27.- Desastres propios, deudas ajenas.
Antoni
Los destrozos en la empresa ascienden a varios miles de dólares, varios equipos desaparecieron junto con cosas de gran valor que había en el interior. No consiguieron entrar a mi oficina debido al sistema de seguridad que desarrollé especialmente para ese sitio, uno muy similar al que tengo en casa.
Tuvimos que suspender las labores del día siguiente, el evento se llevaría a cabo en una semana y no podíamos darnos el lujo de que, a menos de siete días, alguien sospechara que hay posibilidad de que hubiesen robado información.
—¿Y bien? —inquiero hacia Simón.
—Ningún servidor parece haber sido hackeado —dice mirando la pantalla —y no hubo ninguna alerta de seguridad para las cajas de seguridad, así que no parece que se hallan llevado algo de información, jefe.
Marlon suspira aliviado, yo también.
—De acuerdo, excelente —asiento —necesito saber si podemos recuperar los videos de vigilancia, las cámaras están inservibles pero las memorias pueden funcionar.
—El equipo de sistemas está trabajando en eso —informa Marlon —la policía también.
Vuelvo a asentir. Reviso el celular cuando tengo una llamada de Ángelo, la rechazo y solo abro la aplicación de mensajes para enviarle un texto diciendo que estoy ocupado, y que le devuelvo la llamada luego.
—Intec está preocupado —dice Marlon con una mirada seria —he recibido una llamada del director general, quiere asegurarse de que no robaron información del Software.
—Lo llamaré para decirle que no tiene nada de que preocuparse —afirmo —no nos conviene que quiera cancelar contratos, no por esto.
Marlos asiente, Simón sigue concentrado en la computadora y cuando una alerta se despega, todos centramos la atención en la computadora.
—Mierda —Simón maldice, teclea un par de cosas más y luego una pestaña se abre con infinidad de letras —jefe...
—¿Qué pasa?
—Hubo un movimiento desde la computadora central de su estudio —dice con una mirada alarmada —alguien ingresó e hizo un traspaso de información, los sistemas muestran que es alguien que conocía la clave, por eso el sistema de seguridad no detectó movimientos inusuales.
—Es imposible que alguien haya entrado a mi oficina —afirmo —tiene código de seguridad que absolutamente nadie más tiene. Ni siquiera los propios guardias lo saben, así que no es posible.
—Los resultados no mienten, jefe —señala la computadora.
—¿Qué se llevaron?
—Es imposible saberlo —una maldición brota de mis labios —lo único que se muestra son los inicios de sesiones, fueron diez minutos...
—Diez minutos es tiempo suficiente para llevarse un mundo de información —gruño —no podemos estar en blanco, no podemos...
Mi celular suena, el nombre del detective que sigue el caso de Ángelo se lee en la pantalla y esta vez, aunque lo deseo, no puedo rechazar la llamada.
—Necesito saber que es lo que se llevaron, revisa mi computadora, haz lo que sea necesario, pero necesito respuestas, Simón —ordeno antes de darme la vuelta y tomar la llamada.
—Señor Lombardi —la voz del detective me saluda del otro lado de la línea —lamento molestarlo, pero creo que hay información que debe de saber.
Cierro los ojos, pellizcando el puente de mi nariz en un intento de contener la frustración que me envuelve.
—¿Qué pasa?
—Hemos detectado movimientos inusuales alrededor del casino, hay un par de hombres que han estado acudiendo regularmente a los casinos, pero no juegan, no hay ningún movimiento de ellos en algún juego o apuesta.
—Espías —joder, lo único que nos faltaba.
—Me temo que sí, con esto se confirma que efectivamente los casinos son el motivo del atentado contra su hermano. Realizaremos una investigación con los nombres de los principales sospechosos que su hermano nos dio, pero debo preguntar...¿usted tiene algún nombre en mente?
Claro que lo tengo. Cierro los ojos por unos segundos mientras intento considerar las consecuencias de preguntar el nombre.
—No es un enemigo de los casinos, pero tiene motivos para ser mi enemigo —expreso —Theo Black.
—De acuerdo, le agradezco la información, señor Lombardi —agradece —le llamaré tan pronto tenga algo.
—Bien, gracias.
Cuelgo la llamada y vuelvo hacia el sitio en donde Marlon y Simón siguen intentando obtener alguna respuesta, sin embargo, por la mirada que me dedican, sé que no hay nada.
El nombre de Theo no ha abandonado mi mente, el cabrón tiene todos los motivos para hacer un destrozo así pero realmente no creía que fuese demasiado idiota como para arriesgarse, mucho menos como para robar información.
—Con el estimado de tiempo de diez minutos, es posible que se hallan llevado la mitad de los informes —empieza a decir Simón —y los diseños para las próximas actualizaciones.
—¿Qué hay de la información del Software? —no necesita responder para que conozca la respuesta.
La ira estalla en mi pecho mientras tomo uno de las pocas decoraciones que permanecen intactas y la lanzo contra la pared. El cristal estalla y se esparce por el suelo, Simón se sobresalta y Marlon me observa con preocupación.
—Estamos jodidos —dice y entorno la mirada a él.
—Lo estamos.
(...)
Sally me observa con preocupación.
—¿Crees que sea él quien está detrás de todo esto?
—No lo creo, estoy seguro —respondo sirviéndome un poco de vodka en la copa —dijo que seríamos enemigos si continuaba a tu lado, es evidente que quiere demostrar que puede joderme.
—Pero el software, es tuyo...—dice con intriga en la voz —es imposible que lo robe.
—No es imposible, Sally —giro hacia ella —si consiguió llevarse alguna información, puede venderla a cualquier compañía, lo tengo patentado, pero con la estructura es fácilmente imitable. Me llevó los últimos cinco años de mi vida desarrollarlo como para permitir que Theo Black lo venda a alguna otra empresa que puede imitarlo en cuestión de meses.
Le doy un trago al líquido y el alcohol quema en mi garganta, sin embargo, me acabo el contenido del vaso en segundos.
—Antoni —reprende Sally acercándose para arrebatarme la botella.
—¿Qué? —espeto con molestia —creo que tengo todo el derecho del mundo a tomar algo que me haga no perder la puta cabeza con este desastre.
Recupero la botella de sus manos, ella sacude la cabeza con una negativa, pero no vuelve a intentar quitármela.
Me sirvo un segundo vaso, bajo la mirada de reproche que la chica frente a mí me lanza.
—No me mires de esa forma —gruño.
—Creo que lo que tienes que hacer ahora es tener la cabeza fría —sentencia —emborrachándote en realidad no vas a conseguir nada.
—¿Y qué puedo hacer? —objeto —hemos reportado las cosas robadas, pero las personas que hicieron el robo son inteligentes, destruyeron las memorias de las cámaras, mientras la policía investiga, tienen la oportunidad de hacer cualquier cosa con la información.
Cierro los ojos por un par de segundos, tratando de mantenerme calmado. Sé bien que perdiendo la paciencia solo va a acarrearme problemas, pero justo ahora soy incapaz de pensar de manera lógica.
Nos habíamos comunicado con todas las posibles personas afectadas, la empresa que había adquirido nuestro software para sus equipos estaba inquieta, más de lo que me gustaría. No nos convenía que comenzara a dudar sobre la compra, estábamos a menos de una semana de anunciar el lanzamiento, si decidía echarse para atrás, sería un maldito desastre.
Un toque cálido en mi brazo me hace abrir los ojos otra vez. Sally me observa con comprensión mientras desliza su palma por la piel descubierta de mis brazos.
—Lo siento tanto —dice con una mirada de culpa.
—No es culpa tuya, dolcezza —aseguro con una pequeña sonrisa —él me dio la oportunidad de elegir, ¿recuerdas? Y te elegí a ti, no me arrepiento.
—Realmente no quiero que salgas dañado, aunque ya lo saliste...si fue Theo quien hizo el robo....
—Que claramente lo hizo él...—interrumpo.
Ella suspira, cierra los ojos por una fracción de tiempo y sacude la cabeza en una negativa.
—Lo siento, Antoni.
—Ya lo dije, no es culpa tuya.
—Lo es —objeta —porque está haciendo esto por mí, yo lo ocasioné. Te dije que esto es lo que no quería que ocurriera, no quería que él...que él usara a las personas que me importan para vengarse, y es justo lo que está haciendo.
—Aún si hubiese robado mi software, le llevaría meses imitarlo, y otros meses más para instalarlos en equipos de cómputo. Para cuando esos equipos salieran, los de nosotros ya estarían arrasando con el mercado.
Eso no parece tranquilizarla, y detesto tanto que ella asuma la culpa de algo que no tiene. Me acerco, elevo las manos hasta conseguir acunar su rostro y hacerla mirarme.
—Quiero que quede algo en claro, dolcezza, nada de lo que pueda ocurrir será culpa tuya —hablo con firmeza, con una necesidad de que ella crea mis palabras —no voy a culparte, ¿entiendes? No lo haré.
—A veces siento que no merezco todo lo que haces por mí —admite en un susurro —no merezco tu protección, tu apoyo...tu amor.
La fragilidad envuelve su mirada, un destello de esa emoción que siempre está ahí cuando recuerda su pasado. Detesto tanto la manera en la que su mirada pierde ese brillo tan característico, como parece dejar de ser ella...
—Sé que por años te hicieron creer que no merecías un amor puro, sé que Theo destruyó todo tu mundo y te lastimó de maneras que no puedo imaginar, pero eso se ha acabado, dolcezza, estás conmigo y me aseguraré de que nunca nadie pueda volver a lastimarte. ¿Cuántas veces tengo que repetirlo para que consigas creerme? ¿Qué más tengo que hacer para que te convenzas de que yo siempre voy a protegerte?
Su mirada se suaviza, da un paso más para acercarse a mí y coloca las manos justo sobre las mías.
—Te creo, nunca lo he dudado. No me has dado ni un solo motivo.
—¿Entonces? ¿Qué es lo que te preocupa?
—Que yo no sea capaz de protegerte —admite y su mirada se cristaliza —que no pueda defenderte, así como tú lo haces conmigo, que, por mi causa, alguien pueda destruirte.
—Dolcezza...
—Me asusta el intentar protegerte, y fallar —una lagrima desciende por su mejilla —porque no podría perdonármelo, no podría aceptar que tú pagaras una deuda que no te corresponde.
Sonrío, el pecho se me estruja con emoción mientras mis manos se deslizan hasta su cintura, y la apego a mí. Mis brazos la aprisionan contra mi cuerpo, pero ella no hace el ademán de apartarse.
—Nada de lo que pueda ocurrirme será por culpa tuya, incluso si Theo lo intentara, nunca... ¿me escuchas? Nunca va a ser culpa tuya. No quiero que te culpes, no quiero que te hagas responsable. Soy yo quien tiene el deber de cuidarte, te lo prometí y no voy a fallar, tesoro, no planeo fallar cuando se trata de ti.
Un par de lágrimas más descienden por sus mejillas.
—Eres mi vida entera, eres con quien quiero pasar el resto de mis días, eres todo aquello que siempre deseé, eres mi sueño hecho realidad. Y como todo eso, cuidaré de ti y entregaré mi vida a cambio si es necesario con tal de garantizar tu bienestar.
—Antoni...
—Porque juro, dolcezza, que, si alguien se atreviera a dañarte un solo cabello, si alguien te apartara de mí, juro que no descansaré hasta que pidan piedad —mi voz brota firme, tan segura como es posible, sin dejar rastro a dudas —el día que me faltes, dolcezza, ese día todos conocerán la peor versión de mí.
Hay una confianza en su mirada, una confianza que me deja saber que cree en mis palabras.
—Eso es lo que hace alguien cuando ama —susurro —y yo te amo muchísimo, dolcezza, tanto como no he amado, como no sé si pueda volver a amar. No tienes que intentar protegerme, con el hecho de que me ames de la misma forma, es suficiente para mí.
Sus labios se curvan en una sonrisa, su mirada recupera el brillo que tanto anhelo ver y asiente.
—Ya te amo, señor robot —asegura y algo en mí se retuerce con una furia salvaje —ya te amo de la misma forma.
Y le creo, creo cada una de sus palabras, no importaba el desastre afuera mientras ella siguiera aquí. Porque Sally Rizzo es la única razón, por la que no he perdido la cordura.
Tres días después, no tenemos ni una sola información sobre el robo. Comenzaba incluso a desconfiar de la policía, su incompetencia no podía ser tan grande como para no encontrar a los responsables del robo, y mucho peor, como para no tener ni una sola pista.
—Dales tiempo —dice Ángelo mientras se acomoda detrás de su escritorio —esas cosas llevan tiempo.
—No puedo darles tiempo, es justo lo que no tengo —le recuerdo —en cuatro días es el lanzamiento, si Intec hace preguntas, tengo que tener respuestas.
—Ellos deberían entender que fue un robo, Antoni —asegura —puedes demostrarlo, no pueden romper contratos contigo si eso es lo que te preocupa. Además, no sabemos ni siquiera si el software fue algo que se llevaron.
—Sin embargo, estoy seguro de que tienen todos mis malditos diseños —espeto —y esos no están patentados aún, Ángelo. Si decidieran sacarlos al mercado...
—No van a sacarlos al mercado —asegura —estás adelantado, puedes patentarlos y hacerlos tuyos.
Suspiro, me apoyo contra el respaldo del asiento y cierro los ojos por un corto tiempo. El leve dolor en mis sienes se intensifica, ha estado conmigo en los últimos tres días, y no parece querer eliminarse pronto, ni siquiera con las pastillas que me he tomado para deshacerme de la molestia.
—¿Qué sabes sobre la investigación de tu accidente?
—No necesitamos hablar de eso —asegura desviando la mirada. Entrecierro los ojos, mirándolo con detenimiento.
—Dímelo —exijo.
Ángelo suspira, se quita las gafas y las deja sobre el escritorio. Las mira por un momento antes de elevar la mirada hacia mí.
—Tienen una pista para los casinos Vallee —informa —tiene sentido, esta temporada la mayoría de sus clientes vinieron a nuestros casinos, y Paolo tuvo algunos problemas con el padre de Lorenzo Vallee, problemas que involucraban algún trato que Paolo no respetó. O al menos, eso fue lo que el informante de la policía pudo conseguir.
—Así que... ¿el niñato de Vallee quiere asesinarnos?
Ángelo resopla.
—No es un niñato,
—Tiene veintidós y...
—Yo tenía veintidós cuando comencé a dirigir los casinos —me recuerda —y no era un niñato.
Sonrío.
—La diferencia es que tú te preparaste para poder hacerte cargo, Vallee lo único que ha hecho ha sido convertir su casino en algo parecido a un club nocturno —sentencio.
—Niñato o no, debemos cuidarnos de él. Al menos hasta que la policía lo atrape, o lo descarte.
No planeo debatir con Ángelo, así que simplemente asiento. La puerta se abre en ese segundo y Jacob ingresa corriendo seguido de Bella.
—¡Papá dile a Bella que es mi turno con el televisor! —exige.
—No es verdad —replica mi sobrina —tío Ángelo el programa es demasiado bueno, es la final del concurso de moda.
Lanza una mirada hacia Ángelo que, con solo mirarla, sé que mi hermano no puede ignorarla.
—Hay tiempos establecidos, desastre —dice —si tu horario ha acabado, debes dejar que Jacob la use.
—Te lo dije —dice mi sobrino girando hacia su prima —gracias, papá.
Cuando Bella gira hacia mí, sé lo que espera.
—Oh, no. Ni me mires —advierto —aquí tu padre tiene la última palabra.
—¿Puedo usar la televisión de la habitación del tío Antoni? —cuestiona Bella —por favor, solo por hoy.
—Solo si tu tío está de acuerdo con que entres a su habitación —condiciona Ángelo.
La adorable niña gira hacia mí y la misma mirada que empleó antes, la usa conmigo. Dios, ¿por qué le das esa habilidad de manipulación a los niños?
—De acuerdo —acepto y Bella se lanza a mis brazos con un corto abrazo.
Los niños desaparecen corriendo, mantengo una sonrisa en los labios mirando el sitio por el que se han marchado, tengo que admitir que, a pesar de todo, siento un gran cariño por ellos.
—Creo que... —las palabras de Ángelo se cortan cuando mi celular suena. Lo saco del bolsillo, mirando el nombre de Marlon en la pantalla.
—Dame un segundo —pido hacia mi hermano.
Me incorporo del asiento, alejándome un poco mientras deslizo la pantalla para tomar la llamada.
—Hola, Marlon.
—Antoni —su voz alarmada del otro lado de la línea me hace arrugar la frente —Antoni todo es un maldito caos.
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—¡El software! —exclama —¡Lo han sacado a la venta hace una hora!
Me congelo, mi cerebro intenta procesar las palabras que Marlon ha dicho, pero no lo consigo.
—¿Qué?
Hay un silencio que dura unos pocos segundos, pero que se sienten como una maldita eternidad.
—Tu software ha sido sacado a la venta hace una hora, como parte de una nueva generación de computadoras.
—Es imposible...son tres días...
—Antoni, llevan meses robándonos —dice y su voz denota la preocupación —alguien le dio los diseños a la competencia, y ahora...ahora ellos se han adelantado con el software. Nos han jodido, Antoni. y en gran manera.
Una punzada dolorosa atraviesa mi pecho, un dolor agudo en el brazo izquierdo me hace soltar el teléfono.
—¿Antoni? —la voz de mi hermano se escucha, pero solo puedo concentrarme en el dolor. —¿Antoni que te ocurre?
El aire me falta de un segundo a otro, mi pecho parece ser arañado con un sentimiento extraño, pero tan aterrador.
El dolor en mi pecho se intensifica y me siento mareado, tan desorientado.
—¿Antoni?
No soy capaz de responder, la presión aumenta, el dolor en el pecho y parte del brazo me hace quejarme y antes de que pueda decir algo más, la oscuridad se apodera de mí, y me consume.
Todo se desvanece, todo se reduce a nada. Y yo no tengo idea de que carajos es lo que ha ocurrido.
_____________________________________________________________________
¡No se olviden de votar y comentar! Significa mucho para mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro