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31.- Consecuencias imprevistas

ANTONI

Ángelo y yo compartimos una mirada cuando el video termina de reproducirse. El detective nos mira con comprensión, como si entendiera que reaccionar es algo complicado luego de lo que acabamos de ver.

—Vallee asesinó a nuestro hermano —susurra Ángelo con una emoción que nunca antes he escuchado en él.

—Hemos emitido una orden de arresto, es lo único que necesitábamos porque teníamos pruebas de que el accidente de su hermano fue provocado. Con la confesión de Theo, tenemos pruebas suficientes para colocarlo como principal sospechoso.

Ángelo y yo nos miramos por un corto tiempo.

—Investigaremos para saber si alguien aparte de Theo Black lo estaba ayudando —añade —por ahora, ya no tienen que preocuparse por las personas que intentaban dañarlos.

—¿Qué hay de Dexter? —inquiero sintiendo la ira volver a mi cuerpo.

Dexter, ese hijo de perra al que consideré un amigo. Evidentemente no hubiese sospechado nunca de él, sabe como evadir las cámaras, sabe los códigos, sabe perfectamente cómo obtener información sin que nos demos cuenta.

—Será arrestado por robo de información confidencial, usted puede presentar una demanda aparte, ya que prácticamente fue una venta ilegal de datos protegidos.

Asiento. Claro que lo haría.

—¿Qué pasará con la señorita Rizzo?

—Todo está en las imágenes y videos de vigilancia, fue en defensa propia, tuvo suerte de que el señor Black no fuese armado.

—¿Así que no será arrestada? —inquiere Ángelo.

—No, debe dar su declaración, pero es todo —informa con un gesto amable —es todo, señores Lombardi. A menos que tengan alguna duda...

—No —respondo y me incorporo. Ángelo me imita —gracias, detective.

Nos despedimos y salimos de la oficina, la información que habíamos recibido ha sido...inesperada. Había la sospecha de que el accidente de Lucca pudo haber sido provocado, pero saber que fue así, tener la seguridad de que alguien lo asesinó... es más difícil de procesar.

—Lo asesinaron —dice Ángelo mientras caminamos por el pasillo —y quería asesinarnos a todos. ¿Debemos decirles a las niñas?

—Es demasiado pronto —respondo —no creo que el hecho de que sepan que sus padres fueron asesinados les ayude en algo. Ya parecen haber aceptado la muerte de sus padres, no necesitan saber que hay un desquiciado intentando deshacerse de nosotros también.

—Tienes razón —concuerda —pero creo que Antonella debe saberlo. Es mayor, y sabes que, a pesar de todo, aún siente que sus padres la abandonaron. Ha mejorado, pero se acerca el aniversario de la muerte de Lucca y Jenna, sabes bien que son fechas complicadas. Hace unos días dijo que seguía molesta porque no pudo despedirse, porque Jenna le mintió al decir que volverían.

La mayor de nuestras sobrinas había manejado mejor de lo que esperamos la muerte de su padre, sin embargo, Ángelo tenía razón. Anto en ocasiones parecía resentida con sus padres por haber muerto.

—Supongo que podemos intentar hablar con ella —respondo —debemos encontrar la manera de hacerlo.

Ángelo asiente.

Estamos atravesando el último pasillo cuando Franco y Sally salen de una de las habitaciones. Ella me mira, aún hay un poco de lucha interna en su mirada, pero sonríe al verme.

No dudo en acercarme, se refugia en mis brazos y esconde la cabeza contra mi pecho.

—¿Qué fue lo que dijeron?

—No hay cargos —dice Franco —fue defensa propia. No hay motivo para que se quede más tiempo. Pueden irse a casa.

—Gracias, Franco —dice Sally girando hacia nuestro amigo, él le responde con una sonrisa y cuando no tenemos más motivos para quedarnos, nos marchamos.

Coloco la mano en su espalda baja mientras la guío hasta la camioneta que nos espera. Los guardias habían traído ropa, y se había cambiado luego de dar la declaración hace un par de horas, sin embargo, aún hay un rastro de sangre en algunas partes de su piel.

Subimos, Ángelo se va en un auto aparte y nosotros subimos en silencio. Sally se mantiene en silencio, retorciendo los dedos contra su regazo.

—No quiero ir a casa —dice de pronto.

—¿Cómo?

—No quiero...no quiero ver ese sitio ahora...no...

—Bien, de acuerdo —murmuro con suavidad —¿Quieres ir a casa de Ángelo? ¿O quieres ir con Génesis? Puedo llevarte al sitio que desees, dolcezza.

Me mira, permanece simplemente observándome por un par de segundos y luego su entrecejo se arruga.

—Deberías estar en el hospital —dice.

Ha comenzado a amanecer, sonrío de lado mientras sacudo la cabeza.

—Estoy bien, el medico me ha dado el alta.

—Tu alta es hasta dentro de cinco días —objeta —deberías estar en el hospital.

—Dolcezza, estoy bien —aseguro.

Se acerca, su rostro parece tenso, demasiado. Coloca una mano contra mi pecho como si quisiera sentir el latido.

—Estoy...

—No estás bien...podrías estar teniendo un infarto silencioso, podrías...podrías estar sufriendo uno ahora mismo...—la miro con confusión —dios mío, ¡Date la vuelta! ¡Iremos al hospital!

El guardia me mira por el espejo retrovisor.

—Sally, no estoy teniendo un infarto —giro hacia ella, sosteniéndola por los hombros —no estoy...

—No lo sabes, debemos ir al hospital. No estás de alta...no...—su respiración comienza hacerse irregular —¿te duele? ¿te sientes bien?

Miro al guardia.

—Iremos al hospital —digo, pero no porque yo me sienta mal, sino por Sally parece estar a punto de tener un maldito colapso —dolcezza...estoy bien. Tranquilízate, sí.

—Lo maté —dice de pronto —Antoni...

El terror vuelve a sus ojos, el temblor a sus manos.

—Sally...escúchame —coloco las manos a los costados de su rostro —solo te defendiste, él iba a matarte, iba a matarnos, te defendiste. Lo hiciste para sobrevivir.

La camioneta ha cambiado la dirección, el guardia le informa a los guardias de Ángelo que vamos al hospital, y pronto el auto en donde viaja mi hermano nos alcanza.

—Podrías estar teniendo un infarto —dice nuevamente y mi estado de preocupación aumenta porque no parece escuchar nada de lo que digo —debo cuidarte, debemos volver al hospital. No puedes estar afuera.

—Bien —concedo —iremos al hospital y volveré con el médico. ¿De acuerdo? Me quedaré otra vez en el hospital.

Ella asiente, pero su mirada parece tan perdida que algo en mi pecho se estruja con fuerza. Envuelvo uno de mis brazos alrededor de su cintura para apegarla a mí, cuando miro al guardia por el espejo retrovisor, sé que ambos pensamos lo mismo.

Si pensé tan solo por un segundo que todo ha acabado, no pude estar más equivocado.

Sally no ha dejado de hablar sobre que posiblemente estoy teniendo un infarto. Su cambio de actitud tan repentino no me deja entender ni un carajo. Ni siquiera cuando el médico la atiende, ni cuando tengo que convencerla de aceptar la revisión, deja de decirlo.

Me muevo por el pasillo, esperando que el médico salga para que nos diga de una vez que es lo que está ocurriendo con Sally. Ángelo está a un lado, en una de las escasas sillas que hay en los pasillos, con la cabeza apoyada contra la pared y los ojos cerrados.

Tiene el semblante cansado, las últimas horas han sido de una completa locura, que no me extraña que parezca como que no ha dormido nada.

Cuando el médico sale, solo entonces se levanta.

—Es lo que me temía —dice con un suspiro —su novia presenta una seña clara de disociación.

—¿Eso que quiere decir?

—Suele ocurrir cuando las personas experimentan situaciones traumáticas que generan gran pesar o angustia, el cerebro busca un método de supervivencia, enfocándose en situaciones a veces irreales, o pasadas para no pensar en el evento que vivieron.

Un aire de pesar me envuelve.

—La buena noticia, es que la señorita está usando eventos reales —dice el médico —eso quiere decir que su mente aún está consciente, solamente está buscando enfocarse en situaciones que la alejen del trauma vivido. Tengo entendido que rindió declaración, eso es bueno, porque no presenta lagunas mentales.

—¿Qué se puede hacer?

—Primero tenemos que estabilizarla, y hacerle saber que está protegida, hacerla sentir segura. Luego nos enfocaremos en sus recuerdos, en un reprocesamiento y evitar en la medida de lo posible, los ataques de pánico. La trajo a tiempo, y su condición es muy reciente, así que se recuperará.

—¿Pero mientras tanto...?

—Sean pacientes —dice con una pequeña sonrisa —la disociación no es un tema sencillo, mucho menos para el paciente. Es posible que a veces se muestre normal, o tal vez hable sobre cosas pasadas, no la contradigan. No intenten convencerla de lo contrario, esa es nuestra labor, y lo haremos de la mejor manera posible, señor Lombardi.

—¿Puede ocasionar algo a largo plazo? —inquiere mi hermano —¿Alguna consecuencia futura?

—Depresión —responde el médico con seguridad —pero estaremos trabajando para que eso no ocurra.

Nos permiten pasar, Sally está hablando con una enfermera cuando ingreso. Tiene una expresión calmada, y me cuesta entender como de forma tan rápida, parece de pronto otra chica.

—Dolcezza —susurro acercándome.

—Deberías estar en cama —dice intentando incorporarse, pero la detengo, me acerco la cama y me coloco en el borde.

—He pasado mucho tiempo en cama en los últimos días —respondo —estaré bien si salgo por unos momentos para verte.

—No necesito estar aquí —responde con brusquedad.

—Sally...

—No necesito estar aquí. Debo estar en casa, no tengo porque estar en un hospital. Él no me hizo nada.

Ya no hay miedo en su mirada. Tampoco ira, no hay nada. Solo una mirada vacía que se siente tan extraña viniendo de ella.

Los ojos de Sally siempre han sido como un mar, tan trasparentes, revelando todo cuanto siente y ahora lucen vacíos.

—Tal vez no físicamente, dolcezza —susurro —pero...

—No —responde con la misma brusquedad —Theo no me hizo nada. Yo lo hice, yo lo maté y eso no me hace tener que estar aquí.

Tomo una corta inhalación.

—Tú convenciste al médico —dice con frialdad —¿no es cierto? Tú lo convenciste para que me deje aquí.

—Sally...

—No lo necesito, así que dile que me deje ir —exige —no necesito tu ayuda, Antoni. Ya ni siquiera tienes que protegerme, Theo está muerto. Tú eres el que debería estar aquí, eres tú quien sufre los infartos, no yo.

—Dolcezza...

—Así que dile que no lo necesito —su mirada vacía hace un cambio impresionantemente rápido hacia una preocupación genuina —dile mejor que te revise, ¿qué tal si se presentó otra afección?

Un nudo se instala en mi garganta. ¿Qué fue lo que le ocasionaste, hijo de perra? Me siento furioso con Theo, deseo haber tenido la oportunidad de asesinarlo yo para que Sally no tenga que hacerle frente a esto, porque aun cuando está muerto, sigue presente.

Asiento, me inclino hacia ella, plantando mis labios contra su sien.

—Estaremos bien, dolcezza —aseguro —no te preocupes por mí, estaremos bien. Te amo, tesoro.

—Yo también te amo —responde, pero por alguna razón, sus palabras no se sienten como suyas.

No se siente como mi dolcezza.

Dieron de alta a Sally dos días después, dos días en los que los médicos tuvieron que convencerla de que necesitaba tratamiento.

No fue sencillo, Sally parecía no sentir nada respecto a lo ocurrido. No quiso volver al departamento, ni a la casa de Ángelo. Así que tuvimos que recurrir a Génesis. Fue el único sitio en el que parecía sentirse cómoda.

La amiga de mi chica fue amable, incluso dijo que podía quedarme si lo deseaba. Y no rechacé el ofrecimiento.

—Tienes que comer —insisto cuando Sally se niega a tomar el desayuno —y tomar el medicamento.

—Ya dije que no necesito ningún medicamento —objeta con impaciencia.

—Claro que lo necesitas, Sally, no hagas esto.

Gira, me lanza una mirada molesta mientras toma con brusquedad el frasco de pastillas y casi me arrebata el vaso de agua. Toma la pastilla con rapidez, y luego casi lanza el frasco de regreso a mis manos.

Tomo una inhalación, apartándome un poco de la cama.

—Te dejaré el desayuno en la mesita de noche —informo —¿estarás bien?

Emite un sonido de afirmación.

—Sally...

—Dios, sí —gira y me lanza una mirada de fastidio —ve a trabajar.

Vuelvo a suspirar. Le lanzo una mirada antes de decidir marcharme. Génesis está en la pequeña cocina, mira sobre su hombro cuando escucha mis pasos, y la manera en la que frunce los labios, me deja saber que probablemente deduce que ha pasado.

—¿Sigue sin querer comer? —se limpia las manos con uno de los paños y gira por completo hacia mí —no te apures, me haré cargo.

—Gracias —tomo las llaves del auto y la computadora —intentaré no demorarme demasiado.

Ella asiente, cuanto estoy por salir, la voz de Sally me detiene. Génesis parece sorprendida de ver a su amiga salir de la habitación.

—Lo siento —dice y mi cuerpo se relaja tan solo un poco.

—No tienes que disculparte —aseguro acercándome —solo procura comer, ¿bien?

Asiente, una sonrisa suave aparece en sus labios, y por unos instantes, me parece ver la mirada que tanto he extrañado en ella. Pero se desvanece tan rápido como llegó.

—Bien —repite —te amo. Cuídate, ¿quieres?

—Lo haré —se acerca y se coloca en puntillas para atrapar mis labios. La sensación cálida me envuelve cuando reconozco la suavidad de los mismos, el sentimiento explotando en mi pecho con fuerza.

No quiero dejarla, no quiero apartarme de ella, pero termino haciéndolo, obligándome a mi mismo a confiar que estará bien.

He estado atendiendo los asuntos de la empresa tan bien como puedo, presenté una demanda contra Dexter, el equipo de abogados estaba trabajando contra todos los asuntos pendientes que teníamos, estábamos por buen camino y quería pensar que pronto todo acabaría.

Intento no pensar demasiado en Sally y distraer a mi mente de la preocupación que siento por ella. Estar en la empresa me lleva más tiempo del que planee, es de noche cuando vuelvo, más tarde de lo que me hubiese gustado.

Génesis me abre la puerta, me mira adormilada mientras me permite el acceso.

—Lamento despertarte —me disculpo.

—No te preocupes, pero te daré una llave —dice con diversión —Sally ya está durmiendo.

—¿Comió?

—Apenas. Pero más que ayer.

—Supongo que es un avance —suspiro —gracias, Gen.

Ella se marcha a su habitación, camino hasta la de Sally y cuando estoy dentro, me deshago del saco. Intento cambiarme con lentitud para no hacer demasiado ruido y no despertarla.

Me coloco una camiseta desgastada y unos calzoncillos porque hace demasiado calor, y comienzo a extrañar el clima de mi habitación.

Me escabullo al lado de Sally con cuidado, y la miro dormir con calma. Sonrío un poco, echaba de menos a la Sally a la que me he acostumbrado, pero eso no quiere decir que la haya dejado de amar.

La amo tanto que me duele verla sufrir, ver como parece perderse a ella misma. la amo tanto que quiero asegurarme que nunca vuelva a sufrir. Que nunca tenga que experimentar el dolor otra vez.

Así que, mirándola en este momento, juro que dedicaré mi vida a entera a cuidar de ella. Sally Rizzo es la mujer que amo, es la mujer que amaré. Y estaré a su lado siempre, sin importar que tan complicado pueda llegar a ser. 

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