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26.- Primer ataque

Sally 

Antoni me conduce por los lujosos pasillos de la empresa. Sostiene mi mano mientras señala cada una de las cosas que conforman su prestigiosa empresa de tecnología.

Soy consciente de la mirada recelosa que algunas mujeres me lanzan, como si no esperasen que su jefe se presentara con una mujer tomada de su mano.

—Esa de ahí es el área de diseño —explica mientras nos detenemos frente a una sala en donde hay escritorios de todo tipo y de todos los tamaños —es donde los diseños de los softwares cobran vida. También tenemos una sala de innovación y esa que está al final —señala el final del pasillo —es donde el equipo de sistemas crea la magia.

—¿Es donde se desarrollan? —inquiero.

—Así es —afirma con una sonrisa orgullosa.

Un movimiento al otro lado de la sala nos hace voltear, varias personas entran y salen con algunas pantallas y carteles.

—¿Tendrás un evento? —cuestiono con curiosidad.

—No es un evento en sí, es el lanzamiento del nuevo software —tira de mi cuerpo hacia el lado contrario del pasillo —solemos hacer una pequeña ceremonia para darlo a conocer, junto con los equipos tecnológicos en los cuales estarán presentes.

—Entonces si es un evento —confirmo con una risa.

Antoni me lanza una sonrisa torcida.

—Espero que puedas acompañarme —dice lanzándome una mirada inquisitiva —será durante el día, es en dos semanas.

Me apego a su cuerpo mientras salimos al jardín trasero de la empresa. Un bonito césped nos da la bienvenida, hay algunas flores que dan un aspecto colorido al espacio y una fuente justo en el medio.

—Tengo una condición —Antoni gira la cabeza hacia mi —¿podemos hacer una fiesta por tu cumpleaños?

Él arquea una de sus cejas, sus labios se crispan en una sonrisa y su mirada se ilumina.

—¿Cómo sabes que mi cumpleaños se acerca?

—Tengo mis métodos para obtener información —admito encogiéndome de hombros.

—Esos métodos ¿incluyen a mi hermano? —suelto una risa ante su acertada pregunta.

Avanzamos hasta un pequeño banco que hay atravesando el jardín. No respondo hasta que me siento en el borde de la madera, y giro el cuerpo hacia él.

—Puede que tal vez haya dicho que no eres tan afecto a las fiestas de cumpleaños —digo suavemente.

Antoni se remueve en el banco, apoya la espalda en el tronco del árbol detrás de nosotros y toma una corta inspiración.

—No en realidad —confiesa —las fiestas de cumpleaños no son precisamente mi pasatiempo favorito.

Me rio un poco.

—No puedes considerar los cumpleaños como un pasatiempo —debato —y pareces divertirte en las fiestas de tus sobrinos.

—En la de ellos sí, en las mías no —dice tensando los labios.

La gracia que me causaron sus respuestas anteriores se esfuma. El cuerpo de Antoni está ligeramente tenso, sus cejas están arrugadas mientras parece recordar algo. No pregunto, a pesar de que quiero hacerlo, porque sé que hay temas difíciles que no es agradable compartir.

—Bueno, entonces tal vez no haremos una fiesta —respondo con suavidad.

Él vuelve a mirarme de forma inquisitiva, como si no entendiera la respuesta que acabo de darle.

—¿Aceptarías que te prepare un desayuno romántico? —sugiero.

—¿No vas a preguntar porque no me gusta mi cumpleaños? —inquiere casi con incredulidad.

Me acomodo en el banco, mi cabello se revuelve con la brisa que nos golpea así que lo sujeto con la liga que tengo en la muñeca.

—Creo que entiendo bien que hay cosas que no desean ser compartidas —me encojo de hombros —si no te agradan es por algo, no tengo derecho para cuestionarte sobre eso, tú no me cuestionaste sobre mi pasado, así que es lo justo.

Algo en su mirada brilla, sus labios se curvan en una sonrisa dulce. Extiende la mano hasta acariciar el costado izquierdo de mi rostro, y ladea la cabeza, mirándome con algo parecido a ternura.

—Aunque si quieres decirme, no voy a detenerte —Antoni aparta la mano, fija la atención hacia el frente y toma una inhalación.

Se acomoda las mangas de la camisa que porta y los músculos de sus brazos relucen captando mi atención. Recorro sus brazos, siguiendo los músculos marcados hasta llegar a su rostro. Tiene las cejas fruncidas, los labios en una fina línea mientras mira hacia el edificio a unos metros.

—Mis padres nunca estuvieron en mis cumpleaños —dice —y sé que suena patético diciéndolo ahora, a mis casi treinta y siete años, pero realmente los cumpleaños fueron para mi solo fiestas sin sentido. Grandes cantidades de dinero, autos de lujo como regalo, pero nunca tuve una verdadera unión familiar. Así que ese día no significa nada especial para mí, con el tiempo me cansé de fiestas, y solo decidí dejar de celebrarlos.

Extiendo la mano hacia él, acaricio la piel descubierta de su brazo y trazo una línea hasta su palma.

—No significa nada especial, nunca lo he sentido de ese modo. Así que no suelo disfrutarlo —su voz pierde fuerza —pero podría aceptar ese desayuno romántico.

Sonrío, entrelazando mis dedos con los suyos.

—Bueno, entonces tendrás tu desayuno romántico. Hornearé un par de pasteles y ¿qué dices si tenemos también un almuerzo con Daph, Ángelo y los niños? —Antoni sonríe, asiente y parece de pronto entusiasmado.

—Sí, eso es una buena idea —dice suavemente —pasarlos con las criaturas del mal sería estupendo.

—Bueno, señor robot...—me incorporo y tiro de él haciendo que se incorpore —prepárese para resetear ese chip de cumpleaños. Que, de ahora en adelante, los desayunos románticos y criaturas del mal, estarán incluidos siempre.

Y la sonrisa que me dedica, una tan radiante y genuina, me deja saber que, sin duda, es un cambio que planea aceptar.

Una semana después, he organizado un pequeño almuerzo en el jardín de la casa de Ángelo. Daphne pareció entusiasmada con la idea, pasamos un par de horas horneando y ella se encargó de cocinar una lasaña y algunos bocadillos para los niños.

Claramente le di su desayuno romántico, y pasamos algunas horas en casa antes de venir a la mansión de Ángelo.

Antoni no quiso que invitásemos a nadie más, así que el almuerzo solo nos contemplaría a Daphne, Ángelo, Antoni, a los niños y a mí.

Hay una larga mesa en el centro del jardín, lo suficientemente grande como para darnos espacio a todos, está llena de bocadillos y bebidas para todos y las risas de los niños correteando por el jardín llegan hasta nosotros.

Incluso los trillizos intentan correr detrás de sus hermanos, dando torpes pasos y cayendo más a comparación de los pasos que dan.

Antoni ríe con su hermano, porta una playera en color naranja que se ajusta a su torso de manera perfecta, como si hubiese sido diseñada exactamente para él. Tiene unos pantalones de tela ajustados, la camisa metida y ajustada con el cinto en color negro y luce tan apuesto, que no he dejado de lanzarle miradas furtivas para admirarlo.

—¡El pastel está listo! —dice Daphne ingresando al jardín con el bonito pastel entre sus manos.

Antoni sonríe, endereza la espalda mientras mira el pastel que Daphne deja frente a él. Hay una vela en el centro que está encendida y a la que Lía presta especial atención. Él la coloca sobre sus piernas, y la sostiene mientras la apega a su cuerpo para conseguir que no esté demasiado cerca del fuego de la vela.

Cantamos a coro la canción tradicional de feliz cumpleaños, y Ángelo no pierde la oportunidad para tomar tantas fotografías de su hermano como le es posible.

—¡Mordida! —grita Lía bajando de un salto —¡Tío tienes que hacer mordida!

—Según sé, eso no es necesario —se defiende Antoni. Pero pronto los seis niños, y también Antonella, gritan a coro "mordida".

Daphne, Ángelo y yo observamos con diversión a Antoni intentar luchar con los deseos de sus sobrinos, sin embargo, termina rindiéndose y tan pronto como acerca el rostro al pastel, Antonella empuja la parte trasera de la cabeza de su tío y el rostro de Antoni impacta contra el pastel.

Una carcajada brota de mis labios cuando Antoni eleva la cabeza y las manchas de glaseado blanco y azul cubren su rostro.

—Tienes dos segundos para correr antes de que te alcance y te quedes sin probar pastel —dice Antoni tomando un poco del glaseado de su rostro y girar hacia su sobrina.

Antonella abre los ojos con alarma, retrocede y echa a correr hacia el lado contrario de su tío, pero Antoni ya se ha incorporado y va tras ella.

Jacob y Bella se acercan a la mesa en donde se encuentra el pastel, y antes de que podamos decir algo, han tomado partes del mismo y corren hacia Ángelo.

—¡Niños, no! —exclama, pero es demasiado tarde. El glaseado ha impactado contra la camisa roja y las carcajadas de los niños, incluyendo a Daphne, se dejan oír.

En segundos ya no queda nada del pastel, incluso los trillizos tienen glaseado en las mejillas.

—Dolcezza —volteo, el impacto del glaseado y pan se produce contra mi rostro.

—¡Oye! —reclamo entre risas.

Antoni tiene el rostro cubierto de manchas de color azul y blanco, su camisa también tiene líneas de glaseado y parte de su pantalón tiene pequeñas manos, pertenecientes a los trillizos.

—Menos mal hicimos dos pasteles —dice Daphne limpiándose el cabello —¿Alguien desea ahora comer un poco?

Una risa conjunta se deja escuchar. Daph desaparece en el interior de la casa y Antoni vuelve la atención a mí.

Tiene una mirada alegre, un destello de emoción y felicidad que pocas veces he visto. Sin embargo, ahí está.

—Feliz cumpleaños, señor Robot —pronuncio con una sonrisa acercándome a él.

—He cambiado el chip, dolcezza —dice con una sonrisa torcida —quiero todos los cumpleaños con desayunos románticos y criaturas del mal. Y los quiero todos si son contigo.

Me acerco, envuelvo las manos alrededor de su cuello y me coloco en puntillas para alcanzar sus labios.

—Los tendremos absolutamente todos, amore —dejo un corto beso contra sus labios —los tendremos todo.

Y entre glaseado y migajas de pan, experimento que Antoni Lombardi es sin ninguna duda, el hombre con el que quiero pasar todos los cumpleaños y momentos de mi vida, hasta el último aliento.

Antoni

Nunca había disfrutado tanto de un cumpleaños como esta vez. La guerra de pasteles que nos había orillado luego a meternos a la piscina fue sin duda el momento favorito.

Ahora, con la noche envolviéndonos, los niños durmiendo y las botellas de vino y cerveza a nuestro alrededor, considero que podría acostumbrarme a esto.

—Creo que he tomado suficiente por hoy —murmuro dejando a un lado la lata de cerveza.

—Espero que no planees manejar de regreso a casa —advierte Ángelo —sabes que puedes quedarte en la casa.

—Nadie va a conducir ahora —sentencia Daph —y mucho menos Antoni.

Sonrío, Sally a mi lado me dedica una mirada que me deja saber que piensa exactamente igual que mi cuñada, así que ni siquiera me molesto en poner objeción.

Es cerca de media noche, y la actividad de todo el día comienza a pasarme factura. A todos en realidad porque unos momentos después mi hermano y su esposa sueltan un par de bostezos.

—Creo que nosotros nos vamos a dormir —informa Ángelo lanzándonos una mirada —creo que podemos dejar a la agencia de limpieza recoger esto mañana —dice señalando los empaques y las botellas.

—Realmente pensarán que no conocemos la palabra limpieza —objeto incorporándome del sillón —pero estoy demasiado cansado como para poder limpiar.

Mi hermano sonríe. Aparta algunos empaques del sillón y los deja sobre la mesa. Sally bosteza a mi costado, el sueño se refleja en su mirada así que le sonrío y hago un gesto con la cabeza para que nos marchemos a la habitación.

—Descansen, tórtolos —dice Daph mientras sigue a su esposo hacia las escaleras.

Sally y yo hacemos lo mismo, caminamos en silencio hasta la habitación y una vez ahí, un suspiro cansado brota de sus labios.

—¿Has disfrutado hoy? —inquiere con una sonrisa en los labios.

—Probablemente como no he disfrutado un cumpleaños en años —admito —gracias por hacerlo especial.

—Solo seguí tus deseos —dice encogiéndose de hombros —tener a tu familia, a las personas que son especiales para ti.

Nos metemos ambos al baño, hay unos cepillos de dientes que solemos dejar aquí porque nunca sabemos cuando tendremos que pasar la noche aquí. Ninguno habla mientras nos lavamos los dientes, nos cambiamos por ropa mucho más cómoda y luego volvemos a la cama.

Sally se acurruca a mi costado, mis brazos la envuelven y mi corazón palpita contra la palma de su mano.

—Fue un cumpleaños estupendo —la miro, mis ojos se acostumbran a la oscuridad así que soy capaz de ver sus facciones, sus ojos mirándome con emoción, de esa forma tan dulce que la caracteriza —y creo que no fui el único que lo disfrutó, Ángelo y los niños parecieron pasarlo bien.

—Esa fue la intención —asegura —hacer que fuese un tiempo de convivencia inolvidable.

Cierro los ojos, tomo una inhalación y el aroma a dulce me envuelve. La fragancia a vainilla llega hasta mí y me hace sonreír.

Es curioso como una persona puede hacer que ciertas cosas adquieran otro significado. Como con pequeñas acciones o palabras, consigue que algo desapercibido, sea completamente especial.

El cansancio se apodera de mi cuerpo, la respiración de Sally se vuelve tranquila, su corazón latiendo contra el mío y la sensación de paz hacen que, sin darme cuenta, el sueño me consuma por completo.

El sonido del celular me hace maldecir mientras extiendo la mano hacia la mesita de noche. Un molesto sonido que no reconozco, y me toma unos segundos despabilarme y mirar la pantalla.

Alerta de seguridad.

El sueño se va enseguida cuando observo la alerta en el celular. Es del sistema de seguridad de la empresa.

Me incorporo, saliendo de la cama para ir por mi computadora. Me toma un par de minutos encenderla y buscar la aplicación que necesito.

Una llamada entra en el segundo en el que miro las cámaras de seguridad, sin embargo, no se ve ni una sola imagen.

—¿Hola?

—¿Recibiste la alerta? —Marlon me cuestiona al otro lado de la línea. El hombre que es lo más cercano a un socio que tengo se escucha preocupado—temo que no sea solo una falsa alarma.

—No lo es —mascullo —porque no veo nada en las cámaras.

—¿Antoni? —la voz adormilada de Sally llega hasta mis oídos. Miro sobre mi hombro, se ha incorporado a medias de la cama y se talla los ojos.

Tapo la bocina del celular cuando giro hacia Sally.

—Dolcezza, no quise despertarte —pronuncio —tengo que ver unos asuntos.

—¿Todo en orden? Son las tres de la mañana.

—Eso intento averiguar —admito.

Tomo la computadora mientras coloco el celular contra mi oreja otra vez.

—Marlon, te veo en la empresa en diez minutos. Si la alerta es verdadera, encontraremos a la policía ahí —sentencio.

—Te veo ahí —cuelga la llamada e intento obtener algo más de las cámaras, pero es casi imposible, no hay imágenes que mostrar. Y eso solo se produce cuando alguien las ha destruido.

Un mal presentimiento se instala en mi pecho, un presentimiento de que algo definitivamente va mal.

Sally sigue despierta cuando vuelvo a la habitación, así que no puedo evitar los cuestionamientos sobre lo que ocurre.

—El sistema de seguridad de la empresa se activó —informo —necesito ir a ver si todo está en orden.

Cinco minutos más tarde, me encuentro bajando las escaleras de la casa con Ángelo siguiéndome de cerca, salir de esta casa a las tres de la mañana parece ser medida suficiente para que los guardias informaran a Ángelo, joder, no se trataba de mi padre.

Sin embargo, Ángelo se empeña en acompañarme y soy muy consciente de que no hay nada en el mundo que pueda hacer para hacerlo desistir. No permite que conduzca, sino que nos montamos en la camioneta con los guardias de seguridad, y son ellos los encargados de llevarnos hacia la empresa.

—¿Tienes idea de que pudo haber pasado? —cuestiona cuando estamos dentro del auto.

—No tengo la menor idea —admito —tal vez un intento de robo, no lo sé.

Soy cuidadoso, las empresas de tecnología son el principal blanco de los asaltantes que buscan llevarse equipos tecnológicos para venderlos luego, sin embargo, me he asegurado de que mi sistema de seguridad fuese lo suficientemente fuerte como para no permitirlo.

Cuando llegamos, ya hay un par de carros de policías acordonando la zona. Me bajo con rapidez, mi estómago se revuelve cuando aún a pesar de los metros, soy capaz de ver todo el daño.

Marlon está de pie a pocos metros, me acerco con rapidez y cuando estoy lo suficientemente cerca, él me nota.

—¿Qué mierda pasó aquí? —mi voz brota en un sonido incrédulo mientras recorro con la mirada todos los daños que hay a unos metros.

Vidrios rotos, los equipos destrozados, las cámaras dañadas.

—Robo —dice Marlon con la mandíbula apretada —alguien entró a la empresa y nos robó.

—Llama a Simón —pido —necesitamos saber si consiguieron llevarse alguna información.

—¿Crees que es por el software? —inquiere con inquietud —mierda, Antoni. Si esto se sabe tendremos problemas, los contratos...

—Tú solo llama a Simón —insisto con impaciencia —necesitamos saber que es lo que se llevaron. Si consiguieron alguna información importante. 

Marlon asiente, marca algo en su celular y luego se aparta. Miro nuevamente el edificio y maldigo.

Enhorabuena, Antoni, esto es lo último necesitabas. 

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