[Capítulo algo revoltoso]
Negación.
━━━━━━━━━━
Sager.
— Mamá. — llamó a Amy tirando de su falda, se encontraba viendo el teléfono.
— ¿Eh? — respondió Amy dejando de ver el teléfono, metiéndolo en la bolsa. — ¿Que ocurre?
— Yo también quiero jugar. — señaló a los niños del campo.
Amy miró al frente, cuando ella volteó Sonic se encontraba en otra parte, los niños estaban liderados por alguien más a quien reconoció al instante.
— Eh, no. Sager. — contestó nerviosa, jalando de la mano de Sager. — Vamos a otra parte, luego jugarás con ellos.
— Pero, mamá. Yo quiero...
Sin hacer caso a su hijo; deseoso de patear el balón, tiró de el como si huyera de algo. Alejándoce de el campo de fútbol.
Sonic.
No creo que llegue a resolver jamás el misterio de cómo el maldito jefe de recursos de Boomerang acabó por dirigir desde el calentamiento hasta el entrenamiento de mi equipo.
Hace un rato estaba caminando de mi casa hasta el campo. Cuando me topé a Antoine y le pregunté si podría darme un aventón en su auto hasta el campo.
Ahora me encuentro en el campo de fútbol del jardín comunitario, contemplando como mi equipo de niños da comienzo a la tercera serie de lagartijas por orden de Antoine.
Llevo diez minutos y no lo puedo creer.
— ¡Vamos, chicos! — grita Antoine. Une las manos en espalda y se pasea ante la fila de quejumbrosos niños como un sargento. — ¡Hechenle ganas! ¡La espalda recta, el trasero arriba! ¿Lo notan, chicos? ¿Notan el vigor?
Increíble. ¿Notan el vigor? El tipo suelta frases raras.
Me acerco a ellos y uno de los niños llama me atención en voz baja al pasar a su lado.
— Entrenador Sonic. ¿Por qué tenemos que hacer lagartijas?
Es una buena pregunta. Los brazos de un niño de nueve años son un poco más que cañitas y me empieza a preocupar.
— Eh, bueno. Porque si no hacen lagartijas — le digo al niño —, el entrenador Antoine me va a despedir.
Antoine interrumpe su perorata y sonríe.
— Eres becario, Sonic. Así que legalmente, no te puedo despedir. Solo por descartarte — gira la cabeza otra vez a la fila de niños, quejándose — ¡Arthur, te vi! ¡Puedes bajar más! ¡Arriba, chicos! ¡Dos series más!
Esta solía ser la mejor parte del día.
Dejo que Antoine de por terminado el calentamiento y los pongo a practicar técnicas. Equilibrios, Regateos. Pases. Estos chicos dan todo cuando se trata de jugar. Son jóvenes pero juegan en primera división. Cuando seleccioné el grupo, me aseguré de que estuvieran aquí por voluntad propia.
Puedo soportar que hagan el teatro y se hurgen la nariz siempre y cuando le hechen ganas a la hora de jugar fútbol.
Cuando llega la hora del golpeo, me uno al juego, en parte porque mi presencia anima a los niños, los intruduce a esforzarce más, y en parte porque me muero de ganas de jugar también.
Un timbre me interrumpe, es mi teléfono sonando dentro de la mochila que deje sobre las gradas. Le digo a Antoine que sea anfitrión por un rato.
Tomo el teléfono, sacándolo de la bolsa. Me siento en una grada, en el cursor de la pantalla aparece el nombre de mi madre. Me pregunto que querrá.
— ¿Hola?
— Hola, Sonic. — la voz de mi Madre se escucha suave. Eso quiere decir que está tranquila. — ¿Cómo estás?
— Hola, Mamá. Estoy bien, por suerte. ¿Tu estás bien?
— ¿Ya conseguiste trabajo?
Genial.
Mi mamá nunca desaprovecha la oportunidad para hacerme esa pregunta. Y decirme lo mejor persona que puedo ser.
Se saltó mi pregunta.
— Eh, si. Ya tengo trabajo. Estoy bien, gracias por preguntar.
Escucho que suspira.
Y si, de alivio. Me hace sentir bien y mal a la vez.
— Que bien. Bueno, quizá tus hermanos no te lo han contado. Pero ambos se fueron de casa.
Me deja con la boca abierta.
¿Mis hermanos se fueron de casa?
¿Hicieron algo malo?
— ¿Cómo? ¿Que hicieron?
— Nada. Nada de que preocuparse. Quisieron irce por voluntad propia. También estoy...algo asombrada. Manic tomó sus cosas anoche en una mochila, se despidió y tomó un vuelo y se fué. Y un chico vino por Sonia en la mañana. También se fue con una mochila.
— Bueno...¿Y como te sientes? Si me dices que no se pelearon, seguro que quieren trabajar.
—Si. Seguro. Solo que eso salió de la nada.
La voz de mi mamá está tan tranquila. Que me hace sentir que se siente en estos momentos sola, pero bien.
Pero, por favor.
Ese par de espárragos tenían que largarce.
¡Ja! Ya no soy el único.
— Y bueno. Es extraño. — continua mi madre — Pero si ellos quisieron hacerlo. Pues está bien. Al final de cuentas ya tienen edad sufiente para cuidarce. Al igual que tú.
— Ya..Si, tenían que hacerlo mamá. Aunque ahora siento que te sientes muy sola.
— ¿Sola? Que va. — escucho su ironía. — me siento bien. Es más, ahora puedo salir más tranquila, y llegar a la casa tranquila. Sin pensar que ese par se están peleando.
¿Sarcástica?
— Bueno. De acuerdo, yo iré a verte pronto. Y por lo de mi trabajo, estoy bien. Y muy estable, ya tuve mi primer sueldo. Puedo manejarlo. — agrego — Seguro que ese par vuelve, y si no es así. Te llamarán.
— Si, seguro. Bueno, te dejo. Temo que estás ocupado en algo. Escucho gritos de niños. ¿Dónde estás?
— Oh. Es que soy entrenador, estoy en la cancha, tengo una docena de niños.
— ¿Niños? — suelta un aire de ternura — Me encantan los niños. De seguro son buenos niños.
En ese momento que volteo a la cancha, un niño le mete el pie a otro para que se caiga.
— Si. — sonreí. — son buenos chicos.
— De acuerdo. Tu sigue jugando. — y dijo para finalizar en voz baja —; como desearía un nieto.
— ¿Perdón? — hize una mueca de disgusto — ¿Dijiste algo?
— ¿Yo? No, nada. Cuídate, y hechale ganas. — dijo. Concluyendo. Escuché un Muak y colgó.
Volví a meter el teléfono a la bolsa y corrí a la cancha, para continuar con mi equipo.
Amy.
—¡Ya basta! ¡Deja de llorar! — mi hijo tiraba de mi mano, quería que lo llevara al campo. Pero había alguien ahí. No podía.
— ¡Por favor! — sollozaba una y una vez diciendo lo mismo — ¡Quiero jugar, mamá! ¡Quiero jugar! ¡Déjame ir, un ratito!
— Sager, por favor para. — solté de su mano. Creía que se detendría y me escucharía.
Pero en lugar de eso. Salió corriendo.
Cómo huyendo de mi, como si fuera una Secuestradora.
— ¡Ven aquí! — corrí deprisa detrás de él.
Sonic.
— Antoine. ¿Puedes cuidar los niños un rato? Ya vuelvo. Voy a comprar algo para beber....¿Quieres algo?
— Unos Clorets. Por favor.
— Vale.
.......
Sager.
No hizo caso. Continuó corriendo hasta el campo. El quería jugar, eh iba a hacerlo.
En la guardería; casi no jugaba con nadie.
El quería conocer niños, que no vieran a través de la reja quien esperaba por el.
Cuando llegó, escuchaba la voz de Amy pidiendo que se detuviera. No lo hizo. Siguió corriendo como si su vida dependiera de ello.
— ¡Y-yo quiero jugar! — llegó hasta el entrenador. Se inclinó para tomar un poco de aire. Miró detrás de su hombro si su mamá venía, lamentaba haberle desobedecido. Pero el quería jugar, y nadie lo iba a privar de eso.
Antoine. Se dió la vuelta y vió un niño de la altura de sus rodillas. Un pequeño erizo azul, con ojos algo llorosos.
Era el más pequeño. La mayoría de niños tenían arriba de nueve años. Este niño tenía tres.
— Claro. — sonrió y se pone de rodillas para verle mejor. — ¿Cómo te llamas?
— Sager.
— Ah. Que curioso nombre. ¿Que edad tienes? No pareces tener nueve años..— Antoine río y alborotó las púas de la cabeza de Sager.
— Tengo seis. — mintió pero claramente su estatura y su tierna voz lo delataron.
Amy llegó, poniendoce frente a Sager, tomandolo bruscamente del brazo. Molesta por habercele safado de la mano.
— ¿Amy? — dijo Antoine cuando levanto la cabeza para ver.
— Oh, A-Antoine. — expresó nerviosa — Que gusto verte. ¿Que haces aquí? — apretó levemente la muñeca del niño.
— Soy entrenador. — sonrió, pero cambio la palabra. — Bueno, en realidad es de...
— Si, si. No he preocupes. Ya me iba, lamento que este niño te haya molestado.
— Pero...— intervinió Sager.
— Ah, para nada. El niño quiere jugar. — Antoine frució la ceja. — ¿Es tu...hijo acaso?
Amy no quería que esto pasara.
A nadie le había dicho que tenía un hijo de su trabajo. No revisó las políticas. Sabía que solo había una regla, pero un requisito para entrar no lo había visto bien.
— ¿Qué? — sonrió. Y sin pensarcelo; Mintió — Es mi sobrino. Es hijo de mi hermana.
Amy no tenía hermanas.
— ¿Qué..? — Sager miró a su madre, espectamente. No podía creer que su mamá había mentido.
— Si, si. Mi sobrino. Ya tenemos que irnos. ¿Verdad? — miró a su hijo que en ese momento lo había cambiado por sobrino.
— Ah, ya. — Antoine miró a los niños que de pronto protéstaban. — Debo ir con los niños. Puedes dejar a tu sobrino aquí, dejalo jugar un rato con los muchachos.
Antoine se retiró con los demás.
Amy soltó un suspiro pesado.
A Sager le pareció extraño que su mamá hubiera respondido eso. Pero no dijo nada, solo bajo la cabeza y pensó en qué castigo le pondría.
—....Puedes jugar un rato. — soltó Amy. — Pero. No digas nada. Y...no me preguntes porque dije eso. ¿Esta bien?
— Bien. — Amy soltó su mano, dejando ir a Sager a jugar.
El niño se había olvidado de que lo habían negado.
Sin embargo, en su mente solo tenía la idea de poder jugar con otros niños.
Después de todo. Seguía siendo un bebé.
Un niño inocente.
(...)
Sonic llegaba de regreso a la cancha con un vaso de agua de frutas, y en la otra mano una caja de Clorets.
¿Que los espera?
......
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro