29.- Un riesgo que no ves venir.
Antoni
No he logrado que me den de alta tan rápido como me hubiese gustado, y los dolores en el pecho que se presentaron días después de haber despertado, no ayudaron en lo absoluto.
He pasado los últimos cuatro días en cama, con Ángelo apenas permitiéndome hacer cosas, cuidándome tanto que comienzo a entrar en desesperación. Sin embargo, discutir con él no sirve en lo absoluto. Y vaya que lo he intentado.
Sally se queda por las noches, luego de cuidar a mis sobrinos viene al hospital, aunque le he dicho que no es necesario, sin embargo, tengo que admitir que tenerla cerca me hace no perder tanto la cabeza.
Él medico dijo que la sensación de cansancio y fatiga, así como la del entumecimiento del cuerpo podrían durar unos días más, pero que es algo completamente normal. Lo único que le preocupaba era el dolor en el pecho, según él, eso podría desencadenar un infarto fulminante en el futuro, y querían asegurarse de darme el tratamiento adecuado.
El asunto del robo aún no estaba del todo resuelto, pero parecía que cada vez estábamos más cerca de hallar a alguien. Con la nueva información que recibimos, de que el robo se estaba haciendo desde meses antes, podíamos sacar las imágenes de las cámaras de vigilancia, aunque llevaría días revisar todas las cintas hasta encontrar al culpable.
Nuestro lanzamiento se arruinó por completo, sin embargo, ese fue el menor de los daños. Intec tuvo sus ventas planeadas, y gracias al cielo no se opusieron a una futura relación comercial.
—Creí haberles dicho a las enfermeras que no te permitirán tener nada del trabajo aquí —dice Ángelo ingresando a la habitación. Aparto la mirada de la computadora, en donde los resúmenes financieros de mi empresa se muestran.
—No estoy trabajando —objeto —estoy asegurándome de que no me he ido a la quiebra.
Mi hermano sonríe. Toma asiento a un costado y saca de la bolsa de papel una baguete y un par de galletas de chocolate, ganando una mirada fastidiada de mi parte.
—Lo haces a propósito, ¿o no? —inquiero cerrando la computadora.
—¿Qué cosa?
—Comer frente a mí comida que evidentemente no puedo ingerir —reclamo —llevo tres días comiendo pollo sin sabor y verduras que me hacen sentir como bebé.
Ángelo sonríe, sin embargo, guarda su comida de nuevo en el interior de la bolsa.
—De acuerdo, lo guardaré para después —se recuesta en el sillón, cruzando las piernas y soltando un corto suspiro —Beatrice está afuera.
Resoplo. La relación con mi madre no ha mejorado, desde la discusión en el casino, y debido a todas las anteriores también, mi contacto con ella ha sido casi nulo.
—Sé que la mayoría de las veces es una mala madre, pero...eso no evita que aún se preocupe por nosotros —dice con seriedad
—Si quieres cuidar de mi salud, no la hagas entrar...
—Demasiado tarde —los tacones resuenan contra el piso de la habitación. Ángelo se incorpora, mirando a nuestra madre con impaciencia.
—Creí haberte dicho que esperaras en la sala —masculla mi hermano.
—Si, bueno, no tengo ánimos de esperar a que mi hijo decida si quiere verme o no —sentencia —Ángelo, ¿podrías dejarnos solos?
—No creo que...
—Ángelo —mi madre lo mira y debe de haber sido una mirada milagrosa porque parece convencerlo.
Me mantengo en silencio mientras mi hermano recupera la bolsa con comida y me lanza una mirada por sobre su hombro antes de salir de la habitación.
Me acomodo contra las almohadas, mirando a mi madre dejar su bolso en el sillón que antes ocupaba mi hermano y luego acercándose a la cama.
—No puedes estar enojado conmigo para siempre —dice suavemente, lo que hace que una sonrisa irónica se cruce por mis labios.
—¿Quieres apostar?
—Antoni, por favor —dice cerrando los ojos brevemente —no vine aquí para que me recuerdes cuanto pareces detestarme ahora, vine porque he estado preocupada, lo he estado desde que tu hermano me llamó.
—Estoy bien.
—Tu padre falleció de un infarto —dice y su voz tiembla —¿Piensas que voy a creerme ese "estoy bien"?
Por unos cortos instantes un destello de fragilidad cruza por su mirada, pero se recompone con rapidez.
—Le pedí los informes a tu médico, has sufrido infartos silenciosos durante estos años, ¿Tienes idea de lo grave que es? ¿De lo riesgoso que puede resultar?
Me obligo a mi mismo a no responder de la manera en la que lo deseo, Beatrice podrá ser muchas cosas, pero su preocupación nunca se ha podido poner en duda.
Puede que esté siendo demasiado duro con ella, pero no puedo simplemente recibirla como un hijo agradecido después de todo.
—No soy un niño, sé cuidarme solo. Y tengo a personas que cuidan de mi también —respondo con seguridad —no tienes que estarle pidiendo mis informes médicos al doctor.
—¿Quieres que me disculpe para que abandones esa actitud tan fría para conmigo? —inquiere —¿Eso es lo que quieres?
—No quiero tus disculpas porque sé que nunca te arrepientes de nada, y no serían reales —objeto —lo que quiero es que dejes de fingir que eres una madre ejemplar, no lo eres, nunca lo has sido. Y detesto tanto esta actitud tuya de creer que puedes venir y actuar como si no hubieses estado intentando joder mi relación antes.
—Solo hago lo que creo que es mejor para mis hijos, es todo —dice con suavidad —es todo lo que quiero, todo lo que he deseado.
—Pues has fallado en gran manera, Beatrice. Porque nada de lo que haces nos ayuda. ¿A caso ayudo a Ángelo? ¿Ayudó a Luca? —un destello de dolor explota en su mirada —¿crees que me ha ayudado? No, Beatrice, no nos ha ayudado en ningún sentido.
Mi madre toma una inhalación, camina hasta conseguir colocarse en el borde del colchón, extiende una de sus manos para tomar la mía, y no hago nada para impedir el contacto.
—Bien, si lo que deseas es que no vuelva a intervenir en tu vida, no lo haré —promete —confío en que eres un hombre inteligente.
La sombra de una sonrisa se instala en mis labios.
—Lo siento, mamá, pero ya no puedo creerte —respondo—. No después de todo lo que has hecho, y dicho.
Baja la vista al mismo tiempo que una sonrisa triste se instala en sus labios.
—Supongo que me lo he ganado a pulso —dice dejando un apretón en una de mis manos.
No respondo, se incorpora soltando un suspiro y la sigo con la mirada mientras toma su bolso y luego hasta que camina a la puerta. Gira levemente, lanzando una pequeña sonrisa.
—Te quiero, Antoni —dice y algo en mi pecho se revuelve con furia —lo siento si no se los he demostrado de la forma correcta.
Y tras decir eso, se marcha de la habitación.
La visita de mi madre, como de costumbre, consigue dejarme de un humor no muy agradable. Beatrice tenía aún ese poder de dejar un sabor agridulce en mi boca cada que se presentaba, una parte de mí seguía queriéndola, es mi madre después de todo, pero hay otra que poco a poco comienza a desear mantenerse alejado.
—¿Todo en orden? —inquiere Sally mientras me mira por encima del libro que sostiene en las manos.
Ha comenzado a tomar algunos cursos para la universidad, apenas me he enterado, pero el sentimiento de orgullo que siento por ella es más grande sin importar el tiempo que llevo de saberlo.
—Sí —respondo con una leve sonrisa —¿Qué tal tu lectura?
—Tan agradable como puede ser —confiesa arrugando la nariz. Cierra el libro de pasta dura y lo deja a un costado —tengo que volver a tu departamento esta noche.
—Nuestro departamento —corrijo.
Ella me lanza una pequeña sonrisa al mismo tiempo que sacude la cabeza.
—Sigue siendo tuyo.
—Pero vivimos ahí —objeto —así que es nuestro.
Ella hace el ademán de debatir, pero cuando nota la mirada que le lanzo, se detiene.
—De acuerdo, esta noche tengo que volver al departamento. Dejé unos documentos que necesito para inscribirme al curso.
—Bien, los guardias te llevarán ¿cierto? Con todo el asunto inconcluso, no me agrada que estés sola, ni siquiera en mi departamento.
Sally resopla, claramente en desacuerdo con tener a dos guardias que la siguen a todos lados.
—Tu departamento es el sitio más seguro para mí —admite —pero para tu tranquilidad, sí. Ángelo no deja que los dos guardias, demasiado intimidantes, por cierto, se aparten de mi lado.
Sonrío, sintiéndome satisfecho al saber que mi hermano está cuidando bien de Sally mientras yo tengo que soportar este infierno al que llaman hospital.
—Bien —asiento.
—¿Recuerdas el nombre para el comando de voz?
—Cisco —dice asintiendo —es curioso.
—Bueno, suena a nombre robótico ¿no lo crees?
Ella ríe levemente, tiene su cabello recogido en una coleta alta y sus risos se mueven cuando sacude la cabeza por la risa.
—Es robótico, pero curioso que le coloques nombres a los sistemas de seguridad.
—Son lo más cercano que tengo a hijos —me encojo de hombros. Esta vez su risa es un poco más fuerte —. ¿Qué te parece tan gracioso?
—Creí que tus criaturas del mal son lo más cercano a hijos —dice divertida.
—Ah, cierto —chasqueo la lengua —bueno, los sistemas de sistemas de seguridad funcionan como hijos bilógicos, ellos serían algo así como adoptados.
Una nueva y más fuerte carcajada brota de Sally, sus mejillas adquieren un tono sonrosado mientras las esquinas de sus ojos se estrechan.
—Dios, eres increíble —susurra cuando su risa se calma —espero que nuestros hijos hereden tus ocurrencias.
Lo dice de una manera tan suave, sincera y natural, que por un segundo solo mantengo la mirada en ella.
—¿Quieres que nuestros hijos se parezcan a mí? —Sally se encoje de hombros.
—Serán apuestos —admite con una leve sonrisa —y si tienen tus ocurrencias, nos harán reír mucho. Aunque espero que no sean mini robots.
Esta vez es mi turno de reír con fuerza ante lo que dice.
—Serían unos mini robots adorables —señalo.
—Ya lo creo —concuerda.
—Yo preferiría que se parezcan a ti —elevo los hombros —pero claramente si mis genes son más fuertes y les ganan a los tuyos, no tendré ni una sola objeción.
—Oh, vaya que humildad, señor Lombardi —dice entre risas —no lo sé, supongo que podremos comprobarlo en un par de años.
—En un par de años estarás por la mitad de la carrera.
Sally se incorpora, camina hasta acomodarse en el borde del colchón y extiende la mano para tomar la mía.
—Son tres años —dice —¿podrías esperar tres años?
Una sonrisa curva mis labios, extiendo la mano hasta acariciar su rostro, mi pulgar traza una caricia suave por su mejilla y ella ladea la cabeza ante el toque.
—Yo esperaré el tiempo que necesites, dolcezza —prometo —nunca voy a presionarte, lamento si lo pareció así en un pasado, pero nunca hacerlo. Te amo, y voy a esperar por ti todo lo que tu me pidas.
Sally se inclina hasta mí, sus manos se colocan contra mi pecho mientras sus labios atrapan los míos, y me siento en la gloria.
Como cada vez que Sally Rizzo está junto a mí.
SALLY
—Su jefe se ha vuelto loco —mascullo intentando bajar del auto, pero el guardia me detiene —no voy a cargar eso conmigo.
—Usted dijo que sabía disparar —dice enseñándome el arma —tiene los permisos, el señor Lombardi...
—El señor Lombardi creo que se ha visto afectado por su estancia en el hospital —respondo con brusquedad —no necesito un arma. Y se lo haré saber tan pronto como volvamos.
—Señorita Rizzo por favor, llévela consigo. —casi suplica el guardia —luego puede devolvérsela personalmente. No quiero que el señor Lombardi me patee el trasero por no seguir sus órdenes.
Resoplo. Un leve escalofrío me recorre la espalda cuando las yemas de mis dedos tocan la superficie del arma.
—Tiene el seguro, creemos que sabe cómo quitárselo.
Maldita sea la hora en la que le dije a Antoni que había tomado unas clases de tiro cuando llegué a Italia. Estaba demasiado asustada entonces y parecía que aprender a defenderme por mi cuenta era la única opción, así que tomé unas cortas clases de tiro que gracias a mi memoria aún recordaba.
Nunca tuve un arma, nunca me atreví a comprar una. No quería terminar convirtiéndome en aquello a lo que le temo tanto.
Me coloco el arma en la espalda, sujeta con el pantalón donde esperaba que pasara desapercibida. No cargué bolso, así que solo bajo con el celular en mano, siendo seguida por el par de guardias.
Accedo sola al piso, ese parece ser el único sitio en el que me permiten estar sin su protección y me siento tan solo un poco más aliviada.
Intento no demorarme porque debo volver al hospital, así que voy hacia la habitación para buscar los documentos en el armario. No tengo que buscar demasiado, la carpeta con los documentos necesarios está a la vista, así que rebusco hasta que encuentro los que necesito, y me aseguro de revisar la lista de documentos para estar segura de que no requiero nada más.
Los coloco dentro de una de las tantas carpetas que Antoni tiene disponibles y decido tomar un cambio de ropa.
Mi celular vibra, lo saco del bolsillo leyendo el mensaje de Ángelo.
"Daphne me necesita en casa, he salido hace diez minutos, ¿demorarás demasiado en venir al hospital?"
Frunzo las cejas, Daphne estaba en casa de su madre.
"Daphne está en casa de la señora Lennox. ¿Volvió pronto a casa? Y no, tengo todo listo, voy de regreso"
Coloco las cosas necesarias en el bolso, justo cuando voy a salir de la habitación, recibo otro mensaje.
"Dijo que requiere mi presencia, Antoni se quedó con dos de los guardias. Avísame cuando llegues al hospital, ¿de acuerdo?
"De acuerdo"
Cuando estoy por salir de la habitación, el sonido del elevador capta mi atención.
—Dije que estaría bien —hablo mientras salgo, creyendo que son los guardias quienes han entrado —Deben esperarme...
—Hola, Sally —me congelo a mitad de la sala cuando mis ojos reconocen a la persona que acaba de ingresar —tanto tiempo.
Una ola de pánico me envuelve, una nube de terror me rodea cuando Theo Black sonríe con una sonrisa completamente llena de malicia.
—Los guardias...
—Dormidos por mis propios guardias —dice encogiéndose de hombros —creo que tu novio necesita colocarte protección más preparada.
—¿Qué...qué es lo que quieres? —retrocedo cuando él da un paso hacia mí.
—¿Tú que crees que quiero, Sally? —habla con tranquilidad, da una rápida mirada por el lugar antes de volver a posar sus ojos en mí.
Y en ese instante lo sé, Theo Black ha venido a matarme. Y sé bien que esta vez, no se irá hasta asegurarse de que lo ha conseguido.
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Lamento la demora :( espero que disfruten el capítulo O.O
No se olviden de votar y comentar, significa mucho para mí.
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