36.- Los cuentos de hadas también son reales
Antoni
Ángelo no deja de mirarme como si le hubiese dado la mejor de las noticias, y tal vez lo hice.
—Tenemos mucho que planear entonces —dice con una sonrisa —pero déjame verlo.
Sonrío metiendo la mano en el bolsillo de mi saco y tomo la pequeña caja de terciopelo. Ángelo inclina el cuerpo hacia adelante cuando abro la pequeña caja y la sonrisa que coloca me hace sentir solo un poco más emotivo.
—Ese anillo parece que vale una fortuna —dice con una sonrisa. Elevo una de mis cejas.
—Tú seguramente gastaste la mitad de nuestra herencia en el anillo y la otra mitad en la boda —objeto —así que no me digas nada.
Una carcajada brota de sus labios mientras sacude la cabeza y echa el cuerpo hacia atrás. Cruza una de sus piernas y coloca los brazos sobre el pecho.
—Realmente nunca imaginé que alguna vez pudieras casarte —dice con una sonrisa ladeada —aunque supongo que, desde la muerte de Lucca, hay muchas cosas que no imaginé.
—Nosotros hablando de matrimonio mientras tomamos vino —ejemplifico —o siendo el tío favorito de tus hijos.
Una sonrisa crispa sus labios.
—A veces me pregunto como hubiese sido mi vida si Lucca aún viviera —lo miro, mi hermano deja de observarme para posar su atención en el jardín, donde sus hijos corren y las risas consiguen alcanzarnos.
Sally estaba en una entrevista de trabajo, porque sí, después de años de trabajar con Ángelo, según ella es hora de dejar a los desastres. Así que aproveché su ausencia para venir a casa de mi hermano, y revelarle mis planes.
Quería proponerle matrimonio a mi dolcezza. Y pronto.
—Tal vez no hubieses conocido a Daphne —respondo consiguiendo su atención otra vez —tal vez no hubiésemos sido tan unidos, y las niñas tampoco nos conocerían demasiado. No tendríamos nada de esto, yo no tendría nada de esto. Pero eso no quiere decir que no lo eche de menos, era nuestro hermano después de todo.
—Lo era —responde moviendo la cabeza en un asentimiento —aún lo es, no dejará de serlo nunca.
Extiendo la mano, dando un apretón en su hombro.
—Me alegra que nos tengamos el uno al otro, en serio —Ángelo sonríe —esta relación de hermanos tan unidos...
—Tampoco te pongas tan sentimental —bromea.
—Sabes perfectamente como arruinar momentos como este —me quejo echando la cabeza hacia atrás —seré un témpano de hielo contigo, estás advertido.
Ambos reímos, miro de nuevo la caja entre mis manos, sonriendo levemente ante la joya. Fue más complicado de lo que pensé, seguramente recorrí todas las joyerías posibles de Milán hasta encontrar el anillo perfecto.
Un precioso anillo de oro rosa, con un diamante que reluce justo en el medio, rodeado de algunos pétalos tallados en oro.
—Va a encantarle —asegura —seguro te dice que sí, no te preocupes.
—No estoy preocupado —miento y mi hermano se da cuenta de eso.
—Sí, como digas —me molesta —se vale admitir que estás preocupado porque pueda decir que no.
—Ángelo, no me ayudes, por favor —me quejo —no necesito considerar que pueda decirme que no.
Sonríe, echando la espalda hacia atrás otra vez. Cierro la pequeña caja y vuelvo a guardarla en el interior del saco.
—Tranquilo, hermano —dice —déjame la organización de la sorpresa a mí, sé como sorprender.
—Es mi propuesta, debería ser yo quien lo prepare todo —objeto.
Mi hermano se incorpora, así que yo lo hago también.
—Tú y yo sabemos que si lo organizas te descubriría a los diez minutos —palmea mi espalda —así que déjale a tu hermano el trabajo de preparar una propuesta inolvidable.
—Consulta conmigo todo antes —advierto señalándolo —quiero ver todo lo que planees y darle el visto bueno.
Ángelo rueda los ojos, chasqueando la lengua y me da la espalda.
—No te preocupes por nada, lo tendré resuelto —asegura y me mira sobre su hombro —confía en tu hermano menor.
Sonrío, asintiendo.
—Lo hago siempre —aseguro, Ángelo me da un gesto más sincero y continua con su camino hacia el jardín.
Y yo me quedo en su sala, admirándolo correr hacia sus hijos quienes lo reciben con gritos y sonrisas, y el deseo de tener algo así con Sally, se vuelve tan solo un poco más fuerte.
—No debes estar nerviosa, te llamarán —afirmo mientras deslizo la taza con café hasta Sally —tienes un currículum excelente.
—¿Lo crees?
—Estoy completamente seguro, dolcezza —sentencio —no tienes que preocuparte.
—Una cosa es trabajar con niños, y otra muy distinta a asesorar planes educativos —dice con cautela —no tengo experiencia en eso.
—Claro que la tienes —le recuerdo —el profesor Millers ¿lo olvidas? Le fuiste de gran ayuda, quedó encantado con tu trabajo y juro que yo no hice ni una sola llamada.
Sally aprieta los labios en una fina línea mientras intenta retener la sonrisa.
—¿Debo agradecer? —ruedo los ojos —suficiente hiciste llamando a todos mis profesores durante el primer año.
—Solo quería asegurarme de que recibieras un buen trato, fue todo —me encojo de hombros intentando restarle importancia —pero el resto, lo hiciste tú, dolcezza.
Sonríe con suavidad, lleva el borde de la taza hasta sus labios y le da un corto trago. Su mirada de pronto adquiere una chispa de duda, así que la miro más a detalle.
—¿Ocurre algo? —inquiero, sacude la cabeza en una negativa —¿segura?
—De acuerdo, no puedo mentirte —dice frunciendo los labios —recibí una llamada hace un par de días.
—¿De quién?
—Carmina Rizzo, la hermana de mi padre —se aclara la garganta —de toda la familia de mi padre en realidad.
No parece contenta por eso, no luce ni un poco feliz en lo absoluto.
—¿No quieres tener contacto con ellos?
—No es eso...—suelta un corto suspiro —es que... ¿recuerdas el artículo con esa revista que te entrevistó? ¿Esa en donde aparece nuestra fotografía?
Asiento. Hace algunos meses una revista de innovaciones tecnológicas quiso una entrevista por el lanzamiento reciente de nuestra ultima actualización, solían entrevistar a hombres reconocidos y solían aparecer también sus esposas, o compañeras. Evidentemente quise que Sally apareciera conmigo, ella no se rehúso en lo absoluto, no parecía un problema.
—Tengo la sospecha de que me contactaron por eso —vuelve a suspirar —que decidieron recordarme porque estoy con alguien importante. No me buscaron en casi seis años, Antoni. Hice todo para buscarlos, para tratar de tener comunicación, visité las direcciones que tenía y jamás dieron la cara, yo supuse que se habían cambiado, o que tal vez los números no eran los mismos, pero ahora entiendo que tal vez solo no querían verme.
—Dolcezza...
—Dejé atrás toda esa vida, me siento bien ahora, estoy feliz, tengo la vida que siempre deseé así que ellos ya no parecen necesarios ahora. ¿Eso está mal?
—En lo absoluto —respondo —que sea tu familia no significa que debas estar obligada a convivir con ellos. Si tu no deseas hacerlo, no tienes porqué.
Parece un poco más aliviada al escucharme.
—Sabes que te apoyaré en todo lo que decidas, amore —le recuerdo extendiendo la mano a través del mármol de la mesa para poder tomar la suya —siempre te apoyaré.
Sonríe, se inclina hacia adelante extendiendo el torso para conseguir alcanzar mis labios. La corta distancia se lo permite sin complicaciones.
—Te amo —las dos palabras brotan de ella acompañadas de una mirada dulce —señor robot.
—Ya no soy un señor robot —me quejo porque en todo este tiempo no ha dejado de llamarme así —solo lo mencioné una vez, así que ¿por qué siempre me llamas de esa forma?
—Oh, para mi siempre serás mi señor robot —asegura incorporándose, tomando la taza entre sus manos —es parte de tu encanto.
Y tras decir eso, se marcha de la cocina dejándome con una sonrisa de loco enamorado.
SALLY
Antoni ha estado extraño durante el último par de semanas. Me he convencido de que tal vez solo es mi percepción, pero algo me dice que existe algo que está ocultando.
—No lo creo —dice Janeth con tranquilidad —ese hombre está perdidamente enamorado de ti, ¿qué podría estar ocultando?
—No lo sé —me encojo de hombros mientras recorremos la tienda de vestidos.
—Sall siempre ha sido paranoica —me molesta Génesis —¿Cierto, Daph?
Esta última gira hacia nosotras.
—Tal vez un poco —concuerda —¿qué opinas de este vestido?
Me enseña un precioso vestido de encaje, con un forro en color crema. Las rosas bordadas le dan un aspecto elegante, aunque es demasiado...revelador. Tiene un escote en forma de "V" y parece ser ajustado en todo el cuerpo, con una abertura de medio muslo.
—Lucirías espectacular en él.
—Puedes usar ese bonito collar de libélula —sugiere Janeth —es precioso, y combina.
—Parece que todas estamos de acuerdo —dice Gen —ve a probártelo.
Antoni tendría un evento de caridad mañana por la noche, sería su acompañante así que necesitaba un vestido para la ocasión. Y mis tres amigas se han enfrascado en la búsqueda conmigo.
—De acuerdo —cedo no demasiado convencida, pero lo tomo entre mis manos de todas formas.
La vendedora parece aliviada de que al fin hemos encontrado algo, y nos guía hacia los probadores.
Tan pronto como el vestido está en mi cuerpo, creo que lo amo. Es precioso, la tela es suave y el encaje no pica en lo absoluto. Mi piel reluce al contraste con el tono rosa de las pequeñas perlas que brillan, y el largo es el adecuado, teniendo en cuenta los zapatos altos que usaré.
—Por Dios, luces preciosa —dice Génesis en cuanto salgo —el señor Lombardi va a infartarse...
Se detiene cuando la miro, las tres ríen por la metáfora.
—No digas eso —golpea su costado Daphne —digamos mejor que va a irse de espaldas.
—Sí, eso —concuerda Gen —va a irse de espaldas.
Miro mi reflejo en el espejo, el vestido es precioso y me siento como una completa diosa con él. Así que me toma unos pocos minutos decidirlo, es este.
Luego de encontrar le vestido pasamos por la estética, y luego escogemos los zapatos. Para el final del día estoy agotada, la casa está silenciosa cuando llego.
Antoni parece no haber vuelto del trabajo y solo lo confirmo cuando uno de los guardias me dice que siguen en las oficinas.
Un corto mensaje llega a mi celular cuando ya estoy en cama, es de Antoni así que lo abro mientras me acomodo sobre las almohadas.
Antoni: El trabajo me llevará tiempo, dolcezza. No me esperes despierta, volveré tarde. Te amo.
Me siento un poco decepcionada, aún no me acostumbro a la ausencia de Antoni en la cama.
Yo: Lo entiendo, yo también te amo, señor robot.
Bloqueo el celular y lo dejo a un costado, fijando la atención en la pintura blanca del techo. Una sonrisa se cuela por mis labios cuando recuerdo a Antoni, es increíble darme cuenta de la vida que ahora ambos llevamos.
Nunca creí que pudiera sentirme tan feliz, con todo mi pasado encima, no parecía posible. Pero ahora...ahora es una realidad.
Es nuestra realidad. Y estaba completamente segura de que lo seguiría siendo por mucho tiempo más, aunque ahora no imaginaba cuánto.
—¿Estás seguro de que es por aquí? —inquiero mientras observo el camino que parece estar rodeado de bosques.
—Seguro —responde Antoni mientras mantiene la mirada fija en el camino.
—Creí que la gala sería en la ciudad —objeto —¿A dónde vamos?
—A la gala, y nunca dije que fuera en la ciudad —responde con una sonrisa —tranquila, dolcezza.
Me acomodo en el asiento, mirando la oscuridad a nuestro alrededor.
—Estoy tranquila, solo que es raro que las galas se hagan en medio de la nada —el sonido de su risa me hace mirarlo —hablo en serio, Antoni.
Él permanece en silencio por algunos segundos, manejando con tranquilidad. Luego, voltea la cabeza hacia mí.
—Hay galas particulares, no imaginas cuanto —asegura —no te impacientes, ya casi llegamos.
La oscuridad es mi principal enemiga, y estar rodeada de bosques que parecen demasiado oscuros no ayuda en lo absoluto. Sin embargo, me relajo cuando distingo las luces al frente.
Ingresamos a una especie de finca, la luz es mayor lo que me permite apreciar el lugar en el que entramos. Parece ser una especie de reserva natural o algo por el estilo.
—¿Por qué no hay autos? —inquiero, él no responde —¿por qué parece que somos los únicos aquí?
—Haces demasiadas preguntas, dolcezza —dice mirándome con una sonrisa. Se baja y aguardo hasta que rodea la parte delantera del auto, y luego abre la puerta de mi lado —madame.
Sonrío, tomando la mano que me ofrece y bajo del auto. Los guardias se detienen a una distancia considerable de nuestro auto, Antoni entrelaza nuestros dedos mientras comenzamos a caminar.
Hay una leve brisa, y el sonido del agua corriendo por algún sitio.
—¿Hay un lago? —inquiero curiosa hacia él.
—Sí, lo hay —afirma.
Seguimos caminando hacia adelante, pero me detengo tan pronto como tomamos un camino de losas de mármol, que conducen a una especie de quiosco lleno de luces.
—Antoni...
Gira hacia mí, y es en ese momento en el que lo comprendo, no hay ninguna gala.
—Ven conmigo —pide y lo hago, observo a nuestro alrededor mientras avanzamos. Distingo algunas mariposas volando sobre los rosales, el sonido de los arboles con el viento, y conforme nos acercamos, distingo un precioso lago iluminado.
—Por Dios...—una expresión se asombro brota de mis labios cuando distingo a los cisnes en el lago.
Nadan con elegancia, se mueven sobre el lago con gracia y lentitud. La oscuridad que los rodea permite que su plumaje blanco resalte muchísimo más.
—Esto es precioso —susurro con emoción mientras subimos al quisco. Los pequeños faroles nos rodean, dando una tenue peros suficiente luz —Antoni esto es increíble.
—¿Te gusta?
—¿Es broma? ¡Me encanta! —exclamo —parece un lugar mágico.
Sonríe, asiente mientras suelta mi mano y mira a nuestro alrededor.
—Cisco, enciende las luces —lo miro con incredulidad. Las luces se encienden, revelando una serie de luces sobre el lago, con una perfecta forma de corazón. El reflejo del agua hace que parezca una entera maravilla.
Mi mente intenta apreciar cada detalle, los cisnes en medio de las tenues luces, nadando y moviéndose, todo parece tan mágico, como un pequeño paraíso.
—¿Qué es todo esto? —inquiero —¿preparaste esto para mí?
—Es algo que he deseado hacer desde hace tiempo —admite —y tenía que ser completamente mágico, dolcezza.
Mi corazón da un vuelco furioso, el sentimiento explota en mi pecho con una fuerza sobrenatural.
—Te amo, Sally. Te amo y no ha habido ningún momento en el que no imagine una vida sin ti, eres todo lo que necesito, eres mi alma gemela, mi otra mitad. Te amo tanto que no puedo concebir pasar esta vida, o estar en alguna otra, sin ti.
—Antoni...—su nombre brota en un susurro emocionado.
—Te amo, y quiero pasar el resto de mis días contigo —el entendimiento me golpea de una forma brutal, arrebatándome un jadeo —eres la mujer de mi vida, me has enamorado por completo, dolcezza, te has convertido en la pieza más importante de mi vida. No quiero pasar ni un día alejado de ti, no podría soportarlo. Pasé tanto tiempo ignorando los sentimientos en mi pecho, que no quiero retenerlos más, quiero dejarlos fluir, quiero que los sepas, quiero que estés enterada de que eres la mujer de mi vida, eres la persona con la que quiero vivir el "felices para siempre"
Mete la mano en su bolsillo, al mismo tiempo que una sonrisa crispa sus labios.
—Cisco, ahora
Me rio un poco cuando la voz robótica se escucha confirmando la orden, y luego las luces detrás de Antoni se encienden.
"¿Quieres casarte conmigo?"
—Dolcezza, ¿mi vuoi sposare? —hace la pregunta en italiano mientras se arrodilla y me deja ver la preciosa joya en el interior.
No tengo ni una sola duda sobre la respuesta, las lágrimas nublan mi visión y la emoción amenaza con no dejarme responder, sin embargo, lo hago. Y digo la única respuesta que puedo dar.
—Se voglio sposarti, amore mio (si quiero casarme contigo, mi amor)
Antoni sonríe de la forma más bonita en la que lo ha hecho jamás, tan pronto como desliza la joya por mi dedo, sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura y me hacen girar.
Me aferro a él, riendo mientras todo parece sentirse como un cuento de hadas. Como esos cuentos que mamá te lee al dormir, como ese cuento al que nunca quieres encontrarle final.
Se siente como esas mágicas historias que solo parecen fantasía, pero la mía es real. Es completa y absolutamente real.
Y cuando me besa, cuando sus labios me trasmiten el sentimiento, cuando las explosiones ocurren, cuando todo parece que no puede ser mejor, lo es.
Es mi propio cuento de hadas, mi propia fantasía que hemos conseguido traer al mundo real.
Un "felices para siempre..." que estaba a punto de comenzar.
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