Febrero de 2018
Recinto de Alask. Möbius.

»Amy.

El día más importante de mi vida, me despierto pensando.
¡Me lleva! ¿Dónde está mi ropa?

Me preguntó porque. Casualmente, acabo de abrir en la cama de un desconocido, con uno de esos estridentes rayos del sol característicos de Möbius, ensañándose con mi muslo desnudo y ni rastro de mi ropa interior ni de ninguna otra prenda alrededor.

Que impropio de mí.
Y sin embargo aquí estoy enredada en unas sábanas calientitas, que. Lo mires como lo mires no son mías.

Vagos recuerdos de la noche anterior se abren paso por mi resacoso cerebro.

Recuerdo a verme sentado en el bar de Mighty, después de una charla con Rouge.

Recuerdo que me dijo que bebería por cortesía. Yo no solía hacerlo, por un momento me levanto de la cama, alterada. Miro alrededor estoy sola. ¿Cómo llegué aquí?

Entonces recuerdo al erizo azul, muy vagamente. Hombros anchos, aire relax y esa electricidad que chisporrotea entre dos personas cuando se lo propone.

Dios.

Busco por todas partes mi ropa interior.
Debajo de la cama, no está.
Sobre el buró, tampoco.
En el clóset. Mierda, me lleva la fregada.
No están. Estoy desnuda caminando por todas partes buscándola, por alguna extraña razón hay un microondas en la habitación.
Presiono el botón y se abre.

¿Y que creen? Ahí están mi ropa interior.
¿Cómo mierda llegaron ahí? No tengo idea.
—bragas calientes.— se me ocurre.

Me los pongo. Busco mi vestido ahora. Los zapatos están arrojados en el tapíz debajo de la cama. El vestido, ni idea.

Rebusco por donde quiera, no hay rastro.
Abro la puerta del baño. Y el carajo está esponjado en el suelo, justo a un lado del retrete. Verifico que no vaya a estar mojado.

Por suerte no.
Me lo pongo de nuevo. Me llevo la mano a la boca, huele terrible. Tengo mi cabello alborotadisimo. Como si hubiera sido arrastrada por un huracán y después me revolcara en la arena del mar.

No hay cepillo. Así que me lo aliso con agua.
Voy a quedar peor pero me da igual.
No tengo idea de a que hora se marchó el erizo. Recuerdo haber tenido una conversación serena, minutos después, lo besé. Luego empezé a beber, y a los pocos minutos estaba embriagada. Y ya no recuerdo más. Y a juzgar por como he amanecido y cuyo lugar. Esta situación se me salió de las manos.

Está situación pasó de besos a más. Es lo más obvio.
Llamo a Rouge. Quiero saber dónde está y qué carajo pasó.

[.......]
—¡Rouge!

—¿Qué sucede?

—¿Qué carajo pasó anoche?

—¿Dónde estás o que?

—¡No tengo idea! ¿Recuerdas al erizo azul?
Pues creo que nos enrollamos.

—Ah. Una buena noche. Y qué.
¿Está dormido a tu lado?

—Estoy sola. No está.
Me da vergüenza. Pero necesito hablar con él.
Él sabe lo que pasó.

—Pues háblale.

—No tengo su número.
¿Tú lo tienes?

—Para nada. ¿Por qué lo tendría?.

—¿No?...¿Entonces?
Dirección. Algo, lo que sea.

—No tengo idea. Mighty puede saber.
Ve a buscarle.

— Iré. Bueno...Alguien tiene que saber la segunda parte de la historia.

Y le cuelgo.

Cuando estoy por salir. Siento unas terribles ganas de vomitar. Mi aliento huele pésimo a alcohol y vino, corro rápido de nuevo a la habitación y vomito en el inodoro.

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