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La tristeza de Sager.
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Dos días después.
Sonic.
Los días pasaban y sentía que nada mejoraba. En el caso de mi mamá, ella ya estaba recuperada, más sin embargo acaté la idea de decirle lo de Amy.
“¿Por qué no me visita mi nieto?”
Era su pregunta, de ves en cuando la hacía. Sabía que le extrañaba, porque me dí cuenta que lo amó desde el primer momento. Y ahora está más que convencida que mi vida ha mejorado.
Tan solo si supiera que la jodí.
Cómo siempre.
Cómo todo el tiempo.
Estoy en la cocina, preparando su medicamento y comida de medio día. Tengo el teléfono a un lado. No eh recibo nada, una llamada de Amy tan solo. Un correo, un mensaje.
Cuando definitivamente no me queda en duda de todo lo malo que eh estado hecho. De mi irresponsabilidad como padre. De mi carácter. De todo mi ser.
Quiero llorar, o seguro solo son las rodajas de cebolla que estoy cortando...
Sí. Seguro es eso.
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Amy Rose.
Sager no comía.
Me estaba costando mucho trabajo, todo el día estaba cabiz baja. No tocaba sus juguetes, no reía. No sonreía, no quería nada.
No tenía sentimientos.
Parecía ajeno a todo, solo era seriedad. Y nada le llamaba la atención.
—Cariño por favor come un poco. Anda Sager por favor, es por tu bien amor.
Tomé una cucharada de sopa y la acerqué a su boca, él me volteó la cara. No quería.
—Anda hijo, por favor. Si no te enfermarás. Come un poco. Hazlo por mí.
—No tengo hambre —dijo a secas.
—Sager vas a comer, volteame a ver —él seguía de espadas a mí— Sager voltea y come tu sopa.
Negó con la cabeza.
Me puse de pie y frente a él.
—Sager, no me hagas enojarme. Anda, estoy llevando la cuchara hacia a ti. Abre la boca y come.
—No.
Cerré los ojos un segundo y suspiré.
Y di un golpe con mi otra mano sobre la mesa.
Entonces me miró aterrizando.
—Abre la boca.
—¡No tengo hambre mamá, no quiero!
Yo acerqué la cuchara con sopa y él la empujó con su mano, se me cayó sobre la ropa, y para colmo le dí un codazo al plato, haciendo que se cayera al piso, partiéndose en dos.
—¡Mira lo que hiciste Sager!
—¡Ay, p-perdoname mamá!
Me enojé tanto que le dí un golpe en el hombro.
Se quejó. Pero yo dije;
—¡No quieres comer y me tiras el plato! ¡Qué malcriado eres, yo no te eduqué así! Y te me vas quitando ese comportamiento tan agresivo Sager.
Bajó su cabeza pero antes vi sus ojos brillosos. Y se los talló rápidamente.
—No me importa que llores. ¿Escuchaste? Siempre haces de las tuyas, no sé porque te comportas conmigo tan indiferente Sager. Ahora me toca limpiar la sopa que me has hecho tirar.
Me fuí más enojada que nunca a la cocina. Al poco tiempo escuché que empezaba llorar en voz alta. Pero ahí lo dejé, era la segunda ves que le pegaba. La primera vez me dolió pero esta vez no voy a permitir que siga de maleducado conmigo.
—¡Quiero a mi papá! —gritó y yo lo ignoré. Me hizo molestar más, y siguió llorando y diciendo lo mismo— ¡Quiero a mi ave y a mi papá!
Y su llanto estalló aún más.
Pasó otro día. Y Sager estaba acostado en su cama aún. No se había despertado, últimamente se había levantando tarde, y como estaban de vacaciones en preescolar no quise levantarlo. Pensé en que su humor se había apagado por completo. Culpa de la pérdida de su mascotita. ¿Pero yo que podía hacer? La verdad que nada, no podía comprarle otro, era reciente y aún lo extrañaba.
Otra cosa es que había cambiado de número. Perdí muchos contactos, con él, el de Sonic. Pero...
Una cosa era que no me daba por buscarlo, una noche me sentí culpable porque no le había marcado en días. Y él no volvió a buscarme, recordé el estado de salud de su madre. Pero, tampoco me dió por preguntar cómo seguía. Mañana me iría de viaje con mis papás, y dudaría ahí el resto de vacaciones. Ya era Abril después de todo, ya había pasado tiempo, de Boomerang, de todo eso. Solo sabía que me sentía cansada de esas cosas. Ahorré mi dinero en mi tarjeta de crédito para el viaje. No le había dicho a Sager.
Cómo ya pasaban de las once de la mañana. Se me hizo muy extraño y fui a la habitación para despertarlo.
—Sager, Sager —lo sacudí despacio— cariño despierta por favor. Es tarde, vamos a almorzar.
El abrió los ojos, y los volvió a cerrar.
Sonó una notificación en mi teléfono, de Google fotos para ser exactos.
La abrí. Era un álbum de recuerdos, fotos y vídeos que había tomado.
Abrí el archivo. Y mi teléfono tenía todo el volumen. Sonó el sonido del cantar del pájaro de Sager. Inmediatamente bajé el volúmen a medio. Y seguí viendo el vídeo.
Mi bebé siendo feliz con su mascotita.
Empezé a sentir un dolor en el pecho.
Cuando apagué el teléfono, y en el momento que lo dejé aún lado. Ví a Sager. Estaba despierto y con los ojos llenos de lágrimas.
—Ay, cariño no llores por favor. Levántate de la cama —entonges supe que había alcanzando a escuchar el audio donde cantaba su ave— anda. Prometo no enojarme contigo, ponte de pie y vamos a comer. Déjame secarte las lagrimitas.
Pasé el pulgar con su ojo y limpié.
Sus ojos parecían una herida abierta. La limpiaba y volvía a nublarce de lágrimas.
—...Lo extraño mucho mamá —susurró con su voz ronca y se pasó las manitas por sus ojos— quiero hablar con mi papá.
—Si, pero vamos a comer. ¿Si?
Por primera vez asintió.
Y se puso de pie para ir a comer.
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Tarde.
5:55 p.m
Sonic.
Hize tiempo. Y me decidí ir por Amy a casa de ella.
Cuando llegué. Me paré firme frente a la puerta de su departamento. Y toqué.
Esperé unos segundos.
La puerta se abrió. Y me miró fijamente a los ojos. Para decirme;
—¿Qué haces aquí?
—Amy, por favor. Déjame pasar, vine desde lejos. Vamos a arreglar esto con calma,¿De acuerdo?
—Sonic...
Eso sonó a un «por favor»
—¡Papá! —Sager pasó por el lado de Amy y corrió hacia a mí.
—¡Sager! —lo abrazé y lo tomé en mis brazos como de costumbre— ¿Cómo estás hijo?
Él solo tenía su cabeza acostada en mi hombro, sentí húmedo el hombro, enderecé su cabeza y observé que estaba llorando.
—¿Qué sucede? —le pregunté a él y luego miré a Amy. Ella solo se abrazaba a si misma, sin decir nada.
—Mi mascota —escuché apenas por parte de Sager.
—¿Qué le pasó? —pregunté.
Aunque ni siquiera fue necesario que me dijeran que le había pasado.
—Sager entremos a casa —escuché a Amy decir y lo puse de pie— Anda.
Él se metió y Amy dió un pasó atrás.
Ví que iba a cerrar la puerta.
—Amy no vas a seguir con esto —le detuve la puerta— déjame pasar o deja que Sager se quede un rato conmigo, a que hable conmigo.
—¿Mamá que está pasando? Papá se quiere pasar, quiero hablar con él —dijo Sager detrás de ella.
—Sonic. Por favor, déjame. Cerraré la puerta, tengo cosas que hacer y no tengo tiempo de hablar. Ya te lo dejé en claro —dijo Amy.
—Sé que no hablas en serio —alegé— escucha; eso ya pasó. No vamos a discutir por eso de nuevo. Ya escuchaste a Rouge, ya deberíamos de estar bien ambos. Hablemos.
—¡Mamá! ¡Deja que pase!
Ambos miramos a Sager.
Yo le hize una seña con el rostro de; "Ya, para"
—Vuelve mañana —dijo Amy como dando por finalizar— mañana, a la hora que quieras.
—¿Por qué mañana? —cuestioné.
—Tengo cosas que hacer. Mañana vienes, Sonic.
Pensé; «Está bien»
No dije nada. Pasé saliva y solo asentí.
¿Qué más da?
—Bien. Mañana será —me metí las manos a los bolsillos de mi chaleco. Me di media vuelta y bajé los escalones.
—¡No! ¡Papá vuelve! —escuché a Sager decir, y cuando vi por encima de mi hombro, la puerta se había cerrado.
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Día siguiente.
Amy Rose.
Eran las ocho de la mañana.
Cuando ya venía con Sager por la calle de la mano. Bien abrigado y si bufandita roja hasta la nariz. Sabía que Sonic no iba a llegar a esa hora, entonces decidí salir a casa de mis padres temprano. Mientras mi hijo me hacía preguntas. “¿A dónde vamos?” “¿Va a ir papá?”
Subimos a un taxi y le di la dirección.
—¿Pero a dónde vamos, mamá?
—A ver a tus abuelos.
—¿Y mi papá?
—Si Sager, también.
(...)
—¿Qué ocurre? —pregunté al chófer después de un rato. Estamos frente al puente y había un montón de patrullas, colocando cintas de detención.
—No lo sé señora —respondió el taxista.
Un policía corrió por nuestro lado y el conductor lo detuvo, para preguntarle.
—Disculpe oficial. ¿Qué ha pasado?
—Ha habido un accidente.
Más sin embargo yo no vi un auto estampado ni nada. Solo una ambulancia y los policías.
—¿Qué accidente? —le pregunté al oficial.
El policía hizo una mueca de disgusto.
Y se quitó su gorra para después colocarla.
—No debería decirlo pero; ha sido un suicidio. Un joven para ser exactos.
Mi corazón comenzó a latir fuerte.
Y me asusté del hecho tan siquiera de pensar en el joven y que Sager estuviera escuchando.
—Que horror...—susurré sin querer.
—Si, es lamentablemente. Ya puede pasar. Por la orilla por favor —se alejó sonando su silbato y haciendo una seña de que podían pasar.
—¿Qué es ese accidente mamá? —dijo Sager.
—No ha sido nada cariño. No te preocupes.
Al pasar por ahí. Solo sentí un escalofrío. Y abrazé a mi bebé, hundiendo mi cara sobre su cabezita.
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Sager.
Llegó a casa de sus abuelos. No estaba del todo bien. Tenía muchas dudas, y lo único que sentía era el sentimiento profundo de extrañar a su ave y papá.
Ayer lloró por la tarde al saber que Amy no dejaba pasar a Sonic. Le dolió demaciado, porque el niño tenía fé en que pudo haberle contando todo a su papá. Pero todo se le vino encima. Después de la comida, se sentía triste. Vacío. Estaba en el patio trasero.
—Papá...
Escuchó un ruido en la parte de afuera. Y observó que por arriba de cerca de madera; una pelota de fútbol se asomaba. Cómo si alguien la llevace jugando en el aire.
—Es mi papá —dijo el pequeño entusiasmado— ¡Papá, espérame!
Buscó una salida, corrió por un lado y otro de la valla. Dando saltitos y gritando que lo esperara. Vio un tablón suelto y se escapó por ahí como si fuese un cachorro.
Salió corriendo por la calle por quién parecía ser su papá.
Dos minutos después.
Amy Rose.
—¡Sager! ¡Ven, vamos a jugar!
Salí al patio donde lo dejé jugando.
—¡Sager! —volví a gritar— ¡Sager! ¿Dónde estás?
Mi papá y mi mamá salieron unos segundos después por la puerta.
—¿Qué sucede Amy? —preguntó mi padre.
—¡Sager no está! —dije.
—Debe de estar escondido —terceó mi mamá— vamos a buscarlo.
(...)
Lo busqué por toda la casa, no estaba. No había rastro de él.
—Dios mío. Dónde está —susurré al bajar los escalones.
Tenía miedo. Todo me temblaba. Gritaba su nombre y corría de un lado a otro.
Mis padres se alteraron también.
—Se habrá salido a la calle —dijo mi padre— ¡Rápido!
Salí a la calle.
Estaba demasiado transitada.
—¡¡¡SAGER!!! —elevé mi voz a todo pulmón.
Nadie.
No hay nada.
Todos me miran y no saben que me sucede.
Volví a gritar.
Más sin embargo, nada.
Tomé el teléfono. Pensé en Sonic, y lo había guardado, su contacto.
Tragué saliva, y con las manos temblorosas. Marqué su nombre.
—¿S-sonic?! —dije una vez que entró la llamada— ¿Sonic pasaste por Sager?
—¿De qué hablas? Apenas voy rumbo a tu casa —dijo.
—No lo encuentro —dije totalmente alterada— no lo encuentro por ningún lado.
—¿Dónde estás?
—En casa de mis padres. Ven por favor, te mando la dirección. No te tardes.
—Ya voy Amy, mándamela rápido.
Colgué y se la mandé a su chat. Después apagué el teléfono y volví a gritar su nombre.
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¿Quién era el de la pelota?
No era Sonic.
Y él lo seguía por las calles.
Sin saber que no era quien pensaba que era.
Estaba perdido.
Completamente solo.
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