi rostro y me inclino ante su toque.

—¿Alicia en el país de las maravillas?

—Mi tía dice mucho esa frase —me encojo de hombros —y nunca lo he comprobado tanto como ahora. Siento que he perdido la cabeza, pero no quiero recuperarla.

Se carcajea, lo hace con fuerza y con ganas. Echa la cabeza hacia atrás mientras ríe con fuerza y termino riendo con él. Es un momento en donde me siento bien, feliz. Como si una tranquilidad me envolviera y me convenciera de que todo va a resultar bien.

—¿Estamos locos? —inquiero cuando las risas cesan.

—Me temo que sí. Estamos completamente locos, ¿pero sabes algo?

—Las mejoras personas lo están —termino la frase por él, mi sonrisa se amplía cuando él también utiliza un fragmento del libro para responder.

Se inclina hacia mí, sus labios posándose contra los míos y de nuevo me siento llena de energía, tanta que quiero gritar como una niña chiquita a la que le han dado lo que siempre ha deseado.

Cuando se aparta y lo miro a los ojos, sé que yo también quiero decirle lo que mi mente y corazón gritan.

—¿Al?

—¿Sí, Bell?

—Yo también te quiero.

Y justo ahí, sus ojos adquieren el brillo más bonito que una mirada puede poseer.

Me dejan salir esa misma tarde, y a mi tío Ángelo también le dan el alta, por lo que para cuando la noche cae, ambos estamos de vuelta a casa.

He tenido que repetirle que no debe sentirse culpable por mi desmayo, Jacob también estaba demasiado preocupado como para dejarme sola y solo lo hizo cuando el tío Ángelo le prometió que se quedaría conmigo.

—¿Estás bien? ¿No me estás mintiendo?

—Sabes que nunca te mentiría, desastre —afirma tomándome la mano —he sido descuidad, pero el casino...

—Deberías dejar que James se haga cargo —sus ojos me dicen que no lo hará —tío...

—Los casinos son importantes para mí, los he dirigido toda mi vida, son mi imperio.

—Pero eso te está haciendo daño —envuelvo mi mano con la de él —y no quiero que vuelvas a estar en el hospital por eso. Al menos reduce tu tiempo, hasta que Carina tenga edad...

—Apenas tiene dieciséis, desastre —sonríe con suavidad —sabes que les he dejado vivir su vida, ser adolescentes normales, y si lo desean, si en algún punto lo quieren...formarán parte.

—Carina siempre ha querido formar parte —le recuerdo.

—Antonella también —debate —y resultó queriendo algo distinto. Nunca me opondré, solo quiero asegurarme que, a quien le deje todo mi imperio, sea alguien que esté dispuesto a sacrificar tanto como yo lo hice, como aún lo hago.

—Solo no olvides que tus desastres aún te necesitan —sonríe y su mirada se suaviza —todos.

—Eso no sería capaz de olvidarlo. ¿Crees que podría?

Sacudo la cabeza en una negativa, él deja de mirarme para pasar la vista por mi habitación como si estuviese buscando algo.

—Me dijeron que Alessio te llevó al hospital.

—Lo hizo.

—¿El te agrada mucho, verdad? —me lanza una mirada curiosa —¿te traba bien? ¿es bueno contigo?

—¿Por qué me preguntas eso? —ladeo la cabeza —me llevó al hospital cuando me desmayé...

—Eso no significa nada si no es bueno contigo —dice con firmeza —quiero que el chico con el que decidas estar, te trate como te mereces. Eres la princesa de esta casa, el te debe tratar igual de bien, e incluso mejor.

La seguridad envuelve ahora sus palabras, aún tiene el gesto suave pero también el aire protector.

—Siempre les he dado todo, para que cuando alguien llegue a sus vidas, nunca acepten menos. Quiero saber si Alessio te lo da.

—Dice que lo he hechizado —eso lo hace reír —y desde que lo conozco, nunca ha hecho nada para dañarme. ¿Sabías que no podía conducir autos por su accidente? Les tenía pánico, pero lo hizo por mí, porque yo estaba en peligro.

Algo en la mirada de mi tío cambia, como si comprendiera algo de pronto. Las comisuras de sus labios se elevan y asiente.

—Invítalo a cenar, la familia quiere conocerlo.

—¿La familia?

—Tus tíos, tu abuela —sonríe —todos están ansiosos por conocer quien ha conquistado a nuestro desastre caprichoso y berrinchudo.

Lanzo una almohada hacia él.

—No soy berrinchuda —me defiendo y él ríe.

—Sí, dile eso a mi experiencia criándote durante dieciséis años.

Camina hasta la puerta y solo se detiene para guiñarme un ojo, luego, hace un ademán de despedida y sale por completo.

Cuando me quedo sola, no puedo ocultar la sonrisa y termino echándome contra el colchón y llevando las palmas a mi rostro.

Ugh, parezco una adolescente enamorada.

Mis pensamientos se interrumpen por el sonido del celular, tanteo la cama hasta poder alcanzarlo y cuando lo hago, mi sonrisa se ensancha al notar el nombre en la pantalla.

—Hola, ¿ya tan rápido me echas de menos?

Escucho su risa ronca al otro lado de la línea, un sonido divertido, ligero.

—Te echo de menos apenas dejo de verte.

—Cheesy —lo molesto

—Oh, ¿te molesta o incomoda que sea cursi?

—Claro que no, tonto —sonrío —me gusta que lo seas.

Vuelve a reír, la línea queda en silencio por algunos segundos antes de que vuelva a hablar.

—Bell, quiero preguntarte algo.

—Claro, dímelo.

Hamilton me ha llamado, dice que tiene dos pilotos en mente y que quiere una respuesta —escucho el tono tenso de su voz —dijo que me daría una semana pero ahora parece realmente dispuesto a remplazarme.

—Que mierda —espeto —debería ser más comprensivo.

—Lo sé, no hay nada que pueda hacer y no quiero perder mi carrera —confiesa —quiero volver, Bell.

—¿Qué es lo que ocurre entonces?

—Que no creo poder conducir solo.

—¿Qué quieres decir?

—¿Podrías venir conmigo? —su pregunta me toma por sorpresa —tenerte a mi lado hará que sea más sencillo, sé que si entro en pánico estarás ahí, Hamilton ha dicho que no tiene problema con eso, siempre y cuando conduzca un auto.

Me quedo en silencio, ¿has sentido alguna vez esa emoción en el pecho? Ese sentimiento que explota como una bomba cuando te das cuenta lo que significas para alguien.

Antes de Alessio, era consciente de que significaba mucho para mis tíos, para mis hermanos, para mis amigos. Pero nunca a este grado, nunca que alguien me necesitara de tal manera que viniera a mí para poder enfrentar algo.

—¿Bell? —su voz me trae de regreso —lo siento, sé que es mala idea.

Parece avergonzado de si mismo.

—No tienes que hacerlo, lo resolveré.

—No —mi voz brota firme, decidida —si lo necesitas, estaré ahí para ti. Iré contigo.

—¿De verdad?

—Por supuesto, Al. Dime la hora, paso por ti.

—Doce en punto, será en el autódromo de entrenamiento.

—Bien, ahí estaremos, juntos.

Puedo saber que está sonriendo, ¿Cómo? No tengo idea, pero lo siento.

—Gracias por esto, principessa.

—Solo tengo una condición.

—¿Cuál?

—¿Me dejas conducir tu auto después?

Y la risa que obtengo como respuesta, es todo lo que necesito. 

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