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33.- La dirección que me conduce a ti

Antoni

Dos meses más tarde, las cosas parecían por fin haberse acomodado para todos.

La preocupación que cargamos por tanto tiempo al fin había sido esfumada, y por primera vez en meses, todos parecíamos gozar de una genuina felicidad.

—¿A Sally le gustan las fiestas sorpresa? —inquiere mi hermano mientras le da un vistazo a las imágenes de las decoraciones que Daphne había sugerido.

—No tengo idea —admito —supongo que sí.

—¿Supones?

—Parece gustarle organizar fiestas sorpresas —me encojo de hombros —supongo que tan bien debería gustarle tener una, ¿no lo crees?

El cumpleaños de Sally sería en una semana, y con todo lo que había pasado, una fiesta es lo menos que merecía. Quería organizar algo, del mismo modo que ella lo hizo para mi cumpleaños, quería que fuese un día especial, uno en donde pudiera pasar momentos como hace semanas no tenía.

—Tu lógica no me convence, pero supongo que es lo único que tenemos —bromea —Daph se encargará del pastel y las decoraciones, nosotros de la comida y bebida. Por favor, no queremos neveras con solo alcohol, se considerado, ¿sí?

Sonrío —Puedo conseguir jugos naturales para tus hijos, no te preocupes.

—No quiero que te embriagues con mis hijos mirándote, sería un mal ejemplo —forma una mueca con los labios —y no creo que a Sally le agrade.

—Para tu conocimiento, hermanito, tiene meses que no me embriago —lo señalo —así que tu preocupación está siendo en vano. Aunque tal vez podemos tomar un par de tragos, ¿eso está permitido?

Ángelo entorna la mirada hacia mí y sonrío, satisfecho de conseguir mi propósito de molestar a mi hermano.

—Tenemos una semana, el tiempo suficiente —añado incorporándome del cómodo asiento —por favor, sean discretos que no quiero que Sally se entere antes, ¿sí?

—Puedo darle una semana de descanso si no confías en mi discreción —debate.

—No va a aceptártelas, porque le diste las suficientes —le recuerdo —solo se discreto, por favor.

Mi hermano eleva las manos, una señal de rendición, pero mantiene una sonrisa divertida en los labios.

Sacudo la cabeza levemente mientras compruebo la hora en el teléfono, me he tomado más horas libres de las permitidas.

—Tengo que volver a la empresa —informo —¿puedo confiar en que te harás cargo de lo que te corresponde?

Ángelo coloca una mano en el pecho, mirándome con indignación.

—He planeado más fiestas que tú —me recuerda —sé como organizar un excelente cumpleaños sorpresa.

Una sonrisa se extiende por mis labios.

—Confío en ti —me acomodo el saco y me aparto, elevando la mano en un gesto de despedida.

Cuando me marcho del estudio de Ángelo, tropiezo con los trillizos.

—¡Tío Antoni! —exclaman los tres en un grito agudo antes de lanzarse hacia mí. Sonrío mientras me coloco en cuclillas porque no puedo tomar a los tres en brazos.

—Hola, criaturas del mal —saludo revolviendo el cabello de Mateo y Taddeo, luego acaricio la regordeta mejilla de Carina.

—Vamos a jugar —dice Taddeo tomando una de mis manos y retrocediendo, como si quisiera llevarme hasta su cuarto de juegos.

—Su tío tiene que trabajar —Marie, la nana de los trillizos, aparece en el pasillo —señor Lombardi, buenos días.

—Buenos días, Marie —saludo —lo siento pequeñines, no puedo quedarme a jugar.

Ellos forman un mohín y reconozco la seña clara del berrinche de Carina que se aproxima.

—Pero volveré por la tarde con pastel de chocolate, ¿bien? —los mohines desaparecen y las sonrisas emocionadas los sustituyen —eso pensé.

Me incorporo, mirando a los pequeños una última vez antes de que sigan a su nana hasta su habitación de juegos.

Sally estaba en los cursos para la universidad, trabajaba de medio tiempo con Ángelo, cuando mis sobrinos volvían del colegio. Jacob tenía practicas de futbol y recuerdo entonces que prometí llevarlo de pesca, así que anoto mentalmente el sacar un espacio para él durante la semana.

Extraño conducir mi propio auto, pero con todo lo que habíamos vivido en los últimos meses, prefería viajar con los guardias. Prevenirse nunca está de más.

Llego a la empresa poco tiempo después, saludo a varias personas en mi recorrido hacia mi oficina y cuando llego, Marlon ya está aguardando por mí.

Había modificado la oficina, dividiéndola y creando un pequeño espacio en donde mi secretaria se encontraba, junto con un corto espacio para que, si alguien deseaba esperar, lo hiciera afuera, justo a la vista de mi secretaria.

—Llegaste antes —señalo con una sonrisa educada. Marlon se incorpora, me sigue hasta la oficina y se sienta cómodamente en una de las sillas.

—Me gusta ser puntual —admite —¿Cómo va todo?

—Bien, ¿quieres beber algo? —señalo el minibar y sorpresivamente él niega.

—No demoraré demasiado —informa. Deja sobre el escritorio la carpeta que lleva en las manos y la señala —los nuevos diseños.

Miro las hojas, los bosquejos que fueron apenas entendibles, ahora estaban perfectamente detallados en las hojas.

—No me sorprendió que no te detuvieras —dice Marlon —con estas nuevas actualizaciones, estamos de nuevo en la delantera.

Con el asunto del robo y la venta del software, algunos clientes se retiraron de nuestro catálogo, no fueron los suficientes como para preocuparnos, pero una perdida significativa de clientes si debía ser tomada en cuenta.

Así que decidimos entonces que desarrollaríamos nuestras actualizaciones, y un par de softwares que no se compararan con nada del mercado.

Y parece que lo estábamos consiguiendo.

Contraté a todo un equipo de mercadólogos especializados que nos estaban ayudando a avanzar, y todo parecía estar viento en popa.

—Excelente —cierro la carpeta otra vez —gracias Marlon.

Él asiente con una sonrisa amable.

—¿Qué dices si vamos almorzar? —cuestiona —tengo la tarde libre.

—Por desgracia yo no —señalo las carpetas con informes —tengo mucho que revisar, pero agradezco la invitación, en serio.

—Bueno, en otra ocasión será —dice incorporándose —nos vemos, Antoni.

—Hasta luego —cuando ha salido, guardo las carpetas dentro del compartimiento con llave, y me enfoco en el resto del trabajo.

Recibo un mensaje de Sally un par de horas después, informando que ha llegado a casa de mi hermano, le respondo que pasaré por la tarde y vuelvo a guardar el celular.

Sally no ha vuelto a la casa, supongo que es algo entendible, después de todo. Pero la extrañaba más de lo que me gustaría admitir. Ángelo ha dicho que puedo quedarme en su casa, pero tampoco planeo mudarme a casa de mi hermano menor.

Necesito encontrar una solución, tal vez sea hora de encontrar un nuevo sitio para vivir.

Salgo de la empresa alrededor de las cuatro de la tarde, antes de ir a casa de mi hermano paso por la pastelería para comparar lo prometido a mis sobrinos, porque esos niños a pesar de su corta edad, no olvidan absolutamente nada.

No me equivoqué, apenas estoy cruzando por el umbral de la puerta cuando todos mis sobrinos corren hacia mí.

—¡Tío Antoni trajo pastel! —dice Lía que es la primera en llegar.

Más gritos se le unen y alzo el recipiente impidiendo que los niños puedan tomarlo.

—De acuerdo, de acuerdo, tranquilos —pido.

Me siento como en esas películas de mundo jurásico, rodeado de pequeños dinosaurios que pueden acabar conmigo si se lo proponen.

—Solo tú les traes pastel de chocolate conociéndolos —dice Sally apareciendo —niños, dejen a su tío o no habrá pastel de chocolate para nadie.

—¡Tía Sally! —se quejan a coro y mi chica sonríe, sin embargo, sus palabras funcionan porque se apartan —¿nos darás un poco, tío?

—Claro que si —aseguro —vayamos a la cocina.

Retengo la sonrisa cuando los niños me siguen de cerca, como si no quisieran darme la oportunidad de escapar sin darles su prometida rebanada de pastel.

—¿No crees que primero tienes que preguntarle a su padre si pueden comer chocolate? —Sally comienza a escorar algunos platos sobre la mesa y me entrega un cuchillo.

—¡Si podemos! —responde Carina —papá dice que podemos.

—Tu padre ni siquiera está aquí, Cari —señalo —pero te creeré, principessa.

Tan pronto como dejo la primera rebanada de pastel sobre el plato, Carina se apodera de el haciendo que sus hermanos reprochen. Los gritos emocionados por el pastel me hacen formar una mueca en los labios.

—Dolcezza, ¿los hijos son necesarios? —inquiero y ella suelta una corta carcajada.

Termino de repartir las rebanadas de pastel en el segundo en el que mi hermano entra, se para en el umbral y todos los niños lo miran, deteniéndose por algunos segundos cuando ven a su padre arquear la ceja, y cruzarse de brazos.

—¡El tío Antoni nos dio! —acusa Lía.

—¡Sí! —gritan todos incluyendo a Jacob.

—Oh, pequeños malagradecidos —reprendo haciendo que me miren —no les volveré a dar pastel de chocolate jamás.

—¡Hora de correr! —dice Jacob y todos los niños lo siguen desapareciendo de nuestra vida.

La atención de Ángelo recae en mí, una sonrisa divertida se extiende en sus labios.

—¿Quieres un poco? —inquiero con una sonrisa inocente.

Sally ríe mientras lleva un poco de pastel a la boca, mi hermano entrecierra los ojos, pero termina acercándose para tomar un poco del pastel.

—La próxima vez, procura pedir permiso —advierte.

—La próxima vez, hermanito...—lo señalo con el tenedor —no te vas a enterar.

Y con eso me marcho de la habitación quitándole la oportunidad de decir algo más.

Ángelo no mintió al decir que tiene experiencia con fiestas de cumpleaños, prácticamente él fue quien se encargó de todo, y yo solo aprobé.

Ahora me siento mal, se suponía que debo ser más participativo con la que será la fiesta sorpresa de mi novia.

—No te preocupes, Daphne la mantendrá lo suficientemente entretenida —dice Ángelo —tiene una capacidad impresionante para distraer personas.

Me rio un poco mientras terminamos de colocar la mesa en el centro del jardín. Hay una fresca brisa que nos envuelve y que dota al ambiente de un clima agradable.

Hay globos, una mesa repleta de golosinas para los niños, y otra con comida para nosotros. Un gran pastel se encuentra a un costado, con los colores que Sally prefiere y sus gustos.

—Espero no haber llegado tarde —ambos volteamos cuando la voz de Génesis se escucha.

Viene con una caja de regalo y una sonrisa radiante en el rostro.

—Justo a tiempo —respondo —él es Ángelo, mi hermano.

—Encantada —dice con un gesto amable —¿Sally está fuera?

—Siendo entretenida por mi esposa —dice Ángelo con diversión —deben de llegar pronto.

Génesis deja la caja de regalo a un costado y se acerca para ayudarnos a acomodar el resto de las sillas alrededor de la larga mesa.

Antonella llega con su novio, Leo y también llegan Franco y Jodi.

—Eh, ¿ya has hecho la propuesta? —inquiere Ángelo hacia nuestro amigo —¿Cuándo que no me he enterado?

—Fue de improviso —dice Jodi —porque Franco no es muy bueno preparando sorpresas.

—En mi defensa, esta señorita es demasiado curiosa y ha revisado cada parte de mi armario...

—¡Buscaba mi labial! —se defiende su ahora prometida —pero ahora ya lo sabes, creo que seremos oficialmente cuñados.

Mi hermano ríe, acercándose para felicitarlos. Cuando me acerco, Franco me mira con diversión.

—¿Qué hay de ti? —cuestiona.

—Me tomo mi tiempo para esas cosas —respondo.

—¿Sigues sin desear el matrimonio? —inquiere mi hermano.

—Oh, créeme, ahora lo deseo más que nunca —aseguro —pero creo que puedo aguantar un poco más.

—Esperamos ver esa propuesta pronto —dice Franco

Sonrío. Claro que he pensado en el matrimonio con Sally, lo he considerado más de una vez. Sin embargo, con todo lo que habíamos vivido en los últimos meses, creo que podría controlar mis deseos de darle un anillo y convertirme en su esposo.

Terminamos de arreglar el jardín, cerca de veinte minutos después, justo en el momento exacto en Daphne envía un mensaje informando sobre su regreso.

Exactamente diez minutos después, las risas y voces de los niños se escuchan en la entrada, nos preparamos, cada quien en los lugares que han sido asignados específicamente y cuando Sally ingresa, un grito a coro diciendo "Sorpresa", se deja escuchar.

Sally se sobresalta con las explosiones, sin embargo, unos segundos después una sonrisa entusiasta se extiende por su rostro. Recibe las felicitaciones hasta que es mi turno de acercarme, su sonrisa se vuelve más genuina, más real.

—Feliz cumpleaños, dolcezza —mis manos se posicionan en el hueso de su cadera.

—Parece que eres bueno para las sorpresas, señor robot —responde colocando las manos sobre mi pecho y colocándose en puntillas para alcanzar mis labios.

—Bueno, fue un trabajo en equipo, eso tengo que admitirlo —me encojo de hombros —lo mereces.

Su mirada se ilumina, han sido dos meses difíciles, más de lo que ambos pudimos imaginar, pero ahora estamos aquí, sintiéndonos del mismo modo.

Sus brazos se envuelven alrededor de mi torso y se apega a mí, su fragancia a dulce me envuelve, y dura con el abrazo por varios segundos antes de apartarse, y entrelazar nuestras manos para acercarnos hasta la mesa en donde los demás se encuentran.

Sally ha vuelto a ser ella, las terapias y los medicamentos la han ayudado. Fui paciente, no la dejé sola nunca aún cuando el impulso de hacerlo era mayor. Y volvió, lo que vivió, el asunto de Theo la perturbó por semanas, pero ahora, se había encontrado a si misma otra vez.

Y eso, para mí, eso era lo más importante.

Esa noche, Sally dice que quiere volver a casa conmigo. Parece demasiado convencida a pesar de mis cuestionamientos para saber si está segura. Así que lo hacemos.

Su cuerpo se tensa ligeramente cuando atravesamos la sala, pero es la única señal de malestar que percibo en ella.

—Ha sido un cumpleaños increíble —dice mientras se quita los aretes —gracias.

—Tú hiciste del mío algo inolvidable, era lo justo —respondo con una sonrisa —lo mereces.

Lanza una sonrisa agradecida. Se quita los tacones y toma asiento en el borde del colchón. Le lanzo una mira sobre el hombro para observarla antes de ir hacia el armario, en donde resguardo la caja que planeaba entregarle mañana por la mañana.

—Tengo algo para ti —admito.

Sally eleva la vista, una ligera sonrisa se extiende por sus labios cuando me mira acercarme a ella, y luego repara en la caja entre mis manos.

—No tenías que molestarte.

—No es una molestia en lo absoluto, deberías saberlo —me siento al borde del colchón, con mi cuerpo pegado al de ella —ten.

Toma con suavidad la caja, pasa las yemas de sus dedos por la superficie mientras su sonrisa se hace un poco más grande.

Tan pronto como abre la caja, un jadeo brota de ella.

—Antoni...—deja de mirar el interior para volver hacia mí. Sonrío, satisfecho con la reacción —Antoni esto es...

—Un obsequio para ti —finalizo la frase por ella.

Sally acaricia la joya que hay en el interior, Una cadena de oro rosa, con un precioso colgante en forma de libélula con diamantes incrustados.

Cuando toma el colgante y lo gira, la inscripción se deja ver.

"Vuela alto, dolcezza"

—Antoni...—su voz brota en un sonido emocionado.

—Dicen que las libélulas pueden volar en cualquier dirección sin importar que tengan un gran viento en su contra. Su vuelo simboliza poder de decisión y equilibrio, si las usas, significa que tienes el control.

Su mirada brilla con ese sentimiento que tanto había extrañado ver en ella.

—Eres increíblemente fuerte, dolcezza. Y deseo infinitamente que puedas volar a cualquier dirección, deseo que puedas tener el poder de dirigir tu vida al sitio que desees, sin importar nada. Confío, creo y estoy tan orgulloso de ti.

Deja la caja a un lado y se lanza a mis brazos, su cuerpo contra el mío me deja sentir una sensación de extrema felicidad. Me hace sentir como la persona más afortunada, a pesar de todo.

—Te amo tanto, y prometo que nunca voy a rendirme, ni contigo, ni con nada —dice con seguridad —me has hecho fuerte, me has amado sin importar mi pasado, me has amado de forma tan incondicional, me has dado todo de ti e incluso así, sigues dándome todo cuanto te es posible.

Sus hombros se elevan cuando toma una inhalación.

—Antoni Lombardi, deseo pasar cada segundo de mi vida junto a ti —susurra —deseo tener esa familia, ser esa madre para tus hijos, deseo pasar a tu lado cada día de mi vida, hasta el fin de mis días. No hay nada más, la única dirección a la que quiero volar, es la que me conduce a ti.

Y justo aquí, teniéndonos uno frente al otro, sé que he encontrado a la mujer de mi vida.

Acuno su rostro, mirándola con todo el sentimiento que me es posible, no es necesario hablar, solo la beso, siendo consciente de todo lo que ella significa para mí.

Ahora sé, sin lugar a dudas, que Sally Rizzo va a ser mi esposa, la madre de mis hijos y mi compañera para el resto de la eternidad. 

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