Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9.- Cuestionamientos futuros

Antoni 

Besarla se siente tan bien.

La sensación de sus labios contra los míos, la manera en la que se apega a mí como si necesitara más, va a volverme loco.

El cuerpo de Sally se desliza por el sillón, este es lo suficientemente grande como para permitirme deslizarme sobre su cuerpo, con el suficiente espacio como para no caer.

—Antoni —mi nombre brota de sus labios en un jadeo.

—Sally —sonrío antes de apoderarme de sus labios otra vez.

Anoche tuve que contener todos mis deseos de llevarla a la cama porque sabía que el alcohol no me estaba dejando pensar con claridad, pero ahora, ahora estoy completamente sobrio, o casi.

Y siento la misma necesidad de tenerla así, contra mi cuerpo, de recorrer cada zona, cada centímetro.

Mis manos viajan por debajo de su blusa, contorneando la cintura perfecta mientras siendo el calor emanar de su piel. Soy consciente de la manera en la que su cuerpo se tensa, como cada músculo se pone rígido ante mi toque.

—No puedo darte solo sexo —dice contra mis labios, su respiración es entrecortada, su pecho sube y baja como si le costara respirar—. Eres el hermano de mi jefe, no puedo darte solo sexo, yo no...

—Shht —planto mis labios sobre los de ella, gozando del silencio que se produce— no voy a pedirte solo sexo.

Mis manos se deslizan hacia arriba, la calidez de su piel me hace sonreír. Sally se remueve contra mi cuerpo y un jadeo brota de ella cuando mis labios recorren la zona del cuello. El aroma a dulce vuelve a envolverme.

—Antoni, no...—me aparto, sus manos me empujan con ligereza hacia atrás—. No.

Me aparto de su cuerpo, tomo una inhalación cuando reconozco la mirada que me lanza. Me aclaro la garganta, ella se incorpora y soy consciente del sonrojo en su rostro.

—Lo siento —me disculpo porque podré ser muchas cosas, pero sé respetar una negativa.

—No puedo darte solo sexo —repite—. No puedo darte lo que buscas. Yo...eres muy apuesto y amable conmigo, yo...

Parece encogerse cuando la miro.

—No funciono con solo sexo.

—¿Quién dijo que quiero solo sexo contigo? —inquiero—. Sally, e intentado decirte esto desde anoche. No quiero solo sexo.

Se acomoda la ropa, sus hombros se elevan cuando toma una larga respiración y luego expulsa el aire.

—¿Qué es lo que quieres entonces? —cuestiona—Dime, ¿qué es lo que quieres?

—La verdad no tengo idea —me encojo de hombros— pero no es solo sexo, de eso estoy completamente seguro.

Una risa incrédula brota de sus labios.

—No hablas en serio.

—Hablo muy en serio, Dolcezzca.

Sacude la cabeza, arruga el rostro con confusión y me mira.

—Apenas y nos conocemos, no sabes nada sobre mí. Yo no sé nada sobre ti —masculla— ¿Cómo puedes saber que quieres algo más que sexo? Es ridículo.

—¿Crees que soy ridículo?

—¡No! ¡No tú! —exclama— Esto, lo que pretendes, el que me digas que no quieres solo sexo... yo me siento...confundida. No sé que es lo que esperas de mí.

La miro, luce fuera de balance, como si pudiese hacer cualquier movimiento y ella pudiese lanzarse a correr. Sally Rizzo es un maldito misterio, uno que se ha clavado en lo profundo de mi mente y no me deja en paz.

Es como la tentación de probar una nueva droga, una desconocida, completamente inexplorada, una que no sabes los efectos que tendrá en tu cuerpo así que cuando la pruebas, cuando te hace sentir tan bien, no deseas parar.

Tiene razón, no sé nada de ella. No se nada de su pasado, o de su familia. No sé porque parece tan inestable, besándome de esa manera y luego dándome negativas, me siento como si estuviese enviando mensajes que no soy capaz de descifrar.

—Ten una cita conmigo —las palabras salen de mi boca tan rápido que apenas y tengo tiempo de darme cuenta de lo que he dicho.

¿Desde cuando eres un hombre de citas, Antoni?

Sally arquea las cejas con sorpresa, abre la boca para darme una respuesta, pero vuelve a cerrarla.

Voltea, dejando de mirarme y me siento repentinamente inquieto, pero no me retracto.

—¿Una cita?

—Una cita —repito—. ¿Hay algún problema con eso?

Me mira, sus ojos adquieren una curiosidad que no estaba ahí antes, la misma curiosidad que hubo en ella aquella noche en el bar.

—Creí que no eras un hombre de citas —dice con cautela— ¿qué pretendes?

—Ay, por Dios —me incorporo—. ¿Vas a cuestionar todas mis intenciones?

Coloco las manos en la cintura, mirándola con impaciencia.

—Si no lo deseas, solo di que no —espeto—. Créeme, puedo lidiar con un rechazo, Sally.

Se incorpora, toma una inhalación y observo los risos que caen por sus hombros.

—Bien, entonces...—fija la atención en mí, sus labios se curvan en una pequeña sonrisa y asiente—. Te veo el domingo a las ocho. Puedes pasar a recogerme en casa de tu hermano, es mi día libre.

Una sonrisa se extiende por mis labios.

—Perfecto, así será entonces. ¿Tengo tu palabra?

Sonríe. —La tienes.

Sonrío con satisfacción, me inclino para recuperar el control del sistema de seguridad, y esta vez introduzco el código correcto. La luz verde se activa por la sala, y un par de instantes después, las puertas del elevador se abren.

Un gesto incrédulo se apodera del rostro de Sally.

—¡Eres un idiota! —reclama con molestia—. ¡Lo hiciste a propósito!

—¿Realmente pensaste que, siendo el dueño de una empresa de tecnología, haría un sistema de seguridad que no funcionara? —sonrío con suficiencia—. No hay ningún equipo viniendo, veinte minutos me bastaban para conseguir una cita.

—Que quede claro que ahora, no tendré ninguna cita contigo —espeta.

—Oh, me diste tu palabra, ¿lo olvidas? —inquiero—. Entonces, ¿te veo a las ocho el domingo?

—¡En tus sueños! —grita entrando al elevador.

—También ahí te veré, Dolcezzca —aseguro y su gesto molesto vacila—. Vuelve pronto a visitarme, esta es tu casa.

Su mano se eleva enseñándome el dedo corazón y una carcajada brota de mis labios en el momento justo en el que las puertas del elevador se cierran, obligándome a dejar de mirarla.

Pero lo he conseguido, tengo una cita con Sally Rizzo.

Y por ahora, eso es más que suficiente.

Los días pasan, y a media semana recibo un mensaje de Ángelo informando que su fiesta de cumpleaños se realizaría el sábado por la noche, así que aquí estoy, con una botella de vino ingresando al bonito jardín trasero de la mansión de mi hermano.

—¡Tío! —Lía es la primera en correr hacia mí, sonrío cuando su vestido se mueve con sus apresurados pasos haciéndola lucir adorable. Detrás de ella viene Jacob, la sonrisa entusiasta de su rostro delata su emoción por mi presencia.

—¿Cómo han estado mis criaturas del mal? —inquiero—. ¿Me han echado de menos?

—¡Sí! —exclama Lía—. ¿Nos llevarás al parque?

—Probablemente otro día —respondo—. Hoy es cumpleaños de...

—¡De papá! —gritan ambos y sonrío un poco más.

Dejo a Lía sobre el césped para mirar a Jacob, está un poco más alto que la última vez que lo vi.

—¿Me llevarás de pesca pronto, tío? —cuestiona mientras tomo la mano de Lía.

—Claro, hablaré con tu padre, ¿de acuerdo?

La sonrisa satisfecha que me lanza es todo lo que necesito como respuesta.

—Vaya, fuiste puntual —dice Ángelo recibiéndome. Le entrego el obsequio que traigo en las manos y él sonríe—. Gracias, no era necesario.

—Es de mala educación llegar con las manos vacías a una fiesta, aún cuando se trate de la de mi hermano.

—Lo tendré en cuenta —dice sonriendo—. Por ahí están las bebidas, la comida de ese lado —señala cada lado mientras habla— sírvete lo que desees.

Le hago un asentimiento, él se lleva a sus hijos así que soy libre de caminar hacia la barra de bebidas sin que mi sobrina de cinco años me siga.

El chico que atiende la barra de bebidas me pregunta que deseo tomar, cuando se lo indico él se toma unos cuantos momentos para prepararlos. Me entrega una casi rebosante copa de Stay Berry, que es una combinación de frutos rojos y Ginger Ale.

Recorro el jardín con la vista intentando encontrar a Sally, pero no lo consigo. Probablemente esté dentro de la casa, así que, con eso en mente, abandono la barra y camino hacia el interior.

Hay algunos meseros saliendo de la cocina, pero no parece haber rastro de Sally y no quiero ponerme demasiado en evidencia subiendo a los pisos de la segunda planta. Así que salgo.

Me entretengo con mis sobrinos por un tiempo, luego conforme los invitados llegan converso con alguno de ellos. Cerca de media hora después de mi llegada el jardín se encuentra casi lleno, ubico a algunos socios del casino y amigos de Ángelo, aunque no recordaba que fuese cercano a ninguno de ellos, con excepción de Franco.

Consigo evadir algunas conversaciones irrelevantes, y cuando creo que Sally no va a estar en la fiesta, la veo.

Habla con un hombre, porta un bonito vestido amarillo con flores blancas, la falda se ondea levemente con el viento y su cabello se encuentra sujeto en una cola alta. Mantengo la atención en ella, no soy capaz de dejar de mirar como sonríe hacia el hombre que ahora no consigo reconocer.

—Es George —la voz de Ángelo casi me sobresalta—. Es mi representante en el despacho jurídico de San Francisco, estaba en el país y lo invité.

—¿Y por qué habla con Sally?

—No lo sé, ¿tal vez porque eso es lo que la gente hace en una fiesta? —inquiere con burla —hablan.

—Sabes a lo que me refiero.

Ángelo ríe un poco, niega levemente y le da un trago a su copa.

—Puede que haya mencionado que Sally le parece atractiva —giro la cabeza hacia él con rapidez—. ¿Qué?

—¡Ese hombre le dobla la edad! —exclamo en un grito ahogado y Ángelo retiene la risa—. No te rías, idiota.

—Antoni, tu le llevas casi quince años y le coqueteas —objeta—. Tranquilo, hombre.

—Eso es diferente —me aclaro la garganta y tomo un largo trago de mi copa. El liquido me quema al ser tragado con rapidez lo que me hace soltar un gruñido.

—En todo caso, ¿por qué te interesa? —cuestiona—. Hasta donde sé, dijiste que no era tu tipo. Y George es un buen tipo, responsable, educado, sin antecedentes...

—Si no te callas voy a golpearte —advierto.

El sonido de su risa solamente me irrita más.

—Ve por ella, campeón —dice palmeando mi hombro —antes de que alguien te gane. Ya sabía yo que si es tu tipo.

Se marcha sin darme la oportunidad de decir nada más. Me tomo el resto de mi trago con rapidez y dejo la copa sobre la charola de uno de los meseros.

No sé en realidad que es lo que pretendo caminando hacia ellos, Sally ni siquiera se ha percatado de mi presencia porque parece estar demasiado concentrada en lo que el hombre le dice.

No pienso demasiado, llego hasta donde ellos están y cruzo la mano por la cintura de Sally. Ella da un respingo cuando la apego a mi cuerpo, y el hombre se calla.

—Dolcezzca, al fin te encuentro —le doy la mejor de mis sonrisas y luego giro hacia el hombre—. Lamento interrumpir su conversación, pero necesito a mi chica.

—Claro —dice él con una sonrisa incómoda.

—Pero, ¿qué haces? —Sally se libera de mi agarre— ¿Quién te crees?

—Tienes una cita conmigo mañana por la noche, por si se te olvida —Sally arquea una de sus cejas.

—¿Y eso qué? Además, no soy tu chica —reclama cruzándose de brazos—. ¿Qué es lo que cree que hace, señor Lombardi?

Me lanza una mirada retadora, sus labios se curvan de la esquina izquierda, revelando una sonrisa ladeada.

—Ese hombre estaba coqueteando, y sé lo incomodo que tal vez pudo ser así que yo...

No me permite seguir hablando, una carcajada brota de sus labios. Inclina el cuerpo hacia adelante riendo con fuerza y eso me impacienta.

Aprieto los labios en una mueca, y me mantengo en espera de que la risa desaparezca.

—¿Qué hay de gracioso en eso?

—Antoni, George Frederick es el representante de tu hermano en su despacho. Es un hombre casado, por si no viste la sortija en su mano, y su esposa está por ahí —señala a la mujer que ahora acompaña al hombre— y para tu conocimiento, el señor Frederick estaba hablándome sobre el curso de derecho que Antonella tomará este verano, como parte de su actividad extracurricular, curso al que yo deberé llevarla y supervisar que asista.

Intento hablar, abro la boca para hacerlo, pero ninguna palabra sale. Volteo hacia Ángelo, él y Daphne me miran con diversión y ahí lo entiendo.

—Ese idiota...—gruño— voy a matarlo.

—¿Por hacer que te pongas celoso? —inquiere Sally con una sonrisa—. No tienes de que preocuparte, el señor Frederick no tiene intenciones de coquetear conmigo.

La vergüenza cae sobre mí, por primera vez una risa nerviosa me asalta y bajo la vista.

No encuentro que decir, cualquier cosa que salga de mi boca solo empeorará lo que ha ocurrido así que opto por el silencio.

—Vaya, Antoni Lombardi sin palabras —Sally parece orgullosa— creo que es justo por el encierro intencional del otro día.

—No estoy celoso, no tengo motivos —me encojo de hombros.

—Sí, como digas —. Se ríe un poco, entrecierra los ojos cuando el sol nos golpea. Su cabello obtiene una tonalidad más rubia y su piel brilla un poco con la iluminación. —¿Ahora puedo irme tranquila sin que te pongas celoso?

Asiento, es todo lo que puedo hacer aún cuando con eso le estoy confirmando sus palabras anteriores sobre mis inesperados celos.

—Bien —dice divertida— gracias.

Cuando se da la vuelta, su nombre brota de mis labios de manera casi impulsiva. Ella gira, el viento mueve la falda del vestido y muestra ese par de perfectas piernas.

—¿Sí?

—Nuestra cita de mañana —ella asiente—. ¿Sigue en pie?

Las comisuras de sus labios se curvan en una sonrisa que se extiende por su rostro. El viento mueve su cabello y la imagen que obtengo de ella es tan...suave, tan bonita, tan...mágica.

—Claro que si —responde— Te espero mañana a las ocho, no llegues tarde.

—Por nada del mundo —aseguro.

Ella eleva la mano, hace un ademán y camina hasta donde mis sobrinos se encuentran. La miro interactuar con ellos, distingo las sonrisas cariñosas que le dan y me siento extraño, me siento tan...distinto.

¿Y si conocieras a alguien que te hiciera sentir eso?

El cuestionamiento que ella misma me hizo hace semanas vuelve a mi mente. Puede que nunca lo haya sentido, puede que nunca haya experimentado la necesidad, pero ahora...ahora hay un dejo de expectativa en mi sistema.

Una expectativa que solamente sería resulta, el día de mañana a las ocho.

Los cuestionamientos comenzarían a surgir, los deseos, y el sentir, comenzaría pronto. Pero yo, en este momento, no pude siquiera darme cuenta de todo lo que estaba por venir. 

_______________________________________________________________________________

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro