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34.- Una entera verdad

SALLY 

—¿No se te olvida nada? —volteo hacia Antoni, él me mira con curiosidad mientras estaciona el auto en la entrada de la universidad.

—No —aseguro —tengo todo lo necesario.

—¿Tus horarios se acomodan? —cuestiona frunciendo las cejas —sino puedo hablar con el decano, es buen amigo y...

—Antoni no vas a hablar con el decano —respondo divertida —estaré bien, pareces un papá.

Una sonrisa crispa sus labios mientras sacude la cabeza.

—Lo siento, solo estoy emocionado por ti, dolcezza —admite encogiéndose de hombros —el primer día de la universidad siempre es emocionante.

Ladeo la cabeza, mirándolo con ternura.

Han pasado seis meses, seis meses en donde he intentado retomar mi vida de a poco. Con la terapia, los medicamentos, el apoyo de Antoni y su familia, me ayudaron a volver a ser yo.

—Dios, tu auto comienza a captar miradas —señalo y él sonríe con orgullo —¿esa es la intención?

—Afirmativo —responde con un asentimiento —ahora aguarda aquí, que yo te abro la puerta.

Se baja antes de que pueda decir algo, así que aguardo en mi asiento con una sonrisa tirando de sus labios. Antoni ha comprado un nuevo auto, uno que parece tiene toda la intención de lucir con orgullo.

Un precioso Maserati rojo brillante, que deslumbra con solo aparecer. Sonrío un poco más cuando abre la puerta y extiende una de sus manos hacia mí, la cual tomo de inmediato y bajo del auto.

Los guardias están detrás, siguiéndonos de cerca como de costumbre. Soy consciente de las miradas que hemos captado, y me siento un poco cohibida por eso.

—La cabeza en alto, dolcezza —dice Antoni tomando mi mentón y elevándolos —ve por ellos.

—Te veo luego —asiente, se inclina hacia mis labios y deja un suave beso en ellos.

—Paso por ti —asegura con un guiño —éxito, amore.

Le sonrío haciéndole un ademán de adiós y caminando hacia la entrada del gran edificio que se alza frente a mí.

—Vamos por ellos —pronuncio mientras me acomodo la mochila en el hombro, y continúo con un andar casi seguro.

He tomado los cursos necesarios, he estudiado tanto como me ha sido posible en los últimos meses intentando prepararme lo más posible para estar aquí. Gracias al mapa de la universidad no se me complica encontrar el aula, hay varios asientos disponibles así que me coloco en uno de los que están en las filas medias.

—Hola —volteo cuando una chica se acomoda en el asiento de mi costado —¿emocionada por comenzar la carrera?

Tiene el cabello lacio con las puntas teñidas de un rosa llamativo. Tiene maquillaje del mismo tono en los ojos y un labial muy bajo pero que aún consigue notarse.

—Más de lo que debería —admito —Soy Sally

—Janeth —extiende la mano hacia mí —encantada.

El aula comienza a llenarse de a poco, así que nuestra conversación se interrumpe, y cuando el profesor ingresa, el silencio se instala. Su mirada se posa en mí, una sonrisa se extiende por sus labios mientras se acerca.

—Señorita Rizzo —pronuncia —El señor Lombardi me habló bien de usted, espero no me decepcione.

Sonrío tensa, anotando asesinar a Antoni al llegar a casa.

—Le aseguro que no —respondo con tanta seguridad como me es posible.

Él parece satisfecho con eso, así que se aparta hasta el escritorio. Aprovecho el momento para sacar el celular y abrir el chat de Antoni.

Yo: "¿¡Hablaste con mis profesores!?

La confirmación de lectura aparece unos pocos segundos después.

Antoni: Tal vez con un par. De nada, dolcezza.

Yo: Voy a matarte.

Antoni: El riesgo valió la pena. ¡De nada!

Resoplo, guardándome el celular en el bolsillo y volviendo la vista al frente.

—Definitivamente voy a matarlo.

Compartí todas las clases con Janeth. Ella es un año menor así que nos entendíamos bastante bien. Comenzar esta etapa se siente extraño, como una corriente de adrenalina para la cual no estaba preparada, pero que sin duda no me arrepiento de sentir.

—¿Cómo es que todos los profesores te conocen? —inquiere Janeth mientras aguardamos en la entrada de la universidad.

—Conocen a mi novio —respondo porque no quería comenzar mintiendo, ¿qué caso tenía?

—Oh, ¿Tú novio estudia aquí? —me rio un poco. Antoni debió graduarse hace unos trece o catorce años de la universidad, como mínimo.

—No —contesto —ya se graduó en realidad. Y no estudió aquí, solo que tiene...una amistad, supongo, con el personal escolar de la universidad.

—Oh, genial entonces —sonríe —me gustaría que mi novio conociera a mis profesores.

—No lo deseas, créeme —ambas reímos. Me acomodo el bolso en el instante en el que mi celular vibra. Es un mensaje de Antoni, diciendo que está cerca.

—¡Mira ese auto! —exclama Janeth a mi costado —mi hermano es fanático de los Maserati, se volvería loco.

Volteo, casi quiero gritar cuando veo el auto de Antoni acercándose y justo detrás, la habitual camioneta de los guardias.

—Por dios, ¿será el auto de un directivo? —inquiere mi nueva amiga mirando el auto. No estamos tan cerca del sitio en donde aparcan los coches, nos encontramos a un par de metros así que cuando Antoni baja, mi amiga suelta un jadeo —¡Es tan apuesto!

¡Es el primer día de universidad, santo Dios! Aunque parece que el señor robot intenta lucirse, porque hoy porta especialmente uno de los trajes azules que lo hacen lucir tan apuesto. Tiene los botones superiores desabrochados, lo que le un aspecto sumamente caliente.

Sally contrólate.

—Vaya que si —respondo hacia ella —tengo que irme...

—¡Viene hacia aquí, Sally! —ahoga un grito —Dios mío, ¿Crees que esté casado? No hay argolla en su mano.

De acuerdo, tal vez le pida a Antoni que se coloque una argolla falsa. Solo para prevenir.

Janeth gira, se pasa las manos por el cabello y quiero desaparecer. ¿Se está arreglando para llamar la atención de Antoni?

—De hecho, él es...

—¿Me veo presentable? —inquiere ella ignorándome —tal vez choque por accidente con él, como esas comedias románticas. ¿Crees que funcione?

Esto no está pasando.

Antes de que pueda responderle, Antoni se detiene justo detrás de Janeth.

—Hola, dolcezza, ¿qué tal el primer día?

Janeth gira con alarma, Antoni lanza una sonrisa encantadora hacia mí, y luego mira a mi amiga, quien parece haberse congelado en su sitio.

—Janeth, te presento a mi novio, Antoni —lo señalo —Antoni, ella es Janeth, una amiga.

La chica a mi costado gira la cabeza con rapidez hacia mí, un color rojo se apodera de su rostro mientras ríe con nerviosismo.

—Hola —Antoni habla con amabilidad —encantado.

—Dios, que vergüenza, Sally —dice cubriéndose el rostro —lo lamento.

—Pierde cuidado —respondo con una sonrisa —¿Nos vemos mañana?

Mi amiga asiente con rapidez, le dedico una sonrisa antes de darle la espalda y envolver el brazo alrededor del de Antoni para arrastrarlo hacia el auto que está siendo fotografiado por algunos estudiantes.

—Gracias, primero hablas con todos mis profesores y ahora esto —reprocho con impaciencia —¡y apenas es el primer día!

Arquea una de sus cejas, mirándome con diversión.

—Si, amore, yo también te eché de menos. Mi día estuvo excelente, ¿qué tal el tuyo?

Intento retener la sonrisa, pero no lo consigo y termino riendo.

—Te dije que no deseaba que hablaras con nadie de la universidad —señalo —quiero que me conozcan por mí, no por mi apuesto novio. Oh, y usarás una argolla de matrimonio.

Antoni gira la cabeza, deteniéndose antes de abrirme la puerta del auto.

—¿Esta es una forma sutil que tienes para pedirme que me case contigo? —bromea ladeando la cabeza —si es así, tengo que decir que acepto, es todo un honor.

—Eres un tonto —respondo subiendo al auto. Me coloco el cinturón mientras él rodea el capo y llega hasta el lado del conductor. Se toma unos momentos para acomodarse el cinturón y cuando avanzamos, vuelve a hablar.

—Me causa curiosidad, ¿Por qué quieres que use una argolla de matrimonio?

—Porque Janeth pensaba chocar contigo para llamar tu atención, como esas comedias románticas —mascullo —ella estaba a mi lado y lo dijo, ¿Cómo sé que no hay otras chicas ideando planes para enamorarte?

Antoni me mira como si hubiese perdido la cabeza, se mantiene en silencio por varios segundos, antes de romper en carcajadas.

—¡Antoni! —reclamo, pero él sigue riendo, con fuerza. Su pecho se sacude y tiene que aparcarse cuando creo que es incapaz de seguir manejando —Basta, no es gracioso, estoy hablando muy enserio.

Eso solo lo hace reír más, me cruzo de brazos y lo miro con molestia.

—Bas-ta —separo la palabra con énfasis.

El sonido de su risa llena el auto por un par de minutos más, antes de que consiga detenerse. Coloca la mano en el pecho, y gira la cabeza hacia mí.

—¿Estás celosa? —inquiere con una sonrisa tirando de sus labios —Nunca creí que este momento llegase.

Entorno los ojos.

—Bien, me pondré una argolla falsa —dice enseñándome la mano —con la condición de que tu te pongas una también.

Es mi turno de reír.

—Creo que es una condición razonable —concedo —mi mano se vería muy bien con una argolla.

—¿Es esa otra indirecta para hacerme entender que quieres que te proponga matrimonio?

Esta vez soy yo quien ríe con fuerza. Antoni pone en marcha el auto otra vez, mientras avanzamos por la avenida, considero sus palabras.

El matrimonio con Antoni es una cuestión que siempre ha estado presente. Claro que quiero casarme con él, y formar una familia, pero justo ahora...parece que ambos tenemos planes que acaparan nuestra atención.

—Quiero que me propongas matrimonio —confieso —pero no ahora.

Me mira con una sonrisa suave tirando de sus labios. Una mirada comprensiva, y dulce.

—Entiendo, dolcezza.

Extiendo la mano hacia él, Antoni entrelaza nuestros dedos y me mira por un corto tiempo antes de centrar la vista al frente.

Mientras conduce a casa, ninguno habla. Los silencios con Antoni son tan placenteros, como un momento en donde no hay necesidad de palabras, pero podemos aún así disfrutar del tiempo juntos.

—Lamento haber hablado con tus profesores —dice después de un tiempo —creo que excedí el límite.

Es mi turno de sonreírle con suavidad.

—Ahora todos esperan lo mejor de mí —él sonríe con suficiencia.

—No será trabajo para ti, dolcezza —asegura —estoy seguro de que puedes con eso y más.

Mi pecho se contrae con furia, con un sentimiento de confianza absoluta.

—Tenemos que conseguir esas argollas —cambio el tema y él ríe.

—Trabajaré en eso, te lo aseguro —y luego de eso, ambos quedamos en silencio, disfrutando el camino de regreso a nuestro hogar.

Tuve que adecuar mis horarios a la universidad, las tareas y además el trabajo. Ángelo fue comprensivo, salía de la universidad a las dos. Y de tres a diez cuidaba a los niños, luego de eso tenía un tiempo para haber las tareas y pendientes, y tratar de dormir un poco.

De esa forma se resumieron las siguientes semanas, pero me sentía feliz, estoy haciendo lo que siempre quise, lo que mi madre siempre quiso para mí.

Antoni es un gran apoyo, siempre pendiente, siempre atento a cualquier cosa que pudiera necesitar. Creí que tomaría a broma el hecho de las argollas, sin embargo, parecía que Antoni Lombardi no dejaría de sorprenderme jamás.

—No es cierto —me rio un poco mientras observo las argollas dentro de la pequeña caja.

—Dijiste que era serio —dice Antoni con una sonrisa —así que lo tomé en serio.

Tomo las argollas, son reales, completamente reales.

—Son de oro —murmuro —Antoni...

—Bueno, tienen que parecer reales, ¿o no?

Me toma de la mano, acariciándome el dorso mientras toma con la mano libre una de las argollas, y la desliza por mi dedo.

—No serán las mismas cuando te proponga matrimonio, no te preocupes por eso —dice como si eso importara.

Miro la joya entre mis dedos, el material brilla, y un sentimiento increíble explota en mi pecho.

—Serás la siguiente señora Lombardi —promete con firmeza —pero mientras tanto, creo que podemos fingir un poco.

Me rio un poco, es mi turno de tomar la otra argolla antes de que él pueda hacerlo, y lo deslizo por el dedo correcto.

—Creo que podemos fingir un poco —aseguro antes de inclinarme y besas sus labios.

Antoni ha sido paciente con el sexo, hemos tenido unos breves encuentros sin llegar a consumarlo, con tantas cosas en la cabeza, no me creía capaz de disfrutarlo, pero ahora...ahora se siente como el momento.

Sus manos se apoderan de mis caderas mientras me apega a su cuerpo, con una firmeza que me hace sonreír, que me hace saber que no planea dejarme ir.

—Podemos tener una noche de bodas falsa —dice encogiéndose de hombros —¿qué te parece?

Mis manos se enrollan alrededor de su cuello mientras inclino el cuerpo hacia adelante.

—Una condición —expreso —que parezca tan real como sea posible.

Una sonrisa curva sus labios.

—Oh, dolcezza —dice atrapando mis labios con los suyos —créeme, será tan real como la verdadera.

Ahogo un grito cuando Antoni se incorpora, con sus manos aferrándose a mis caderas, mis piernas se aferran a sus costados mientras nos conduce hacia la habitación.

La gran cama nos recibe, mi cuerpo cae contra al suave colchón y mi corazón palpita con fuerza cuando Antoni se coloca sobre mí. Con su cuerpo imponente, con su sonrisa orgullosa y su mirada incendiada en deseo.

Sabe que puntos tocar, sabe que zonas acariciar. Mi cuerpo reacciona ante él, ante la manera de tocarme, de besar, mi placer se enciende con su cercanía.

Sus manos son hábiles, jadeo cuando sus labios recorren la zona de mi cuello, cuando su lengua roza la zona de mis pechos, mi espalda se arquea, reaccionando ante la ola de placer.

Una de sus manos se pierde en mi interior, jadeo con placer cuando encuentra mi punto. Cierro los ojos, sintiendo el placer incrementar a un grado exponencial.

—Eres tan hermosa —gruñe contra mi oído —tan pero tan hermosa.

—Antoni...—gimo cuando uno de sus dedos profundiza en mi interior, me remuevo contra el colchón sintiendo que puedo perder la cabeza, que puedo explotar de tantas sensaciones juntas.

Su mano abandona la zona y solo entonces abro los ojos, se deshace de nuestra ropa porque parece más que innecesaria. Sus manos se apoderan de nuevo de mis caderas para arrastrarme a la altura que necesita.

Cuando intento llevar mi mano a su entrepierna, me detiene.

—Esta vez, quiero que seas tú la que disfrute —dice con una sonrisa —luego podemos encargarnos de mí.

Tan pronto como recupera la cercanía, mi cuerpo se enciende otra vez. Pierdo la cabeza, la noción del tiempo, ahogo un grito cuando su boca se desliza por mi vientre y la humedad de su lengua se une con la de mi zona.

Todo estalla, como miles de dinamitas, como si la chispa que se ha encendido hace instantes atrás al fin alcanzara la mecha. Pero la explosión no se detiene, los minutos que le siguen, el tiempo que él continúa entre mis piernas parece nada, el placer permanece aun cuando Antoni se aparta de mi cuerpo para buscar el condón en el cajón, por el contrario, solo se incrementa el estallido.

—¿Lista? —no necesita una respuesta, me concentro en su sonrisa y en el deseo en sus ojos, me concentro en él mientras empuja contra mí, y mi cuerpo lo recibe con una entera disposición.

Su voz sale en un sonido ronco, el placer impreso en cada nota de su voz. Lo miro moverse, me centro en las expresiones de su rostro, tan magnifico, tan mío.

No sé cuanto tiempo pasa, no soy consciente de los minutos, el tiempo no me importa porque cuando alcanzamos la cima juntos, es una de las mejores sensaciones de mi vida.

Cuando acaba, estamos sudorosos y agitados, sin embargo, aún así me abraza contra él.

—Te amo —susurra besando mi coronilla —estaré ansioso para cuando decidas hacer esto real. Ansioso para cuando al fin ponga una argolla en tu mano, y te pueda llamar mi esposa.

Y como siempre, como cada palabra que dice, le creo.

Porque Antoni no me ha mentido jamás, porque todo lo que sale de sus labios es una entera verdad. Así que le creo, le creo ahora y le creeré toda mi vida, hasta mi último día. 

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